Veredas para retomar nuestro camino (o cómo seguir algunas pistas wixárikas) Segunda parte.
Ramón Vera Herrera
Revista Chiapas No. 6
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La defensa de su territorio
Es cierto que nadie puede hacer más de lo que los dioses nos permiten hacer en este mundo. Es cierto que nosotros los huicholes nada más trabajamos por vivir una vida muy limitada… pero cada quien debe aspirar al progreso y a la justicia… Hay que tener un pensamiento, un sentimiento moral y luchar por lo que los dioses nos dieron desde el comienzo del mundo. Eso está escrito en plumas y piedras… sólo la lucha puede cambiar nuestra vida.
Pedro de Haro a Fernando Benítez,
Los indios de México, volumen II
Mesa del Tirador
30 de julio de 1997. Más de 2 mil comuneros wixáritari pertenecientes a Tateikie, Tuapurie y Wuatua (San Andrés Cohamiata, Santa Catarina Cuexcomatitlán y San Sebastián Teponahuaxtlán, como se les conoce en la geografía mestiza), más el anexo de San Sebastián, Tuxpam, se reunieron en asamblea permanente en Mesa del Tirador en Tuxpam, municipio de Bolaños, para exigir del gobierno federal y del gobierno de Jalisco medidas claras y acciones decididas para resolver el agudo problema agrario.1 Emprendían así una amplia movilización en defensa abierta de la integridad de su territorio ancestral.
No surgió de la nada. Ya el 8 de mayo habían emprendido negociaciones con el gobierno de Jalisco y suponían que con el de Nayarit. Los comuneros de Tuxpam y San Sebastián no tenían dónde sembrar y era urgente habilitar unos terrenos de Mesa del Tirador que estaban en litigio con los ganaderos nayaritas (véase Mapa 2). El 13 de mayo y ante una asamblea, se logró un compromiso de la Procuraduría Agraria a nivel federal en el que se acordó que el 20 del mismo mes se realizaría una reunión para analizar caso por caso y las propuestas y responsabilidades del gobierno. Fue mucho el trabajo de las comunidades para recabar todos los datos pertinentes para defender su alegato. Una de las propuestas huicholas era abrir una negociación campesino a campesino, que no fuera en paquete, porque ya antes se habían intentado arreglos con grupos de posesionarios, algunos dispuestos a negociar, pero que finalmente no habían prosperado, pues desde el palacio de gobierno de Nayarit había llegado una negativa por todos los posesionarios.2
Entre el 20 de mayo y mediados de junio, las autoridades de San Sebastián y Tuxpam se reunieron varias veces con los funcionarios de Jalisco. Según los calendarios acordados, el 17 y el 18 de junio se mandaría llamar al primero de cuatro grupos de posesionarios (siete de los cuales se decía podían llegar a un arreglo pronto). A la cita asistió también un funcionario del gobierno de Nayarit, Jaime Sánchez, y Rogelio Ábrego, que dijo ser el representante y se arrogó la responsabilidad pidiendo un plazo para pensarlo.
Se planteó una nueva reunión para el 3 y 4 de julio, pero nadie se presentó a dialogar con los huicholes. El aviso a la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (instancia independiente avalada plenamente por las comunidades huicholas como su asesora legal) llegó vía la Procuraduría Agraria de México apenas un día antes. Los wixáritari habían viajado, esperaron y se regresaron. Después se enteraron que se había puesto nueva fecha (dónde, cómo se puso esa fecha, eso sí no lo supieron). El 9 de julio se les programaba una nueva reunión, pero el 8 se enteraron que tampoco sucedería; que la nueva reunión ocurriría el 24.
Quizá eso fue lo que derramó el vaso, porque el 18 de julio llegaron a Guadalajara las autoridades agrarias de San Sebastián y Tuxpam a dar aviso que la nueva reunión no sería el 24, sino el 30 de julio y que el sitio sería Mesa del Tirador. Citaron ahí al director de Conciliación y Arbitraje de la Procuraduría Agraria y a otros funcionarios. Estaban muy molestos.
