Notas sobre el modelo monoexportador y la autonomía comunitaria

Desde el modelo macro-político y macro-económico estatal-empresarial de agro o monoexportación, hacia la autonomía productiva, energética y alimentaria local comunitaria



Notas sobre el modelo monoexportador y la autonomía comunitaria

Desde el modelo macro-político y macro-económico estatal-empresarial de agro o monoexportación, hacia la autonomía productiva, energética y alimentaria local comunitaria
Jaime Yovanovic Prieto

Primera parte:
Donde estamos parados.
Análisis somero de nuestro continente Abya Yala

Cuando miramos los libros, escuchamos a los profesores, repetimos nuestros apellidos o aceptamos lo establecido por los periódicos, nos encontramos que provenimos de los europeos, españoles, italianos, ingleses o alemanes y en definitiva pareciera que nos trajeron a muchos para instalarnos aquí como cuña a lo preexistente. Seguimos siendo la punta de lanza de la cultura europea y el aurocentrismo. Seguimos siendo los invasores, sus hijos y nietos.

Nos hablan de cultura universal y se deja la cultura china para los que practican acupuntura, la cultura india para los hare krisna, la egipcia para los rosacruces y la mapuche, kolla, maya. asháninka, quechua o aymara para los pobrecitos originarios. En realidad todo eso es tan nuestro (y viceversa) como el apellido, con la salvedad de que el mundo no es abstracto, sino el contacto que tenemos con él. Pareciera que conocemos el mundo por libros y poco lo tocamos.

Tal vez podemos respetarlo como ideología ecológica, como condescendencia de dioses, pero no somos carne en él. Estamos en el hilo de Ariadna cuyo inicio se encuentra en el llamado viejo mundo, cuando más vieja es África.

El continente Abya Yala, con su inmensidad y profundidad telúrica, abraza a sus moradores intentando restablecer la síntesis y armonía natural, sin embargo nos resistimos acogiendo en nuestros corazones de forma acrítica que somos un quiste, un tumor y le damos forma argumentativa-sicológica para sobrevivir en medio de la mentira. Muchos imaginamos que somos críticos porque asumimos la crítica hecha por algún otro, un autor o un paradigma, y enfrentamos los molinos de viento agitando la biblia ideológica como pastores que saltan en las plazas ahuyentando demonios.

Lo primero que se debería hacer es bajarnos de la nave celestial del canto de sirena de los dioses y recorrer el continente en moto, quien sabe si hay revoluciones y barbudos agazapados en cada rincón o comunidades intentando oír la voz de la tierra y tal vez entremos a alguna selva promoviendo la utopía para descubrir que ya está ahí y nos hagamos zapatistas. Tal vez sería suficiente conformarnos con ser “gente de la tierra” mapu-che.

En realidad somos como agua que corre bajando como vertientes de la cordillera para empapar una y otra vez esa tierra de donde brotan las flores, los alimentos, la soja transgénica (ay!) y nos retroalimentamos nosotros mismos. Si no “aterrizamos” seguiremos siendo mediocres émulos de los dioses invasores asesinos del lugar.

Segunda parte:
Quien y como miramos.
Miles de miradas individuales y asociadas, o las miradas telúricas. La arrogancia intelectual o la naturaleza que piensa.
O de como el plexo intelectual nos aproxima a los dioses y de como el instinto nos aproxima a las hormigas.
Teleología o raíz. Mirada intelectual del futuro probable de la pugna entre los cielos y las utopías o mirada corporal desde lo atávico.

Una vez reincorporados a la madre tierra, ya no somos nosotros los que miramos hacia adelante o hacia atrás, por mucho que duela a las mentes individualistas, heroicas o competitivas en que nos han transformado, sino el agua y la tierra que vive y revive, así como las flores que salen a ser acariciadas por la luz del sol, somos esa mirada o no somos nada, tal vez simples reproductores de la voces de la soledad y del afán de ganancia, por más que pregonemos a los cuatro vientos que nos mueve la energía de los más elevados valores aprendidos de algún manual o discutidos en un colectivo de “afinidad” entre cuatro paredes de las que saldremos para “cambiar el mundo” resistiendo a brazo partido que el mundo nos cambie a nosotros.

Esos “colectivos” en realidad no son más que el retrato de Dorian Gray donde nos espejamos el uno con el otro alimentando la satisfacción mutua de haber descubierto la piedra filosofal mientras nos desgastamos transformándonos en monstruos antinaturales y sirvientes de la depredación aunque chillemos por las ventanas abiertas que estamos en contra de la destrucción de la naturaleza.

