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La mirada neozapatista. Mirar (hacia y desde) abajo y a la izquierda.

23.09.10

La mirada neozapatista. Mirar (hacia y desde) abajo y a la izquierda.

Carlos Antonio Aguirre Rojas

“Zapatistas. El Heriberto queda mirando fijamente el
mirar moreno de una foto del general Emiliano Zapata.
Lo mira y se mira en esos ojos que reprochan,
reclaman, exigen”.
(Subcomandante Insurgente Marcos, Abecedario para
Escarabajos, 1996).

La mirada que alcanza más lejos
Más de 26 años después de su nacimiento, y a 16 años
de su saludable y benéfica irrupción pública, nadie
duda ya hoy de la relevancia mundial y, sobre todo,
de la significación universal del neozapatismo mexicano.
Pues a pesar del acoso militar y paramilitar,
que se ha intensificado desmesuradamente, y que ha
sido sostenido criminalmente por el Estado mexicano
durante los últimos tres años, y más allá del silencio
cómplice e interesado de los medios masivos de
comunicación y de una parte de la intelectualidad
mexicana, ese neozapatismo mexicano sigue siendo,
actualmente, un referente obligado y una fuente de
lecciones y enseñanzas múltiples para todo el vasto
conjunto de las luchas anticapitalistas y antisistémicas
de todo el planeta, lo mismo en los distintos Foros
Sociales Mundiales o en las luchas indígenas de toda
América Latina, que en los distintos movimientos sociales
radicales que combaten hoy en Europa, en África,
en Estados Unidos o en distintas partes de Asia.
Valor y significado universal de la experiencia neozapatista
que, entre muchas otras razones, se vincula
también al hecho de que ha sido precisamente ese levantamiento
del primero de enero de 1994, el movimiento
que ha inaugurado el nuevo ciclo mundial de la protesta
anticapitalista posterior al derrumbe de 19891. Ciclo
planetario que, atravesando por las distintas estaciones
que representan el Primer Encuentro Intergaláctico
por la Humanidad y contra el Neoliberalismo de 1996
La mirada neozapatista:
Mirar (hacia y desde) abajo y a la izquierda
62
y luego las protestas de Seattle de 1999 y las ulteriores
de Génova, Praga, Barcelona, etcétera, y por los diversos
Foros Sociales Mundiales, se despliega hasta el día
de hoy, en estos difíciles pero esperanzadores comienzos
del año de 2010.
Además, y junto a ese rol impulsor inicial de
este ciclo de luchas antisistémicas todavía en curso,
el neozapatismo ha funcionado también en estos tres
lustros recién vividos, como fuente de inspiración y
de múltiples lecciones diversas para muchos de esos
movimientos anticapitalistas y antisistémicos de todo
el mundo, los que lo mismo debaten las enseñanzas de
la autonomía zapatista para los movimientos piqueteros
argentinos, o las implicaciones de la defensa neozapatista
de la “Madre Tierra” para los movimientos
de la red mundial del grupo Vía Campesina, que las
formas de reinventar y readaptar el “¡Ya Basta!” a las
condiciones actuales de Francia, Grecia, Alemania, o
Estados Unidos, o también de buscar las similitudes
y paralelos de la actual lucha de liberación del pueblo
kurdo con la digna lucha indígena neozapatista.
Debatiendo entonces, en Francia por ejemplo, las
implicaciones universales del “Mandar Obedeciendo”,
o la validez que puede tener para el movimiento indígena
colombiano de la región del Cauca la experiencia
pedagógica de las escuelas neozapatistas, o
deslumbrándose en Japón con la novedad, agudeza,
frescura y profundidad de los discursos de este movimiento
indígena mexicano, lo mismo que comparando
la experiencia de La Otra Campaña con la de
los Foros Sociales Mundiales, o con la iniciativa del
MST brasileño para la construcción de un Proyecto
Popular para el Brasil Actual, los ecos planetarios
de este movimiento neozapatista no cesan de crecer
y de multiplicarse, como se refrendó recientemente
en los tres Encuentros de los Pueblos Zapatistas con
los Pueblos del Mundo, desarrollados entre finales
de 2006 y hasta comienzos de 2008, o con el Primer
Festival Mundial de la Digna Rabia, de finales de
2008 y comienzos de 20092.
Impacto mundial creciente y multifacético del
neozapatismo mexicano, vinculado a la riqueza y al
63
carácter universal de sus principales lecciones, que
nos impone entonces la tarea, a los intelectuales y
científicos sociales realmente críticos, de analizar más
de cerca y con cuidado, tanto sus diversas y complejas
prácticas, y sus diferentes experiencias concretas,
como también sus principales formulaciones teóricas
y sus distintas propuestas analíticas.
Y entre ellas, la de la peculiaridad e implicaciones
de la específica “mirada” neozapatista. Porque
es interesante constatar que, a partir de que inicia la
tercera etapa del itinerario global que constituye la
historia de este neozapatismo mexicano3, en junio de
2005, con la publicación de la Sexta Declaración de
la Selva Lacandona, se acentúa y cobra fuerza la tesis
neozapatista acerca de la importancia de nuestra
mirada, es decir, de la relevancia de asumir conscientemente
hacia dónde queremos mirar, pero también
desde dónde miramos, y de qué modo singular miramos.
Triple pregunta sobre lo que miramos, el lugar
desde el que miramos y el modo de nuestro mirar
que, en un primer nivel, ha sido respondido por ese
neozapatismo con la afirmación de que lo que hace
falta es mirar abajo y a la izquierda, contraponiendo
esta mirada zapatista a la mirada del poder, a la
mirada correspondiente y conectada con la ideología
dominante y con la reproducción reiterada del actual
sistema social capitalista. Porque es precisamente en
el momento en el que el digno movimiento indígena
neozapatista decide aliarse con todo el vasto abanico
de las clases, los grupos y los sectores subalternos de
todo México, es decir, con todo ese amplio universo
de “los de abajo”, para formar con todos ellos el movimiento
nacional de La Otra Campaña, cuando se
potencia esa insistencia de mirar siempre hacia abajo
y desde abajo. Pero también, y en esta misma línea,
es justo cuando ese neozapatismo y esa naciente Otra
Campaña se declaran abierta y radicalmente anticapitalistas
y antisistémicas, que cobra también mayor vigencia
el reclamo de mirar no sólo hacia abajo y desde
abajo, sino también hacia y desde la izquierda4.
