Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

Venezuela: Socialismo en Sol menor

29.03.07

Rafael Pompilio Santeliz

Todo Socialismo plantea que la forma esencial y fundamental es la propiedad social sobre los medios de producción. Bajo este modo de producción se busca lograr una equidad entre capacidad y necesidades del trabajador. No puede existir producción capitalista y distribución socialista, ambas son totalidades concretas distintas.
Esta transición es la resolución a las contradicciones inherentes al capitalismo, siendo la mayor y determinante la propiedad privada de los medios de producción, todo lo cual define la distribución desigual de la riqueza dejando la puerta abierta a la economía de mercado. La contradicción capital-trabajo define lo esencial: la producción tiene un carácter social pero sus resultados quedan en manos privadas.
Es lo clásico. Han habido muchas reflexiones y aportes en los estudios transicionales colectivistas. Algunos piensan que ellos solos han pensado en el socialismo y que no hay historia, que partimos de la nada porque que esto que estamos construyendo es inédito. Aquí hay una historia de resistencia y perseverancia que hay que considerar en sus aciertos y desaciertos.
En esta reinvención habrá que hacerlo todo y a lo mejor el socialismo vendrá tan cambiado que no lo reconoceremos. Probablemente al socialismo que conocemos sólo le quede la opción de desaparecer como modelo para reaparecer cambiado en la praxis colectiva de lucha. Su construcción posiblemente tenga un desarrollo regional desigual, partiendo de la heterogeneidad estructural económica, social y cultural que nos signa. Sus visos podrían tener características de desborde popular, tanto en lo nacional como en lo latinoamericano. Sería parecido al “comunismo en movimiento” de Marx y Engels.
Romper las barreras clásicas implicaría hurgar sobre el ideal de la liberación social vista no como un cambio radical e inmediato sino como proceso continuo y abierto. Un aprendizaje continuo donde los explotados experimentarán formas y maneras de comenzar su propio proceso de liberación anti-capitalista.
En los momentos de la Venezuela actual hay una contradicción notoria en cuanto a la puesta en práctica de las tareas de construcción socialista: pareciera que “los que pueden, no quieren (chavismo adeco y demás funcionarios funcionales) y los que quieren, no pueden” (por falta de capacidad y poder de decisión) Hay un peligro real que la cosa quede como un slogan donde todo es “socialismo a lo Siglo 21” dentro del orden inofensivo, pragmático y billetero. El otro extremo tampoco es búsqueda, sólo un cliché ortodoxo, repetitivo y anacrónico.

Esto sin profundizar en el problema de burocracia y corrupción que individualidades y partidos poseen y que reproducen la rancia división entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Con privilegios y altos salarios difícilmente estos intermediarios políticos quieran un cambio radical y socialista. En el fondo aman y se acostumbran a la vida cómoda que da el capital a sus servidores inofensivos. Hay una actitud en el liderazgo central que combina la retórica del cambio con la actitud conservadora de que todo siga igual, cambiando formas sin destruir contenidos, para que poco cambie la esencia. Para muchos obra la maquinaria, la cooptación funcional, el silencio para no perder la cuota burocrática de poder.
Un balance de “los años gloriosos de los 60” es que parte de la derrota fue teórica. Se mecanizó y se copió fórmulas y modelos al margen de las condiciones histórico-concretas, lo que condujo a ignorar las particularidades e idiosincrasia de nuestro pueblo. Venezuela es desordenada, bonachona, sincrética. Nuestra identidad es imposible de definir. Acá compramos lo que nos vendan en cualquier parte del mundo. Lo usamos y nos aburrimos al mes y seguimos huérfanos de esa identidad a la cual se nos quiere centrar con la retórica de la tradición y de un pasado glorioso que nosotros no vivimos. La realidad es que somos diversos y con poca homogeneidad histórica. Podría ser que para algunos su identidad es no tener identidad. En todo caso, sería más conveniente hablar de identidades. Por eso es tan importante desentrañar los mosaicos regionales y locales con que nos identificamos, sólo así lograremos un programa real que contribuya a la unidad en la diversidad. De este esfuerzo saldrá una variedad de formas organizativas, pues habrán diferentes niveles de conciencia y se valorará cada aporte al proceso por muy humilde que parezca.