La naturaleza, como el amaranto, se defiende a si misma y nosotros como parte de ella somos, o queremos ser, sus más fieles soldados, como las abejas que se arrojan todas juntas contra quien viene a romper el equilibrio, pero para ello debemos volver a la filosofía de la colmena, esto es, a la comunidad. La comunidad no es una forma de organización, sino una forma de vida.

Tercera parte:
Qué es lo primero que salta a la vista. Como nos tienen.
La sociedad fragmentada de las individualidades que ha abandonado la comunidad afectiva del sujeto nosotros.

Destruyendo y pisoteando las comunidades se instala la “sociedad”, forma artificial y totalmente antinatural de articulación de las relaciones entre las personas, que son clasificadas y ordenadas como frascos de laboratorio en ciudadanos, electores, compradores, clientes, deudores, vendedores, contratantes, asociados, autoridades, pacientes, subordinados, herederos, accionistas, espectadores, acusados, defensores, funcionarios, represores, fugitivos, drogadictos, traficantes, prisioneros, vigilantes, patoteros, competidores, ganadores, perdedores, profesores, apostadores, inspectores, desempleados y 14, 21 millones de categorías, tipos, especies, capas, clases y demás.

Ordenar, domesticar, controlar y dirigir todo eso requiere de administradores, policías, jueces, sapos, profesionales, gerentes, ejércitos, notarios, estado, semáforos, sociólogos, sicólogos, mercancías, hipermercados, médicos, profesores, cárceles, contratos, manicomios, abogados, periódicos, escuelas, propiedad, iglesias, leyes, parlamentos, lobbies, tanques, televisión, bancos, bombas lacrimógenas, partidos, farándula, patotas, sindicatos, ingenieros agrícolas y dinero, para sólo traer un 0.001% de los ejemplos posibles.

Las personas? Ah! Las personas, de eso se encarga la ideología de los valores al más puro estilo kantiano, el humanismo y otros ismos que insisten en que es posible incorporar cierta ética a esa payasada (con todo mi respeto a los payasos) de la sociedad del espectáculo, de las apariencias.

La estructuración al más alto nivel de ese modelo de sociedad que articula a las personas clasificándolas y relacionándolas mediante el poder, la propiedad, la convención, la ideología, la hipocresía, el dinero, los “valores” y el palo policial, es la macro economía y la macro política, por lo que veamos cómo funciona eso en el continente.

La discusión y la intervención de las personas se hace mediante el debate abierto de las posiciones políticas que van a administrar el estado y la economía. Todo ello incentivado hasta el cansancio por el afán de ganancia, por lo que la industrialización automatizada es uno de los principales factores de acumulación, siendo la circulación del capital financiero un segundo factor del desarrollo y efectivación del capital globalizado. La división del territorio continental en países permite que un sector encargado del control local, en especial propietarios y políticos, organice y administre los recursos locales en dos direcciones: la primera en estrecha relación con el capital global, la segunda con el uso de los recursos humanos, profesionales, técnicos, culturales, materiales y naturales internos. o sea, una capa poderosa interna se enriquece a costa de las personas y los recursos, pero sólo a condición de integrarse al capital internacional, lo que le otorga un rol subsidiario, como agentes locales del imperio.

El caso de Venezuela es sintomático, pues merced al petróleo puede acceder a la red internacional de circulación capitalista, no así Brasil que junto a la agroexportación ha desarrollado un fuerte conglomerado industrial aprovechando sus extensos recursos mineros, aunque ambos lo consiguen ampliando la capa de marginalidad y exclusión, además de una increíble política de destrucción de la naturaleza, modelo que pretende ser reproducido en Ecuador mediante nuevas leyes de aguas, minería y pesca. Sólo en este último país se ha desarrollado una potente resistencia desde las comunidades que ha llegado a paralizar la votación parlamentaria de la ley de aguas, aunque el rol del gobierno es satisfacer a la capa poderosa, mantener a la población sometida y conectarse en forma beneficiosa subordinada al capital internacional, por lo que seguirá con su objetivo realizando la consulta propuesta en la Constitución, que al no ser vinculante, quedará en nada, lo que ha llevado a las comunidades agrupadas en la Conaie a exigir que se haga vinculante.

En el caso de Brasil, por el interés de los dirigentes de los movimientos sociales de mantener y defender el gobierno neoliberal de Lula, esa resistencia ha sido sometida por el MST, Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, que, a diferencia de la Conaie, no ha extendido la protesta social contra las medidas del gobierno, deteniendo la lucha de ocupaciones que le hizo crecer hasta transformarse en un protagonista e interlocutor de importancia, lo que en vez de cuidar y acrecentar, lo canalizó para el apoyo crítico al gobierno, consolidación orgánica de sus bases y compás de espera para enfrentar a los eventuales gobiernos que sean de otros partidos. Por ello hablamos de un estancamiento de la lucha social y consolidación del esquema dominante.

