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El zapatismo a 13 años del alzamiento

10.05.07

Abenamar Sánchez
Cuarto Poder
Indymedia Chiapas

Me llamo Rigo.

Eso responde el hombre mientras se apea de una camioneta frente a un centro médico en Ocosingo.

-Somos parte de la organización -ha confiado durante el viaje.

En esta zona -Norte y Selva de Chiapas- los militantes zapatistas le llaman la organización o EZ al zapatismo.

Rigo, un indígena tzeltal de complexión gruesa y estatura baja, es de San Miguel, un ejido de unos 800 habitantes en la cañada de Ocosingo, a casi 200 kilómetros al noreste de la capital chiapaneca.

-Pero habrá unos 40 kilómetros de San Miguel a Ocosingo.

Cuenta el hombre que normalmente el viaje sobre ese tramo de asfalto y terracería dura una hora, pero el conductor del Chrysler tipo Caravan lo ha hecho en media hora.

-Es que desde ayer se puso mala mi nuera.

Rigo no encontraba la manera de trasladar de San Miguel a Ocosingo a su nuera con un embarazo en riesgo por la fiebre tifoidea.

-Es que ya no se podía hacer más -comenta el promotor de salud autónoma José Carlos.

El hombre del Chrysler se ofreció a llevarlos. Ya en el carro, Rigo se soltó a hablar movido más por los nervios.

San Miguel es una de dos comunidades zapatistas que el Gobierno Federal declaró, en su estrategia de acercarse al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), como zonas francas en el primer año del levantamiento armado.

Fue donde en 1995 se pactó entre el gobierno y el EZLN el diálogo que se llevaría poco después a unos 150 kilómetros de ahí, en San Andrés Larráinzar, en la zona Altos, y del que saldrían al año siguiente los Acuerdos de San Andrés.

Cuando el levantamiento del primero de enero de 1994, cuenta Hilario Lorenzo, encargado de una tienda de la Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC-Independiente), fueron como cuatro o cinco jefes de familia los que no se sumaron al movimiento, pero ahora San Miguel es la mitad ariquera y la mitad zapatista, y en eso coincide Rigo. Ambos dejan en claro que conviven en armonía.

Gerardo González, investigador del ECOSUR (Colegio de la Frontera Sur) y persona cercana al subcomandante Marcos de 1994 hasta antes del 2000, comenta que es innegable la salida de zapatistas ya sea por cuestiones de enfermedad, pero eso no quiere decir que el EZLN y el proyecto de autonomía o un gobierno diferente estén debilitados.

Y el académico Arturo Lomelí, estudioso del movimiento, comenta que la generación joven está consolidando la fuerza del zapatismo que habría ampliado ya su influencia directa al 70 por ciento de los 118 municipios de Chiapas.

Si a finales de 1994 el EZLN rompió el cerco militar para conformar 38 Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) gobernados por las Juntas de Buen Gobierno asentados en los cinco Caracoles, el movimiento habría inaugurado 2007 con presencia en 75 municipios aunque no se hayan podido conformar aún más nuevos municipios autónomos.

Unos estudiosos del tema, entre ellos Gustavo Castro, coordinador de los trabajos de Educación para la Paz (EDUPAZ) en San Cristóbal de Las Casas -una de las siete ciudades o cabeceras municipales que tomó el EZLN cuando el levantamiento armado-, coinciden en que la organización de las comunidades zapatistas ya está más consolidada, pero tampoco hay que negar los efectos del fenómeno de la migración a Estados Unidos que equivale a una salida de 165 chiapanecos todos los días y a remesas que en el 2006 sumaron un monto promedio de 800 millones de dólares.

-Pero la organización no da permiso para irse a los Estados Unidos.

Tras advertir eso, Rigo -hombre de bigotes y barba ralos- explica que los Gobiernos Autónomos sólo dan un máximo de quince días al militante zapatista para que salga a trabajar a otro estado del país. De preferencia no debe de salir: hay que construir un mundo diferente desde la propia tierra o el lugar donde se vive. Ese es el proyecto del zapatismo.

-Hay que construir desde abajo.

Así resume Raymundo Sánchez Barraza, coordinador general del Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI) y de la Universidad de la Tierra en San Cristóbal de Las Casas, quien detalla que del lenguaje zapatista han quedado desterrados los conceptos desarrollo y combate a la pobreza por estar ligados a la estrategia utilitarista del sistema-mundo-capital.