Mirar abajo y a la izquierda que, como es evidente,
tiene un doble significado profundo: el de mirar
siempre hacia el abajo de la sociedad, pero también y
simultáneamente mirar ese abajo desde el abajo mismo,
desde el propio punto de vista de las víctimas, e
igualmente, mirar ese abajo y desde abajo, dirigiendo
la atención hacia la izquierda, hacia el conflicto, la
rebeldía, y el “lado malo de la historia”, pero también
desde una óptica de izquierda, desde una perspectiva
siempre crítica, emancipatoria y liberadora.
Porque como bien lo ha enseñado ya la historia
social de todo el siglo XX, no basta con mirar hacia
abajo, tomando como simples “objetos” de estudio
a las clases subalternas, a los movimientos sociales
o grupos oprimidos, explotados y discriminados de
todo tipo. Esto es necesario pero no es suficiente.
Pues si bien es claro que siempre hace falta mirar hacia
abajo, es decir, mirar con cuidado los problemas,
las opresiones, las condiciones, la vida, las vicisitudes,
los anhelos, los sueños, los sufrimientos y las
esperanzas, la explotación y las humillaciones de los
de abajo, también es esencial mirar todo esto no desde
el punto de vista despreciativo y autosatisfecho de
los poderosos, ni desde el punto de vista semiculpable
y/o compasivo de las clases medias, sino desde el
punto de vista de las propias víctimas de la historia5,
desde el abajo mismo y desde el horizonte de autopercepción
de todos esos grupos, clases y sectores de los
subalternos sociales.
Mirar entonces la explotación como injusta ventaja,
y al poder y a los ricos como feroces enemigos,
asumiendo la opresión y la discriminación como
afrentas, y a la ideología y la cultura dominantes
como engaño consciente y abierta patraña embustera.
Mirar entonces el mundo y los problemas de los de
abajo, y del abajo, pero con la mirada misma y con la
óptica de esos mismos subalternos de la historia.
Igualmente, si ese mirar hacia abajo y desde el
punto de vista de las víctimas es necesario, no es
todavía tampoco suficiente para agotar todas las dimensiones
de la mirada neozapatista. Pues ese mirar
abajo y desde abajo no es indiscriminado, sino que se
concentra, conscientemente, en mirar “hacia” el lado
izquierdo y “desde” el lado izquierdo de ese mismo
universo del abajo. Lado izquierdo que no es otro que
el “lado malo” de la historia hegeliana, el lado negativo
de la realidad, y por ende su lado disruptor,
conflictivo, revelador, dialéctico y finalmente transformador.
Pues al mirar hacia abajo, la mirada neozapatista
mira no para buscar la armonía sino el conflicto, no
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los logros y conquistas sino las ruinas y los escombros que han dejado
dichos logros, no la memoria tersa y ordenada sino las contramemorias
reprimidas, ahogadas, sofocadas y silenciadas, no la historia lineal, pacífica
y falsamente amable, sino la contrahistoria inestable y rasposa que
irrumpe al pasar el cepillo de la historia a contrapelo de los hechos investigados.
Mirada hacia la izquierda, que hace emerger la contradicción
y el eterno conflicto de las cosas y los procesos y que, tal y como nos
lo enseñó la Escuela de Frankfurt6, muestra, junto a la dulce y apetitosa
manzana que mordemos, el gusano que ella lleva necesariamente siempre
adentro, o a la obra de arte que extasía, como un verdadero y genuino
documento de la barbarie en la que esa obra se apoya y de la que ella
deriva, o al maravilloso logro de la invención del cine, como una manera
complicada y tortuosa pero ineludible de aniquilar y marginar los desarrollos
del gran teatro.
Mirada hacia la izquierda que permite hacer evidente el conflicto,
la contradicción y el lado malo de la realidad, que también deberá ser
una mirada desde la izquierda, y por ende una mirada que hace aflorar
esa negatividad siempre presente en los hechos, fenómenos y procesos
humanos, para evidenciar también y potenciar conscientemente su dimensión
transformadora, su sentido emancipatorio, su lógica liberadora
y revolucionaria.
Pues no basta mostrar el conflicto oculto y el lado malo de la sociedad
y de la historia, si no somos capaces, al mismo tiempo, de ubicar en
esa contradicción y en esa negatividad, las semillas promisorias de un
futuro no sólo diferente sino también mejor. Por eso, el punto de vista de
las víctimas se vuelve, cuando es recuperado desde ese lado izquierdo del
abajo, el punto de vista de las víctimas rebeldes, de los oprimidos que luchan
y que se liberan, de los explotados que se reapropian de sus medios
de producción y eliminan así las bases de su explotación, igual que el de
los subalternos de la historia quebrando siempre y de múltiples maneras
las diversas formas y figuras de su subalternidad.
Por eso, la mirada neozapatista se organiza para “convertir la lucha
de resistencia en lucha de transformación” y, por eso, el sentido de las
contramemorias populares es el de mantener vivos y activos los recuerdos
que alimentan esa resistencia y ese afán transformador, lo mismo
que la contrahistoria es un marro contundente de los oprimidos, no sólo
contra las aburridas y vacías versiones de la historia académica oficial,
sino también y sobre todo, en contra de la historia real de dominaciones,
oprobios y afrentas infligidos por las clases dominantes y hegemónicas
contra los dominados y subalternos de ese abajo social. Y por eso, también,
el Subcomandante Insurgente Marcos puede resumir el “enseñar a
mirar” que es la “complicada pedagogía” de Elías Contreras, ‘Comisión
de Investigación’ del EZLN, en su capacidad de comprensión, no sólo de
las “víctimas del sistema”, sino más bien y sobre todo de su comprensión
de ellas como “las víctimas que se rebelan” en contra de ese mismo sistema
capitalista actualmente dominante7.
