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Una mirada a las poblaciones fronterizas del altiplano

08.08.06

LAS POBLACIONES FRONTERIZAS PIDEN SALIR DE LA POSTERGACIÓN
Fronteras denuncian abandono del Gobierno y piden servicios básicos

Santa Cruz | El Deber.- Si la situación para los pobladores del eje central del país se ha vuelto cada vez más difícil, para la gente que vive en las localidades fronterizas lo es mucho más y demandan del Gobierno una respuesta a sus problemas básicos.

Sin servicios básicos necesarios para llevar una vida digna ni el apoyo de las autoridades gubernamentales de turno para desarrollar sus potencialidades, estos pueblos sobreviven gracias al trabajo de sus pobladores.

No obstante, varios de ellos se están despoblando, porque ante la falta de fuentes de empleo los más jóvenes optan por emigrar hacia las ciudades capitales o al exterior.

El Deber y la Red Líder visitaron varias de estas ciudades y localidades fronterizas, y a pesar de que cada una vive una realidad distinta, los habitantes y las autoridades de cada una de éstas coincidieron en señalar que el Gobierno debería darles más apoyo o retribuirles lo que aportan al país para que puedan salir de la postergación y el olvido, y logren desarrollarse.

La mayoría de los “fronterizos” vive una vida sencilla, se dedica al comercio e incluso ha hecho del contrabando su modo de subsistencia. El escaso personal aduanero, militar y policial hace lo que puede para frenar éste y otros delitos.

No todos los pueblos cuentan con carreteras o caminos vecinales asfaltados ni saneamiento básico, es más, para llegar a ellos es toda una odisea, pero, aún llevando una vida difícil, se sienten orgullosos de ser guardianes de la extensa frontera boliviana.

Rodeados, algunos de montañas, llanuras, lagos, ríos y otros de selva, los “fronterizos” creen que sus regiones pueden aportar mucho más al país, si las autoridades pusieran los ojos en estas zonas.

GENERAN, PERO NO PERCIBEN

El reclamo por más atención de las autoridades de Gobierno es generalizado en las localidades fronterizas de Santa Cruz. Aseguran que son los guardianes de la Patria y que generan ingresos para el país, pero no perciben recursos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes e impulsar el progreso en esas zonas.

Puerto Suárez, San Matías, San Vicente y Puerto Quijarro son cuatro puertas de ingreso a Bolivia que exigen atención.

San Matías es una vía comercial que registra la entrada y salida de mercaderías hacia Brasil. Allí la cooperativa Prodem hace todos los cobros de impuestos aduaneros.

La entrada de camiones diarios al país varía entre cinco y diez, eso genera un ingreso mensual de alrededor de 350 mil bolivianos, que son depositados a cuentas fiscales del Tesoro General de la Nación, indicó Luis Enrique Hoyos, administrador de la Aduana.

La seguridad en esta zona se ve interrumpida constantemente por enfrentamientos entre los denominados “cabriteros”, que son los que se dedican al negocio ilegal de motorizados, y los narcotraficantes. “Es un corredor del narcotráfico y sirve de ruta para otros países, por eso hay que darle más atención”, dijo Guido Soto, comandante de frontera policial en esta localidad.

Por el momento, sólo 30 policías y 20 efectivos de la Unidad de Lucha Antidroga, Umopar, intentan combatir esa situación.

La proliferación de caminos vecinales en la zona dificulta el control fronterizo, además de la falta de condiciones logísticas de las instituciones responsables. Quien conoce bien ese trecho, fácilmente puede burlar cualquier control.

MUTÚN ES LA ESPERANZA DE PUERTO SUÁREZ

Puerto Suárez es una esperanza de desarrollo para el país por el movimiento económico que significa la explotación de Mutún.

Anteriormente, la mayor actividad que efectuaba esta localidad era la agricultura y la ganadería. “Ahora bajaron, en gran porcentaje, esos rubros por razones de clima y del poco apoyo que recibimos de los entes crediticios”, señaló Antonio Alves Ruiz, un lugareño de 70 años.

Los pocos ganaderos, que están organizados en una asociación, tienen excelentes relaciones con sus colegas de Brasil, quienes les proveen, gratuitamente, de vacunas y asesoramiento genético, informó Francisco Flores, ex presidente del sector.

La situación en Guayaramerín está difícil. La bonanza temporal de los años 80 y 90 ha dado paso a la inestabilidad, a la crisis de empleo, la emigración de sus habitantes más jóvenes y el abandono estatal.

Sin embargo, sus habitantes no pierden el entusiasmo y apuestan por mejores tiempos en los que la infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria pueden servir de pilar para asentar la industria sin chimeneas en la zona.

PISIGA DESPIERTA CADA 15 DÍAS

Pisiga es la última puerta que tiene Bolivia en el departamento de Oruro, la que permite entrar y salir de Chile. Es un pueblo frío cuando el sol desaparece y queda sólo la hilera de nevados despidiendo su aliento helado contra los humildes moradores que viven del comercio, pastoreo de llamas y una modesta agricultura.

Es una comunidad silenciosa durante casi toda la jornada. El silencio sólo se rompe cuando pasan los buses de dos pisos, a los que se los ve llegar por el desierto altiplánico, pero por el lado chileno. Éstos se estacionan en la carretera, en el frontis de las rústicas oficinas de Migración, donde los pasajeros bajan en busca de baños higiénicos y a registrarse ante las autoridades para poder desplazarse en el territorio boliviano sin ningún impedimento.

Cobija, la capital pandina, respira aire fronterizo. Su ubicación geográfica de centinela territorial en la parte norte con Brasil y la vertebración de sus ríos con el Amazonas la han convertido en un lugar estratégico de encuentro de culturas.

Fue creada en 1906 por el general José Manuel Pando mediante un decreto emitido desde la localidad de Porvenir, con el nombre de Puerto de Bahía, sobre la ribera boliviana del río Acre, entre Bolivia y Brasil.

En la Cobija de hoy, brasileños y bolivianos ha formado en esta parte del país un vínculo familiar, existen muchos matrimonios entre personas de ambas nacionalidades. Se habla el portugués y el español; en muchos casos es común el uso del “portuñol”, un español entremezclado con portugués.


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