Fundamentos de anti-pedagogía para la resistencia local

05.Jun.04    Universidad Libre

Fundamentos de pedagogía alternativa

1.Concepto de pedagogía y funcionalidad del poder
2.Construcción y reproducción del saber popular
3.El sujeto del conocimiento
4.Procesos de reconstrucción del sujeto social comunitario
5.Una escuela de la comunidad

CONCEPTO DE PEDAGOGÍA Y FUNCIONALIDAD DEL PODER

La pedagogía es la manera sistematizada de resumir y traspasar los conocimientos en una dinámica constante de reproducción cultural. Cada cultura se reproduce a sí misma en la medida de su manifestación reiterada, principio básico que debe quebrar la dominación para interferir en ese proceso inoculando contenidos que permitan seguir articulando y conduciendo a las personas en pos de los objetivos de la ganancia.
No es posible confundirse con los conceptos de democracia, pluralismo, etc, dentro de esta sociedad, por lo que debe asumirse la pedagogía como un instrumento de acción del poder que interfiere en el desarrollo del pensamiento y cultura propia de las colectividades sociales, donde la acción en contrario, de penetrar la pedagogía para inyectar contenidos más palatables, resulta ser un contrasentido. Poco útil resulta introducirse en los mecanismos del poder para desde allí realizar una acción liberadora. Eso que parece tan simple en términos del parlamento, donde debería haber una cierta claridad de su inutilidad, por extraño que parezca no se aplica a la pedagogía, donde diversas corrientes de izquierda intentan ingresar para insuflar desde allí la llama emancipatoria, como que la emancipación dependiese de que las personas la asuman como una de las opciones que ofrecen las instituciones.
Esa sinrazón viene de la paradoja de la izquierda de llenar el mismo cajón con material positivo retirando de allí el negativo, como el estado socialista, de donde se sacan los malos y se instalan los buenos, manteniendo intactas todas las estructuras de sustentación de un pensamiento subordinado apto para seguir al mejor postor, así esas izquierdas han operado durante mucho tiempo con la idea de que había que usar el mecanismo pedagógico para disputar espacios en las conciencias, sin atreverse a romperlo y atravesarlo para ver directamente a las personas que reciben o recibirán la acción transmisora de la pedagogía.
Ello denota que inconscientemente mantenemos la separación entre educadores y educandos, entre iluminados y alumnos (de aluni: sin luz), entre personas activas y pasivas, entre actores y espectadores, entre gobernantes y gobernados, entre autoridad y dominado. La autoridad del saber concentrado en las manos y cabezas de los pedagogos los instala como una capa social de justificación y defensa del status quo, por más radical que sea su discurso. Ese discurso radical espera resultados a futuro, es decir, se destina más a captar conciencias que puedan ser articuladas en formas instrumentales para alcanzar otras conciencias, organizarlas y dirigirlas.
Sin distinguir entre reformistas y revolucionarios, podemos ver que ambos han utilizado la pedagogía para los mismos objetivos, independientemente que uno mire más lejos o que otro tenga otra táctica, en fin.

Parece más atinado dirigir la mirada directamente hacia las personas, aún antes de pretender educarlas, ya que esa pretensión es en realidad una carga de arrogancia moldeada astutamente por el poder y por los que aspiran a él.
Se supone que hay una comprensión general de los procesos, sin cuestionar el como hemos llegado a ello, que no es más que atravesando los laberintos sistémicos de los cuales es difícil salir libres de polvo y paja.
Así, antes de pensar en educar o formar, hay que ver que al parecer hay una cierta distancia entre los dos factores (formadores y no formados) y surge la necesidad de atravesarla. Algunos instrumentalizan la acción formadora para transmisión de uno al otro de algo que se supone correcto sin cuestionar su fuente, pues hoy ya no podemos contar con pruebas de certeza como se hacía antes donde los dogmas se asentaban tranquilamente en un estado que irradiaba la luz socialista. Siempre fue una fuente externa, de donde bebía sediento el formador para luego pasarlo, sin comprender que así mataba lo más valioso: su propia creación. Se transformaba en una simple correa de transmisión, pero lo hacía sabiendo que así adquiría un poder sobre otros.