Mirada hacia y desde abajo y
también hacia y desde la izquierda,
que desde esta cuádruple definición
no puede ser más que una mirada
radicalmente crítica, anticapitalista
y antisistémica. Porque desde esta
cuádruple determinación, la mirada
zapatista parte de ubicar, por ejemplo,
la explotación capitalista (mirando
hacia abajo), para después
asumirla como una injusticia recurrente
que hace que el que trabaja
mucho viva mal, y el que no trabaja
nada viva muy bien (mirando desde
abajo), lo que en las condiciones del
enorme desarrollo tecnológico actual,
que podría ya reducir el trabajo
de toda la gente a un mínimo muy
pequeño, es un sin sentido flagrante
y una obvia contradicción (mirando
hacia la izquierda), y que al hacer
evidente la irracionalidad de esta
escasez artificialmente mantenida y
reproducida por el capitalismo, y la
potencialidad ya existente pero hoy
bloqueada de la cuasi abolición del
trabajo humano mediante la automatización
de los procesos de trabajo,
clama ya por la supresión de
esa explotación y por su sustitución
por una sociedad realmente libre
del yugo de esa actividad laboral
(mirando desde la izquierda).
Sentido profundamente anticapitalista
y antisistémico de la
mirada neozapatista, que naturalmente
la emparenta con todas las
tradiciones del pensamiento social
genuinamente crítico, las que desde
Marx y hasta hoy, atraviesan todo el
desarrollo de las ciencias sociales de
los últimos ciento cincuenta años.
Tradiciones críticas que, también,
nos permiten ahondar un poco en
las implicaciones del peculiar modo
o manera del mirar neozapatista.
65
La mirada que ilumina lo que falta,
lo incompleto
Si el mirar neozapatista se define, como hemos visto,
por lo que mira, por mirar el abajo social y por mirarlo
en torno de su lado oculto, de su lado conflictivo,
malo, izquierdo, o negativo, y se define también por
el lugar desde el que mira, desde ese abajo social que
es la perspectiva de las víctimas sociales e históricas,
que son además víctimas rebeldes e insumisas, y
por ende, con un mirar que pone énfasis en descubrir
el mañana en el hoy, en hacer aflorar los elementos
emancipatorios y liberadores de las acciones y de las
prácticas de resistencia y de transformación de esas
mismas víctimas, ese mirar neozapatista se define
también e igualmente por su peculiar modo de ver,
por la manera en la que se mira.
Y esa manera de mirar neozapatista es, y tiene que
ser, necesariamente crítica, desconfiada frente a lo existente,
alerta frente a lo dado y lo heredado, distanciada
frente a lo que parece obvio, natural, evidente, lógico y
supuestamente racional. Porque la realidad social en la
que ahora vivimos es una realidad construida por los
hombres en largos procesos históricos, y es además una
realidad que hoy sigue siendo capitalista, y clasista, y
racista, y patriarcal, y sexista, y discriminatoria, y profundamente
prehistórica8. Y por lo tanto, una realidad
que expresa todas estas características mencionadas en
todo el vasto conjunto de sus discursos, en su lenguaje,
en sus diversas formas de concretización práctica, en
sus manifestaciones más cotidianas y en toda la gama
de sus múltiples encarnaciones.
Por eso, y como nos lo enseñan todas las tradiciones
del pensamiento social crítico, desde Marx
y hasta Edward Palmer Thompson o Immanuel
Wallerstein, esa mirada crítica y distanciada, neozapatista,
sólo puede afirmarse si se aventura en el
camino de desaprender lo ya aprendido, de impensar
sus conceptos y categorías más básicos, de instaurar
todo el tiempo, frente a los hechos y fenómenos, y
procesos observados y analizados, el procedimiento
del “extrañamiento”, de desandar o de rehacer hacia
atrás el camino habitual del pensamiento, para rehacerlo
de un modo muy otro, por otros caminos, con
otra lógica, con otros y muy nuevos y aún no inventados
términos, con otras herramientas conceptuales
y bajo también muy otros mecanismos de ese mismo
pensar o mirar la realidad.
O para decirlo en términos foucaultianos: la mirada
neozapatista, que se entronca con, y prolonga
claramente a, toda esta tradición del mirar y pensar
genuinamente críticos, que fue inaugurada por Marx,
no es otra cosa que un primer paso en el camino de la
necesaria construcción de un nuevo y muy otro “episteme”
no capitalista, no clasista, y no prehistórico9.
Por eso, como afirma el Subcomandante Insurgente
Marcos, esa mirada neozapatista mira como a través
de un “periscopio invertido”, que en lugar de ver el
exterior desde las profundidades del mar, mira más
bien hacia lo profundo de la realidad desde y más allá
de su superficie, mirando precisamente “al revés” y
a contrapelo de la mirada del poder, de la mirada derivada
y correlativa a la ideología hegemónica y dominante.
Y además, como una mirada que lejos de concentrarse
en un solo punto, mirando sólo ‘muy de cerca’
o sólo ‘muy de lejos’, es capaz de mirar, alternativa
y combinadamente, tanto cerca como lejos, es decir,
que es capaz de mirar simultáneamente a los diferentes
tiempos de la historia que se concentran en cada
66
momento y circunstancia histórica, discriminando su
diversa densidad y su diferente relevancia para la explicación
critica de cada presente analizado. Porque,
como lo afirma también el Subcomandante Marcos,
con una frase que inevitablemente nos recuerda los
tiempos históricos braudelianos: “Por entre el mirar
se asoman muchos tiempos. Y este mirar tiene color
y es moreno su brillo”. Mirada compleja que abarca
los diferentes tiempos históricos, y que puede por lo
tanto ver al mismo tiempo ‘muy de cerca’ y ‘muy de
lejos’, soñando y luchando simultáneamente, sin quedarse
estancada en el ahora, pero también sin perder
el camino concreto que nos lleva hasta el deseado mañana
por el que ahora combatimos: “Va a llegar la noche
en que empecemos a caminarla para llegar al día.