La constante es motivar la discusión, dejar el temor a que te descalifiquen, hay que denunciar, opinar, producir, con criterios de unidad-lucha-unidad. Sin pensamiento crítico no hay Socialismo que valga. Se trata de expandir la crítica y profundizar los espacios de discusión. En estas discusiones, que mucho tendrán de digresiones en un inicio, hay que asumir la complejidad sin romanticismos panfletarios. Vernos en un espejo y hacernos grandes preguntas.
En América Latina se plantearon búsquedas originales, se obtuvieron experiencias, se materializaron ideas en condiciones específicas y momentos históricos determinados. Parte de la atomización de la izquierda fue que cada tendencia reclamó para sí una versión del “Socialismo”, una manera de leer la realidad, un modo de asumir el marxismo, una visión de lo político que conectara con un programa estratégico.
Algunos consideran que la nueva sociedad es un constructo, un proceso constante de “revolución permanente” donde con el hacer se van descubriendo resultados y otras posibilidades de avanzar. Como lo decía de manera sencilla el Ché: “Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano hay revolución”.
En estos planteamientos sobre “el socialismo de ahora” la mayoría escribe sólo lo que no quiere que sea. Se escenifica como nuevo un discurso, toda una retórica afincada en la eticidad, lo colectivo, lo democrático y eso está harto dicho por los clásicos. El escritor Heinz Dieterich, con todas las distancias que podríamos tener como latinoamericanos, por lo menos tiene algo sobre el valor de la mercancía partiendo de la evolución que ha tenido la informática, teoría que ha tomado de las llamadas escuelas holandesa y alemana.
Circunstancialmente, una parte de los grupos avanzados que están con el proceso bolivariano considera que de las experiencias socialistas pasadas ninguna es apta para imitar o tomar como modelo. Aunque no todas las prácticas del Socialismo europeo fueron similares, pero ninguna pudo evadir ser permeada por el capital. Los intentos de transformar radicalmente la lógica del capital llevan varios siglos sin lograr mayor cosa. Esta capacidad de auto-reproducción del capitalismo como lógica de la sociedad sigue siendo clave para reflexionar para cualquiera que se proponga realizar cambios radicales.
Algo tan grosero como el “Socialismo de mercado” parece ser la proposición dominante. La experiencia reciente de China y Vietnam se despliega tomando como supuesto el de “dejar hacer al mercado”, con la idea de que las fuerzas del mercado conducidas pueden crear las bases materiales para la transformación socialista. Bajo la concepción de socialismo de mercado, se considera la economía socialista como una modalidad de economía mercantil, que se desempeña sobre la base de las leyes de la competencia del mercado.
Pablo González Casanova, analizando los resultados de la experiencia vietnamita nos dice: “Hoy, en Vietnam la «política de ajuste» lleva a la creación de empresas privadas, a la ampliación de empresas agrícolas privadas, al «mercado libre» controlado por los monopolios, a la supresión de las subvenciones al consumo, al «adelgazamiento» del sector público, a una legislación «muy liberal» con las inversiones extranjeras…”. El capital tiene sus comportamientos independientemente de las intenciones con que se instrumente.
En estas nuevas construcciones una lógica a superar es la visión etapista, según la cual bajo la excusa de que el capitalismo “siempre significaba un avance contra las economías atrasadas de los países periféricos”, no se dudó en defender el necesario papel de las llamadas burguesías nacionales. Esta tendencia, inspirada en Stalin, es una visión economicista, con todas las connotaciones implícitas en ella. Entre las cuales se considera prioritario el avance de las fuerzas productivas pues ellas harían crecer al proletariado, fuerza hegemónica que destruiría al capitalismo. Mientras tanto habría que financiar y proteger a una supuesta “burguesía nacional” cuyo rol sería la competencia con el monopolio lo que la convertiría en “antiimperialista”. Lógica discutible en los momentos de un capitalismo global e interdependiente. Substancialmente la pequeña y mediana burguesía aspira a convertirse en gran burguesía, cuyo objetivo fundamental es obtener la máxima ganancia, de tal forma que el patriotismo antiimperialista de estos sectores existe sólo en la medida en que sus intereses y aspiraciones de clase se vean afectados o amenazados por los planes expansionistas, concentradores y monopolizadores de los capitales transnacionales.