En palabras de Rigo, las comunidades zapatistas están deslindadas de los programas oficiales porque ya no quieren ser saqueadas y están trabajando de manera organizada su propio sistema de salud, educación, producción y justicia. Jorge Santiago, coordinador de DESMI (Desarrollo Social de los Mexicanos Indígenas), dice que los ejes estructurales de la autonomía indígena zapatista son los tres primeros temas.

De entrada, el EZLN y las comunidades autónomas optaron por la capacitación de promotores y promotoras -quienes también se han especializado en el manejo de plantas medicinales- para conformar lo que llaman la Otra Salud. Reportes de las Juntas de Buen Gobierno de la Realidad y Oventik indicaban que para a principios del 2007 la primera zona contaba con 90 promotoras, un hospital-escuela con área de quirófano y la segunda con una clínica central, 12 microclínicas, seis centros de capacitación, tres centros de atención a mujeres y 300 promotores.

En materia educativa o la Otra Educación, Arturo Lomelí dice que todos los municipios autónomos repartidos en las zonas Altos, Norte, Selva y Fronteriza tienen un promedio de 700 escuelas primarias autónomas y seis secundarias. En las últimas se capacitan a los promotores. Ninguna escuela califica con números. Son escuelas de la vida, y eso es lo que da a entender Rigo cuando explica que en ellas se enseña Historia, Medio Ambiente, Matemáticas y Lengua.

Además, comenta una maestra jubilada que ha estado capacitando a los educadores zapatistas en el Caracol de Oventik, la Otra Educación incluye equidad y género y el plan educativo se basa en el entorno de los niños. Se les enseña historia de sus antepasados y del movimiento o la organización; se les enseña a cuidar los ríos, árboles y animales; a escribir en su lengua, a resolver problemas matemáticos que surgen en el pueblo y también a producir.

¿Pero qué producen las comunidades zapatistas para continuar con el proyecto? Rigo, todavía camino a Ocosingo, calla antes de responder. Se escucha el quejido de la enferma y el ruido de las chicharras y de la camioneta que corre con una larga cola de torbellino de polvo. De repente, irrumpe: maíz, frijol, hortalizas y ganado.

Si antes los campesinos de San Miguel -que pertenece al Municipio Autónomo Francisco Gómez y a la Junta de Buen Gobierno del Caracol de La Garrucha, una hora más de terracería al fondo de la selva- producían cinco o seis zontes de maíz (400 mazorcas cada zonte) ahora estarían sacando un promedio de 120 zontes equivalentes a cinco toneladas de grano.

-¿El motivo?

-Es que antes nosotros los pobres trabajábamos en las tierras más afectadas de las montañas y las buenas estaban en manos de los finqueros, pero también ya no quemamos y estamos trabajando con yunta de bueyes. También tenemos vaquitas y tiendas de la organización. En la organización todo es solidario: si los otros pueblos de la organización producen otra cosa, entonces intercambiamos los productos para que así nos ayudemos.

-¿Y cuando reciben donativos?

-Ah, ese lo repartimos en partes iguales entre las cinco Juntas de Buen Gobierno.

La respuesta se escucha precisa. La camioneta llega frente al centro médico en Ocosingo. Apenas se escuchan los quejidos de la enferma.

-Resiste, falta poco -alguien la anima.

-Se puso mala ayer, pero yo andaba en Oventik -dice Rigo, como para justificarse, y en eso extiende un billete. No, dice el conductor, y él revira:

-Más vale tener amigos que dinero.

Los de Oventik y Polhó

La mujer que este domingo por la tarde recibe la visita en el portón de Oventik, en los Altos de Chiapas, es una indígena de San Juan Chamula.

Lleva boca y media nariz cubiertas con un pañuelo rojo, y un bebé cargando en la espalda.

-Qué quiere - inquiere más con la cabeza.

Oventik, lugar de otra Junta de Buen Gobierno y municipio de San Andrés Sakamchén de los Pobres para los zapatistas y San Andrés Larráinzar para el gobierno, se ubica a 35 kilómetros de San Cristóbal de Las Casas, pero es cinco kilómetros antes donde se encuentra el primer letrero:

ESTÁ USTED EN TERRITORIO ZAPATISTA. AQUÍ SE MANDA OBEDECIENDO

En el mismo tablero, ubicado en Tivó, lugar de agua empozada, está pintada una mujer indígena que se parece a la que hoy recibe la visita en Oventik y la turna a los contactos de la Junta de Buen Gobierno.