Si sólo vemos muy cerca, entonces nomás por ahí nos
vamos a quedar. Si sólo vemos muy lejos, entonces
vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino (…)
Cuando se sueña hay que ver la estrella allá arriba,
pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala
la estrella. Eso es vivir. Un continuo sube y baja de
la mirada”10.
Mirada densa, múltiple y que es también un mirar
al revés, críticamente, o a contrapelo de los hechos,
que es la que explica, por ejemplo, el constante
uso de los oxymorones dentro del discurso
neozapatista. Pues frente a la absurdidad e irracionalidad
cada vez más flagrantes y patéticas
que caracterizan al pensar dominante, y a la
mirada desde el poder, en sus insostenibles
afanes de ocultar el actual caos destructivo
en que se ha convertido hoy el sistema
capitalista mundial, la única alternativa
posible es la de la afirmación retadora
del pensamiento paradójico, del pensar
mediante oxymorones, los que para ser
comprendidos nos obligan precisamente
a explicitar y a asumir y reconocer
los supuestos no asumidos de nuestras
categorías más cotidianas, forzándonos
a verlas críticamente y bajo una nueva
luz totalmente diferente.
Por ejemplo, la idea de un ejército
de sombras que lucha para alcanzar
la luz que ha de matar a esas mismas
sombras, es decir un ejército que lucha
para negarse a sí mismo, para crear un mundo en el
que no existan y no puedan más existir ejércitos. O
también una tierna furia desencadenada, que no nace
del enojo y de la negación, sino del amor a los otros
y de la profunda afirmación de la vida, lo mismo que
una digna rabia, que lejos de querer destruir y arrasar
con todo, tiene como su objetivo central el de construir
caminos y puentes hacia un mundo nuevo y diferente,
no capitalista ni prehistórico.
Mirada neozapatista, crítica y que camina a contrapelo
de la mirada del poder, que además de este
pensar mediante paradojas y oxymorones, afirma
también otros modos de mirar que son radicalmente
incompatibles con la mirada capitalista y prehistórica,
modos anticapitalistas y antisistémicos de ver, que
hunden sus raíces, simultáneamente, tanto en ciertos
trazos derivados de la identidad indígena del movimiento
neozapatista, como también en varias de las
lecciones principales de las tradiciones del pensamiento
crítico y de izquierda derivadas de Marx y ya
antes mencionadas. Trazos y lecciones que, como es
bien sabido, al combinarse en los años ochenta del
siglo pasado, en las hoy muy conocidas montañas del
Sureste mexicano, generaron al digno movimiento
indígena neozapatista, y con él también
a estos otros perfiles de esa misma mirada neozapatista.
Por ejemplo, la elección consciente
de tratar de mirar el mundo no desde el yo,
sino desde el “nosotros”, recreando así
una nueva versión moderna de las viejas
y antiguas estructuras comunitarias,
que reafirma la prevalencia del colectivo
sobre los individuos que lo componen,
para atajar de raíz todos los
excesos absurdos derivados del individualismo
egoísta y posesivo propio
del mundo capitalista.
O también la noción neozapatista de
la naturaleza como “Madre Tierra”, como
fuente matriz global de toda la vida humana,
que no sólo cuestiona la noción de esa
tierra y naturaleza como mercancías, sino
que incluso y más allá, plantea la crítica
de la idea instrumental y degradada de esa
tierra como algo que puede ser convertido
en “propiedad” de los seres humanos,
67
sea individual o colectiva, desde una idea de absoluta
exterioridad del hombre frente a dicha madre tierra o
madre naturaleza. O en otro caso, la idea de la política
vinculada a la ética, y estructurada en torno del
principio del “Mandar Obedeciendo”, la que rebasa y
quiebra completamente la noción actual de la política,
separada y vaciada de lo ético, de lo social y de lo
histórico, y que afirma cínicamente que “el fin justifica
todos los medios”, autoconcibiéndose además
como una actividad supuestamente muy compleja y
sofisticada, donde los pocos, las élites, los políticos
profesionales, detentan el monopolio de un mando
despótico y prepotente, y los muchos, los subalternos,
los ciudadanos de a pie, se ven forzados a obedecer de
modo siempre humillante y vejatorio.
E igualmente, la recuperación del saber popular
y del conocimiento a través de indicios, de los que
son depositarios el Viejo Antonio y Elías Contreras,
y que desafía abiertamente y desmonta las falsas jerarquías
del saber erudito, o libresco, o académico, o
universitario, como supuestamente “superior” a ese
saber popular e indiciario, nacido de la experiencia
directa y de la aguda y paciente observación atenta
de la realidad, observación decantada muchas veces
durante siglos y hasta milenios.
Cuestionamiento profundo de las relaciones y jerarquías
establecidas entre las culturas hegemónicas y
las culturas subalternas, y también entre los distintos
modos de los saberes humanos, que llega hasta el punto
del desafío radical absoluto cuando los neozapatistas
mexicanos afirman que el lugar del pensamiento es el
corazón, y que sentimos con la cabeza, con lo cual ponen
en suspenso, incluso, nuestra ancestral y milenaria
división entre razón y sentimiento, entre el pensar y el
sentir, entre el mundo del conocimiento y el mundo
de las emociones. Con lo cual invalidan totalmente la
frase del poeta, que expresa el desgarramiento típico
del mundo capitalista cuando afirma: “lo que dice la
razón, no lo entiende el sentimiento, pues lo que habla
el corazón, no lo capta el pensamiento”11.
Manera de mirar neozapatista que, a partir del
uso del oxymoron y del pensamiento paradójico, y
apoyada también en estas formas descentradas y anticapitalistas
y antisistémicas de abordar los problemas,
va a permitir redefinir incluso a los viejos términos,
renovando los significados actuales de ideas
importantes, que se habían desgastado y vaciado de
contenido, como las palabras: democracia, libertad,
justicia, entre otras.
