COMO PENSAR (EN) ESTE FUTURO.
Juan Varela Reyes
“No finjas vanguardismo,
Haz solamente aquel de tu pura invención”
(Rafael Alberti)
Partimos de un hecho: en las actuales circunstancias, habida cuenta de la crisis que hoy golpea desde el sistema capitalista, no hay posibilidades reales para un cambio que permitan un mejoramiento de las condiciones de vida: materiales y espirituales, para la humanidad, porque, como decía Mariátegui, los objetivos del capitalismo hace rato han dejado de coincidir con los objetivos y el fin del progreso humano.
Sin embargo, trabajar por la construcción de una suerte distinta y mejor para todos nos pone frente a algunos problemas de orden práctico, programático, táctico o como les queramos nombrar que se hacen necesarios de encarar; aunque como es sabido, ellos encierran problemas en el nivel teórico, en su explicación teórica. Si bien es cierto se trata de dos problemas que, por si mismos encierran dificultades teóricas, es cierto también que ambos apuntan en una misma dirección, o para decirlo más claramente, son dos partes de un mismo problema. Trataremos de abordarlos brevemente, asumiendo que como se trata de problemáticas inherentes a la realidad y como ésta es algo dinámico, es en esa realidad de donde es posible abordarlos con cierta rigurosidad.
El primer problema se nos ha presentado como una suerte de paradoja bastarda, como una dicotomía que carece de alguna razón que la sostenga. Se dice, para ponerlo en nuestro lenguaje que, “es la hora de pensar globalmente y actuar en el plano local”. Es cierto que se trata de una afirmación que se enmarca en una específica dimensión: el espacio y sobre esta dimensión se instala esa suerte de dicotomía mutuamente excluyente: pensar y actuar:
¿Es posible separar el hecho de actuar de una determinada manera sin una referencia o ligazón estrecha con esa necesidad de pensar, de la explicación de una determinada situación o coyuntura específica? Por otro lado, ¿es posible pensar sin actuar?
El retorno a una aparente democracia, a una específica forma de régimen democrático, en el caso de Chile sobre todo, estuvo asociado y contextualizado con el hecho comúnmente conocido como “la caída de los socialismos reales”. Este hecho arrastró consigo la idea de que con ello se producía también la muerte de las ideas socialistas, hasta el punto de que en ese tiempo algunos llegaron al extremo de pregonar el “fin de la historia”
En ese contexto surgió un nuevo discurso que hablaba de un nuevo “eje” para la comprensión de lo que estaba ocurriendo: el avance del neoliberalismo – capitalista con todo su séquito de nuevos conceptos: movimientos sociales, globalización, modernización, autogestión, horizontalidad, nueva democracia, diversidad y también un largo obituario de las ideas con las que veníamos trabajando y construyendo proyectos alternativos: lucha de clases, pueblo, fin de la sospecha, imperialismo, sujeto revolucionario. Ambas clasificaciones se presentaron como excluyentes y ahí caímos en la trampa: llegar a creer que nuestros problemas tenían su causa y su solución solamente en el espacio local; a lo local se lo despojó de su dimensión y de su entrelazamiento con lo estructural; se dejó de lado la totalidad que es lo que en últimas, liga y une las diversidades locales, regionales y nacionales.
Por esa vía entonces nos enfrascamos en llevar a cabo un montón de experiencias, de por si buenas, pero que carecieron de esa mirada a lo estructural, no para establecer leyes y determinaciones aprioristas y esencialistas, sino para ligar en un mismo proceso ambas dimensiones, el pensar y el actuar. Hay que pensar desde lo general y global y desde allí buscar y proyectar líneas de acción y pensar desde lo estructural se tiene que concebir también como una acción revolucionaria.
El pensamiento revolucionario arranca de una realidad concreta y real y se nutre, explica y confronta con la teoría revolucionaria, con el objetivo de construir un pensamiento revolucionario superior, para ir nuevamente a la realidad.
Este problema de alguna forma queda expresado en el aforismo que dice que en nuestro afán de ser tan “puros”, “tiramos la guagua junto con el agua de la bañera”… y no nos dimos cuenta?
El otro problema que enfrentamos es el desencuentro que vemos entre democracia y socialismo. Esto tiene que ver con algunos hechos y con algunas ideas. Uno de ellos es que se piensa que la democracia, como concepto es patrimonio del neoliberalismo – capitalista; el otro es que se quiere definir desde la democracia “realmente existente” el socialismo que necesitamos, cuando en realidad, creemos, que es exactamente al revés: el socialismo, en nuestro caso el Proyecto Socialista, debe precisar el tipo de democracia que quiere construir y los medios para conquistar la hegemonía popular.
Puede ser que las ideas sobre el Proyecto Socialista no estén presentes en el actual debate teórico en nuestro país, sin embargo, ello no inhibe su necesidad, sobre todo en tiempos de una crisis tan profunda del capitalismo.
El hecho innegable es que las tesis socialistas han experimentado un duro revés en este tiempo tan duro para la izquierda y el marxismo, cuando asistimos a la negación de principios científicos y políticos y también a un cambio de posturas que permiten un mejor acomodo a las ideas del neoliberalismo – capitalismo y del imperialismo de una parte de la izquierda, la reformista.
Pero, como la democracia en nuestro país se entiende y se asume sólo desde sus formalidades, esa izquierda, para no “hacer problemas” han entrado en ese juego formal con su propuesta de la inclusión, que carece de un horizonte (el Proyecto Socialista) que permita relacionar la lucha democrática legítima y la lucha por el Socialismo; a lo más se trata de una propuesta para sentirse cómodos y tranquilos, porque:
¿Es posible pensar que la “lucha por la inclusión” permite resolver los graves problemas estructurales que ni siquiera han sido tocados en todos estos años?
¿Quién puede asegurar que queremos estar incluidos en el neoliberalismo – capitalista y por esa vía construir algo nuevo?
¿Quién les dijo a estos seudo – representantes del pueblo que lo que queremos es estar incluidos?
Esos dos problemas que hemos esbozado para la discusión, la reflexión y la crítica dan cuenta de uno más grande: la necesidad de contar luego con un proyecto revolucionario que, incluya ambos problemas y que permita dar el salto que implica no ilusionarnos con burdos fuegos de artificio electorales y desengañarnos de las falsas dicotomías que hemos instalado entre nosotros y que más parecen auto – trampas.
Santiago, Febrero 24 de 2009