Más allá de estas lógicas etapistas, la nueva sociedad a construir estaría interpretada como la máxima posibilidad de organizar nuestras vidas. Esto tendría que ver. Entre otras cosas, con la autodeterminación, la organización social y la promoción de las fuerzas productivas, no necesariamente desarrolladas por la burguesía. Su organicidad democrática parte de cuatro vertientes:
- La Económica, dada por el desarrollo de las fuerzas productivas (desarrollo endógeno y sus prácticas experimentales de cogestión, autogestión, corresponsabilidad, cooperativismo, etc.)
- La Cultural dada por el cambio de modo de vida (otra racionalidad, cambios de patrones de consumo, sentimiento colectivo, construcción de la subjetividad socialista, etc.)
- La integración social y ética que privilegia al Poder Popular, la autonomía de clase y la formación del nuevo ciudadano.
- La Militar que representa la defensa de nuestra comunidad (Unidad cívico-militar, reservas, milicias activas de autodefensa, preparación masiva de guerra asimétrica, inteligencia social, etc.)
- La Política que implicaría organizar democráticamente estas vertientes, con un predominio horizontal y superando los contenidos históricos utilizados por las clases dominantes.
Entre los objetivos estratégicos en esta etapa histórica estaría el Autogobierno, con ejercicio directo de la soberanía popular en lo político. La autogestión, que resuelva problemas fundamentales del pueblo. La descentralización hacia lo popular como elemento contrario a la descentralización neoliberal que debilita al Estado. Coordinación en lo económico con acuerdos concretos hacia la integración latinoamericana y con otros pueblos del mundo, pues en condiciones de globalización y unipolaridad la revolución no es posible en un sólo país. Nuestro deambular sería el paso de las necesidades a la libertad, bajo el ideal de un nuevo modelo civilizatorio mundial.
Aún con estas precisiones los referentes ha seguir en la construcción socialista no son fáciles de discriminar. El mismo Fidel Castro, en sus últimas intervenciones, reflexionó sobre la posibilidad de que se pierda la revolución cubana. Algunos de los obstáculos que observa tienen que ver con el hombre en la construcción socialista: “El hombre nace egoísta, porque la naturaleza le impone los instintos…la educación (ideológica) impone las virtudes” dice el discurso. ¿Pero en qué grado y en qué condiciones? La evidencia empírica parece indicar que la idea del homo novus sólo es válida para las masas en fases transitorias o condiciones de excepción; para estados prolongados sólo es válida para minorías. Posiblemente un 10 o 15% de una población nacional. Esto por el hecho de que una sociedad no es una realidad fractal, sino una infinidad de sistemas dinámicos complejos que no se dejan organizar ni se autoorganízan de manera invariante a toda escala, para cumplir con las fantasías neoplatónicas de los homines novi de San Agustín. En otro aparte, Fidel analiza otro problema clave: “Creer que alguien sabía de socialismo, fue nuestro error más grave”, dice el Comandante. Si no había fuente de conocimiento auténtico sobre la construcción del socialismo, ¿cuáles son las que hoy existen? Y, ¿qué tipo de sociedad fue la que nació de esta génesis?. A estas alturas, son preguntas bien planteadas que sacuden la ortodoxia. En ese contexto, un gran horizonte se abre y posiblemente el camino sea más rico y esplendoroso que la misma meta.

pompiliosanteliz@hotmail.com

Red Latina sin fronteras
www.latinacoop.es.vg

redlatinasinfronteras@yahoo.es


https://clajadep.lahaine.org