Así la pedagogía independe de los contenidos que circule, siempre será mecanismo de transmisión lejos de la creación, reproductor de una cultura dominante por más que vista ropajes progresistas, de prácticas autoritarias y verticales, por más que se haga un círculo de estudiantes y el profesor sea un viejo bonachón como cura de pueblo o una Gabriela Mistral llena de amor que seduce inocentemente a la población para ser nuevos corderos que aspiran a las verdes praderas del señor. No hay ninguna diferencia entre la educación y el arte de amaestrar animales en el circo, así la educación es domesticación.

No hay pedagogos buenos o malos, como no hay gobernantes buenos ni malos, simplemente no debe haber gobierno, ni pedagogos, que el propio pueblo se encargue de su autogobierno local y de sus procesos de creación y reproducción cultural.

CONSTRUCCIÓN Y REPRODUCCIÓN DEL SABER POPULAR

Podemos ver que en el campo popular hay una cultura propia, o muchas culturas, lenguajes, artes, etc. que circulan como parte del imaginario social. Si lo social es abstracto, lo único concreto es el ser social comunitario que se encuentra en localidades, barrios, territorios, etc. en lo que podemos llamar el territorio cultural, donde existen diferencias entre una localidad y otra, ya que hay elementos distintos de idiosincrasia, memoria, historia local, costumbres, geografía, clima, alimentación, productos, relación con la tierra, con las aguas, con los árboles, en fin. Esos territorios culturales no presentan una autoconciencia social de su propia realidad cultural, o sea, se trata de elementos dispersos y subyacentes que se utilizan simplemente en ocasiones y cuya sistematización o autoconocimiento podría contribuir al desarrollo de una identidad local, lazos de identificación de los unos con los otros.
Para las izquierdas, incluyendo a la revolucionaria, se hace difícil desprenderse de los criterios homogenizantes para opinar sobre lo social. Se prefiere la utilización de categorías amplias, como trabajador, campesino, etc. que permiten captar mejor en lo abstracto la comprensión de las contradicciones, como que bastaría que esa comprensión se instalase en los sujetos para tener conciencia y asumir su rol de combatiente por los cambios, y así ello lleva a una subvaloración, o desprecio, de los elementos culturales más propios de una comunidad, lo que siempre ocurría con los mapuche, donde la teoría clásica les niega su historia de pueblo y se les catalogaba estrictamente como campesinos pobres. Hoy es más fácil distinguir categorías locales o territoriales, pero harto que les costó a los propios mapuche que algunos entendieran eso y sólo lo están consiguiendo mediante una heroica lucha no exenta de avances y retrocesos. Eso nos lleva a cuestionar nuestra visión de lo cultural en lo social, para salir de las categorías abstractas o genéricas y aterrizar en los territorios culturales de las localidades.

En la localidad se vive lo cultural, pero el sistema interfiere por todas partes, justamente para evitar que se tome autoconciencia de la propia identidad como comunidad, con el mercado, la televisión, las escuelas y otras modalidades de penetración constante destinadas a la atomización. Así la producción y reproducción cultural popular sufre el ataque permanente de los mecanismos del poder. Aún la mayor parte de los grupos artístico culturales de izquierda o simplemente populares, reproducen las formas sistémicas de crear y practicar su arte, reuniéndose entre ellos, definiendo lo que se va a hacer y donde, igualito que un intelectual colectivo, para luego presentarlo a los observadores, espectadores u oyentes pasivos que, al acabar la obra, regresan a sus hogares, las prisiones de los hogares, a continuar su vida en solitario, quizás más tranquilos por la aspirina ideológica tomada en la actividad cultural.

La producción y reproducción cultural en localidades requiere de otra forma de entender al sujeto del conocimiento.

EL SUJETO DEL CONOCIMIENTO

Es el sujeto que conoce. Se dice que el pueblo conoce, pero eso es abstracto, ya que en realidad se trata de personas separadas que conocen cada una las cosas que le rodean y se encuentran de vez en cuando. El conocimiento más integral y sistematizado radica en las elites del poder, en especial en las universidades, donde no sólo se entrega un papel para conseguir trabajo, si es que hay, sino que se hace un verdadero lavado cerebral introduciendo en las cabezas de los elegidos píldoras o casetes de conocimiento pragmático que sólo sirve para continuar funcionando la máquina del capital.