En el caso argentino existen similitudes, pues sectores sociales progresistas se han plegado a la política de agroexportación y de reducidas medidas sociales del kirchnerismo que ha apoyado fuertemente la marcha indígena con la idea de ampliar la base de apoyo necesaria para las próximas elecciones presidenciales y reducir estratégicamente el potencial de expansión de las prácticas comunitarias, aunque buena parte de las dinámicas originarias están subordinadas a corrientes políticas salidas de los viejos partidos, por lo tanto integristas respecto del estado, tal como la CAOI, la Confederación Andina de Organizaciones Indígenas. Es increíble ver viejos maoistas o troskistas como el Perro Santillán en Argentina o Hugo Blanco en Perú, apareciendo hoy día como líderes de las luchas indígenas, acotando su autonomía.

El modelo agroexportador se asienta en la gran propiedad agraria o en la articulación de medianos y aún pequeños agricultores subordinados. El retorno es captado en parte por el estado para asegurar la adscripción de capas burocráticas de funcionarios públicos y para distribuir con cuentagotas a sectores de la población con los cuales mantener una base de apoyo, sectores que por sus necesidades no alcanzan a distinguir el impacto negativo que esto trae, transformándose por lo tanto en cómplices involuntarios del sostenimiento del modelo.

Las empresas fabricantes de semillas modificadas genéticamente interfieren fuertemente en esos modelos mediante lobbies millonarios hacia los parlamentarios y gobiernos, manteniendo asesores y técnicos, oficinas nacionales dedicadas al estudio y contactos necesarios. Con eso aseguran sus productos para el mercado internacional y la expansión de la dependencia generalizada a los transgénicos. Faraónicos laboratorios y contratación de miles de técnicos, ingenieros y biólogos desplegados por todo el mundo consolidan esta infraestructura. De esa manera la lucha contra los transgénicos, la depredación de la naturaleza y el predominio del capital internacional, se estrella contra los propios gobiernos y sus leyes, lo que lleva a algunos a insistir en movilizaciones de protesta que quedan en nada y a otros a intentar llevar representantes a los parlamentos para influir en las leyes, con lo que sólo consiguen darse vueltas mordiéndose la cola y legitimar las estructuras y dinámicas políticas que han ido consolidando el modelo.

La protesta y la lucha política ha quedado entrampada y es cómodamente asimilada por las instituciones y, por si eso fallara, están los gobiernos progresistas que han abierto aún más las puertas a la depredación.

Los campesinos y pueblos originarios están siendo arrinconados y muchos han tenido que migrar a las periferias de las ciudades, donde los esperan felices para subordinarlos a la vida urbana mediante las tropas de asalto, lacrimógenas, criminalización de la protesta y transformación de los barrios periféricos en zonas rojas donde la droga campea como Pedro por su casa con la connivencia de las autoridades para justificar ante las capas medias su aislamiento y represión. Así la ciudad se está transformando cada vez más en la prisión que impide la vuelta a las raíces comunitarias que por ahora son el principal peligro del modelo agroexportador.

Los sectores progresistas subordinados a ese modelo han levantado el concepto de la soberanía alimentaria, con el propósito de que ello sea una política estatal, llevando el debate, movilizaciones y disposiciones a apoyar a quienes podrán hacerlo mejor si son puestos en los cargos de comando del estado, sin embargo los progres de Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y aún Venezuela o Argentina no han hecho ninguna modificación al respecto, dejándoles el tema a los agitadores que moverán a las masas incorporando valores que les lleven a escoger en las urnas de los males el menor, es decir el discurso avanzado con práctica conservadora.

Sin embargo una de las mejores experiencias de lucha ha sido la de las comunidades Nasas de Colombia, que agobiados por la pugna entre gobierno y guerrillas en sus territorios, han levantado la Minga Social y Comunitaria, con marchas que han pasado de 40 mil personas de una ciudad a la otra, 35 mil en otro lugar y así, llegando a entrar a la capital, Bogotá, 40 mil indígenas y campesinos custodiados por la Guardia Indígena que hicieron un acto masivo en la Plaza Simón Bolívar con invitación a los principales dirigentes sociales urbanos, quienes no tuvieron más alternativa que apoyar y aplaudir la emergencia de la lucha indígena y campesina desde abajo con autonomía. No por otro motivo el gobierno ha detenido y desaparecido al vocero de la Minga.

