Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

Sindicalismo y trabajadores en Venezuela

01.05.06

CRA - El Libertario, Venezuela
Domingo 30 de abril del 2006.

* Estos tres textos han sido tomados de El Libertario # 47, mayo-junio 2006, vocero bimensual de la Comisión de Relaciones Anarquistas. En ellos se pone al día y condensa una perspectiva anarquista sobre la situación del movimiento laboral en este país.

I.-

Confederación de Trabajadores de Venezuela: cadáver insepulto

HUMBERTO DECARLI R.
hachede@cantv.net

Hablar de la CTV es referirse a un organismo en vías de extinción. La otrora potente confederación de trabajadores y de sindicalistas todopoderosos parece ser cosa del pasado. Estamos presenciando los estertores de la agonía de una entidad incapaz de detener su ostensible y rápido declive debido a multiplicidad de factores incidentes en su presente apoplejía.

Debemos remontarnos a mediados del pasado siglo para entender el surgimiento de organizaciones sindicales al calor de las huelgas producidas en ciertos sectores del aparato productivo. El famoso paro del año 36 en el segmento petrolero fue una muestra de la valentía de la clase obrera venezolana. La influencia de la ideología marxista como propulsora de la clase obrera como estamento fundamental del cambio social y el sindicalismo emergente en América Latina, fueron agentes de su auge.

La continuación de los regímenes militares determinó la reducción de la actividad sindical por la prohibición de su funcionamiento y la persecución emanada de los mandos castrenses. El 23 de enero de 1958 es cuando se produce el renacimiento de una central sindical de rango nacional capaz de agrupar a todo el universo de laborantes sindicalizados.

Con la instauración del modelo populista derivado del Pacto de Punto Fijo, la Confederación de Trabajadores de Venezuela pasó a ser un factor de poder. Junto a las Fuerzas Armadas, el Alto Clero, la patronal Fedecámaras y ciertos partidos políticos, conformó la pentarquía ideada por Rómulo Betancourt y sus acompañantes para gobernar al país. Fue parte del esquema populista y autoritario inaugurado con la defenestración del dictador militar Pérez Jiménez en 1958. A la CTV se le asignó el rol de dique de contención de las aspiraciones populares a través de la función de mediación con la finalidad de alcanzar una paz laboral como vehículo de gobernabilidad. Su misión era mantener pasivos a los obreros venezolanos frente a un modelo clientelar donde la concesión de algunas reformas los tranquilizara. Igualmente desde la cúpula adeca se le concedió al buró sindical de esa organización política un lugar especial y de allí la elección de Raúl Leoni como candidato a suceder a Betancourt.

Sin embargo, el ingreso petrolero durante el segundo gobierno del líder de Guatire no era suficiente para distraer a los trabajadores y fue necesaria la reducción de los salarios de los empleados públicos por la popularmente llamada “ley del hambre” impuesta desde Miraflores. El ente sindical cumplió el papel de sedar a la gente disgustada ante un sacrificio semejante mientras a los empresarios se les subsidiaba.

La izquierda nacional pretendió dividir a la cúpula sindicalera luego de la acción de las bandas armadas adecas y los cabilleros del mencionado buró sindical amén del llamado a la insurrección para derrocar al gobierno sucedáneo de la dictadura perezjimenista. Crearon una formación paralela, la Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela, con las mismas perspectivas economicistas de sus pares y devino en un ente reducido a su más mínima expresión. Además, la fuerza del Estado y de los empresarios siempre apuntaló a los cachorros oficiales.

La CTV se enrumbó en una economía basada en la sustitución de importaciones donde el Estado tenía un espacio relevante pues aparte de la creación de la burocracia oficial se engendró una matriz industrial fundamentalmente dirigida desde la entidad pública. Los personeros del mundo sindical eran intermediarios obligados tanto en el sector gubernamental como el privado.

