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Ante la ofensiva derechista en el continente: Basta de cambiar lo que hay, hagamos lo nuevo

29.06.09

En Chile todas las candidaturas, incluyendo las de izquierda y aún la más avanzada de Marco Enríquez, hijo del fundador del MIR, organización rebelde que marcó indeleblemente la historia chilena, se proponen algunos ajustes estructurales y mantener a la población subordinada al voto y a la adscripción ideológica de este o del otro referente. Justamente lo que necesita y exige el empresariado, muy bien dispuesto a negociar con las izquierdas en tanto aseguren el predominio del aparato estatal por sobre todas las cosas, que, al fin y al cabo, es el que decide en última instancia todas las variantes del poder.

En Argentina las diferentes propuestas convergen en el uso acentuado del aparato del estado para reorientar la acumulación de la exportación de la soja transgénica. En Brasil la izquierda se dedica a domesticar a la población para sujetarla a los ritmos posibles de gobiernos de discurso avanzado, como el de Lula. Un partido más de izquierda como el PSOL, aún aliado a las corrientes trosquistas, obtendría el más ridículo de los resultados electorales, por lo que el destino del MST y demás corrientes izquierdistas no pasará de discursos y acciones efectistas que no perturben el control estatal. El movimiento social del continente espera que el MST retome las banderas de lucha, de ocupaciones y control territorial, y deje se funcionar como ridículo furgón de cola del neoliberalismo lulista.

El globo de ensayo capitalista de orientar a las fuerzas armadas hondureñas a jugarse por el golpe de estado, no es más que eso, ya que queda demostrado que si la población no asegura desde abajo los resortes de continuidad, las aventuras y procesos de avance de la derecha más reclacitrante proseguirán a ritmo acelerado en todas partes. Ya se ha soltado la bola de que un nuevo golpe puede amenazar al gobierno salvadoreño. Nada de extraño que los yanquis estén experimentando para ver las reacciones.

La estrategia capitalista ha sido asegurar enclaves regionales y bolsones de contrapoder en prácticamente todos los países donde se han instalado gobiernos progresistas, como la media luna en Bolivia, Zulia en Venezuela, Guayaquil en Ecuador, San Pedro Sula en Honduras y otros más. La otra cara de esta estrategia es el desarrollo intensivo de las mafias del narcotráfico, que permiten mantener el acoso sistemático de la policía y fuerzas militares contra las barriadas populares y regiones estratégicas, como se ha ido acrecentando en los últimos años en la zona norte de México, fronterizo con USA, y como ya es tradición, en las favelas de Brasil y en general en los barrios periféricos del continente.

En Perú se ha llevado a efecto otro globo de ensayo como fue la masacre de Bagua, que resultó un tiro por la culata para las instituciones del poder, básicamente debido a la fortaleza de las comunidades amazónicas, que no se amedrentaron con el genocidio gubernamental, sino más bien levantaron nuevas iniciativas en diferentes lugares.

La opinión pública internacional se movió a favor de los comunarios, así como de inmediato hubo de volcarse hacia Honduras, hechos que de manera ninguna pueden atribuirse a casualidades, sino que más bien obedecen a la estrategia de endurecimiento capitalista, que bien puede aceptar algunos gobiernos progresistas que asuman la crisis y se desmoronen para luego asumirlos ellos, pero de allí a observar pasivamente como se produce un viraje continental hacia una ola de gobiernos avanzados de discurso antineoliberal y aún anticapitalista, hay un gran trecho, por lo que no será extraño que asistamos en los próximos días a nuevas iniciativas de recuperación capitalista empresarial del control de los estados y territorios.

Así, resulta delicado mantener la pugna en el estricto campo institucional y tendrán que ser los propios protagonistas sociales los que asuman la conducción de los procesos desde abajo, por una parte exigiendo mayores avances a los gobiernos y por otra caminando sus propios pasos de consolidación territorial y social en la forma de contrapoderes que no sean únicamente para la autodefensa o lucha por los derechos conculcados, sino, básicamente, para constituir órganos de administración local, de autogobierno popular, de organización en comunidades, conformación de sus propias normas jurídicas y de procedimientos, así como la inmediata formación de redes de economía directa entre las mismas comunidades que aseguren el suministro de alimentos, productos de necesidades elementales y energía alternativa.

Después de los acontecimientos de Perú y Honduras, así como de los resultados electorales que se han visto en los últimos períodos, como en Argentina, donde el kirchnerismo, el gran aliado de Chávez, fue vilipendiado siendo derrotado ignominiosamente, al punto que Kirchner hubo de presentar su renuncia a la presidencia del Partido Justicialista, estas medidas se convierten en necesidades urgentes para evitar el avance de la contra y para consolidar espacios sociales irreductibles capaces de continuar independientemente de las modificaciones que se realicen en los gobiernos y estados en las pugnas de los derechistas con los progresistas.

Será muy importante una seria política de alianzas entre ambos factores, la autoorganización comunitaria y los gobiernos progresistas, donde estos últimos dejen de incentivar la subordinación y acepten la autonomía de las comunidades, ya que dirigiendo de arriba hacia abajo sólo reproducen los mecanismos que luego por su vez utilizan los empresarios con su control mediático y financiero. Por su vez, los movimientos sociales y comunidades deberían cerrar filas con estos gobiernos progresistas que entiendan su protagonismo y respeten sus deliberaciones, participar en las elecciones y volcar masivamente su votación hacia esos sectores, arrinconando juntos, desde arriba y desde abajo, a las huestes empresariales, entendiendo que la conducción estratégica de los procesos se encuentra en las comunidades y su capacidad de empoderamiento, no cediendo esas capacidades a ningún representante, ya que con ello sólo se incentivan las negociaciones y conciliábulos por arriba, la corrupción y el burocratismo.

Con esa alianza de factores es posible no sólo frenar la ofensiva empresarial, sino avanzar seriamente hacia profundos cambios estructurales que no derivan de las medidas de gobierno sino de la conformación de otra sociedad por abajo, que sustituirá a la actual. Dentro de poco los gobiernos progresistas tendrán que tomar definiciones: o entregan nuevamente la máquina estatal a la derecha empresarial o se suman a empujar desde abajo los cambios de hegemonía necesaria para asegurar la construcción de otra sociedad desde abajo y ya no más desde arriba.

Profesor J
profesor_j@yahoo.com


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