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Comunidades uigures ponen en jaque imagen de los modernos emperadores chinos

08.07.09

ANÁLISIS Enfrentamientos turkestán este

Décadas de lucha uigur por la estatalidad y contra la asimilación
El baño de sangre en Urumqi ha situado a los uigures en el centro de la atención informativa y de la comunidad internacional, pero la población uigur lleva décadas defendiendo su derecho a constituir su Estado propio, Turkestán Este, una realidad que Beijing quiere ocultar.

Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
GARA

Turkestán Este es la patria de los uigures y ocupa una extensión tres veces mayor que el Estado francés. Actualmente, en la zona ocupada por China, bautizada como Xinjiang (nueva tierra o nuevos territorios, en chino), habitan cerca de veinte millones de personas, la mitad de ellos uigures. Una cifra que contrastan con la del 95% que representaban a finales de los años 40.

Aunque China mantiene que siempre ha sido una zona controlada por Beijing, lo cierto es que desde la salida de la dinastía Tang, en el año 755, hasta su conquista, por parte de la dinastía Quina, en 1758, el poder chino en Turkestán Este era inexistente. La ocupación del siglo XVII dio lugar a la denominación de Xinjiang, cuya traducción del chino evidencia esa realidad.

Muchos analistas tienden a presentar el conflicto como la consecuencia directa de una especie de «choque de civilizaciones» (chinos frente a musulmanes), poniendo el acento en la religión. Sin embargo, más allá de estas lecturas simplistas, la clave del enfrentamiento habría que buscarla en factores políticos y económicos, donde la religión no sería más que uno de esos componentes.

Esta conflictiva situación en torno a Turkestán Este ha permanecido mucho tiempo alejada de las primeras planas, sin embargo, a partir de los años 80, una serie de acontecimientos y la influencia de la diáspora, han obligado a la comunidad internacional tenga a prestarle mayor atención.

Para el Gobierno de Beijing, las demandas del pueblo uigur son «un problema interno» y sus esfuerzos se encaminan a evitar cualquier participación internacional en su resolución, así como en identificar los enfrentamientos con el «terrorismo separatista» y el «radicalismo islamista».

No obstante, las importantes manifestaciones estudiantiles de los años 80, con una clara caracterización uigur, y a las que siguió una dura represión por parte el Gobierno de Beijing, fueron el pistoletazo de salida para la nueva situación que se ha ido engendrando desde entonces.

En los 90 se intensificó el conflicto, al darse tres acontecimientos que agravaron la situación. En 1990 se produjo un alzamiento armado importante en Baren, cerca de Kashgar; unos años más tarde, se sucedieron varios ataques con bomba contra diferentes objetivos, y entre 1996 y 1997, el movimiento uigur articuló una campaña de manifestaciones, ataques y protestas. La respuesta china en todos los casos ha sido incrementar la represión, con centenares de detenidos y muertos.

La asimilación, la chinificación y la campaña «desarrollar el este» son algunos de los pilares de la estrategia de Beijing, además de la represión. Lo que algunos han definido como el imperialismo económico y político de los han sobre el pueblo uigur sigue el guión clásico de cualquier proceso colonizador. Turkestán Este es un país rico, con un tercio de las reservas chinas de petróleo y dos tercios de las de carbón. Abundan los minerales y los metales preciosos: oro, uranio y cobre. Sin embargo, esa riqueza sólo ha generado beneficios al Gobierno chino a sus colaboradores. De ahí que no sea extraño que las mayores tasas de desempleo y pobreza recaigan sobre la población uigur.

Utilizando la falsa imagen de que los uigures son «demasiado pobres e ignorantes» para llevar a cabo cualquier desarrollo económico, China sigue impulsando su estrategia, forjando en ocasiones lazos de unión entre algunas élites locales y las élites colonialistas.

El traslado masivo de ciudadanos chinos para desequilibrar la balanza demográfica, la política de «hanhua» (algo así como «hacerlos chinos»), está logrando que la población local acabe siendo minoritaria en su propia tierra y apartada de todos los resortes políticos, económicos o sociales del poder.

Bajo la bandera de la supuesta «modernización», enmarcada dentro de la pomposa frase de «desarrollar el Este», se sigue una pormenorizada política de marginación hacia los uigures y una planificada explotación de sus recursos naturales y culturales (es el caso del plan para derribar el caso antiguo de Kasghar y cederlo a empresas chinas para su explotación turística).

Hoy, el pueblo uigur sigue dando muestras de su voluntad por conseguir la estatalidad. Y a lo largo de estos años las expresiones de protesta han adquirido diferentes formas. Desde actos planificados hasta manifestaciones e incidentes espontáneos. Pero sobre todo, se observa un claro rechazo de la población uigur a los intentos chinos de asimilación y dominación.

El mejor reflejo de ese rechazo popular a las políticas impuestas por Beijing es el elevado número de personas que toman parte en las manifestaciones, como se ha evidenciado en las más recientes. La explotación de recursos naturales; la inmigración han; el desempleo; las pruebas nucleares; el uso del agua en el desarrollo urbanístico que requiere la expansión colonialista, dejando en una difícil situación a la agricultura local; la discriminación; el aumento de las desigualdades; la persecución de actividades religiosas que para muchos uigures son parte de su vida cultural y social… son algunos de los motivos que provocan la respuesta uigur al colonialismo chino.

La diversidad organizativa del movimiento uigur es una de sus características, con algunos grupos que defienden el carácter nacional de su pueblo y demandan la consecución de un estado llamado Turkestán Este, junto a otros donde predominan las tendencias panislamistas, e incluso con esa «mayoría silenciosa» que en ocasiones, y sin una organización estructural tan importante, sale a la calle como hemos visto estos días.

En este sentido, la diáspora uigur, unida en torno al Congreso Mundial Uigur, creado en 2004 en Munich, cobra fuerza y superar los fracasos de sus predecesores (el Congreso Nacional de Turkestán Este, creado en Turquía en 1992, y el Gobierno en el Exilio de Turkestán Este, surgido en Washington en 2004).

Las comunidades en la diáspora mantienen sus asociaciones, preservando la identidad colectiva de su pueblo, su cultura y su lengua, y promueven las aspiraciones nacionales comunes, un Turkestán Este independiente. El papel desempeñado por la diáspora estos años han permitido que la situación de Turkestán Este y la lucha de los uigures llegue a más lugares y que la resistencia al colonialismo se conozca mejor.


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