La ingesta petrolera imprevista ocasionada por la guerra del Yonkipur impulsó la idea de efectuar ciertas dádivas para evitar futuros conflictos sociales. La ley contra despidos injustificados, las comisiones tripartitas calificadoras de la ruptura de la relación laboral, la participación de los sindicatos en los institutos autónomos y las empresas del Estado y la apreciación general de que los trabajadores eran tomados en cuenta, matizaban el desastre populista cuyo devenir trágico se perfilaba.

Empero, varias circunstancias se atravesaban en el firmamento de las estructuras reformistas del área trabajadora. Primero, la corrupción galopante de los principales representantes de las federaciones más connotadas y de los integrantes del comité ejecutivo de la conocida organización sindical. Igualmente, el accionar de un grupo financiero alrededor del Banco de los Trabajadores fue la guinda de la torta. El desprestigio de ellos generaba el miedo de los obreros porque la venta de contratos colectivos y la colaboración patronal fue palmaria. Era un hecho público y notorio pero inherente al esquema clientelar y a la descomposición del país.

En segundo término, la economía globalizada comenzó a expandir en Venezuela el sector servicios y la necesidad de prescindir del factor trabajo y por ende, la sindicalización fue cada vez menor. La orientación del capitalismo acelerado luego de la caída del Muro de Berlín pasaba necesariamente por el proceso de exclusión social típico de una concepción fundada en el empleo de la tecnología y los mecanismos de reingeniería para simplificar la reducción de nóminas en múltiples niveles, en especial en el de mayor crecimiento hoy, el financiero y telecomunicaciones.

En tercer lugar, en la época de los noventa surgió un movimiento masivo inédito en el país promocionando la participación, muy distante de la burocratización de los jerarcas de la central. Con la asunción de Chávez hubo un reacomodo de los factores de poder y el sindical no formaba parte de ese nuevo esquema. Los administradores de la violencia del Estado, la banca internacional, las empresas globalizadas y la imagen del caudillo, son los nuevos actores en el rediseño de continuación de la democracia representativa. Sustraídos de la reformulación del esquema de dominación venezolano, no le quedó otra opción que formar parte de la fracasada oposición y la acompañaron en las aventuras de la huelga patronal de diciembre de 2001, de la tentativa golpista del 11 de abril de 2002, la huelga petrolera de finales de este mismo año y en la campaña del referéndum revocatorio. Con ese antichavismo trasnochado los mafiosos sindicales terminaron de construir su propia tumba.

La proximidad del Primero de Mayo es una fecha propicia para reflexionar sobre el curso cumplido por la CTV. De un importante agente de la gobernabilidad ha pasado a ser un despojo. No tan sólo por la deshonestidad de sus dirigentes sino por la realidad del mundo contemporáneo. Pero la mejor demostración de su diáfana debilidad se aprecia al estar preso su presidente y no haber podido hacer absolutamente nada significativo para denunciar su detención. Es increíble que el mayor representante de una confederación sindical esté en prisión sin haber objetivamente ninguna presión para lograr su libertad.

La actual situación nacional la protagoniza un caudillo decimonónico y rural, acompañado de una variopinta coalición con meras funciones electorales pero con un criterio claro de la militarización de la sociedad venezolana, la promoción de las transnacionales energéticas y del sector financiero y una paz social buscada con los petrodólares asistencialistas, acompañadas de la nueva versión de las cívicas bolivarianas en el rubro sindical, la Unión Nacional de Trabajadores - UNT. Este cartabón sindical está erguido sólo por la intervención del Estado porque no tiene base ni dirigentes de reconocido liderazgo.

La flexibilización laboral lograda con las cooperativas oficiales y los contratos temporales y la precarización de la vida mimetizada con las misiones, son las condiciones reales existentes en nuestra vida cotidiana. Con una economía informal creciente y la exclusión social en práctica, el trabajador se convierte en un privilegiado. Así será de salvaje el capitalismo actual que un asalariado formal forma parte de sus preferidos. Y todavía hay quienes piensan en la clase obrera como el sujeto histórico privilegiado del cambio revolucionario.