Pues una vez más, a partir de sus propias prácticas
y experiencias concretas de lucha, es que los neozapatistas
van a recordarnos que el verdadero significado
original de la palabra griega “democracia” es el que
corresponde a sus raíces etimológicas directas, que
significan el “gobierno del pueblo”. Y no el gobierno
sobre el pueblo, o contra el pueblo, pero tampoco el
gobierno “para” el pueblo, o “en nombre” del pueblo,
o “en representación” del pueblo, sino el gobierno directo
y sin mediaciones del propio pueblo. Y como el
pueblo es la inmensa mayoría de la población de cualquier
grupo humano, ese gobierno directo del pueblo
no puede ejercerse más que sobre sí mismo, lo que
implica que la democracia, en su verdadero y genuino
sentido original, no es otra cosa y no puede ser otra
cosa que el autogobierno del pueblo sobre sí mismo.
Autogobierno popular que, lejos de la democracia
delegativa, derivativa, representativa y formal
que siempre la ha suplantado, se apoya más bien en
las formas de la democracia directa, del predominio
protagónico central de la Asamblea General, y de la
construcción de órganos de gobierno que “Mandan
Obedeciendo”, tal y como esa genuina y verdadera
democracia existe ya, ahora mismo, en las Juntas de
Buen Gobierno y en los Caracoles y comunidades
neozapatistas de Chiapas. Redefinición radical y anticapitalista
de la democracia, derivada de la mirada
neozapatista, que no casualmente se repite y reproduce,
con sus variantes concretas y diversas, y con
sus especificidades propias de cada lugar, en todos
los principales movimientos antisistémicos de toda
América Latina12.
Y es también el modo de mirar neozapatista, el
que nos permite quebrar y cuestionar la mentira que
encierra, por ejemplo, la idea de justicia defendida
desde la mirada del poder. Pues la idea de justicia
burguesa, pretende que ella es un conjunto de normas
y de reglas que se aplican a todos por igual en nuestra
sociedad, una suerte de mecanismo neutral e imparcial,
que repartiría “premios” y “castigos”, es decir,
protección y penas, a los ciudadanos, según su comportamiento
singular, según que hayan obrado “bien”
o “mal”, correcta o incorrectamente.
68
Pero esta ilusoria y falsa idea de justicia olvida
el hecho de que, aunque supuestamente todos somos
“iguales ante la ley”, existen unos pocos que son, para
plantearlo en estos términos, “más iguales que otros”.
Porque no es igual poder pagar un buen abogado, que
conoce pericialmente las leyes, que tener que ser defendido
por un abogado de oficio que se aburre y que
no se compromete para nada con sus propios defendidos,
así como no es lo mismo tener relaciones, influencias,
vínculos y poder sobre los jueces, los fiscales,
los testigos y hasta sobre los posibles acusadores,
que estar solo y desprotegido frente a todo ese aparato
jurídico mencionado.
Y todo esto sin considerar quién establece los códigos
que discriminan lo que está bien y mal para esas
leyes burguesas, las que fueron creadas para defender
a los ricos y a su propiedad privada, y para fortalecer
a su Estado, y para reproducir a todo el conjunto de
su sistema social capitalista, además de para criminalizar
abiertamente toda forma de rebeldía, de insumisión,
de protesta o de lucha abierta y radical en contra
de este mismo capitalismo.
Frente a todo esto, brilla enormemente la noción
de justicia neozapatista, que propone, radicalmente,
trascender incluso esta forma tosca y limitada de la
justicia burguesa, de aplicar un rasero igual a hombres
desiguales —idea ya señalada y criticada por Marx, al
afirmar que “la justicia, para que sea justa, tiene que
ser desigual”—, para proponer en cambio una justicia
mucho más inteligente y mucho más “justa”, y en
verdad mucho más avanzada, que se basa en el principio
de que hay que darle “a cada cual lo que merece, y
cada cual merece lo que el espejo le devuelve: él mismo”,
lo que implica que hay que ser con los buenos,
bueno, con los justos, justo, con los solidarios, solidario,
y con los fraternos, fraternal. Pero también y en
esa misma lógica, los que han sido malos deberán de
cosechar como su resultado la vergüenza y la tristeza,
y los que han sido injustos, recibirán a cambio la
indiferencia, el aislamiento y la soledad. Aplicación
inteligente y muy avanzada de la justicia neozapatista,
que se ejemplifica precisamente en el modo en que
los zapatistas actuaron en el Juicio Público Popular
que le hicieron a Absalón Castellanos, quien había
sido un finquero represor muy connotado de Chiapas,
y al que ellos tomaron como prisionero de guerra en
los primeros días de 1994, para después enjuiciarlo
públicamente, y luego liberarlo, condenándolo solamente
a la vergüenza pública y a cargar el resto de su
vida con esa denuncia y ese conocimiento por parte
de todos, de sus malas e injustas y vergonzosas acciones
anteriores13.
Mirada neozapatista, que mira hacia abajo y desde
abajo, hacia y desde la izquierda, y de modo crítico,
distanciado y a contrapelo, que también nos permite
entender algunas de las tomas de posición y algunas
de las elecciones importantes recientemente definidas
por parte de este mismo neozapatismo mexicano.
…¡YA SE MIRA EL HORIZONTE…!
Si el neozapatismo mexicano elige mirar abajo y a
la izquierda, en el sentido ya apuntado, esta elección
conlleva también múltiples y distintas implicaciones,
de entre las cuales vale la pena subrayar algunas en
particular. Por ejemplo, al optar por el abajo social,
lo que se está haciendo es revalorar y reivindicar
69
nuevamente el protagonismo social central y fundamental
de la propia base de la pirámide social, de
los mismos subalternos, distanciándose así de todo
vanguardismo, o sustituismo, o suplantación de esas
mismas bases del movimiento social anticapitalista
que se persigue construir, con la importante iniciativa
de La Otra Campaña.
