Venezuela/ Los Warao
Por: Heryck R. Rangel Hernández
Delta del Orinoco.-
El pueblo Warao vive a orillas de los caños o brazos que forman el Delta del Orinoco, en las islas construidas con los sedimentos arrastrados por este caudaloso río, al depositarse debido al freno que ejercen las corrientes y las mareas sobre las aguas fluviales. El topónimo más antiguo del río Orinoco sería Wirinoko o Uorinoko, que significa “el lugar donde se rema”, de “wiri”, que significa “donde remamos” y “noko”, lugar. Sobre este grupo indígena, Álvaro A. García-Castro señala: “Pocos pueblos tienen una historia tan ligada a un hábitat fluvial como el pueblo warao. En sus tradiciones se habla de que ya estaban allí cuando la isla de Trinidad estaba unida a tierra firme, es decir, hace aproximadamente, entre 8.500 y 9.000 años (recordemos que durante el último período glacial, por la acumulación de grandes cantidades de hielo en los territorios continentales del Hemisferio Norte, el nivel del mar había descendido unos 100 metros y la profundidad de la Boca de la Serpiente e inclusive, la del Golfo de Paria, es mucho menor de esa cifra)”. Y el gentilicio de los waraos se traduce como “habitantes del agua”, de waha (ribera baja, zona anegadiza) y arao (gente, habitantes), y también “hombres de las embarcaciones, de “wa” (canoa) y “arao” (gente).
La sorprendente y larga adaptación de los waraos a este hábitat fluvial se explica fácilmente cuando tomamos en cuenta la extraordinaria estabilidad de un ecosistema como el deltaico en la desembocadura del Orinoco: ni el clima, ni la hidrografía, ni la extraordinaria exuberancia de la vegetación, ni los mecanismos hidráulicos de las corrientes (fluviales y marinas) ni las mareas, ni la abundancia de especies piscícolas, tanto fluviales como marinas, han variado en forma significativa en las últimas decenas de miles de años. El mecanismo de las mareas y de la penetración de las aguas marinas en los caños del Delta durante la pleamar, produce el fenómeno conocido como Macareo que trae variedades de peces desde el mar, enriqueciendo así la diversidad en las tareas de pesca de los waraos.
En el Censo Nacional 2001 se registraron como indígenas Warao declarados 36.027 individuos; de éstos, expresaron ser Waraohablantes 28.066, mientras que 3.189 dijeron hablar sólo castellano y 872 no declararon. Este idioma también es hablado por muchos criollos de Venezuela y Guyana en esa zona, así como por indígenas Lokono (Arawak/Arauacos).
La lengua Warao
La lengua Warao es un Idioma aglutinante hablado por unas 50.000 personas (los Warao) en el Delta del Orinoco, en Venezuela. Se ha intentado establecer parentesco entre este idioma y otros sin éxito alguno.
Algunas expresiones:
¿Katuketi?: ¿Qué tal?
Respuestas posibles:
Bajukaya: Tengo salud
Bajuka sabuka: Regular
Ajuka yana: No estoy bien
Asida: Mal
Yakera: Bien
Yakera sabuka: Regular
Omi: Adiós
Yakera guito: Muy bien
Un warao no puede estar sin su curiara. La podemos encontrar en su mitología apareciendo con el primer antepasado haburí quien, tras su viaje en el Delta se transforma en diosa del sol naciente, la serpiente Daurani. Estas embarcaciones se hacen a partir de un solo tronco cavado y quemado por dentro con el fin de abrirlo y estirar sus lados.
Los warao son de mediana estatura, robustos y generalmente lampiños. Dado que viven sobre el agua, no le dan mucha importancia a su vestimenta Es por eso que anteriormente utilizaban el guayuco, fabricado con fibras de palma de curagua (Bromelia fastuosa) o con un pedazo de tela de entre 12 a 15 cm., la cual pasa entre sus piernas y deja caer al frente como un delantal. Las mujeres generalmente los decoran con perlas y plumas de colores destellantes y con las fibras de curagua, se ornamentan brazos y piernas con pulseras bien apretadas.
La economía de los warao está basada en la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres y cangrejos en el período de sequía. A pesar de ser el Delta rico en estos recursos, el pueblo warao es un pueblo sedentario, que vive también de la explotación de la madera y del comercio de artesanía. La agricultura, aunque parezca extraño, se practica en forma de conuco. Allí cosechan la yuca con la cual preparan distintos alimentos incluidos el casabe y una bebida bien particular fermentada por la saliva, el paiwari.
En las zonas pantanosas, desperdigadas en el agua salada, crecen grandes palmas: el moriche (Mauritia Flexulosa) que es fundamental para la subsistencia de los indígenas. Del centro de su tronco, extraen la harina yurima con la que preparan un pan que utilizan para ofrecer en ciertos rituales. Con sus hojas hacen los techos de sus casas, sus utensilios, herramientas de trabajo y artesanía. También se alimentan del fruto de estas palmas y de las larvas que las habitan.
Los warao se agrupan en subtribus de carácter endogámico. Estos pequeños pueblos están dirigidos por un anciano, el “gobernador”, acompañado de un “capitán” y de un “fiscal” (denominaciones heredadas de los criollos) cuyos papeles principales son la organización tanto del trabajo comunal como de los eventos culturales y tradicionales. Estos títulos se asignan esencialmente a los hombres mientras que dentro del hogar, la autoridad y la organización es matriarcal.
El núcleo familiar sigue siendo la unidad socioeconómica y gira en torno a la mujer más vieja de la casa. Generalmente es la mujer, en la pareja, quien administra la economía del hogar apropiándose y redistribuyendo la caza y la cosecha de su marido y yernos, los cuales viven y trabajan para la familia de su esposa hasta formar su propio hogar.
La educación se hace de una manera sutil y natural, sin obligaciones ni reprimendas. Los más jóvenes aprenden observando e imitando a los adultos según el sexo en sus diferentes tareas diarias, y asimilan las reglas morales y sociales escuchando los relatos y los mitos de los más ancianos, cuyas sanciones son la vergüenza y el rechazo de la comunidad.
Cerca de las casas, es frecuente descubrir pequeños templos o kuaijanokos construidos para venerar al gran Jaburi (espíritu máximo). Allí se depositan las maracas sagradas y la fécula del moriche como ofrenda que se convertirá en yuruma para las fiestas rituales de Najanamu. Los warao le dan una gran importancia a lo sagrado. Como la mayoría de las etnias de América, el personaje más importante y más respetado de la comunidad es el chamán o piache. Es a la vez el curandero y el mediador entre el mundo real y el espiritual. Su iniciación es dura y sus conocimientos son inmensos, así como sus talentos de prestidigitador. Puede ser hombre pero también a veces mujer.
Los warao tienen la reputación de ser un pueblo alegre y festivo. Sus danzas únicas, sus cantos y su cultura musical forman un gran repertorio. Sus principales instrumentos son los de viento con lengüeta, el dau-kojo (hecho con el árbol de yagrumo), el najsemoi (de palma de moriche), el kariso (especie de flauta de pan) y el mujúsemoi (fabricado a partir del hueso de la tibia de un venado). Otros instrumentos son las maracas, el tambor de piel de araguato (mono aullador o alouatta seniculus) y el violín de origen européo.
Pero los warao son también un pueblo en peligro, cuya ética y tradiciones se encuentran amenazadas por la explotación masiva, los políticos, la corrupción administrativa y una serie de funcionarios incompetentes. La utilización de los warao como mano de obra trabajadora, la introducción de salarios y principios criollos causan una suerte de desintegración cultural en su funcionamiento y organización tanto social como laboral.