El estudio universitario se hace individual, destacando a los mejores y hundiendo al resto, haciendo pruebas y exámenes donde uno se enfrenta consigo mismo, que debe ser capaz, que debe asimilar, en fin, que debe llenarse de la porquería sistémica mientras los padres lo acosan para que sea alguien. De allí salen luminarias que por poco no iluminan las calles de noche, se crea una mentalidad de status superior bien ajustada para encajarse en el engranaje del tinglado capitalista.

La universidad es como el templo del saber. Todos miran con respeto al universitario, categoría social encumbrada, etc. Y todo ello lleva a menospreciar más aún el valor y la vigencia del saber social, o saberes sociales, aún en ciernes debido a que el proceso de reconstrucción del ser comunitario está dando sus primeros pasos y que está siendo el nuevo sujeto del conocimiento, un sujeto colectivo formado por personas que viven cerca, trabajan juntos, estudian juntos, en fin, tienen las posibilidades de una vida en común y, por tanto, de conocer en común, ya que el conocer, aprender y enseñar no deben ser actividades separadas, sino partes integrantes de un nuevo sujeto conocedor compuesto de muchos en contacto permanente, donde el encierro de la casa o la soledad de la calle pasan a ser sustituidos por la continuidad de las acciones en conjunto.

El sujeto conocedor individual, que puede luchar por entrar en la elite cultural, está siendo sustituido por el sujeto conocedor social en la forma de comunidades locales en formación, las cuales, basadas en la recuperación o construcción de su identidad cultural territorial, pueden desarrollar su propia visión del mundo, su cosmovisión, sus propios contenidos culturales ya más estructurados, formando parte de su bagaje cotidiano, de su riqueza y de sus alegrías, de sus juegos y de sus actividades. Esa acción cultural con sus propios mecanismos de producción y reproducción de conocimiento, el autoconocimiento, se manifiesta en procesos de autoconciencia, de reafirmación de su identidad y consolidación de ese valor en la medida que se practica, se asume una posición frente al mundo, al poder y al gobierno que ya no es la misma de antes de sujetos subordinados, sino de un nuevo sujeto social autónomo, con capacidad de establecer sus propios códigos y símbolos de comprensión del mundo para asumirlo de otra manera, sin intermediarios, sino por medio de una relación directa entre ellos y de todos con el entorno.

PROCESOS DE RECONSTRUCCIÓN DEL SUJETO SOCIAL COMUNITARIO

Las personas siempre han vivido en comunidad, hasta que el señor patriarca se apodera de la mujer y establece la unidad reproductiva que sirve a la unidad productiva. Sobre esas unidades productiva y reproductiva se instala el poder, que asume diversas modalidades hasta llegar al estado, pasando por las fases esclavista, feudal y actualmente capitalista de la formación social. Es cierto que cada una de esas sociedades ha tenido sus propias contradicciones internas, diferentes de las otras, así como también es cierto que hoy tenemos la posibilidad de no limitarnos a la contradicción capitalista, sino ir más al fondo y proyectarnos en el sentido de acabar con todo tipo de dominación reconstruyendo el ser social comunitario como base de nuevas relaciones sociales desde las cuales se desarrolla la resistencia contra la opresión en la misma medida que se consolidan las relaciones libres del comunismo o la anarquía, sinónimos de difícil comprensión para la vieja izquierda, que aún aspira a las fases previas en las cuales instaurar su propio poder.

Así un barrio o una localidad es un mundo, es el mundo inmediato del que deben apoderarse sus moradores para instalar hoy nuevas formas de convivencia que les hagan pasar más tiempo juntos que las reuniones o actividades de fin de semana, ocupando espacios donde hacer su vida intercambiando más entre ellos sobre todos los temas, personales, locales, problemas, alegrías, etc. Y eso va mucho más lejos que lo ideológico y lo organizativo, para trascender las lógicas de las ideas y estimular el placer de estar y hacer juntos, produciendo saber a la par de distraer el tiempo, y viceversa. Lo organizativo pasa a segundo plano para priorizar por las actividades, las dinámicas, etc. donde todos juntos se acostumbran a conseguir resultados. Así hay distintos puntos de partida para el reagrupamiento comunitario, que puede ser una actividad de niños, como una escuela popular o una fiesta tipo gimkana de fin de semana.