Paralelamente, el 24 de julio, algunos huicholes, éstos de San Andrés Cohamiata, encontraron a los de Santa Rosa del Nayar marcando pinos. El 25 regresaron al sitio y estuvieron observando los movimientos de los santarroseros. Eran unos cien y varios ingenieros; parecían estar deslindando. El 26 de julio, unos 260 comuneros de San Andrés rodearon a los de Santa Rosa y les dijeron que se fueran o serían consignados a las autoridades. Los de Santa Rosa sacaron los machetes. Después de varios amagos y gracias a que los huicholes no respondieron a la provocación, el incidente no pasó de un cruce de machetes y un machete decomisado. Lo peor es que había un compromiso firmado por parte de los de Santa Rosa de no intentar predar la madera de San Andrés (lo que habían intentado un año antes); pero, como se supo, los de Santa Rosa estaban apalabrados con Productos Forestales de Durango para explotar bosques pertenecientes a San Andrés. Tenían en sus manos un adelanto de 360 mil pesos.
Estas dos contrariedades hicieron que los huicholes buscaran nuevos lazos entre las cuatro comunidades y todos asumieron el compromiso frontal de defender el territorio huichol. No era una movilización ideológica, sino una sentida exigencia no sólo de las comunidades sino de sus autoridades tradicionales, que en estas reivindicaciones se involucraron por completo.
El plantón-ultimátum de Mesa del Tirador unió a las cuatro comunidades huicholas para decir no al tortuguismo burocrático y a la irresponsabilidad administrativa que, como se sabe, alimentan la impunidad de caciques y ganaderos mestizos, los cuales recurren entonces a la violencia para dirimir asuntos que el pueblo wixárika decidió resolver, siempre, por las vías legales y pacíficas a su alcance. Los funcionarios gubernamentales terminaron firmando con las autoridades wixárika un documento que hoy se conoce como Acuerdos de Mesa del Tirador y que, todavía hoy, a varios meses de firmado, sienta las bases de un programa de reivindicaciones y un compromiso gubernamental expreso y abierto a supervisión.
En el comunicado de Mesa del Tirador, emitido el 30 de julio de 1997 por las autoridades agrarias y tradicionales del pueblo wixárika, se hacía alusión directa al problema de las invasiones, pero iban más allá y su reclamo se tornaba fundamental:
# Los wixáritari estamos aquí hoy para poner fin a todo tipo de negociaciones y componendas sobre nuestras tierras, hoy decimos basta a los atropellos, humillaciones y abusos por parte de las autoridades a nuestra condición de indígenas.
Ya no aceptaremos más mentiras, ni menos de lo que nos corresponde; nosotros hemos hablado con títulos que provienen de tiempos de la colonia, con resoluciones presidenciales. Es decir, con documentos que avalan plenamente nuestros derechos; en cambio, quienes nos invaden, han hablado con papeles que se firman entre ellos mismos y que todas las opiniones legales han desautorizado. A pesar de esto, el gobierno los ha solapado durante más de cuarenta años y ellos han pisado nuestra dignidad confiados en la impunidad que les ofrecen sus amigos poderosos. No estamos dispuestos a seguir con esto, ya basta.
[…] Cuando nos hemos ido por la vía legal y hemos iniciado juicios y los hemos ganado, como en el caso del ejido El Refugio contra San Andrés Cohamiata, nuestros hermanos de San Andrés ganaron y ¿qué ha pasado? Nada, fueron años de ir y venir al Tribunal, de gastos de dinero del que carecemos, ¿para qué?, para que ni aun con los juicios ganados definitivamente, cosa juzgada como dicen los jueces, nos cumplan, ¿a dónde nos están empujando?
El realeo
16 de agosto de 1997. Más de mil comuneros wixáritari de las cuatro comunidades huicholas de Jalisco realizaron un realeo que duró tres días en terrenos que el Tribunal Agrario de Zacatecas reconoció hace dos años y medio como parte del territorio huichol de San Andrés, y que diversos invasores ganaderos de El Refugio violaron desde entonces.