****************************************************

II.-

UNT: historieta sindicalera en Venezuela

Armando Vergueiro

* Unión Nacional de Trabajadores es la denominación del aparato sindical construido por el actual gobierno venezolano. En este artículo se reseñan su historia, rasgos básicos y el modo como reproduce rasgos burocráticos y politiqueros totalmente contrarios a los intereses de los trabajadores.

Después que el fracaso del paro general de diciembre de 2002 había quebrantado decisivamente a la burocrática Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), el chavismo consideró llegado el momento de crear una central propia, repitiendo lo hecho por el puntofijismo para controlar al movimiento laboral, con el pretexto de agrupar a los partidarios del Proceso en una nueva organización clasista. Así, el 5-4-2003 se realiza el congreso fundacional de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), en base a la Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT), fracción sindical pro-gubernamental con la que previamente se había intentado sin éxito disputar la conducción cetevista.

A lo largo de los años siguientes, la UNT ha podido consolidarse y expandirse por dos causas. Primera y principalmente por la protección ventajista que recibe del Estado, que le brinda el mismo padrinazgo que en la IV República recibía la CTV; ello se ejemplifica en la deferencia de las Inspectorías del Trabajo ante las gestiones de los dirigentes de boina roja, en aceptarlos como interlocutores privilegiados para negociar contrataciones colectivas, en otorgar a su liderazgo el habitual “kit” de prebendas (cargos públicos, viajes al exterior, locales bien dotados para despachar, más un oscuro etcétera de subvenciones varias), y en presionar para la migración de los trabajadores del sector público a los gremios afiliados a UNT. En segundo término, la organización oficialista se favorece con la galopante declinación de la CTV, que venía debilitándose antes del paro por la crisis de la estructura de poder en la que participaba desde 1958, donde operaba como correa de transmisión del control partidista (en particular de AD) sobre los trabajadores; al perder las muletas partidistas y estatales que la sostenían, esta central ha mostrado que carece de fuerzas propias como para enfrentar al contendiente que ahora disfruta de lo que fueron sus privilegios indiscutidos por 40 años.

El crecimiento de la UNT ha ocurrido sobre los despojos de la CTV, de manera que el estimado actual de entre 600 y 750.000 afiliados a la Unión refleja básicamente el traspaso de efectivos desde la vieja central, por lo que la membresía cetevista puede estar ahora entre 300 a 450.000 trabajadores. Por supuesto, tales aproximaciones cuantitativas serán rechazadas por los voceros de uno y otro bando, siempre listos a inflar los números propios y subestimar los ajenos; pero ellos mismos no dejan de reconocer con renuencia (y atribuyendo culpas al rival) que la afiliación sindical apenas alcanza a un 10 ó 12 % de la población económicamente activa, lo que es consistente con las cifras que apuntamos.

º Zamuros cuidando carne

Cualquiera que desde una posición progresista, o simplemente honesta, se interesase en la década de 1990 por el futuro del movimiento obrero venezolano, concordaría en que un porvenir positivo para las luchas laborales de ningún modo podía pasar por el sindicalismo de la CTV, de modo que vería con simpatía los esfuerzos por romper el inmovilismo que encarnaban los bueyes cansados de los cogollos sindicales, como sus adversarios calificaban a la cúpula cetevista. Chávez sintonizó con ese verbo desde sus tiempos de candidato y fue recibiendo apoyo del minoritario sindicalismo de la izquierda marxista, al que le caía del cielo una oportunidad de volver a competir por la dirección de las principales organizaciones gremiales, siempre y cuando se colocase obedientemente a las órdenes del Comandante. Así fue como quienes hasta entonces se proclamaban partidarios sin concesiones de la lucha de clases y de la autonomía de los trabajadores, pasaron a un discurso donde nacionalismo, anti-imperialismo y defensa de la Constitución se volvían excusas hasta para repetir la clase de sindicalismo que antes repudiaron. Ciertamente, esa cabriola ideológica ha tenido compensación, ya que han pasado de minoría innocua a flamantes conductores de la UNT, posición que por supuesto mantendrán mientras sigan mostrando reverencia al Líder y su Proceso.

