Los ojos del continente llamado América por los invasores europeos y Abya Yala por nosotros, están puestos en las elecciones presidenciales chilenas, cuyo resultado podrá inclinar el fiel de la balanza desde un cierto equilibrio y equidistancia, por una parte de Frei, la democracia cristiana y el partido socialdemócrata llamado PS, que juegan al centrismo en el concierto de las fuerzas progresistas y, por la otra, la derecha representada por Piñera, Uribe de Colombia, los golpistas hondureños, Alan García de Perú, México, Panamá, Macri en Argentina, Santa Cruz en Bolivia, Zulia en Venezuela y Guayaquil en Ecuador.
Los resultados de la elección chilena no sólo inclinarán la balanza hacia la derecha o mantendrán el estilo evasivo y vacilante de la actual dirigencia estatal sin ganar un pelo para el campo progresista, sino que servirán como barómetro para medir los vientos que soplan y de estímulo para las otras votaciones que vendrán, entre ellas las cruciales de Brasil y Argentina.
Si gana Piñera, el color del viento hacia el electorado argentino contendrá matices de apoyo a Macri y sus secuaces mientras el actual vice de la Kirchner, que discretamente se ha ido abriendo camino para presentarse como figura alternativa de derecha dentro del peronismo apartando la figura desgastada y antipática de la actual familia presidencial, requiere de la victoria de Frei. Dentro del peronismo se juega hoy día la posibilidad de perder el gobierno frente a la potente ofensiva macrista que ha sabido aprovechar las disputas emanadas de la oligarquía y la burguesía agraria, así como el control del gobierno de Buenos Aires, donde Macri ha sabido jugar sus cartas lentamente golpeando aquí y allá a las casas okupas o huertas comunitarias para reforzar el perfil que amenaza a los movimientos sociales mediante la criminalización de la protesta y el cierre delicado de las puertas a la “participación” de partidos y aparatos de la izquierda electoralista a la que sólo le queda la subordinación.
Mientras esas izquierdas burocráticas insisten en alianzas con sectores del empresariado y del capital internacional por vía de la soja argentina o la agroexportación brasileña, en esos sectores “amigos” poco a poco se han ido decantando las dos corrientes capitalistas que disputan los espacios de gobiernos contra la corriente del capitalismo de estado socialista, la asociada a Estados Unidos y la que aspira a constituirse en bloque independiente manteniendo su equidistancia entre USA, Europa, Rusia y China. A la estadounidense llamamos de “derecha”, en tanto la más independiente y no por eso menos capitalista, llamamos de “centrismo” y se encuentra jugando al pillo dentro del campo progresista continental.
La izquierda estatista, digamos aquellos sectores reformistas que aspiran a construir el capitalismo de estado socialista en el continente no ha podido asumir una postura de liderazgo para evitar, por ejemplo los avances del golpismo en Honduras, del militarismo en Colombia y del narcotráfico en México, caballos de batalla de los Estados Unidos en la región, dejando por diferentes motivos la conducción de la diplomacia “progresista” en manos del centrismo, representado por Lula, que jugó un papel preponderante en el caso hondureño y otros, así como por la DC chilena que controla como feudo el ministerio de relaciones exteriores (parte del acuerdo de reparto de los espacios de poder), por Insulza, el representante chileno en la OEA, que no ha cumplido papel alguno haciendo más bien el ridículo en los casos de Honduras, Haití, Colombia y otros, donde se ha percibido claramente el bonapartismo y dinámicas conciliadoras con Estados Unidos que la diplomacia yanqui ha podido capitalizar muy bien. Por vía del centrismo, Obama consiguió por ejemplo neutralizar en parte la mala imagen que Bush había creado, lo que le permitió aún la aberración de ganar el premio Nóbel de la Paz en brazos de la socialdemocracia sueca, en momentos en que se agudizan las acciones de guerra en los territorios invadidos de Irak y Afganistán.