El realeo consistió en rastrear, perseguir, lazar y reunir a todo el ganado que cruzó ilegalmente los límites dispuestos por la ejecución agraria del 23 de febrero de 1995, en la cual se dictaminó a favor de los comuneros tateikietari la posesión de 1 700 hectáreas que por años estuvieron en litigio con el ejido mestizo El Refugio. El 10 de agosto –cansados de la reiterada invasión de ganado de El Refugio en Zacatecas y San Juan Peyotán en Nayarit, la rotura de postería y de alambres y los daños en sus cosechas–, los huicholes presentaron las formalidades y notificaciones correspondientes ante las autoridades de Jalisco y, amparados en la ley agraria (y con la presencia de efectivos de la Policía de Seguridad Pública del estado), iniciaron la búsqueda de vacas, toros, caballos y uno que otro burro, identificaron los hierros de marca y reunieron a todo el ganado (en total 197 cabezas) en el corral de San Andrés Cohamiata. Ahí lo pusieron a disposición de los dueños, previo pago de una multa más cargos por los daños ocasionados y la firma de un convenio compromiso de no cruzar de nueva cuenta los límites fijados por la ejecución agraria de 1995.
El miércoles 13, el corral de San Andrés Cohamiata, cercano a una de las barrancas que circundan la comunidad, se hallaba ya repleto de ganado. Los relinchos y los mugidos subrayaban el rumor de una multitud de comuneros extrañados de ver llegar a muchos de los mestizos de El Refugio, por primera vez, a la Casa de la Madre o Tateikie –como le conocen–, a pagarles a ellos por los daños. La gente se juntaba en pequeños grupos para comentar, mientras consumían pepitas, fruta y refrescos que varios vendían entre el público. Unos permanecían sentados junto a los árboles, otros de pie pendientes de algún garañón que buscaba montar una yegua, todos atentos a los lazos de los vaqueros que separaban el ganado de quien se acercaba a pagar su cuota para llevárselo de regreso. Las camionetas se llenaban de cebúes y vaquillas. Por momentos, algún grupo de potros intentaba salir en estampida. Lloviznaba sin que a nadie pareciera importarle. Los altoparlantes apostados en un vehículo aledaño a las cercas resonaban la metálica voz del comisariado de Bienes Comunales, Ernesto Hernández de la Cruz que, con acentos huicholes, anunció tajante en castellano: “El compromiso que tienen que firmar para que les devolvamos su ganado deja claro que el pagador se compromete a no volver a introducir su ganado, ni dañar ningún cerco de nuestro territorio. De lo contrario se considerará sancionarlos con el doble o triple de la cantidad ahora pagada”. El pago de la multa se fijó en 250 pesos por cabeza de ganado, o una cantidad global que incluía los daños a las cercas y cosechas, cerrada en 15 mil pesos. Estas cantidades estuvieron avaladas por las autoridades jaliscienses.
Un comunero tateikietari (de San Andrés Cohamiata) comentaba ufano: “Desde el plantón de Mesa del Tirador hace unos días, la gente se da cuenta que está más reconocida. No va a ser tan fácil que haya quien meta su ganado a nuestros terrenos. O nos respetan o tendrán que pagar. Si hubiéramos empujado más, hasta 300 pesos les sacamos por cabeza de ganado, y les habríamos rebajado un poco por firmar el convenio de no invadirnos sin hacerse los remolones. No se nos vaya a ocurrir comenzarles a cobrar por todos los años que metieron sus vacas: nos quedarían debiendo quién sabe qué tantos miles de pesos”.
El 16 de agosto terminaba el plazo para que los dueños del ganado pasaran a recogerlo y a pagar sus adeudos (al final quedaron alrededor de 12 cabezas de ganado sin reclamar, principalmente de los mestizos de San Juan Peyotán, con quienes en el pasado los wixáritari han tenido un sinfín de problemas). El realeo sentó dos precedentes: que fue suscrito por las autoridades de Jalisco y que significó un pago por daños que los ejidatarios de El Refugio tuvieron que asumir. Es la primera vez, quizá en el país, que un pueblo indígena logra hacerles pagar a los invasores mestizos por los daños ocasionados, con el aval de las autoridades, es decir, por la vía legal (véase Mapa 3).