Antes que la Junta decida, un tendero de la comunidad habla de unos cipreses que frondosos crecen frente a su casa de tablas. Dice que las sembró cuando el EZLN todavía estaba en la clandestinidad.

Cerca de su casa, sobre una calle de pavimento hidráulico, están las oficinas del Caracol y de la Junta de Buen Gobierno. Las paredes de tablas están cubiertas de imágenes de Zapata, maíz y rostros indígenas

Al fondo de la calle, en la parte baja, está el anfiteatro donde el EZLN celebró en los últimos días del 2006 y primeros del 2007 el denominado encuentro intergaláctico. Este día el lugar se ve desierto.

De repente, la Junta de Buen Gobierno:

-Hoy no se va a poder con la información, pero puedes venir el miércoles.

Quien recibe las visitas el miércoles en el portón es Elías, un campesino tzotzil de San Pedro Polhó (municipio de Chenalhó), ubicado a 60 kilómetros de Oventik -lugar de aguacate silvestre-. Él viene siete días al mes al campamento para prestar servicios.

Campesino de cincuenta años. Lleva puestos pantalón verde y camisa celeste que se ven recién lavados. Bajo un sombrero de plástico, apenas asoma sus ojos bajo un pañuelo que le cubre casi toda la cara. De entrada, dice estar contento con su condición de militante zapatista. Lleva cuatro años que viaja cada mes a esta comunidad que se encuentra a 2 mil metros sobre el nivel del mar.

Dice tener seis hectáreas de tierras para sembrar maíz, frijol, calabaza y chile. Viejo militante zapatista, lleva más de 20 años sin quemar la roza para la milpa. Aprovecha el abono orgánico, pero aún así apenas cosecha un promedio de dos toneladas por hectárea. La tierra en los Altos, dice, casi ya no produce maíz. Recuerdo que el pasado domingo frente a las oficinas de la Junta de Buen Gobierno había apilados varios costales de maíz. “No sé de dónde los acaban de traer”, dijo un miliciano.

Para viajar de Oventik a Polhó hay que retroceder unos kilómetros sobre la carretera a San Cristóbal de Las Casas, y de ahí tomar un desvío. En el camino se encuentra el pueblo de San Andrés Larráinzar, lugar donde en 1996 se logró el acuerdo de San Andrés entre el Gobierno Federal y el EZLN. Para el Estado el pueblo se sigue llamando San Andrés Larráinzar, pero el zapatismo lo ha rebautizado como San Andrés Sakamchén de los Pobres y ha instalado su palacio autónomo en el centro del pueblo.

Junto a ese palacio, se levanta maltrecha una vieja construcción colonial que albergó entre 1995 y 1996 las negociaciones entre el EZLN y el gobierno. Es una casa color rojiblanca con portales. El oficial del Registro Civil, Amado Ruiz López, cuenta que la última vez que se abrió fue cuando el diálogo. Hoy luce abandonada, cerrada. Cerca de ahí están unos hombres platicando.

-Son autónomos -confía una persona.

En breve, un regidor autónomo dice que sólo pueden hablar sobre la autonomía si la Junta de Buen Gobierno de Oventik se los autoriza. Eso mismo ocurre en la entrada a Polhó: para entrar se necesita portar una especie de pasaporte expedido por la Junta de Buen Gobierno. Se ubica a unos 60 kilómetros de Oventik y fue fundada por indígenas desplazados.

Este miércoles, dos jóvenes sin capucha son los que guardan el acceso principal.

-¿A dónde va? -pregunta uno.

-Vengo de visita.

-¿Trae el permiso de Oventik?

La visita termina en una tiendita de Antonio, casi junto al portón. Más allá de ahí no se puede acceder sin el permiso. Son las dos de la tarde, y en la Radio Insurgente se dejan oír los saludos en lengua indígena y en español.

-Mandamos saludos a Rudy, allá en San Juan Cancuc.

Termina el saludo, empieza una canción zapatista y luego la revolucionaria Adelita. Don Antonio se muestra sonriente, sentado en medio de una surtida tiendita de unos dos por tres metros. Pidió prestado un dinero para poner el negocio que maneja precios justos: diez panes por cuatro pesos, medio litro de Coca Cola por 3.50 pesos.

Eso sí, licor no se vende. Los bebedores -cuentan algunos- se marchan a Pantelhó para emborracharse, pero terminan en la cárcel durante 12 ó 24 horas por si son descubiertos. Está prohibido el consumo de alcohol en las comunidades zapatistas. Es otra de las diferencias, se dice.


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