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La mano del gato, las castañas y la autodefensa

18.09.06

Las propuestas y las victorias electorales progresistas latinoamericanas de los últimos tiempos llegaron para contener las multitudinarias movilizaciones desde abajo que se acrecentaban en las más diferentes regiones del continente y reconducirlas hacia las instituciones del capital para evitar que desde el protagonismo social y la autonomía comenzase a configurarse una nueva sociedad basada en el autogobierno local, las comunas libres, la autogestión, la economía alternativa, las redes horizontales de economía solidaria, el deslinde del estado y del mercado, el mandar obedeciendo, la autodefensa y el cambio social sin tomar el poder.

En Venezuela el Caracazo representaba la cresta de la ola de un movimiento social emergente donde las multitudes se arrojaron a las calles y la autoorganización asomaba su cabeza lentamente rompiendo el cascarón. Cuesta imaginarse el propio cuerpo sumergiéndose en esa ola popular para desde allí construir junto a otros los pasos y actividades de nuevas formas de vida en la cotidianeidad del barrio, la familia, el centro de trabajo, el campo, la localidad, la comunidad. Es más fácil detenerse mientras la multitud avanza, aferrarse a los lazos y compromisos adquiridos con cierta posición y estabilidad personal, reunirse con otros en una sala y comenzar a planificar hacia donde se conduce la energía y la potencia desatada. Es más fácil ceñirse a un proyecto que reconocer que la multitud desborda. Eso es un conservadurismo de izquierda sumamente dañino. Una vuelta atrás.

Eso sucedió en Venezuela. Las tesis de control y administración del aparato del estado para reconducir un proceso de acumulación de capitales con el cual operar en beneficio de la población, se impusieron por sobre la dinámica social que avanzaba creciendo como una bola de nieve. El problema radicaba en que nadie sabía a donde podía llegar:

Unos pensarían “¡Lo perderemos todo!”, y ya sabemos quienes son.

Otros dirían “No puede ser que no tengan destino ni meta, y como nosotros la tenemos clara, hay que hacer todos los esfuerzos para ponerse por delante y llevarlos, pobrecitos ellos, que están alienados, vamos a inyectarles la verdad”.

La alianza estaba hecha, caía de cajón. La nueva estrategia del capital estaba perfilada: Sacar las castañas del fuego con la mano del gato. Usar a la izquierda para no perderlo todo. Y como muchos izquierdistas están loquitos por administrar el capital por medio del capitalismo de estado, que llaman socialismo, no fue difícil. Lo complejo es ser comunista o anarquista sinceramente y luchar en serio por la sociedad sin clases. Pero… no nos adelantemos, veamos por donde van estas reflexiones…

El Forro de Porto Alegre es el instrumento, los enviados de la quintacolumna del capital, Attac, recorren el mundo con Bernard Cassens a la cabeza, mientras Ramonet mueve los hilos en su gabinete de París y la Susan George agarra a los rebeldes a chicotazos.

El PT de Brasil y la izquierda peronista aliada a sectores reformistas argentinos, en especial la CTA, el PL y su brazo social Barrios de Pie son los encargados de llenar buses y más buses de disciplinados militantes que harían la claque aplaudiendo a rabiar las declaraciones de Lula, D’Elía y Genaro, mientras una gran cantidad de miembros honestos de grupos y movimientos se la creen, angustiados por encontrar referentes por fuera de sus propias manos y llenan algunos espacios desde donde lanzan ineficazmente consignas alternativas que sólo ayudan a decorar y ambientar el Forro.

El MST venía en crecimiento y su dirección no quiso optar por sumarse a las iniciativas desde abajo, sino que entregó su apoyo total a Lula y ahora hace el ridículo cuestionando si hará o no hará cambios en su eventual segundo gobierno, amenazando con movilizarse “si no lo hace”, paralizando las iniciativas de los campesinos e ilusionando aún más a los cada vez menos simpatizantes de su causa ya evidenciada como centralizada, vertical y estalinista.

Lula fue la gran figura de la izquierda mundial, el icono sagrado al que nadie podía tocar, Petras se arrojó contra él con sólidos argumentos que casi le cuestan el acceso a espacios de divulgación, pero al poco tiempo dejó de cuestionarlo. Da Silva en el gobierno aplica el más duro programa neoliberal en Brasil y sólo se mantiene por que sirve al capital. Y si le sirve al capital no nos sirve a nosotros. La estrategia de la mano del gato marcha viento en popa.