Durante el realeo de San Andrés, las autoridades huicholas emitieron un segundo comunicado dirigido a La Voz de los Cuatro Pueblos, radiodifusora que transmite desde Jesús María, Nayarit, a los rincones de las sierras Cora y Huichola, e hicieron algunas observaciones y aclaraciones entre las que destacan:
# No es verdad lo que declaró el gobernador de Nayarit de que 1 400 huicholes nos juntamos en Mesa del Tirador a provocar y a agravar el problema de tierras, y menos que con algunas vacas nos conformaremos. No fuimos 1 400, sino 2 242 los que nos reunimos ahí, y no queremos agravar el problema, sino que se resuelva ya. No estamos dispuestos a seguir esperando más, y menos a vender y negociar nuestras tierras sagradas por ningún precio. Desde hace cuarenta y cuatro años el gobierno ha estorbado la solución del conflicto. Desde entonces cuenta con todos los papeles y pruebas de los huicholes y las de los ganaderos de Puente de Camotlán, y todo ese tiempo no ha sido suficiente para resolver el problema. No es justo, ni estamos dispuestos a que esa situación siga así. Es falso también que no se sepa de quién son esas tierras. Todas las opiniones legales y recientemente, las sentencias de los tribunales agrarios han resultado a favor de los huicholes. Claro que sí se sabe, sólo que no quieren resolver a favor de los indígenas. Todo esto parece racismo, más bien. Además, los huicholes no estamos tratando de arreglar los límites estatales; eso no nos interesa, ni nos compete. Lo que sí nos interesa son los límites agrarios. No nos importa si una parte de nuestras tierras queda en Nayarit y otra en Jalisco. Lo que queremos es tener nuestros derechos agrarios completos. Hemos pedido la protección de la policía de Jalisco, porque la de Nayarit sólo protege a los ganaderos y ataca a nuestros hermanos. No es pareja. Y como dijimos, estos problemas que los arreglen los estados, pero ya.
[…] En el caso de San Andrés, tenemos la situación que, aunque ya le ganamos completamente un juicio al ejido El Refugio, y aun así, no nos quieren respetar. Han trozado nuestros alambres y posterías, y siguen metiendo su ganado a nuestros terrenos. Esto ya no lo permitiremos […] escuchando las noticias se dice que los huicholes sacamos veinticinco familias, lo cual es mentira. Hicimos un realeo autorizado oficialmente los días 10 y 11 del presente mes y sólo ganado desalojamos de nuestras tierras.
Además de insistir en que les asiste el derecho para desalojar el ganado del territorio wixárika, y reiterar los motivos para llevar a cabo el plantón de Mesa del Tirador, enfatizaron también sus razones para exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, “traducidos como propuesta de reformas constitucionales por la Comisión de Concordia y Pacificación”, cuestión ya planteada en su comunicado del 30 de julio y que ahora resaltan diciendo:
# Eso lo hacemos porque sabemos que si el gobierno no cambia la Constitución, tal y como firmó, ya nunca vamos a resolver nuestros problemas. Los pueblos indígenas, nosotros los huicholes, estamos pendientes de lo que se está discutiendo a nivel nacional e internacional sobre derechos indígenas. Creemos que nos critican porque pretenden que sigamos ignorantes, porque les da miedo que nos enteremos de lo que está pasando. Pero ya no estamos dispuestos a seguir como antes e invitamos a todos los pueblos indios a que también se enteren. A que asistan a foros y encuentros nacionales de los indígenas y a que participen en el Congreso Nacional Indígena, que es donde nos estamos organizando todos los indios del país. Si no nos organizamos, nunca vamos a lograr el respeto que merecemos ni nuestros derechos.
En Mesa del Tirador siguió por casi tres semanas plantada una representación de las cuatro comunidades para dar seguimiento al cumplimiento escalonado de acuerdos por parte de los gobiernos federal y de Jalisco.