Pues como lo afirman los compañeros neozapatistas:
si son los propios explotados, y excluidos, y
discriminados, y humillados, y oprimidos, los que
van a arriesgar su persona, su seguridad personal, su
empleo, su familia, o eventualmente hasta su propia
vida, para luchar por la transformación radical de la
sociedad, entonces es a ellos y sólo a ellos a los que
les corresponde tomar las decisiones fundamentales
de todo el movimiento, decidir sus destinos, sus estrategias,
sus tácticas, su Programa de Lucha, sus formas
de organización y sus distintas formas de acción y de
lucha en general. “Devolución”, por decirlo así, del
protagonismo central a la base misma del movimiento
y de la organización que, además de ser una de las
tantas formas de expresión de la muerte de la política
que hoy presenciamos —muerte que implica que eso
“político” se vacía de contenido, para ir siendo reabsorbido
nuevamente por lo propio social14—, implica
también múltiples redefiniciones del posible papel de
las “vanguardias” dentro de los movimientos, o de la
estructura misma de sus organizaciones, o de la relación
entre “líderes” y “bases” del movimiento, igual
que del posible papel de los intelectuales dentro de
esos movimientos. Pero también, de los tiempos y
modos de acción de ese movimiento, de las formas
de construcción de su Programa, su estrategia y sus
tácticas, o hasta de su actitud y postura frente a otros
movimientos sociales, o frente a los distintos actores
y sectores de su propia sociedad o de otras sociedades
diversas.
Pues si recuperamos, también al interior del movimiento,
el ejercicio de la democracia directa, del
papel central de la Asamblea Universal y del Mandar
Obedeciendo, entonces tenemos que eliminar totalmente
la idea de una vanguardia que encarna la
“conciencia” del movimiento, olvidándonos de creer
que un grupo de iluminados, omniscientes y omniconscientes,
elabora el análisis crítico de la realidad,
y el programa y la estrategia y la táctica, para después
“bajarlos” a la base de la organización o del movimiento
de masas. Ahora, en cambio, es esa base misma
la que cuenta y analiza sus experiencias de lucha,
sus fracasos y sus logros, la que reflexiona y decanta
esas mismas experiencias en términos generales, y la
que define la prioridad y relevancia de sus demandas
centrales y de sus objetivos, elaborando así, por estos
caminos y desde abajo y a la izquierda, el Programa
Nacional de Lucha15.
Con lo cual el papel de la vanguardia será, ahora,
no el de un grupo dirigente de todo el movimiento,
sino más bien el del grupo que camina adelante
sólo para explorar lo que hay y para comunicárselo
después a todo el movimiento. Tal y como hizo la
“Comisión Sexta” durante la primera etapa de La Otra
Campaña. Y ello, dentro de una estructura o forma de
organización, que, al carecer de la antigua jerarquía
entre Comités Centrales y bases del Partido, entre
líderes que concentraban todo el poder de decisión
y bases que solamente ejecutaban en la práctica esas
decisiones, puede ser ahora una forma de organización
mucho más horizontal y descentralizada, a la vez
que menos jerárquica, más desconcentrada y mucho
menos piramidal.
Lo que, igualmente, redefine el papel de los intelectuales
dentro del movimiento. Pues si se reconoce
que las decisiones principales corresponden a todo el
colectivo, y si además se ha ya revalorado el papel
del saber popular y de la economía moral de la multitud,
y también de las lecciones y el conocimiento que
brotan de la experiencia directa y de la observación
atenta de la realidad, entonces el intelectual deja de
ser el supuesto depositario de todo el saber y de la
omniconsciencia, para convertirse en un compañero
que, sencillamente, pone las herramientas intelectuales
que ha adquirido y de las que dispone, al servicio
del autoanálisis y del trabajo teórico global del
movimiento. Pues como lo han planteado también
los compañeros neozapatistas, su “teoría” es su propia
práctica, lo que entre otros posibles significados,
quiere decir también que el saber y la teoría brotan
de múltiples fuentes, todas igualmente legítimas y
todas también necesarias, y por ende, esa teoría o reflexión,
que sin duda requieren de manera central los
movimientos, brotará tanto del ejercicio decantado
de reflexión de su propia práctica, llevado a cabo por
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todo el conjunto de sus miembros, como también del
intercambio de experiencias entre todos esos miembros,
igual que de la observación atenta de la realidad
(que no es tampoco patrimonio exclusivo de nadie),
o también y finalmente, de la contribución específica
de esos intelectuales.
Además, si el protagonismo central le corresponde
ahora no a la vanguardia, ni al Comité Central, ni a los
líderes, ni a los intelectuales, ni a los teóricos, sino al
abajo social en toda su amplitud, entonces es este mismo
abajo el que ahora define los tiempos y los modos
de su propia acción concreta. Y define entonces su propio
calendario, dictado por ejemplo en las condiciones
actuales, y para el caso de este neozapatismo mexicano,
por la particular maduración del 2010 histórico, no
cronológico, y por el crecimiento de su propia organización,
del vasto movimiento de La Otra Campaña,
y no por el vacío calendario de las elecciones y de las
citas electorales determinado por los de arriba, o por
las crisis políticas recurrentes y las agitaciones e inútiles
pugnas y componendas derivadas de la corrupta
realpolitik de toda la clase política mexicana.
Entonces, ese abajo social resitúa el antiguo objetivo
central de la toma del poder —a la que naturalmente
no renuncia—, dentro de una perspectiva más
amplia, que es la de cambiar radicalmente el mundo
capitalista actual por otro mundo no capitalista y no
prehistórico, ubicando entonces dicha “toma del poder”,
como un objetivo intermedio más, entre muchos
otros, de la estrategia global del movimiento, que más
que querer “tomar el poder”, lucha para revolucionar
desde abajo las relaciones mismas y los fundamentos
generales de la existencia de ese mismo poder. Tal y
como ya lo encarnan y lo ilustran en la práctica las
Juntas de Buen Gobierno Neozapatistas, que existen
desde hace ya más de seis años. Así, más que “tomar
el poder”, y una vez más, fiel a la lógica de mirar hacia
y desde abajo, y hacia y desde la izquierda, lo que
la mirada neozapatista propone es ir generando contrapoderes
desde abajo y a la izquierda, que fomenten
cada vez más la autonomía, la autoorganización y la
autoemancipación de todos los colectivos y grupos
componentes de ese mismo vasto movimiento.
