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Evo Morales y Salvador Allende

27.06.08

Evo Morales y Salvador Allende

Lentamente los opositores de Evo Morales tejen en sus territorios las redes locales con las que disputan las simpatías de la población. Morales y los burócratas del MAS hicieron como Salvador Allende, que se apoyó en las conversaciones y conciliaciones con empresarios, altos mandos de las fuerzas armadas y dirigentes de la oposición, dejando a las directivas de los partidos resolver las exigencias del pueblo que se organizaba por abajo, que ocupaba para hacer funcionar las empresas que boicoteaban al gobierno popular y rodeaban la Moneda requiriendo la disolución del congreso dirigido por el golpista Eduardo Frei. Los dirigentes del Partido Comunista recorrían las fábricas convenciendo a los trabajadores que había que devolverlas a la patronal. Los del Partido Socialista se dividían en dos, los que se plegaban a las directivas burocráticas y los que se sumaban por abajo el naciente poder popular. Faltó coordinación entre ambos factores: El uso de los mecanismos institucionales por una parte y, por la otra, la construcción de los espacios sociales autónomos donde se instalaran las nuevas formas de economía, propiedad, relaciones sociales, etc. Los partidos burocráticos no abandonan su maldita costumbre de dirigirlo todo desde los burós políticos y comités centrales. Y el poder popular no consiguió salir de su fase germinal, dirigido predominantemente por concepciones de acumulación de fuerzas para el asalto al poder central.

Las corrientes revolucionarias no terminan de comprender que no es posible acumular fuerzas sociales sin volcarlas hacia si mismas en la elaboración de formas de vida comunitaria. Hace falta expandir plenamente la iniciativa social para la reorganización de las relaciones comunitarias en el interior de las localidades. Olvidar eso fue mortal para el caso boliviano, donde tendremos varios años de ejercicio de defensa y resistencia de un gobierno popular acorralado por el movimiento social dirigido por la oligarquía que le arrebató parte de las banderas identitarias al programa del MAS, más parecido a un partido tradicional que a un nuevo tipo de instrumento político de las organizaciones sociales, que abandonó el discurso indigenista para adentrarse al laberinto lleno de telarañas del discurso, la organización y la estrategia de la vieja izquierda, sacando del armario a esqueletos políticos como Antonio Peredo.

Evo ganó sobre la base de una fuerte autonomía de las organizaciones y territorios sociales, que habían aprendido a poner el cuerpo en la protesta cargando miles de piedras y troncos que cortaban los caminos paralizando el país y derribando gobiernos. Impactantes eran las fotos de mujeres campesinas arrojando piedras a la represión. Fotos que mostraban la determinación de los pueblos de esa región andina, pero que muchos analistas y políticos asocian con los objetivos, es decir, lo que piden o los motivos de lucha de quienes protestan, por ejemplo la guerra del gas. Se pensaba que lo que unía a la gente y la hacía salir era ese motivo, sin entender que hay cosas más profundas, como la identidad y la identificación con la tierra, la comunidad, lo que es común, el ayllu, el compartir el agua, etc. O sea, las raíces, el apego a la tierra, al territorio, la defensa de lo que históricamente era suyo.
Había una conciencia o un imaginario popular de que si tocaban el agua, el gas o la tierra, se tocaba lo más profundo, todo ello mezclado con cierto nacionalismo o localismo, que duda cabe. Y cuando Evo gana intenta reordenar, atraer toda esa energía para afirmar el puesto de primer mandatario instalándose en la opinión pública como la imagen representativa de los sentimientos identitarios, es decir, el reforzamiento del jacobinismo mediante recursos tradicionales, lo que fue un error garrafal, pues esos sentimientos no pueden ser transferidos como hace la democracia occidental con la soberanía popular. Los sentimientos nacionales o identitarios no circulan por el espacio de la racionalidad, aunque obviamente pueden captarse (y capturarse) también por vías lógicas, sino que se instalan en el cuerpo y los sentimientos más profundos.
Evo más bien arrebató el sentimiento identitario de los pueblos andinos, lo utilizó malamente, obstaculizó su desarrollo cooptando dirigentes y cuadros descabezando la generación espontánea de la dirigencia social, como venía siendo, y generó por esa vía las condiciones de caldo de cultivo para que la oligarquía, haciendo abstracción del tema de la propiedad y del dominio, pudiese competir en esa representación de nacionalidades, identidades y territorialidades.

La autonomía que venía autoconstruyéndose en los movimientos sociales y territorios fue sacrificada y transformada en coto de caza para los burócratas del gobierno y para sus adversarios de la oligarquía cruceña, que recibió en bandeja la alternativa estratégica de acumular fuerzas también en otros territorios. Siempre se ha dicho que un mal gobierno de izquierda abona el terreno para el retorno de la derecha.

Pensamos que aún está lejos la posibilidad de derrota del gobierno, que hay mucho que hacer todavía, sin embargo no será posible avanzar sin la recuperación de la autonomía territorial de las comunidades originarias y campesinas, así como barriales, pero esa bandera ya ha sido cogida por los grandes propietarios y empresarios, lo que empujará hacia la alianza entre el MAS y los militares, ambos interesados en la cohesión de la patria y en fortalecer la dirección centralizada, vertical y autoritaria del estado, con lo que se mantendrá neutralizado el potencial que podía haber llegado a ser un poderoso motor de fuertes transformaciones reales en ese país. Las actuales medidas de estatizaciones son apoyadas con tutti por los militares, interesados solamente en la unidad de “la nación” sin importar de qué color son los burócratas.

No será sorprendente que asistamos en breve en Bolivia a un gabinete formado también con militares, lo que demostrará que la escuela de la vida no enseña nada a los recalcitrantes. Simplemente por no potenciar la iniciativa social, por mantener una pseudo disciplina ciudadana, se insiste en la panacea del aparato del estado manteniendo en un plano subordinado a la enorme capacidad de autoorganización y la potencia constituyente de la población. De seguir así, el recurso tendrá que ser la mano dura, lo que sólo traerá felicidad a los milicos.

¿Podemos afirmar que Evo Morales ha firmado su sentencia de muerte al aferrarse a una estrategia más basada en los partidos y alianzas por arriba que en la autonomía de las organizaciones sociales? Si Allende no consiguió escapar al cerco de los partidos y de las presiones de negociaciones por arriba abandonando el protagonismo de los de abajo, ¿podrá hacerlo Evo Morales?

Imaginamos como se mueren de la risa los militares chilenos que observan como las autoridades que administran el modelo económico neoliberal en nuestro país participan organizando actividades de homenaje a Salvador Allende. Los mismos golpistas de la DC que declararon en el congreso la ilegitimidad del gobierno popular, hoy día salen a la calle junto al Partido Socialista, que hace rato ha dejado de ser de izquierda, y al Partido Comunista, desesperado por que le dejen entrar al reparto del botín, todos ellos a intentar levantar las viejas banderas apolilladas de una izquierda que ya no existe y sólo consigue respirar gracias a su alianza con los asesinos del presidente Allende. La historia no borra que Eduardo Frei y el PDC fueron el caballo de batalla dentro y fuera del congreso que se prestó para derribar a Allende a sangre y fuego.

Allende, el hombre, tenía más visión que los partidos que le acompañaban. La partidocracia lo amarró de manos. Y hoy día, después de despellejado, los partidos se reparten y devoran sus entrañas. Como buitres.

Jaime Yovanovic Prieto
Profesor J
Pre candidato independiente a la alcaldía de Valparaíso.
jaimeyovanovic@yahoo.es
http://alcaldeprofesorj.blogspot.com


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