Cuentan que uno de esos días los de Puente de Camotlán se toparon en el camino con un huichol solo. Como iban a caballo intentaron lazarlo y lo persiguieron, atisbados de lejos por un comando de la policía jalisciense. Cuando le tendieron el lazo y ya muy cerca de los jinetes, el hombre, aun con los brazos rodeados, logró aventarle su machete al caballo más próximo, con tal tino que se lo clavó en el corazón. El caballo se desplomó y el huichol pudo librarse. La policía vio que lo iban a lazar de nuevo, y entonces intervino disparando sobre otro de los caballos. El huichol, por fin, escapó.
Una espinosa flor
Para los wixáritari, cuya tarea expresada es cuidar el mundo, defender su territorio es un paso natural en este cuidado. Su mundo es ese territorio en donde cruzan la vida con experiencia compartida y no sólo tierra, porque sobre todo es casa, es ámbito de reformulación y metamorfosis continua. Por eso se horrorizaron en septiembre de 1996 cuando, quizá por un malentendido o por ver las acciones del gobierno federal muy decididas, parecía existir la posibilidad de que unilateralmente se declarara Reserva de la Biosfera buena parte de su territorio.
En ese entonces enviaron3 una carta al presidente Zedillo en la que le decían:
# Imagine usted un patrimonio de la humanidad vigilado por biólogos y técnicos, pero invadido por ganaderos mestizos protegidos por los poderosos de este país. No estamos de acuerdo. Sí estamos de acuerdo en cambio en que nos dejen decidir. Tenemos más años de conocer y cuidar nuestro territorio que ustedes. Las ciudades donde ustedes viven están enfermas y sus ríos transportan suciedad maloliente. Hay más progreso en las ciudades pero menos esperanza en el futuro. ¿Por qué entonces de las ciudades quieren venir a nuestra casa a imponernos la forma de cómo cuidarla? ¿Por qué en lugar de mandarnos y menospreciar nuestra casa, no tienen la paciencia de escucharnos? Si escucharan la verdadera voz de nuestro pueblo, podríamos ayudar un poquito.
La paz es la hermosa flor que el pueblo wixárika ha cultivado desde los antiguos tiempos. Con esa flor que es la paz pedimos que se detenga la propuesta y los presupuestos económicos para la Reserva de la Biosfera. Con la flor de la paz pedimos no vuelvan a utilizar el sello de nuestra organización para gestionar a nuestro nombre ningún proyecto. Con la flor de la paz pedimos nuevamente que nos devuelvan nuestras tierras, que no nos impongan leyes forestales que nos obliguen a dañar nuestros bosques, que nos dejen decidir. Con la flor por siempre pedimos respeto. Somos cultivadores, cantamos y rezamos por la vida. Ése es nuestro cargo, señor presidente, sembrar, agradecer, pedir vida y salud para todos los seres vivos del mundo. Si el suyo es velar por los derechos de todos los mexicanos, le pedimos justicia. Lo saludamos nuevamente. Panpariyutsi, gracias.
Su propuesta consiste en declarar nuestra casa como Reserva de la Biosfera y patrimonio mundial de la humanidad. Se oye bonita la propuesta pero para llegar a ella se han gastado más de 3 millones de pesos en el llamado Estudio del Manejo Integral de los Recursos Naturales (EMIRN) cuyos resultados, documentos y mapas a pesar de pertenecernos no los tenemos ni hemos visto sus frutos. Han utilizado el EMIRN como si fuera de su propiedad y autoría para usos que nos afectan directamente y que no nos son consultados […] queremos ser nosotros los que bajo nuestras propias formas culturales establezcamos las maneras de proteger y conservar nuestro hábitat y territorio sagrado.