Los centristas como Lula, los Kirchner, Bachelet y la DC chilena, levantan ciertos destellos de progresismo por el interés de evitar el desarrollo de movilizaciones sociales en sus territorios, movilizaciones que son más próximas desde abajo a los procesos y gobiernos avanzados de Venezuela y Bolivia que a los propios gobiernos centristas. Los gobiernos de Paraguay y Ecuador, si bien apoyan al bloque progresista constituido por los izquierdistas burocráticos y los centristas, no han podido contener las movilizaciones y protagonismo desde abajo. En Ecuador, Correa se ha dedicado a presentar una tras otra una serie de leyes contrarias a los intereses sociales y en Paraguay Lugo ha quedado inmovilizado entre los aparatos del poder y las exigencias sociales que nutrían su candidatura, sin descartar sutiles amenazas de golpe que se han dejado deslizar en ese país. En Centroamérica los gobiernos de Nicaragua y El Salvador se caracterizan por una estrecha alianza interna entre sectores de izquierda burocrática con representaciones del empresariado local y del capital internacional, por lo que ninguno de ellos ha podido efectuar avances significativos en pro de los intereses sociales.
Bolivia se ha escapado del ritmo de los otros países gracias a la victoria estrepitosa de Evo Morales tanto en el ejecutivo como en las dos cámaras legislativas, único país donde no se gana por votos, sino muy por el contrario, se gana gracias a la organización de las comunidades, que aseguran el voto solamente mientras Evo represente sus intereses, pasando ahora a la fase de transformar el poder judicial por medio de la electividad de los jueces y la implementación del pluralismo jurídico mediante las dos justicias. Sin embargo en Chile no hay mayor debate al respecto, generándose una invisibilidad muy oportuna. En Uruguay, la izquierda de arriba, es decir la que cree que los cambios son producidos por modificaciones secuenciales de las estructuras del poder, una ley tras la otra, gracias a la adscripción ideológica de sectores crecientes de la población, ha ganado nuevamente las elecciones y ahora viene un período donde la alianza con sectores empresariales deberá ponerse a prueba dentro de un contexto de difícil continuidad del progresismo centrista en Argentina y Brasil. Lula difícilmente podrá instalar a su candidata en el sillón presidencial, sin embargo goza de fuerte apoyo en sectores militares y del empresariado agroexportador, los dos bloques que más han salido ganando con el gobierno del PT, al tiempo que el bloque popular encabezado por el MST se ha quebrado y debilitado hasta extremos increíbles, lo que demuestra una vez más que los sectores centristas y aún la izquierda burocrática tienen dificultades para cooptar a la población en pos de políticas aliancistas y concialiadoras que poco o nada contribuyen a la satisfacción de las necesidades sociales, aumentándose a nivel continental la brecha entre pobres y ricos. Si realmente pudieran atar a las dinámicas sociales al carro del estado sería porque existe cierto nivel de satisfacción de las necesidades populares, lo que tiene un límite muy difícil de traspasar, ya que la actual estructura del capitalismo empuja cada vez más al desempleo y a la destrucción de la naturaleza. Los beneficios del estado siguiendo las viejas políticas del “estado de bienestar” actualmente pueden ser muy restringidos, pues los sectores propietarios no pueden ceder una cuota mayor para repartir migajas ante la brutal competencia y depredación a que ha llegado el sistema de mercado junto al sometimiento al capital financiero internacional, que si bien ha bordeado los límites de una de las peores crisis capitalistas, que ha podido superar en parte gracias justamente a que ese estado desvía fondos de apoyo a las empresas, se ha recuperado rápidamente y se encuentra retomando la batuta país por país.
En este terreno de fuerte avance de la derecha continental y de estancamiento y aún retrocesos del centrismo progresista, la izquierda burocrática ha optado por cerrar aún más los caminos de organización y movilización social para aceptar la condición de socios subordinados en los países donde gobierna ese centrismo, en especial Brasil, Argentina, Paraguay, Ecuador y Chile.
En Brasil se ha enviado a la hoguera del sacrificio a las organizaciones de base del movimiento sin tierra y otros, acentuándose su papel de brazo ejecutivo de las políticas negociadoras del PT por arriba. En Argentina la izquierda está esperando los resultados del reacomodo de fuerzas dentro del peronismo y del proceso de derechización necesaria que está ejecutando el partido de gobierno. Su inmovilismo es demasiado evidente, ya que no necesitan hacer dinámicas sociales para presionar a nadie, pues las negociaciones se hacen entre aparatos tras bambalinas.
Así, los resultados chilenos van a influir en una u otra dirección. Si gana Piñera, los negociadores derechistas y empresariales llegarán a las mesas a discutir en cada país con los burócratas de los partidos y organizaciones de izquierda estatista hablando más alto, lo que conviene a los centristas, quienes tendrán todo el apoyo y la subordinación izquierdista sin casi mover un dedo. El centrismo se nutre de la subordinación de esa izquierda burocrática que por su vez se encarga de confundir, dividir y someter las dinámicas sociales.
