Autor: “Yayo Herrero”

Los cinco elementos (IV) Fuego

Cuenta Galeano que “un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso – reveló–. Un montón de gente, un mar de fueguitos”.
Y es que la pasión política, el amor por la vida y por la gente, es también fuego.


Los cinco elementos (III) Tierra

La sostenibilidad pasa por aterrizar en la tierra y reconstruir lazos rotos con ella.
Vista desde fuera, la tierra es azul. Vista desde dentro, es nuestra casa y hay que defenderla de lo gris.


Los cinco elementos (II) Aire

Dice Galeano que en el aire tiende la araña sus hilos de baba.
El cóndor, el cernícalo, el vencejo y el colibrí se sostienen, cada uno a su modo, sobre el aire.
El paisaje, el molino, el barco y el aerogenerador son hijos del viento.
Para los seres vivos el aire es vida y relación.
El grito, el esfuerzo y el eco también son aire.


Los cinco elementos (I) Agua

Tengo una fuente por mi madre.
-Gabriela Mistral-


Los monstruos que habitan la normalidad

¿Podemos organizar la existencia para que la vida de la gente, el territorio o los animales tengan sentido en sí mismos y no solo por ser valiosos –monetariamente valiosos? ¿Cómo convertir en normal la explosión comunitaria que estamos viviendo? ¿Es posible pensar en una forma de alimentarnos, de acceder a la vivienda, de cuidarnos y de construir seguridad que sea igualitaria? ¿Es posible construir horizontes de deseo que sean compatibles con las condiciones materiales que los hacen posible para todas? ¿Es posible blindar suelos mínimos de necesidades para todas las personas?¿Se puede aprender a vivir bien con lo suficiente? ¿Es posible dejar de destruir y regenerar esa tierra que nos alimenta y nos sostiene? ¿Cómo construir una autodefensa colectiva que nos proteja de quienes desahucian toda forma de vida con tal de ganar dinero?


El estado ha tenido mayor visibilidad en esta coyuntura, pero no se toman en cuenta los hogares y las posibilidades de cambiar de raíz nuestro modo de vida

Se menciona lo que se ha hecho en el sector público, pero no tanto lo que se ha hecho en los hogares, porque no se les tiene en cuenta. Se da como hecho que se trata de un servicio familiar, día a día y de generación en generación, base de la vida. Esta crisis ha dejado más en evidencia todas las deficiencias que tiene ese modelo. Y ha dejado en evidencia, además, que cuando hay voluntad política se pueden tomar rápidamente decisiones para proteger a las personas. Y al mismo tiempo, que las personas también podemos cambiar de raíz nuestro modo de vida cuando vemos que hay que proteger la vida de los que nos rodean. La cuestión es ¿podremos hacer eso mismo sin tener una hecatombe a la puerta? Creo que esto nos ha enseñado que sí, que es posible.


En guerra con la vida

Se requieren cambios en los estilos de vida, en las dinámicas de consumo. La clave es aprender a vivir bien con menos materiales, energía, agua, bienes de la tierra y aprender a compartirlos.


¿Estamos en guerra?

Se ha impuesto con inquietante espontaneidad la metáfora de la “guerra” como imagen y justificación de las radicales medidas tomadas contra el virus.
No es una guerra, es una catástrofe. Para esta batalla no se necesitan soldados sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para ‘fabricarlos’.


Cooperar y cuidar de lo común para sobrevivir

Orgullosa de sí misma, nuestra sociedad se autodenomina “sociedad del conocimiento”. Aunque en unas pocas décadas, hayamos superado la biocapacidad, se esté forzando el cambio de los procesos dinámicos de la biosfera y se aniquile a pasos acelerados la biodiversidad o la memoria almacenada en las semillas; esta crisis de lo vivo pasa social y políticamente inadvertida. Quienes ostentan el poder económico y político, y en buena medida las mayorías sociales que consienten ese poder, no son conscientes de que nuestra especie depende de esos bienes de la naturaleza que se destruyen, de que la vida humana está adaptada a las condiciones biogeofísicas que está alterando, ni de que somos parte inseparable de esa biodiversidad que desaparece velozmente.


Ecofeminismos para evitar la barbarie

La economía, la tecnología y, en realidad, cualquier producción humana, son subsistemas del medio natural en el que se insertan. Sin embargo, los metabolismos sociales y económicos se han configurado como si fuese al revés. Una vez superada la biocapacidad del planeta, el tamaño de la esfera material de la economía está condenado a disminuir.
En consecuencia, el crecimiento económico se estanca y retrocede inevitablemente. Los poderes económicos y políticos siguen confiando en superar la crisis económica por la vía del crecimiento.


Los partidos de izquierda son demasiado miedosos a la hora de hacer frente al problema ambiental

Es ese momento en que, por cada barril de petr?leo que extraes en un lugar del mundo, no encuentras reservas que lo puedan substituir. Ese pico del petr?leo va acompa?ado del pico del cobre, del agotamiento del litio, del platino o de las tierras raras, las cuales contienen los minerales utilizados para la fabricaci?n de componentes microelectr?nicos. Es decir, nos encontramos con el declive de los minerales de la corteza terrestre que son absolutamente imprescindibles para sostener el modelo industrial globalizado tal y como lo conocemos en este momento. Lo planteo porqu? ese agotamiento de los recursos naturales se conecta directamente con la inviabilidad del modelo capitalista industrializado que va a tener serias dificultades ?de hecho, ya las esta teniendo? para continuar creciendo sobre la base de una producci?n real de bienes y servicios.


Organizar la vida en común en el Antropoceno

Decía Walter Benjamin que prender la revolución consistía en activar el freno de la maquinaria desbocada de la historia y el progreso en el capitalismo. Creo que para activar esa palanca es preciso desprenderse de esa heroicidad viril que enaltece morir o matar por cualquier causa. Hoy la causa es la propia vida y, por tanto, el amor, entendido como ese esfuerzo constante, radical y apasionado de mantener vidas justas y dignas, es el aliento que debe impulsar el intento de organizar la vida en común.