Sí, inquieta esa flor espinosa que es la paz. Los wixárika les están mostrando a todos el valor del respeto, que a veces asume una mordacidad, como buen respeto no pusilánime. Ése es su cuidado del mundo, cuando se ponen de colectivos, que se les da. Lo directo de su discurso lo han usado ya antes cuando corrieron a los franciscanos que construyeron un templo católico en terrenos comunales, sin consultarles y sin respetar las mínimas sutilezas, si se considera que construir una iglesia con forma de templo huichol es ya un agravante para quienes no profesan siquiera la religión católica que los franciscanos intentaron imponerles hasta en la escuela.
Por eso es muy interesante difundir el informe detallado que la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI) preparó en defensa de los huicholes, a quienes una opinión pública poco informada tildó de intransigentes religiosos al estilo chamula, sin prueba alguna y sin querer entender las profundas definiciones que se jugaban. AJAGI ha acompañado el proceso del pueblo wixárika de manera respetuosa y avalada plenamente por la comunidad. En el informe se lee:
# […] En el trasfondo del asunto, más que una intolerancia religiosa de los huicholes hacia el catolicismo, subyace una reivindicación de identidad (que entre los wixárika tiene elementos culturales y religiosos que se mantienen vivos después de muchos años) y una exigencia de no ser transgredidos.
Este síntoma anuncia que se ha llegado a uno de los límites de la relación entre los pueblos indios y el resto de la sociedad. Si en el resto del país toman fuerza las demandas de autonomía, entre los huicholes esta demanda –quizá aún no formulada de manera concreta– contiene una de sus justificaciones menos contempladas: la reivindicación de los lazos míticos cargados de sentido que otorgan a este conglomerado referencias concretas de existencia y equilibrio.
Los huicholes, como el resto de los pueblos indios del país, han fortalecido en años recientes su presencia, su organización y sus reivindicaciones. Quizá más que para otros pueblos indios, la más fundamental demanda wixárika es la recuperación de su territorio. Esto se ha traducido en demandas agrarias que se llevan a efecto desde hace muchos años pero que a últimas fechas lograron ya dos resoluciones favorables a ellos, oponiéndose a sus vecinos mestizos. Sin embargo, para el pueblo wixárika el territorio es algo más que lo geográfico o lo agrario, o el control de sus recursos naturales. Para ellos es el espacio donde se despliegan sus lazos con lo sagrado y a partir de lo sagrado adquieren forma sus relaciones con el entorno.
Tanta fuerza tiene la tradición entre los huicholes que a últimas fechas comienza un proceso concreto por establecer un centro de educación que responda con contenidos pertinentes a sus condiciones y que contenga elementos centrales a la repercusión de su cultura.
En este contexto, la labor de los franciscanos es vista por la mayoría de los huicholes como una labor que, si bien ha establecido un trabajo pastoral sacramental, poco ha trabajado en aras de una pastoral social, es decir, los franciscanos han tomado a los huicholes como objeto de evangelización y no como sujetos de su propia historia.
Esto es causa de resentimiento en la comunidad, pues durante cuarenta años ha intentado lidiar con lo que considera transgresiones a su cultura, a su forma de ver el mundo, y no les ayuda a remontar las desigualdades a las que están sujetos.
Durante el conflicto actual, resaltan dos hechos que dispararon la reacción airada de las autoridades y comuneros huicholes. La primera es la construcción de un templo católico en forma de templo tradicional huichol. Esto les parece una afrenta a su visión de lo sagrado. Por si fuera poco, el templo se comenzó a instalar en terrenos comunales que de facto le fueron arrebatados a la comunidad.
Es interesante resaltar aquí un pasaje del diagnóstico que hace el Instituto Nacional Indigenista con respecto a este particular: “la permanencia de los franciscanos en las comunidades huicholas no crea derechos de propiedad sobre las tierras en las que se encuentran las instalaciones, en este sentido la misión franciscana debe respetar tanto los derechos territoriales como los culturales que asisten a los huicholes procurando no contravenir las decisiones que por asamblea de la comunidad hayan sido aprobadas. A este efecto hay que enfatizar que la salida o permanencia de dicha misión deberá estar sujeta a los procedimientos legales, tomando en cuenta la opinión de todas las partes”.