En Argentina el caso es dramático, de una enorme oleada popular de multitudes ocupando las calles al grito “que se vayan todos”, pasaron a seguir la estrategia Kirchner aplaudida fuertemente por la izquierda continental –recordamos a Hebe de Bonafini llamando a apoyar medidas de este presidente burgués- mientras los destacamentos disciplinados de las diferentes izquierdas penetraban las asambleas vecinales y otras instancias sociales para disputar su conducción aniquilando la autonomía que venía desde todas partes envolviendo a sectores que no llegaban por un proyecto, sino a cambiar su vida cotidiana. Una por una se fueron vaciando las asambleas, esa izquierda asesinaba las expectativas que allí se generaban, disgregando los pequeños y múltiples procesos que nacían con importantes iniciativas. Y así a la gente no le quedó nada, las manos vacías. Hasta el gato sonreía, como el gato de Alicia. Buen trabajo destructivo. Mejor no lo podían haber hecho para la cohesión social que el capital necesitaba detrás de Kirchner para recomponer las instituciones que habían perdido todo valor para la sociedad. Si eso no fue un paso atrás, no sabemos como llamarlo. A pesar de ello diversos MTDs y otras iniciativas siguen su lento paso de gigantes consolidando espacios locales autónomos, pero otros prefieren seguir las huellas del MST brasileño.

En Bolivia la constituyente se transformó en el espacio institucional de disputa de proyectos. Mientras la oligarquía consolida espacios regionales de poder con el cual ataca fieramente al gobierno de Morales y una importante cantidad y diversidad de movimientos sociales y originarios prefieren asegurar las capacidades y autoorganización local antes que quemar todas las naves en las instituciones. Ese proceso indica que no ha sido tan fácil domesticar y cohesionar a los pobres detrás del estado. Hay grandes expectativas de que los caminos puedan seguir siendo definidos por los de abajo en diferentes lugares que no se someten a la aplanadora del MAS ni a la fuerza de la oligarquía. El gato teme quemarse las manos, sabe que ahí hay fuego de verdad.

Teniendo en cuenta estos factores los diferentes actores mexicanos intentan superarlos cada uno tras sus objetivos. Uno de los candidatos del capital, López Obrador, nada de izquierdista, pero apoyado por sectores reformistas y socialdemócratas, ha asumido un discurso y una práctica robada de los movimientos sociales de abajo. Como no ha podido acceder al gobierno ha lanzado otro, un gobierno paralelo, con el cual aspira a obtener los mismos resultados, es decir, evitar la autoorganización social, la autonomía y la construcción de alternativas de una nueva sociedad desde las localidades, manteniendo gente aferrada detrás de él, como en el juego de seguir al líder.

Los zapatistas y una gran diversidad de colectivos rebeldes, autónomos y movimientos locales están desarrollando la Otra Campaña, diferente de la campaña electoral e institucional, donde se están efectuando reuniones y discusiones en diferentes localidades por donde circula la caravana zapatista participando en los encuentros y en las discusiones de redes y programas locales de autoorganización y lucha social. Esta iniciativa, nacida del EZLN, resultó una interesante alternativa para evitar la acción envolvente y mediática del juego electoral del sistema, es decir, no sólo criticar lo que se hace por arriba, sino desarrollar pasos concretos de avance de la organización y movilización social en torno a realidades y necesidades locales, como en Chiapas, Atenco, Oaxaca, Parota, Michoacán y otros más.

Si en Brasil, Argentina y otros lugares se hubiese hecho algo parecido, otro gallo cantaría, pero los sectores que aparecían como más avanzados prefirieron sumarse a los cantos de sirena de administrar las instituciones del poder. Y fueron avasallados. Habrá que extraer lecciones para los futuros pasos. Ya no es más posible asistir a las elecciones solamente proclamando la abstención o el voto nulo. Será necesario para cada proceso electoral unir y articular a los de abajo, las autonomías y experiencias comunitarias y autogestionarias, para practicar formas alternativas de entender la dinámica social, pero, más aún, no hace falta esperar los procesos electorales para lanzarse a ello. Tal vez deberíamos iniciar en todos los países del continente nuestras propias Otras Campañas de articulaciones y movilizaciones locales y regionales. El encuentro de Chanavayita apunta en esa dirección, es bueno leer y discutir la declaración que de allí salió para el debate y que puede verse en la página http://clajadep.lahaine.org

López Obrador lanzó la estrategia de orientarse hacia un plebiscito y una asamblea constituyente, que resulta más importante que su condición de presidente paralelo, aunque ambas se imbrican muy bien para los objetivos propuestos, ya que la idea es mantener movilizados, bajo control y en permanente vigilia a sus seguidores, que no bajen la guardia. Y eso es muy bueno para el sistema, pues Calderón, el presidente electo, difícilmente habría podido manejar una fuerte oposición que ante la derrota electoral se sentiría atraída por la Otra Campaña.

