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El precio de un minero
El rescate de los mineros chilenos es, al mismo tiempo, un orgullo y una desvergüenza.
Es un orgullo para los ingenieros, los médicos y los propios trabajadores que han conseguido algo impensable hace tan solo veinte años: un programa sincronizado de cuidado y vigilancia para mantener en óptimas condiciones a 33 hombres enterrados.
Sin embargo, todo lo que tiene de grandioso como muestra de la capacidad humana por lograr metas cada vez más elevadas y por resistir en condiciones extremas, lo tiene de lamentable y bochornoso por el espectáculo político-mediático en que se ha convertido.
No reprocho el sentimentalismo del ‘Campamento Esperanza’. ¿Cómo criticar a unas familias que los dieron por muertos y los han visto volver a la vida? Su emoción y sus lágrimas son lo único sincero de todo este show.
En cambio ver allí a Evo Morales y al propio presidente chileno alegando que, desde ahora, se supervisarán las minas de todo el país me indigna y me repele. ¿Qué hace allí Evo? ¿No tiene bolivianos de los que cuidar salvo un minero que trabajaba en Chile? ¿Es éste prioritario respecto a los miles que no son objeto de las cámaras?
Su presencia allí solo responde a un ejercicio de populismo barato y ofensivo para la mayoría de bolivianos. En cambio, la del presidente chileno está justificada, pero sus palabras son indecentes. Si las autoridades hubieran vigilado mejor las condiciones de trabajo de estos mineros quizás no estaríamos ahora pendientes de su recuperación. Parece olvidar Sebastián Piñera a tantos y tantos que no han podido contar su historia ante las cámaras porque solo hemos conocido su rostro por la foto de la lápida.
Por eso cuando le escucho decir que la mejor riqueza de Chile no es el oro ni el cobre sino las personas, me pregunto si no hay nadie al lado que le pida prudencia y contención en el discurso.
Si las personas fueran lo primero para las grandes compañías que los contratan no se dejarían de activar sistemas de protección y prevención de riesgos por ahorrar costes. Y la máxima también vale para nuestro contexto. Ahí están las cifras de accidentes laborales para confirmarlo.