En lo que lleva de existencia, la UNT evidencia un prontuario que poco se distingue de lo anterior. Así, en cuanto a definiciones organizativas, la apresurada creación de la central dejó lo esencial para resolverse luego, en un II Congreso que debía realizarse en plazo breve. Ya han pasado más de 3 años y ese evento para dotarse de un apropiado perfil institucional (que incluiría directivos designados por voto directo de los afiliados) aún está pendiente, pese a los repetidos anuncios de su eventual convocatoria. Ahora algunos hablan de hacerlo a fines de mayo de 2006, pero otros indican que lo imperativo es la campaña presidencial (el cuento de los “10 millones de votos”) y que debe postergarse para 2007. Pero dígase lo que se diga, lo cierto es que los mismos dirigentes unetistas hacen continua referencia a las deficiencias funcionales que padece la organización (por supuesto, achacándolas a la irresponsabilidad de las otras facciones), de lo cual es un ejemplo que en todo este tiempo no se ha reunido formalmente la Coordinación Nacional del organismo. La figura provisional de los Coordinadores -nacionales y regionales- ha servido de maravillas para la imposición de liderazgos desde arriba, donde una garantía para escalar posiciones es proclamar a voz de cuello la subordinación ante el régimen chavista, sugiriendo que los contendientes son agentes solapados del golpismo o tontos útiles que favorecen la conspiración.

Lo que se conoce de la UNT ha sido, principalmente, su vasallaje ante el oficialismo, en términos que superan lo que la CTV ofrecía a los gobiernos adecos. Sus eventos de calle son meras manifestaciones de adhesión a Chávez y su gestión, en poco diferenciados a los que promueve el partido MVR; su acción concreta en la contratación colectiva o en otras reivindicaciones laborales suele regirse por un afán conciliador cuya expresión más acabada es la participación, junto al gobierno y a representantes de las “empresas de cogestión”, en la llamada Comisión Cero Conflictos. Excepto para dar aprobación sin críticas luego del respectivo decreto, la Unión no ha tenido que ver con las medidas de fijación de Salario Mínimo y de Inamovilidad Sindical que ha decidido el Ejecutivo; salvo algunas generalidades, tampoco se sabe mayor cosa de lo que los unetistas dicen en problemas laborales tan inmediatos como: el congelamiento de la legislación pendiente en Seguridad Social y el retraso en instrumentar lo ya aprobado, la sobre-explotación que sufren mujeres y trabajadores menores de edad, la imprescindible reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, o el tema de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo del salario, evidente al contrastar los valores del Salario Mínimo y de la Canasta Alimentaria.

Sin rubor alguno, la UNT calla frente a las violaciones de elementales derechos laborales que han padecido los contratados de las Misiones, mutismo que se repite ante la trampa de trabajo precario en que ha derivado la multiplicación de cooperativas patrocinadas por el gobierno, o con las arbitrariedades diversas que padecen los asalariados del Estado o de empresarios afines al gobierno. Estos burócratas de vestimenta colorada tampoco objetaron la Resolución del CNE sometiendo a las elecciones sindicales a su control, intromisión intolerable de un organismo estatal en asuntos de los trabajadores. Dado lo anterior, no extraña que ante la discriminación laboral por razones políticas (cuyas expresiones emblemáticas han sido las listas de Tascón y del Comando Maisanta), jerarcas de UNT justificasen esa práctica, usando excusas hipócritas referidas a la “defensa de la revolución” y luego procurando hacerse del manejo de las plazas vacantes para satisfacer a su clientela política.

º Facciones y fricciones

La creación de la UNT, y de la previa FBT, intentaba aprovechar el caudal electoral para construir un aparato sindical al servicio de la hegemonía que los actuales gobernantes quieren ejercer sobre todos los ámbitos de acción colectiva. Para ello, resulta imprescindible contar en la cúpula de la organización con un grupo de gestores fieles al modelo de sometimiento que se viene imponiendo en todos los movimientos sociales; pero aún no está claro cuál cuadrilla sindicalera es la más idónea para asumir esa función entre las que disputan para que su cabecilla salga en el afiche de campaña con Chávez ungiéndolo como Elegido. Por lo tanto, demos un vistazo a las diversas comparsas en disputa.

