Proeza de rescate, mina de dinero
Editorial Gara
La casualidad o el sarcasmo histórico hizo que el presidente chileno, Sebastián Piñera, y sus asesores eligieran el Día de la Hispanidad como «día d» para un rescate de impacto informativo planetario. El final del turno de trabajo más largo que jamás ha conocido la minería comenzó ayer con el rescate escalonado de los 33 mineros atrapados durante 70 días a 700 metros de profundidad. Mina San José, en el desierto de Atacama, se convirtió en el epicentro informativo mundial, con más de 2.000 periodistas acreditados. La operación de rescate, -llamada Operación San Lorenzo en honor al santo patrón de los mineros-, ha sido desde un punto de vista técnico y de ingeniería de minas una proeza. Es de justicia reconocer la extraordinaria labor de quienes idearon, prepararon y han ejecutado un plan de rescate que presentaba tantas dificultades y que han sido capaces de encontrar brillantes soluciones imaginativas.
Fueron miles los voluntarios que acudieron a acompañar y ayudar a las angustiadas familias. Han sido innumerables las expresiones de calor humano guiadas por un noble espíritu de solidaridad. Pero los oportunistas y las tentaciones más perversas también se han hecho presentes. En primer lugar, la Iglesia. Atribuir el rescate a la «mano de Dios» y anunciar la puesta en marcha del protocolo para otorgarle la categoría de «milagro» no deja en buen lugar a sus promotores. En segundo lugar, la clase política dominante. Hacer de los mineros «héroes nacionales» y utilizarlos como reclamo para la exaltación de un fervor patriótico que los refuerce en aceptación social y esconda sus responsabilidades es de un oportunismo muy peligroso. Y finalmente, la industria del espectáculo y las corporaciones mediáticas. Mina San José es para ellos una mina de dinero. Hollywood ya ha adelantado su película, y las grandes televisiones de medio mundo ya han firmado exclusivas a cambio de testimonios que multiplican los salarios de los mineros.
Ser minero siempre ha sido un trabajo duro -privados de luz solar-, sucio -impregnados de polvo mineral- y peligroso -con la muerte acechando siempre-. Ojalá que tras la alegría y el júbilo del presente, no sean olvidados como siempre. Y para siempre.