Si gana Frei, los centristas de los otros países podrán extraer más resultados en sus intercambios con la derecha y acrecentamiento del apoyo incondicional de la izquierda del poder, a la cual sin embargo habrá que abrir más la mano. Así al centrismo continental no interesa que gane Piñera, sino Frei, uno de los suyos, obviamente, por lo que para el capital y los Estados Unidos da lo mismo quien gane, pues sabe trabajar bien y mejor con los centristas, aunque siempre hay ciertos riesgos, como por ejemplo que Chávez convenza a un empresario como el presidente de Honduras y lo retire de uno de los bloques o corrientes, apoyando su condición centrista sin exigirle que avance hacia la izquierda.
Así la izquierda estatista no ha podido avanzar y ha tenido que compartir con los sectores centristas, aceptando sus condiciones, que en el caso chileno es la paralización del incipiente proceso de organización crítica desde abajo en las más variadas ciudades y los más diferentes barrios del país. El más evidente regalo de bodas que la izquierda burocrática chilena entregó en las nupcias con el centrismo de la DC y la socialdemocracia fue la contención de la dinámica del movimiento de los pingüinos, los estudiantes secundarios que en los últimos años habían sorprendido al país con su organización asamblearia y deliberaciones autónomas de las instituciones y aún de los partidos políticos (valga la redundancia, pues los partidos son instituciones).
Eso fue muy fácil, bastó que algunos representantes convencieran a los estudiantes de la importancia de “ampliar” el movimiento a otros sectores sociales de la educación como profesores, estudiantes universitarios y padres, para que se instalaran mesas de negociaciones con el estado. Todas esas instituciones estaban debidamente dirigidas por los partidos de esa izquierda de arriba y solamente les bastó con transformar toda la dinámica en una simplista contraposición maniqueista entre educación pública o privada, es decir si o no al papá estado contra el mercado, desinflando de manera notable la creatividad e iniciativas del estudiantado que había logrado movilizar cientos y cientos de miles de jóvenes que inventaban sus propias consignas en todas partes y abrían sus ojos hacia horizontes que traspasaban el estado y las instituciones en general. Había que apagar esa luz que se encendía.
Esa izquierda burocrática chilena se alió al centrismo y subordinó sus políticas, discursos, propuestas y formas de organización o movilización al objetivo de instalar tres diputados en el parlamento gracias a los votos de los partidos de gobierno, lógicamente muy agradecidos por el apoyo.
Ya desde antes de la primera vuelta las encuestas indicaban claramente que Piñera ganaba holgadamente a Frei en el balotage y bajaba fuertemente su votación si su rival en la segunda vuelta fuese Marco Enríquez, quien sacaba mucho más porcentaje de votos que Frei acercándose casi al empate con Piñera, lo que presentaba a este último candidato independiente como seguro contrincante que podía derrotar a la derecha aún con votos extraídos de ellos. Sin embargo el gobierno no podía aceptar que un crítico que capitalizaba el descontento de forma creciente pudiese acceder al sillón presidencial.
Muchos críticos de la coalición de gobierno que no volverían a votar por ellos por nada en el mundo estaban decididos a votar Piñera sólo para sacar a esos burócratas y ladrones de allí, sin embargo ante la aparición de una candidatura alternativa, prefirieron destinar su apoyo y votación hacia las nuevas posibilidades que se abrían sin tener que aparecer identificados como derechistas. Así, al quedar Marco Enríquez fuera de la segunda vuelta, habiendo quitado votos a la derecha, muchos de ellos obviamente vuelven su mirada hacia Piñera para impedir que nuevamente la Concertación gane la elección.
Se dice que Marco era candidato de la Concertación también, lo que era falso, pues ese conglomerado ya está desprestigiado ante los ojos de los votantes y se le culpa por no atraer su electorado hacia Frei, lo que haría de Enríquez un simple pastor de ovejas que van para fuera del redil concertacionista y que los trae de vuelta, suicidándose así políticamente.