Se señala la existencia de 5 agrupamientos en pugna hacia el II Congreso:
la tendencia cuya figura más visible es la diputada Marcela Máspero, quien cuenta con importantes apoyos tanto en la Asamblea Nacional como en el Ejecutivo, además que hace poco fue invitada y halagada por el Gran Cacao en el mesmo Aló Presidente;
los que todavía se denominan FBT, comandados por los diputados O. Vera, J. Mora, J. Gil y J.R. Rivero, siempre rasgándose las vestiduras en cuanto a su ortodoxia chavista y en denunciar las desviaciones del canon por los otros sectores;
Autonomía Sindical, dirigida por el diputado Orlando Castillo y que representa al partido PPT;
el Movimiento “Alfredo Maneiro”, cuya jefatura llevan el diputado Francisco Torrealba, Ramón Machuca (cacique sindical de la metalúrgica SIDOR) y Franklin Rondón (presidente de la Federación de Trabajadores del Sector Público); y
la Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (C_CURA), constituida por trotskistas encabezados por Orlando Chirino, quienes en julio de 2005 constituyeron el Partido Revolución y Socialismo, nuevo esfuerzo de los trotskos criollos por resolver sus consuetudinarias divisiones.

Desde 2005, estos bandos llevan un intercambio de dimes y diretes, donde lo que menos importa son las urgentes tareas que hoy deberían ocupar a un sindicalismo consecuentemente comprometido con los trabajadores. Haciendo caso a lo que dicen unos de otros, las cuatro primeras tendencias están bien calificadas en cuanto a oportunismo, espíritu burocrático y disposición a servir de correveidiles gobierneros en el área sindical, por lo que de ellas seguramente saldrá la futura gerencia de la UNT. La gente de Chirino ha asomado posturas tibiamente críticas propias de los radicales del chavismo, razón suficiente para darlos por descartados, pues son bien conocidos los palos desde las alturas que reciben en todos lados quienes se fuman la lumpia de “hacer la revolución dentro de la revolución”.

La conclusión es tan evidente como también lo ha sido siempre para la CTV: hay que repudiar a la UNT en tanto modelo de sindicalismo corporativo, corrupto y sometido a intereses de opresión y poder autoritario, construyendo organizaciones desde la acción autónoma de los trabajadores, para lo cual el anarcosindicalismo apunta orientaciones que hoy se demuestran tan vigentes como en la época de los mártires libertarios de Chicago. El reto a enfrentar es hacer llegar al mundo laboral esas orientaciones y el impulso para la acción autónoma.

——————————————————————————–

III.-

Tips sobre situación laboral y sindicalismo en Venezuela

Redacción de El Libertario

* Cuatro notas breves para entender un poco más la realidad que padecen actualmente los trabajadores venezolanos y escudriñar en la calaña de quienes se presentan como sus líderes y redentores.

º Cogestión de papel INVEPAL (Industria Venezolana Endógena del Papel), en Morón, es _El Ejemplo_ chavista al hablar de “cogestión con control obrero”. Ya en El Libertario (# 38 y # 43) nos hemos ocupado de desmontar esa farsa; pero si quedaban dudas, las despeja la salida de la dirección de la planta de los sindicaleros bocones que en 2005 Chávez mesmo había presentado como los más capacitados para gestionar la construcción bolivariano-socialista, quienes según las constantes denuncias obreras resultaron ser unos burócratas ineptos y corruptos. En el acto de posesión de la nueva directiva (11/04/2006), encabezada por María Cristina Iglesias - actual Ministra de Industria Liviana y Comercio - se aclaró de qué va el cuento de la participación protagónica y quién tiene la sartén por el mango, como queda claro en esta cita de la reseña oficial del evento: “Decidimos en la Junta Directiva que ninguno de nosotros va a crear un feudo (…) sino que va a ser una acción compartida con el resto de los miembros (…) y también con los trabajadores”, apuntó la Ministra luego de revelar los nombres del personal que ocuparía los nuevos cargos de dirección. Esto, dijo, “es necesario para tener un principio de autoridad y un principio de orden, organización y disciplina”. Así mismo, destacó la obligación que tiene el resto de los trabajadores de apoyar a esta nueva Junta Directiva.”

