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Hegemonía, unidad y alianzas

14.02.08

De un tiempo a esta parte han surgido varias iniciativas de unidad de izquierda, algunas de las cuales manifiestan el propósito, declarado o no, de constituirse en orgánica que unifique y conduzca centralizadamente las luchas sociales, creyendo que la crisis de los partidos tradicionales se debe a una mala operatividad, es decir, no hay problemas de fondo, sino de forma. Estas agrupaciones critican a las organizaciones tradicionales su burocratismo, verticalismo y, en esencia, la manera de entender y aplicar el instrumento partido, sin entender que en el continente esa modalidad ya no cumple función ninguna fuera de mantener y multiplicar la presencia de innumerables destacamentos que aspiran a lo mismo.

Los zapatistas hablan de la izquierda de abajo para referirse a aquellas muchas organizaciones mexicanas que priorizan por la organización social y su capacidad territorial de empoderamiento, sin diferenciar entre marxistas, anarquistas u otras maneras de entender el mundo. Los puntos de encuentro son las maneras de poner en práctica la autoorganización social local y el desarrollo de programas locales desde los cuales avanzar a un programa nacional desde abajo. En general las comunidades originarias del continente por su organización comunitaria y su capacidad de generar fuentes de alimentación e ingresos, tienen una noción más clara de la importancia del territorio, de la relación con la naturaleza y de la autogestión.

Pero eso no es un invento conceptual para salir a implementar, sino que se basa en las energías desplegadas por la población y el instinto de rebeldía, la insatisfacción y la crítica generalizada a un modelo económico que sólo trae consecuencias negativas, independientemente de si hay o no comprensión de las características del capital. Por ello no hace falta la difusión de una determinada manera de interpretar y cambiar el mundo, con lo que se hace posible la identificación de la mayoría de la población de los territorios controlados por el estado chileno si la ideología pasa a un segundo plano y se trabaja bajo el alero de los problemas y situaciones que involucran a todos.

Definitivamente no es posible ya más trabajar para un estado predefinido con todas sus características y detalles, sino que la experiencia está demostrando la importancia de la construcción de programas locales de la población, que atiendan los problemas esenciales e involucren a los sectores populares junto a las capas medias empobrecidas e insatisfechas para comprometer sus manos en el esfuerzo común, lo que mal podrá hacerse si se trata de entrar a un programa definido por una vanguardia centralizada, es decir, si se intenta seguir una propuesta u otra de las que disputan en el marketing de las ideas como si fuera mercado de las pulgas.

Dicha lógica no es aceptada por millones de jóvenes chilenos, mapuche, aimaras y otros, que no sólo se niegan a inscribirse en los registros electorales y que tal vez les obliguen igual a votar, sino que dan la espalda a todo lo que parezca invitación a organizar algún tipo de sociedad que no sea emanada de su propio instinto libertario. Los partidos son los grandes derrotados de la historia para estos muchachos y muchachas, con mayor razón los que se agrupan para reeditar la experiencia. El sentido común y el instinto de libertad ya no lo permiten. Hay una memoria histórica que no sólo recuerda al gobierno popular o el golpe militar y sus consecuencias, sino que también pone en la picota a los que dirigieron dichos procesos, sean de izquierda o de derecha, sean pinochetistas o allendistas. Dicha memoria histórica no es sólo el recuerdo de los que estuvieron presentes, sino el análisis que hacen los jóvenes de hoy y que les permite despreciar olímpicamente también las llamadas soluciones de centro, que son justamente las que les golpean el día de hoy.

Es cierto que esos millones de marginados o pobres o como se les llame, así como esas capas medias descontentas, no tienen la llamada “conciencia de clase”, que al ser adquirida les permitiría adscribir o sumarse a las propuestas clasistas, y no la van a tener, la rechazan, identificándose entre ellos más por el instinto de la rebeldía que por otra cosa y no se van a sumar a las convocatorias unitarias de los actuales o futuros destacamentos de vanguardia, por lo que es sano comenzar por el revés, es decir por abajo, desde la gente, no más desde la ideología o desde el diseño de la utopía para ir a pregonar como profetas del futuro probable.

La realidad es tan cruda que resulta más conveniente comprender el sentido del desarrollo de la autoconciencia del mundo en que estamos, partiendo del mundo inmediato, la familia, la calle, el barrio, la localidad, y es allí donde hacen falta los emprendimientos autogestionarios que permitan reencantar a la gente con la posibilidad del cambio, de la mejoría, de la superación de la situación actual. Los sectores medios no integrados al sistema, como profesionales, artistas, intelectuales, estudiantes y otros, se saben poseedores de capacidad de imaginación y creación y muchos la utilizan para postular a fondos concursables o para formar una ONG, cayendo en un círculo vicioso que poco a poco se percibe como de nunca acabar y está tocando fondo, ya que es sabido que son algunos los que sobreviven mientras la mayoría vegeta mandando un proyecto tras el otro.

El congregarse y pronunciarse estos dos sectores, populares y medios, dentro de sus espacios locales les permite desarrollar no sólo ese sentido de creación, sino, lo que es más importante, además de disminuir distancias ideológicas entre ellos, distancias superpuestas desde afuera por las viejas consignas “clasistas”, practicar cuerpo a cuerpo la solidaridad cotidiana. Esos dos componentes, capacidades personales y el gusto de estar juntos, son la levadura para descubrir y aplicar nuevos modos de vida comunitaria, son el espacio social que puede acoger cientos de experiencias dispersas por el mundo de autoorganización, autogestión productiva y maneras de solucionar los problemas hasta ahora a cargo del estado y del mercado, cuyas limitaciones son bastante evidentes. Más aún, son el espacio de expresión de la subjetividad de nuevos sujetos sociales mediante la formación de nuevos valores asentados en nuevas prácticas de interrelación social concreta, palpable en el cuerpo y la mirada, donde el desarrollo del afecto sea la argamasa que transforme esos espacios en irreductibles y continúen su camino de emancipación aunque los gobiernos, sean de izquierda, derecha o centro, los quieran llevar en otra dirección, hasta conseguir imponer en los hechos el mandar obedeciendo, donde todo representante dependa de la comunidad y no de la norma y de la estructura burocrática.

Para eso en Valparaíso este año electoral vamos a arrojar gatos al gallinero, vamos a meter bulla recorriendo a pie los cerros entre varios grupos y murgas convocando a la autoorganización por cuadras, calles, barrios, pasajes, escaleras y localidades, enseñando a realizar emprendimientos productivos autogestionarios, a formar comités autónomos de cultura, de salud y otros, así como escuelas comunitarias, para llegar una semana antes de la elecciones a proponer junto a las experiencias ya instaladas de autonomía, centros culturales, etc., la constitución de un municipio autónomo, que no sea ilegal ni contrario al oficial, sino el espacio propio de la comunidad que se autoorganiza a sí misma y resuelve sus problemas con sus propios dientes y uñas, demostrando así a otras localidades que otro mundo es posible, desde que tomemos el mundo inmediato en nuestras manos.

En otras regiones se discute algo similar. Esperamos que desde aquí nuestra actividad sirva de estímulo para que otros más lo hagan también. En ese sentido vale la pena realizar esfuerzos para las alianzas necesarias con los colectivos y experiencias que se identifiquen con el protagonismo de la organización social y contribuyan a la efectivación de programas locales desde los cuales avanzar a un programa nacional que, obviamente, no puede diseñarse ahora, sino que deberá integrar los programas locales.

Abrazos

Jaime Yovanovic Prieto, Profesor J


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