El sistema binominal chileno deja fuera del parlamento a los partidos pequeños. El Partido Comunista, que cuenta con alrededor del 4% de votos, ha levantado fuertes campañas contra la exclusión de sus representantes mostrándola como una marginación del pueblo.
La marginación o exclusión se ha dado con respecto a las fuentes de trabajo y a los derechos como educación, salud e infraestructura en los barrios populares y campos, pero no se ha dado en lo que se refiere a la participación en la institucionalidad, ya que alrededor de dos millones y medio de jóvenes se han negado a inscribirse en los registros electorales, mientras un millón de votantes se abstiene y otro tanto vota nulo o blanco, por lo que en el plano de la política se trata de una auto exclusión. Ello debido a que ya no creen en las instituciones y muchos marchan hacia la construcción de una institucionalidad alternativa, formada por comunidades y colectivos autogestionados y por una red progresiva de intercambios horizontales, inicialmente de carácter cultural, pero de hecho representa el comienzo de futuras relaciones económicas asentadas en nuevas relaciones sociales por abajo.
La insistencia del partido de los comunistas chilenos ha llevado al gobierno a aceptar su “inclusión” a condición de que el registro sea automático, es decir, todos están debidamente inscritos independientemente de su voluntad, lo que sumado al voto obligatorio desencadenará una oleada de presiones y represión a los que no se presenten a las mesas electorales.
Las batallas de los estudiantes secundarios, de la juventud combatiente, de los mapuche, de los deudores hipotecarios y de diferentes sectores sociales y locales son manifestaciones de estos espacios alternativos, autónomos y libertarios de que hablamos. Para el sistema su peligro no está representado solamente por la capacidad de movilización, resistencia y lucha callejera, sino por su falta de adscripción a la cohesión estatal necesaria para la “paz social” que requiere la continuidad de la ganancia. Es allí abajo, en los barrios y en comunidades rurales, donde se gesta la nueva sociedad, la autonomía local y la autogestión. Por eso Camilo Escalona, dirigente del Partido Socialista, miembro de la coalición de gobierno, dice:
“Yo siento que muchos de los muchachos que estuvieron tirando piedras el otro día, que deben sentirse identificados con los comunistas, parte del encono que ellos tienen es porque se sienten excluidos. Así es que el esfuerzo de la Presidenta Bachelet no es sólo una inclusión social, sino también una inclusión política” (Diario El Gong, 2 de marzo 2007).
Hábilmente los personeros de gobierno utilizan la necesidad del Partido Comunista para insuflar oxígeno a su política de institucionalización del conflicto y así todos salen ganando. Se espera y se estimula que el PC atraiga algunos sectores sociales a la calma chicha de los debates electorales concediéndoles un lugar en la mesa del patrón, desde donde los camaradas podrán arrojar migajas a sus seguidores.
Nosotros pensamos que los militantes de la Juventud Comunista que salieron a la calle en la población La Victoria y en otros lugares en el Día del Joven Combatiente, no lo hicieron para entrar en el parlamento, sino para sumarse a la protesta generalizada que poco a poco comienza ya a sensibilizar a la población. No es por otro motivo que desde el poder se hace concesión a las “presiones” del partido comunista a los pocos días de la brillante jornada de protesta popular. La idea es que vuelvan al redil institucional como mansos corderos dirigidos y controlados por la vanguardia… El PC está siendo la mano de gato para sacar las castañas del fuego: “Les damos espacio, pero ustedes ponen orden en la batahola social”.
Es impresionante constatar la cantidad de adolescentes que participaron en las batallas callejeras y las barricadas en la poblaciones, muchos de ellos sin intereses partidarios, sino más bien reflejando el desarrollo de una conciencia propia de sujetos protagonistas de su historia. Los partidos y orgánicas, aún los anarquistas, levantan sus banderas y se ponen por delante para intentar capitalizar el entusiasmo juvenil, pero nadie puede arrogarse la paternidad o la conducción de esas camadas de jóvenes rebeldes que lamentablemente entre una movilización y otra permanecen inoperantes, pudiendo canalizar su energía hacia la autoorganización barrial, saliendo del plano estrictamente juvenil para abrirse e invitar a los padres, madres, abuelos, familiares y vecinos en general.
La idea del sistema es que esos jóvenes sigan haciendo protestas combativas distanciándose de los adultos, que llenan las iglesias para pedir a los santos que le resuelvan este o el otro problema. La iglesia católica acaba de llamar a los padres a imponer el rigor de la disciplina hogareña. La instrumentalización de la familia como instancia represiva se destapa abiertamente. Eso es funcional a la continuidad del régimen, de modo que habrá que descubrir modalidades de neutralizar la distancia que se quiere establecer entre adultos y jóvenes, por lo que consideramos prioritaria la discusión al interior de los colectivos y experiencias barriales sobre las maneras de aproximarse a trabajar de conjunto con los adultos, como hacen, por ejemplo, los mapuche, los deudores habitacionales y los pescadores artesanales.
Están dadas las condiciones para avanzar de forma cualitativa en la autoorganización barrial y de localidades. En muchas ciudades se pudo apreciar la salida masiva de jóvenes y población a protestar. No es posible dejar enfriarse esa disposición, que debe orientarse hacia la constitución de formas de vida comunitaria, escuelas alternativas, autogestión económica, asambleas del pueblo, bibliotecas populares, consejos locales autónomos, centros culturales y muchas otras modalidades de encuentro y relaciones más permanentes.
Si continuamos juntando gente de diferentes lugares para manifestaciones masivas sin asentamiento territorial, el desgaste será evidente y la energía social será volatizada, atraída por las medidas de gobierno y las tácticas electoralistas de la izquierda institucional.
Las experiencias existentes en desarrollo en diferentes barrios y localidades permiten mirar con confianza y optimismo el avance hacia la multiplicación de la autonomía local basada en asambleas de vecinos que discutan sus problemas inmediatos encontrando y aplicando soluciones con sus propias manos.
Abrazos
Profesor J