En los meses siguientes a esa gran Minga, en varias ciudades colombianas surgen colectivos y agrupaciones independientes en barrios populares dedicados a la autoorganización tendiente a crear comunidades urbanas autosustentables, lo que es un duro golpe contra el gobierno y las corrientes progresistas que dicen ser críticas y sólo llevan a la gente de vuelta al redil institucional.

Cuarta parte:
Lo que algunos estamos haciendo. Tal vez una tentativa de propuesta.

Por eso, diferentes agrupaciones chilenas, ecológicas, juveniles y autónomas, estamos intercambiando ideas y experiencias con el objetivo de generar formas de vida comunitaria en barrios periféricos, con producción autogestionaria, energía alternativa y redes de intercambio económico directo entre barrios y comunidades, con la idea de retomar contacto con la vida campesina y comunidades originarias para adquirir sus productos, valorizar su mundo y participar junto a ellos en la defensa de la tierra. Al mismo tiempo pensamos que desde la autoorganización en las periferias de las ciudades somos un puente material entre la clase obrera y trabajadores urbanos con el campesinado y comunidades originarias, pues al mismo tiempo ayudamos a disminuir -desde la autogestión- la presión y amenazas de despido patronal, pues si se van satisfaciendo las necesidades, disminuye la cantidad de desempleados aspirando a un puesto laboral.

Creemos que más que una política de soberanía alimentaria y defensa ecológica de la naturaleza, más que la lucha de denuncia contra las mineras y otras, hace falta mirar desde la tierra misma y retomar contacto directo con ella en cada localidad, pues de otro modo se sigue girando en el globo o haciéndose poderosos conglomerados asociativos de grupos y colectivos que más se dedican a la macropolítica que a consolidar el empoderamiento local desde donde proyectarse.

Para ello es necesario desarrollar conciencia de productores consumidores, es decir que no sea el mercado ni el dinero oficial el regulador de las relaciones entre las personas y los alimentos, sino producir para alimentarse sin necesidad de ir al supermercado y producir más para intercambiar por otros productos necesarios, mientras otros que producen aquello que necesitamos acceden de forma directa a los artículos que podemos producir nosotros. Sin otra economía no hay posibilidades de modificar la macro política ni la macroeconomía que nos domina.

En segundo lugar hay que salir del plano individualista y también del plano asociativo-organizativo, para transitar hacia formas de vida comunitaria, donde la gente pueda salir de sus casas a encontrarse con los demás para mantener una huerta, para hacer empanadas, para generar energía alternativa, para desarrollar emprendimientos productivos autogestionarios apoyándose en los recursos propios, humanos, materiales y naturales. Descubrir donde hay tierra arcillosa y abandonar el cemento para producir ladrillos de adobe, es decir tierra arcillosa amalgamada con fibras naturales. eso es posible en todos los barrios urbanos, terrenos, sitios abandonados, patios, etc, es decir revalorizar lo que nos da la tierra.

Lo mismo para el caso de la salud, rescatando la salud natural, yerbateros, sanadores, machis, componedores, santigüeros, etc, desarrollando programas autónomos barriales y campesinos de cuidado de la higiene, prevención y atención. También se pueden construir con nuestros ladrillos de adobe consultorios comunitarios de salud atendidos por los especialistas naturales y tal vez en combinación con la medicina occidental, rescatando lo natural abandonando la química farmacéutica.

Sin romper los lazos materiales e ideológicos del estado y del mercado es tarea inútil levantar la lucha para que hayan cambios. La verdadera soberanía alimentaria comienza en casa, el barrio y la comunidad. Sin eso nos quedamos en el discurso y la agitación que bien sabrán aprovechar otros en nuestro nombre.

Esa comunidades barriales y rurales no pueden quedar aisladas, sino que debe establecerse un fuerte tejido de circulación de personas, apoyos, productos, actividades culturales, etc., respetando cada uno la autonomía y la producción de subjetividad de los otros, sin aspiraciones de homogenización y hegemonía de ideas o formas de pensamiento. La multiplicación y entrelazamiento horizontal de estas experiencias permitirá que la idea del cambio hacia las formas de vida comunitaria vinculadas a la interacción con la naturaleza vayan ganando terreno en las conciencias y en las prácticas también en otros lugares de forma progresiva. Los niños verán otro modelo relacional y referencias de interactividad de los jóvenes y adultos, será la escuela de la vida la que permitirá una reproducción cultural en resistencia contra el hegemonismo cultural del modelo.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
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