Lo que, finalmente, explica también la actitud del
neozapatismo hacia algunos de los procesos que hoy
se viven en América Latina. Pues si la mirada neozapatista
mira abajo y a la izquierda, entonces lo que a
ella le importa no es la personalidad de Hugo Chávez,
o la biografía de Evo Morales, o las veleidades de
Rafael Correa y sus pugnas de familia, ni tampoco las
vacilaciones y claudicaciones de Lula o de Kirchner,
o de Lugo, o de Mujica…, sino más bien la maduración
y las posibilidades futuras de las clases populares
venezolanas, o del Movimiento Indígena Pachacutik
71
y de la Comuna de El Alto bolivianos, o de la Conaie
ecuatoriana, lo mismo que del MST en Brasil, o de los
piqueteros argentinos, o de los grupos y clases subalternos
de Paraguay o Uruguay. Por eso, como dice el
Subcomandante Marcos: “donde otros ven personajes,
líderes y héroes, nosotros vemos pueblos enteros,
cumpliendo la función de maestros a la distancia, en
tiempo, geografía y modo”16. Tesis que, dicho sea de
paso, puede aplicarse hoy al movimiento del SME,
mirándolo no desde su tibio y socialdemócrata líder
Martín Esparza, que está presto a los arreglos y a las
componendas políticas con los de arriba, sino desde
abajo, en la resistencia tenaz y en la protesta radical
de los miles de combativos trabajadores electricistas
recién despedidos, y que no han aceptado, bajo ninguna
circunstancia, su liquidación por parte del injusto y
arbitrario gobierno mexicano.
Estas son algunas de las principales implicaciones
de la mirada neozapatista. De esa mirada que, según el
Subcomandante Marcos, es la principal herencia que
deja un zapatista: “¿Qué deja un zapatista como herencia
a quien sigue? Una mirada, y con suerte, el sentido
del deber que ella implica…”17. Herencia que nosotros
asumimos con entusiasmo, para seguir caminando en
pos de un mundo muy otro, no capitalista y no propio
de la prehistoria humana. Porque, sin duda alguna, estamos
convencidos de que desde esta mirada neozapatista
¡ya se mira el horizonte! de ese otro mundo, nuevo
y muy otro, en el que cabrán muchos mundos.
Ciudad de México, 6 de enero de 2010.
Notas:
1. Esta tesis ha sido planteada por Immanuel Wallerstein
en varias ocasiones. Al respecto, cfr. varios de sus ensayos,
incluidos en su libro Historia y dilemas de los movimientos
antisistémicos, Ed. Contrahistorias, México, 2008.
También Carlos Antonio Aguirre Rojas, Chiapas, Planeta
Tierra, Ed. Contrahistorias, 6ª edición, México, 2010.
2. Sobre estos ecos planetarios, múltiples, ubicuos y muy diversos
del neozapatismo mexicano, cuyas razones sociales e
históricas profundas no han sido aún adecuadamente explicadas
por los científicos sociales actuales, vale la pena recordar
el hecho de que, ya desde 1996, el propio Subcomandante
Insurgente Marcos se formulaba la pregunta, la que está aún
por responder cabalmente: “¿Qué pasa en las montañas del
Sureste mexicano, que encuentra eco y espejo en las calles
de Europa, los suburbios de Asia, los campos de América, los
pueblos del África y las casas de Oceanía?” en su texto “Un
sueño soñado en los cinco continentes” en el libro Crónicas
Intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la
Humanidad y contra el Neoliberalismo, Ed. EZLN, México,
1996. Véase también, del mismo Subcomandante Marcos,
El sueño zapatista (entrevista con Yvon Le Bot), Ed. Plaza y
Janés, Barcelona, 1997, Hermann Bellinghausen, “Revuelta
zapatista, ocho años”, en La Jornada, 31 de diciembre de
2001, Raúl Zibechi, “Los impactos del zapatismo en América
Latina”, en el diario La fogata digital, en http://www.lafogata.
org/zibechi, 2003, y “El zapatismo y América Latina:
La Otra y nosotros”, en Contrahistorias, num. 6, México,
2006, Sergio Rodríguez Lascano, “La Sexta: ‘la razón y la
ira’”, en Rebeldía, num. 33, julio de 2005, Guiomar Rovira,
Zapatistas sin fronteras, Ed. Era, México, 2009, y Carlos
Antonio Aguirre Rojas, “Planeta Tierra: los movimientos antisistémicos
hoy” en Revista de Ciencias Sociales, Segunda
Época, año 1, num. 16, Quilmes, Argentina, 2009.
3. Hablamos de tres etapas en la historia del neozapatismo,
tratando de seguir el espíritu de la idea que los propios compañeros
neozapatistas han propuesto, primero, cuando al
celebrar los diez y veinte años de su existencia en 2004, hablaron
de dos etapas: la del fuego, que iría desde noviembre
de 1983 hasta el primero de enero de 1994, y la de la palabra,
desde enero de 1994 hasta ese año de 2004 y un poco después,
y luego en el texto de la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona, donde anuncian claramente el paso a una etapa
nueva. Pues es claro que con esa Sexta Declaración se cierra
esa etapa comenzada en enero de 1994, la segunda, y se inaugura
una fase nueva, la tercera, que da sentido al proyecto
hoy en curso de La Otra Campaña. Sobre este punto, cfr.
“Sexta Declaración de la Selva Lacandona”, en La Jornada
de 29 y 30 de junio y 1 de julio de 2005. También Carlos Antonio
Aguirre Rojas “Una aproximación a La Otra Campaña
(entrevista)”, en Contrahistorias, num. 7, México, 2006.
4. Por eso, el Subcomandante Marcos señala que al mirar
hacia abajo y a la izquierda “…no es lo mismo mirar desde
arriba, que desde el mismo nivel”, agregando luego que “…
el que mira hacia abajo desde el mismo nivel y lo hace resistiendo,
lo hace para reconocer y reconocerse a sí mismo…”
rematando con la idea de que “…ahí no debe acabar esta
mirada, (pues) ese reconocimiento y esa identificación se deben
organizar para convertir la lucha de resistencia en lucha
de transformación”, en su ensayo “Durito y una de miradas y
herencias”, en Rebeldía, num. 37, noviembre de 2005.
