La saga de Topiltzin Quetzalcóatl y la estrella de la mañana
Jorge Arturo Colorado
Asociación Salvadoreña de Astronomía, ASTRO
cartas@elfaro.net
Publicada el 11 de mayo de 2009 - El Faro
Hace mil años un señorío se levantó en el centro de México, los recordamos como los Toltecas, fue tanta su importancia que aun ahora; diez siglos después, los mesoamericanos no podemos divorciarnos de sus antiguas perspectivas culturales.
La expansión y migración tolteca fue la responsable de que los mayas del posclásico se “mexicanizaran” y los pueblos ubicados en el pacífico de Guatemala, El Salvador y occidente de Nicaragua tuvieran tan alta presencia mexicana; por ello, en El Salvador se habla nahuat, que aún ahora, a pesar que la muchas personas lo desconozcan, en la toponimia antigua para definir ciudades, cerros y volcanes aún permanece escondido.
Las crónicas han dicho que los Toltecas se establecieron y fundaron una ciudad llamada Tula en el actual estado de Hidalgo, algo que los arqueólogos han confirmado, y algunos académicos han considerado que dicha ciudad fue el paradigma de la gran metrópoli antigua, conocida como la Gran Tollan.
En algún momento de la historia en Tula se erigió un rey sacerdote conocido como Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. El misterioso rey se envuelve en una compleja saga que se encuentra plasmada en varios anales y crónicas españolas, en ellas se cuenta que su padre fue un espectacular guerrero que provenía del norte y su madre una mujer del sur; de ambos, nace Topiltzin.
Luego de una serie de aventuras de juventud, logra tomar el poder de Tula. Se dice que durante el reinado hubo gran abundancia, que las mazorcas de maíz eran tan grandes que habían que llevarlas abrazadas, que la tierra regalaba algodón de todos colores y que la ciudad estaba llena de preciosas aves con ricos plumajes que cantaban dulce y suavemente.
Se dice que Topiltzin Quetzalcóatl mandó a construir una morada de cuatro habitaciones, la habitación que estaba orientada al oeste –hacia la puesta del sol- estaba cubierta de hojas de oro, la habitación orientada al este; hacia el amanecer, tenía un mosaico de esmeraldas y turquesas en sus paredes. La habitación que estaba orientada hacia el norte estaba adosada de jaspe y conchas. La cuarta habitación era orientada al mediodía; es decir, al cenit, el cual sus paredes estaban cubiertas de conchas marinas tan cercanas que no se veía separación entre ellas.
El final del reino y el inicio de Venus
Las crónicas antiguas cuentan que la abundancia y el mítico reinado de Topiltzin Quetzalcóatl terminó cuando se presentaron en Tula varios nigrománticos que engañaron y asesinaron a muchos toltecas, trayendo mala suerte al rey, por lo cual Topiltzin se vio obligado a dimitir y salir de la ciudad. Se dice que viajó con sus pajes hacia la ciudad llamada Tlapalla, en el Códice Chimalpopoca, en los anales de Cuautitlán se dice que Topiltzin Quetzalcóatl se dirigió hacia el este y se inmoló en fuego, haciendo que su corazón trascendiera y se convirtiera en “la estrella de la mañana”; es decir, en Venus.
Venus siempre fue un punto importante en la religiosidad y observación astronómica, mucho se ha escrito en ese tema, y la arqueoastronomía ha propuesto una serie de edificios antiguos que sirvieron para observar al brillante planeta; para los antiguos, el Venus de la mañana era diferente al Venus que se observa en la tarde. Que el corazón de Topiltzin se transformara en el Venus matutino sugiere cómo la astronomía y el movimiento de los astros son centrales para las narrativas indígenas mesoamericanas.
En las últimas semanas las madrugadas han sido adornadas por Venus. Después de varios meses de observarse al atardecer, en nuestros cielos ha regresado el corazón de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl para brillar en los cielos matutinos, es ahora cuando los distantes ecos toltecas se vuelven a escuchar en la lejanía de los tiempos.