El otro elemento del conflicto es la educación. Si los huicholes han estado pugnando por una secundaria que refleje los intereses y elementos propios –y que la comunidad impulsa en cooperación con expertos en educación participativa–, en cambio la dirección de Educación Indígena en Jalisco, que debía ser afín a estos intentos, ha delegado en los franciscanos la instalación de telesecundarias que a fin de cuentas no alteran mínimamente la idea convencional de la educación bilingüe que se otorga a las comunidades y no ayuda a los wixárika a asumir sus propios procesos y contraviene los principios educativos consagrados en la Constitución.
Estos dos aspectos conforman el centro del conflicto, que desde afuera aparece en los medios de comunicación como un problema de intolerancia hacia los católicos.
Si analizamos un poco la situación nos daremos cuenta que quienes esgrimen este argumento no consideran posible que haya conglomerados que no pertenecen a una de las tantas congregaciones cristianas o para el caso judías. Se piensa –por racismo, desinformación o desinterés– que no existen núcleos de población que reivindican otras formas de religiosidad ancestrales que sólo tangencialmente se conectan con la cosmovisión judeocristiana.
Para los huicholes, cuya tradición religiosa no está tan entreverada con las enseñanzas del cristianismo y el catolicismo que barrieron o enmascararon el conocimiento ancestral de muchos otros pueblos, es lógico que la comunidad sea extremadamente sensible a toda intromisión que rompa con un sistema de vínculos que regulan la vida general de los individuos y los clanes. Las autoridades religiosas huicholas, anclaje de la continuidad de sus tradiciones, siguen teniendo un enorme peso en su vida cotidiana. Entonces, preguntaríamos, intolerancia de quién hacia quién.
Si los huicholes de San Andrés Cohamiata aceptaron la presencia de los franciscanos en la zona por espacio de cuarenta años, eso no significa que aceptaran sus maneras de actuar por el solo hecho de ser religiosos. Tendríamos que arribar entonces a una cultura donde los acuerdos entre las personas estén sujetos a revisión continua y al reconocimiento de que las congregaciones religiosas, en particular las que tienen una enorme estructura política como es el caso de la Iglesia católica, pueden estar sujetas a revisión porque no constituyen más que una autoridad moral y no una autoridad real más que para quienes han decidido pertenecer a estas instituciones.
Es importante entender por qué los huicholes piden centralmente que se revise el papel jugado por los franciscanos en la Sierra Huichola, y por qué se remiten a las decisiones de asamblea. Desde afuera se menosprecia o se trastoca el sentido tan fuerte que tienen para los conglomerados indígenas la asamblea comunitaria o la asamblea de las organizaciones regionales. La asamblea es el espacio conjunto de las voces individuales y no un colectivo amorfo. En ellas, el individuo puede expresar y hacerse oír y como tal influir centralmente en las decisiones. Es el espacio de todos para saberlo todo.4
La construcción colectiva del saber
La frase de Meterio marakame de que sólo entre todos sabemos todo adquiere uno de sus sentidos en esa lucha común que decidieron emprender cuando los funcionarios los veían como producto de consumo internacional y lucimiento de los gobernadores en turno, por lo menos en Nayarit, que les reconoce posibilidades de atracción de ingresos. Pero su sentido más profundo lo adquiere en la asamblea de comuneros. Ése es uno de los espacios no en donde todos deciden, nada más. Se piensa erróneamente que el consenso es una modalidad de la votación que en vez de contar votos secretos o manos alzadas exige un cien por cien de correspondencia. No se piensa entonces que, para los wixárika y para otros pueblos, la asamblea no es el espacio para votar sino para parlamentar en el sentido más lato del término, es decir, para dar su palabra y pensar juntos. El consenso es el producto de la reflexión colectiva, no de la votación “premoderna”. Arribar a un consenso es haber armado el rompecabezas que logra una gestalt de las opiniones y experiencias de cada uno de los presentes, no de la masiva aceptación de algún punto ni el ejercicio poco comprometido de la encuesta que se cree decisión. Es confianza, por más que a veces no se entiendan o sepan que alguno se quiere pasar de vivo. Y el modo entonces es directo, sin rodeos, diciendo todo lo que hay que decir no para orillar al rompimiento pero estableciendo el punto sin transigir por pusilanimidad.