5. Punto de vista de las víctimas, tal y como lo han planteado
autores como Walter Benjamin, en su Tesis sobre la
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historia y otros fragmentos, Ed. Contrahistorias, México,
2005, o Edward Palmer Thompson, en el conjunto de sus
ensayos publicados en su libro Costumbres en común, Ed.
Crítica, Barcelona, 1995, o también Carlo Ginzburg, en El
queso y los gusanos, Ed. Muchnik, Barcelona, 1981, entre
otros. Sobre estas tesis de la historia social y esta doble
significación de mirar hacia abajo y desde abajo, véase
también Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del
mal historiador, Ed. Contrahistorias, 13ª edición, México,
2008, y varios de los ensayos incluidos en Retratos para la
historia, Ed. Contrahistorias, México, 2006.
6. Sobre estos aportes de la Escuela de Frankfurt, véase el
num. 9 de la revista Contrahistorias, México, 2007.
7. Véanse estas afirmaciones en el texto del Subcomandante
Insurgente Marcos, “Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa”,
en Rebeldía, num. 43, junio de 2006, pp. 69 y 70.
Véase también, Sergio Rodríguez Lascano, “¿Otra teoría? Sí,
abajo y a la izquierda” en Rebeldía, num. 41, abril de 2006.
8. En el sentido preciso en el que Marx ha hablado de todas
las sociedades humanas basadas en la división en clases sociales,
como partes de la larga prehistoria de la humanidad,
como parte del claro predominio del “Reino de la Necesidad”
dentro de la historia. Recordando, además que, felizmente,
el capitalismo es la última etapa histórica de esa larga prehistoria
humana. Al respecto cfr. Carlos Marx, El Capital, 8
volúmenes, Ed. Siglo XXI, México, 1975-1981, y Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política. Grundrisse,
3 volúmenes, Ed. Siglo XXI, México, 1971-1976.
Sobre algunas de las implicaciones importantes de esta tesis,
que determinan que los actuales movimientos sociales no
sean solamente anticapitalistas, sino también necesariamente
antisistémicos, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La Digna
Rabia: tan anticapitalista como también radicalmente antisistémica”,
en Contrahistorias, num. 13, México, 2009.
9. Para este concepto de “episteme”, cfr. Michel Foucault,
Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México, 1968. Y
pensamos que la riqueza enorme de toda la obra foucaultiana,
reside precisamente en su inagotable capacidad de
disolver críticamente la falsa lógica y la supuesta “naturalidad”
de muchos de nuestros conceptos y categorías más
habituales, como los de “locura”, o “justicia”, o “ciencia”,
o ”poder”, o “gobierno”, o “sexualidad”, entre muchos
otros. Sobre este punto, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas,
“Michel Foucault en el espejo de Clío”, en el libro Retratos
para la historia, ya antes citado.
10. Para las dos citas que se incluyen en este último párrafo,
cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Abecedario
para Escarabajos” en Rebeldía, num. 2, México, 2002,
pag. 8, y “Las políticas y las bolsas (las nuestras y las
de ellos)” en el libro Crónicas Intergalácticas. Primer
Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el
Neoliberalismo, antes ya citado.
11. Sobre los ejemplos mencionados en los últimos cuatro
párrafos, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Mandar obedeciendo.
Las lecciones políticas del neozapatismo mexicano,
Ed. Contrahistorias, 5ª edición, México, 2010, y también
“Los movimientos antisistémicos de América Latina y
su lucha por la tierra en el siglo XXI”, en Contrahistorias,
num. 13, México, 2009.
12. Sobre este punto particular, cfr. Carlos Antonio
Aguirre Rojas, América Latina en la encrucijada, Ed.
Contrahistorias, 7ª edición, México, 2009, y en especial
el Apéndice num. 2, “La nueva democracia de los nuevos
movimientos antisistémicos de América Latina”, en las páginas
159-188.
13. Sobre esta idea neozapatista de la justicia, cfr.
Subcomandante Insurgente Marcos, “Luchamos, lucharemos,
venceremos” en Rebeldía, num. 43, junio de 2006,
y también “La historia de las palabras”, dentro del relato
número X, en el libro Relatos del Viejo Antonio, Ed.
CIACH, México, 1999. Y pensamos que no es una casualidad
que esta postura neozapatista coincida muy de cerca,
tanto con la mencionada idea de Marx, desarrollada en
su Crítica del Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1978, como también con las tesis de
Michel Foucault, en Vigilar y castigar, Ed. Siglo XXI,
México, 1993, o de Edward Palmer Thompson, en su texto
“El imperio de la ley”, en el libro Thompson. Obra esencial,
Ed. Crítica, Barcelona, 2002.
14. Sobre esta tesis de la muerte de la política, cfr. Carlos
Antonio Aguirre Rojas, “La otra política de La Otra Campaña”
en Contrahistorias, num. 6, México, 2006.
15. Sobre este proceso, hoy todavía abierto, de esa construcción
desde abajo y a la izquierda del Programa Nacional
de Lucha, cfr. el número 10 de la revista Contrahistorias,
México, 2008.
16. Para esta cita, cfr. Subcomandante Insurgente Marcos,
“Dos políticas y una ética”, en Rebeldía, num. 53, junio de
2007, p. 7. Sobre las tesis referidas en torno a América Latina,
cfr. del mismo Subcomandante Marcos, “De redentores
e irredentos”, en Rebeldía, num. 54, julio de 2007, y también
la entrevista realizada por Sergio Rodríguez Lazcano,
“El elemento extra: la organización”, en Rebeldía, num. 42,
mayo de 2006. Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas,
América Latina en la encrucijada, ya antes mencionado.
17. Cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Durito y una
de miradas y herencias”, en Rebeldía, num. 37, noviembre
de 2005, pag. 3. 


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