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La escuela propia mapuche

07.09.09

FUENTE: The Clinic
Por Claudio Pizarro

Ngulumapu - El martes, José Antonio Viera-Gallo, el recién nombrado ministro a cargo del conflicto mapuche, entró en polémica con la Iglesia. Dijo que eran muchas las instituciones que tenían que pedir perdón por cómo habían actuado en el sur, entre ellas los curas. La Iglesia salió a responderle. Ambos hablaban del pasado. Pero existe en el sur una arista que tiene comprometida a la Iglesia: la comunidad Lafkenche de Llaguepulli. Allí, los mapuches recuperaron un colegio de manos de los sacerdotes. Y no son precisamente los mejores vecinos.

¿Cuando nace la sociedad de profesores mapuches “kimeltuchefe”?

Hace unos 16 años, con 12 profesores hablantes de mapudungun. Primero reflexionamos que el trabajo pedagógico que estábamos desarrollando no era nuestro y empezamos a hacer una crítica propositiva. El problema es que no pudimos desarrollarla porque las escuelas pertenecían a la diócesis de Villarrica y su norma era incursionar en la educación intercultural bilingüe, intentando abordar la temática mapuche a través de la evangelización.

¿Qué cosas les incomodaban de la iglesia católica?

La visión folclórica que tenían de nuestra. Por ejemplo, para nosotros, los bailes ceremoniales son sagrados, y querer mostrarlos en actos cívicos es un intento de folclorizarlos. Pero el quiebre se produjo cuando nos ordenaron ser animadores de su iglesia, que los niños rezaran y que participáramos los domingos en misa. Fue demasiado. Incluso nos pidieron que nos casáramos por la iglesia y que nuestros hijos fueran bautizados.

¿Por eso que alegaron discriminación cultural?

Claro, porque somos partícipes de la organización tradicional mapuche y estábamos metidos en un campo que no nos pertenecía. Incluso, hasta el año 93, hacían clases de francés en los colegios. Después nos acusaron de ser políticos.

Eso fue en el año 2005 ¿Qué sucedió después?

Echaron a cuatro profesores aduciendo reducción de personal pero las comunidades reclamaron por nuestra reincorporación. La gente alegó que si querían hacer educación intercultural habían dejado a la gente más idónea afuera. La iglesia se puso firme y no lo permitió. Entonces, cuando ellos no nos recibieron, la demanda tomó el camino de la recuperación y se les pidió que nos devolvieran cuatro escuelas que estaban en nuestro territorio, que habían sido construidas por nosotros y que los niños que allí acuden son 100 por ciento mapuches.

¿Cómo lo tomó la iglesia?

Mal, porque nos dijeron que los mapuches éramos incapaces de administrar escuelas, que nunca lo habíamos hecho, que iba a ser un fracaso y que no se podía porque las leyes no lo permitían. Eso lo planteó el mismo obispo Parzinger. Entonces, empezamos a hacer movilizaciones y ellos finalmente accedieron después de un año de conflicto.

¿Bajo qué condiciones?

La tierra y la construcción del establecimiento que pertenecía directamente al vicariato apostólico las devolvieron, y, para la administración, que era de la Fundación del Magisterio de la Araucanía, hubo que pagar cierta cantidad de dinero a cambio. Hasta hoy es la única escuela administrada por mapuches en territorio ancestral. Nos instalamos en marzo del 2006 con tres alumnos y terminamos el año con 35. Al año siguiente subimos a 50 y en el 2008, con la apertura de séptimo y octavo, sumamos 63 alumnos.

¿Es cierto que los mayores terratenientes en la zona es la iglesia católica?

Ellos tienen un terreno de alrededor de 80 hectáreas. Nosotros hemos solicitado que lo devuelvan porque tenemos necesidades y ellos dicen que lo compraron, que les pertenece y no quieren entregarlo. Incluso hicieron una tasación y quieren venderlo. El fundo se llama la parroquia de Puerto Domínguez. Hace poco cambiaron de obispo y nos dijo que éramos unos revoltosos y que teníamos que ser evangelizados.


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