Más cuentos endógenos

INVEVAL en Los Teques e INVETEX en Tinaquillo (respectivamente, Industria Venezolana Endógena de Válvulas e I.E.V. de Textiles), han resultado dos fraudes, especialmente para sus trabajadores. En ambos casos, desde principios de 2005 se vende la fábula de una inminente reactivación de la producción bajo modelo cogestionario, que en INVEVAL es entre trabajadores y Estado, mientras que en INVETEX es entre Estado y propietarios - la boyante familia Mishkin -. Discursos, promesas y anuncios han abundado en estos meses, pero lo que no hay son válvulas o telas, pues las industrias están totalmente paralizadas. Igual que en el caso de INVEPAL, los empresarios involucrados son felices pues el negocio de vender propiedades problemáticas al Estado les resultó altamente beneficioso. Mientras tanto, los trabajadores sobreviven con becas-salario de las Misiones y con esperanzas cada vez más diluidas, a pesar del discurso seudo-radical intentando convencerlos de que son la vanguardia proletaria del proceso revolucionario.

Ignorancia sindicalera

Cualquiera podría esforzarse en buscar propuestas de lucha de UNT o de la CTV en torno a la situación de mujeres o menores que trabajan, pero de seguro no encontrará nada. Ambas burocracias están en su politiquería y se desentienden de minucias como que, según las últimas estadísticas disponibles (año 2004), había 422.329 menores de 15 años dentro de la Población Económicamente Activa (PEA), en condiciones laborales donde en mayor o menor medida se suelen violar sus derechos humanos; o que el 72,7 % de las mujeres ocupadas devengan menos del salario mínimo. Claro está, que no son las únicas estadísticas que parecen ser desconocidas para los cogollos laborales oficialistas y escuálidos, quienes andan mucho más preocupados respectivamente por anunciar la invasión imperialista y porque el gobierno ya no paga sus gastos, así que no les quedan neuronas donde almacenar que sólo 20,5 % de la PEA está cubierta por la Seguridad Social, o que apenas al 27,3 % de los mayores de 60 años se les reconoce el derecho a pensión por jubilación.

Habla un estudioso del sindicalismo venezolano

“El sistema laboral está altamente intervenido por el Estado, lo que es una vieja característica venezolana y que se acentúa en este régimen… Se trata de una intervención que tiene como fin subyacente el fortalecimiento de la opción sindical oficialista, repitiendo un comportamiento institucional que funcionó en las décadas precedentes al presente régimen, lo que al final repercute restándole autonomía al movimiento de los trabajadores. En el desarrollo de las negociaciones colectivas se ha sentido el intervencionismo estatal. En la principal actividad productiva, la petrolera, los tres procesos de negociaciones emprendidos en el presente régimen, han sido complejos. En el primero -2000- se llevó a cabo incluso una huelga, ya que se pretendió desde el gobierno sustituir la convención colectiva, que ya había sido suspendida temporalmente, por un decreto; en las segundas negociaciones, se celebraron con un sindicalismo que recién había sido ganado por el oficialismo, y la gerencia petrolera facilitó el alcance de unas negociaciones expeditas que contribuyeran a legitimar este liderazgo; y las más recientes negociaciones, a fines del 2004, traen nuevamente malestar en las bases sindicales, por el bajo nivel de reivindicaciones alcanzadas, además de la pérdida de conquistas históricas.” Héctor Lucena -

Par: CRA - El Libertario, Venezuela


https://clajadep.lahaine.org