Esos temas fueron dichos y debatidos con mucha claridad antes de la primera vuelta, sin embargo muchos no quisieron escuchar con la idea de arrebatar posteriormente el voto crítico, lo que a esta altura es prácticamente imposible. La responsabilidad de la victoria de la derecha el 17 de enero recae única y exclusivamente en la directiva de los partidos de la coalición gobernante, lo que fue entendido así por los presidentes de los partidos Radical y PPD, que renunciaron para abrir paso a una renovación necesaria, lo que fue duramente cuestionado por los dirigentes máximos de la DC y del PS, empecinados en defender sus espacios de poder donde maman la leche del estado y de la población.
Así las cosas, Enríquez ha aprovechado de lanzar un nuevo referente político que reune algunas de los más importantes figuras públicas de la Concertación y sectores de izquierda que no se habían sumado al bloque de gobierno. Tanto Piñera como Frei han atraído de vuelta algunas figuras que había reunido Enríquez, sin embargo no parece haber indicadores de grandes modificaciones de la tendencia presentada en las encuestas antes de la primera elección de diciembre recién pasado.
Para la población da lo mismo un candidato u otro, ya que siendo lobos de la misma camada Frei y Piñera, ambos son representantes del empresariado moderno ligado al capital internacional, uno aparece acompañado del partido comunista que ayuda a decorar la cara progresista de Frei y el otro aparece junto al partido pinochetista.
Esto último ha sido aprovechado por el freismo y aún el propio partido comunista para intentar politizar e ideologizar el proceso eleccionario, sin conseguirlo, pues desde el gobierno se habían encargado durante años de esconder y aún cuestionar las posturas de clase o de opinión crítica basada en la ideología. Muy tarde llega la respiración artificial de la burocracia izquierdista para intentar revivir al muerto.
Este gobierno que continuaría Frei es un gobierno que no ha vacilado en aplicar las leyes más duras del pinochetismo al pueblo mapuche que lucha por su autonomía y territorio, que allana y ataca casas okupas y centros culturales sin mediar provocación alguna, que detiene ciudadanos extranjeros y los expulsa por recoger noticias de las luchas sociales, que cierra radios comunitarias y reprime ferozmente a los sin casa y deudores habitacionales, que se ha puesto al lado de la patronal en los conflictos salariales, que estimula el endeudamiento ciudadano, que garantiza la sobreexplotación de temporeros y temporeras en el campo. En fin que no hay ningún motivo para sumarse al gobierno como lo ha hecho el Partido Comunista bajando las banderas de la lucha social por los votos gobiernistas que aseguraron la elección de sus tres diputados.
La juventud chilena no se ha dejado capturar por el gobierno ni por los partidos de esa izquierda de arriba, se ha distanciado de las instituciones y no se han inscrito cerca de 4 millones de jóvenes y jóvenas en edad de votar, lo que es el más fuerte indicador de que no hay resultados en las tentativas de cohesión y homogenización social orientada desde el estado y los partidos.
Cualquiera que sea el resultado electoral de esta segunda vuelta, no habrán modificaciones en el comportamiento del estado contra la población, por lo que para los que habitamos en los territorios controlados por el estado chileno nos parece secundario el terreno de la pugna entre países derechistas y progresistas. No estamos dispuestos a dar el voto a Frei para detener a Piñera porque le conviene a algún otro estado, por muy progresista que sea, menos aún si este panorama venía siendo denunciado desde mucho antes y cerraron los ojos enceguecidos por la defensa de las posiciones conquistadas en el aparato de poder. La DC, el PS y el PC están pagando las consecuencias de su ceguera. Si otros estados o gobiernos están sinceramente interesados en los avances sociales de nuestros pueblos y naciones subordinados al estado chileno, ya saben a donde dirigir su mirada: hacia la organización y dinámica social y no más hacia los burócratas que buscan inmovilizarnos
Ni Piñera ni Frei nos interesan en el gobierno. No nos vamos a movilizar para cerrar el paso de uno para que entre el otro ladrón, nos da exactamente lo mismo. Ya ha sido mucha la represión y persecusión hacia diferentes sectores populares como para avalar la política del mal menor. Preferimos dirigir nuestros esfuerzos en la dirección de la construcción de capacidades estratégicas autónomas en los territorios.
Nosotros y muchos más, como ya se está desarrollando en muchos países, seguimos organizando en los barrios las formas comunitarias y autónomas de participación de vecinos en sus propias instancias de democracia directa y una nueva economía asentada en producción autogestionaria y redes de intercambio horizontal. Sin eso no hay futuro. Dejemos a los coyotes y lobos morderse entre ellos mismos.
Abrazos
Profesor J
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