UNA ESCUELA DE LA COMUNIDAD

Siendo el fundamento ideológico el reconocimiento de la existencia de procesos de reconstrucción del carácter comunitario del ser social que se destina a apropiarse de su territorio, la escuela deriva de esa dinámica, y cuando se está recién sembrando las primeras semillas o tratando de articular lo existente, la escuela debe coadyuvar en esa dirección.

La escuela popular no se diferencia de la sistémica por sus contenidos, sino básicamente por su estructura y metodologías. Comparando con el estado, diremos que no basta cambiar los gobernantes, sino que hay que acabar con todo gobierno para abrir paso al autogobierno de democracia directa por localidades. Lo mismo una escuela, no puede contar con la autoridad de profesores o maestros ni debe ser separada en materias excluyentes, ya que cada área forma parte de un conjunto que debe ser asimilado como tal por los participantes.
Los monitores, o poseedores momentáneos de algún conocimiento sistematizado, deben básicamente contribuir a la formación de un colectivo pensante, aprovechando el tema seleccionado para salir de él y de todo contenido, entrando en nuevas metodologías donde el grupo se convierte en un sujeto colectivo que mastica lo entregado por cada uno para producir algo nuevo. Eso es un tanto doloroso para quien carga un saber y se sabe depositario de él, pero se trata de un proceso de formación también para los encargados de transmitir, donde ese transmitir se convierte poco a poco en un compartir maneras de crear nuevo pensamiento. Por eso se dice que es más importante el crear un agrupamiento que piense que asegurarse que los contenidos de ese pensamiento sean los que portamos antes de encararnos con ellos. Así la transmisión del saber se transforma en la vida grupal de gente que al reunirse comienza a practicar nuevas formas de comunicarse, oirse, decirse, en fin, saliendo de la circulación tradicional de palabras, frases e ideas, para buscar maneras de intercambiar sentimientos, sensaciones, afectos, como construyendo un nuevo tinglado de cuerpos que sustituya el entramado de ideas que se ajustan unas a las otras por vías lógicas y argumentativas.
Para ello es bueno y eficiente incorporar de manera constante (no de vez en cuando) la canción, la poesía, el baile, el círculo de dinámicas, ejercicios corporales, tambores, en fin, diversas “metodologías” que no están destinadas a pasar una ideas sino a practicar otra forma de estar juntos, forma al interior de la cual no sólo van a fluir ideas, sino nacer nuevas maneras de mirarse unos a los otros.

Por otra parte, esa actividad debe intentar trascender los muros de la escuela, cosa que sin decirlo, los asistentes sean trasmisores de nuevas formas de andar y de mirar, formas no sistematizadas ni planeadas de antemano, sino que surjan como creación propia de los grupos, donde se sientan no meros receptores o copiadores de algo (por muy bueno que parezca), sino artistas de la vida, donde su imaginación, deseos, sueños, en fin, puedan traducirse en gestos y palabras como el pintor abstracto ante la tela disparando sus locuras.
Así, con estas breves provocaciones o instigaciones, es posible que cada monitor o cualquiera que sea, invente y/o descubra sus propias iniciativas junto a los que le acompañan, sabiendo que serán ideas y prácticas nacidas de la creación y libertad de varios que aprenden a hacer de ello una nueva forma de vida.

No cuesta nada invitar a que ellos hagan lo mismo en sus casas o con sus amigos, o que los inviten a venir a divertirse y a imaginar o crear juntos, que traigan sus bagajes de sueños y ganas de gritar al mundo, cosa que cada taller sea un real espacio de modos de ser y estar que nos gustaría que fuese así en todas partes y en todo momento.

Uno de los objetivos centrales de la práctica grupal es conseguir que la comunidad, o al menos sectores de ella, se acostumbren y les guste andar más tiempo juntos haciendo cosas y de allí a resolver cosas, buscar soluciones, realizar obras, defender espacios, conquistar objetivos, ganar luchas, etc.

Es bello imaginar que no conocemos exactamente lo que va salir de allí, lo que nos permite transmitirlo a otros como sensación, lo que divulga la confianza de que se viene aquí no a comprar ideas hechas, sino a hacerlas.