De esa manera López Obrador se transforma en la carta sistémica de control de población y cohesión institucional, esto es, la mano del gato con la que el capital saca las castañas del fuego.

Aún así, el sujeto no las tiene todas consigo, pues algunas votaciones se le escaparon, por ejemplo, cuando propusieron en la convención del 16 de septiembre a Carlos Imaz (involucrado en los videoescándalos) como miembro de la comisión de resistencia civil, desde el público la gran mayoría se opuso, pero … igual se les impuso, o sea, la convención fue una farsa, puesto que las cartas estaban marcadas. Lo mismo sucedió con varias otras mociones, pero el griterío de los comparsas y matones apagó las voces disidentes. Lo mismo había sucedido en el Forro de Porto Alegre, donde las disciplinadas huestes del PT, del MST, de la CTA y del PL impidieron cualquier asomo de definiciones contrarias a las que habían sido elaboradas por el comité central, digo, por la comisión organizadora.

No es casual que en el caso chileno las juventudes comunistas hayan decidido organizar la “autodefensa” contra los grupos rebeldes y autónomos que no se suman a la marcha del ganado domesticado y que, por el contrario, levantan las banderas de la lucha frontal contra el sistema. Ya habíamos visto a la Susan George estimulando el uso de las camisas blancas para rodear las manifestaciones en Barcelona e impedir el contacto de las mansas muchedumbres, que desfilaban como corderos al matadero, con la combatividad de los jóvenes rebeldes y grupos libertarios. En Génova, esa política de aislamiento de los que luchan costó la vida de Carlos. En otros lugares ha costado muchas vidas. El genocidio de la dictadura militar chilena se debió a eso: las burocracias reformistas en el gobierno optaron por la alianza con los militares y el empresariado en vez de sumarse al creciente poder popular autónomo.

La molotov en la ventana del palacio de La Moneda resultó todo un símbolo. Las llamas que de ahí surgían fueron lo contrario de las llamas producidas por los bombarderos, una era la expresión del golpismo y el genocidio, la otra, pequeña, ínfima, minúscula, casi imperceptible en comparación con las grandes llamaradas que mataron a Allende, representa la ira popular contra la impunidad de los criminales, la rabia contra los gobiernos de la farsa democrática, la voluntad de seguir combatiendo con todas las formas de lucha. Vaya mi aplauso para los jóvenes que arriesgando su vida y su libertad fueron capaces de traernos esa llama de esperanza, que sin duda se extenderá como fuego en la pradera alimentando la decisión y combatividad de los estudiantes, pescadores artesanales, mapuche, aymaras, trabajadores autónomos, colectivos barriales, deudores habitacionales, mineros, cesantes, mujeres y muchos otros.

Cuando esos jóvenes combativos, en todo el continente y en otros lados, se vuelquen a los barrios y campos poniéndose a la disposición de fortalecer la autoorganización y la autodefensa social –sin abandonar la lucha callejera, eso es claro- y las experiencias comunitarias y autogestionarias se vuelquen a un trabajo de elaboración de redes horizontales, economía alternativa y programas locales de lucha, estaremos poniendo en práctica los primeros pasos del socialismo cotidiano del Che, del comunismo, o de la anarquía, que son sinónimos.

Así, los que usan las manos del gato para sacar las castañas del fuego se quemarán juntos: los capitalistas y los gatos izquierdistas que vienen por lana saldrán trasquilados.

La alianza por abajo entre los grupos rebeldes, anarquistas y los colectivos autónomos y autogestionarios en los barrios y localidades sería una atinada respuesta a los soterrados y agazapados estrategas felinos de la castaña de la alianza espuria de capitalistas e izquierdistas de pacotilla.

Abrazos
Profesor J


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