Los huicholes asisten a una asamblea no con las formalidades que acostumbran los urbanos sino con modos de fiesta, como si asistieran al teatro. Y tan lo toman así que se acuclillan, se sientan en polines o en el pasto; forman grupos que platican y cuentan anécdotas. Las mujeres entre los wixárika sí participan, y también comentan entre ellas, mientras tejen o bordan, sentadas en grupos femeninos o con sus maridos. Algunos tejen sombreros, pero todos comen mangos, chicharrón de harina con chile, y deciden que los cigarros de cualquiera que se atreva a exhibirlos son propiedad comunal. Parecería dispersión, pero reactúan un modo de convivencia muy del Renacimiento: los sucesos del escenario son el nodo por donde pasa todo lo que hablan; los vaivenes de la representación pueden hacer que alguien del público pida la palabra y participe cambiando el foco. Entonces, los actores en escena –quienes llevan la asamblea– acotan, platican o asienten. A veces todos parecen caer en un adormilamiento o ver hacia adentro con ojos de pupila dilatada. Unos escupen, otros fuman macuche o tabaco comercial, pero la carga recorre a todos y los jalonea a veces para increpar a alguno de los del escenario que no respondió como el público pensaba.
Donde encarna lo humano
Pensándolo bien, es cierto que uno idealiza lo que observa y siente por lo menos entre los wixáritari. Tanto así que se les mitifica demasiado pensándolos como encarnación de los mitos y visiones del mundo con los que se puebla el imaginario de varias generaciones. El huichol realmente existente es mucho más que eso, por fortuna; pero es verdad que sus referentes son un mundo interior que se expresa en los actos mínimos cotidianos. Sin embargo, somos más solemnes acá en la ciudad. La idea del respeto es irónica y mordaz, directa y desparpajada en la Sierra Huichola. Su inmemorial uso de alucinógenos –que los vincula a las culturas más antiguas del mundo– y su equilibrio entre modos sedentarios y modos caminantes, entre ser recolectores-cazadores y campesinos dedicados a la siembra, su religión primigenia vigente y su responsabilidad por cuidar el mundo los hacen raro y magnífico ejemplo de la fuerza y lucidez de los pueblos indios de México, y del respeto que exigen al gobierno y a la sociedad en general.
Quizá entonces lo que se idealiza es lo que para los wixárika es ideal también. Lo que persiguen abiertamente, aunque a veces, muchas, no se logre. ¿Tiene un sitio ese ideal en el imaginario mexicano? Ellos piensan que sí. Si fuera de otra forma no increparían a los funcionarios para que rectifiquen y sean más auténticos. Esto puede resumirse en los últimos tres párrafos de su evaluación a la Consulta Gubernamental sobre Derechos y Participación Indígenas, con la que el gobierno intentó achicar los resultados de los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en. Entre los huicholes dicha consulta ocurrió los días 30 y 31 de enero de 1996, en Nueva Colonia, Mezquitic, Jalisco:
# […] Queremos que se nos respete nuestro derecho. En las mesas de esta consulta venimos a exigir pacíficamente la palabra de nuestras conclusiones.
Que nos devuelvan lo que en justicia es nuestro y que nos dejen seguir cuidando nuestra casa de acuerdo con la palabra antigua, la de nuestros padres y abuelos.
Escuchen, sean valientes, acaten la justicia, sólo si seguimos ese camino con nosotros, los indios, con la naturaleza y con todo, podremos decir que tenemos dios, que somos buenos.
Será porque para los huicholes cuidar el mundo no significa disecarlo, porque la idea de la justicia es vigente desde que recuerdan ser pueblo, lo que está en entredicho para ellos es la actitud del estado mexicano, la relación que dicho estado y su gobierno guardan hacia ellos. Un estado que les sigue negando sus derechos, como en la propuesta “para negociar” que la Procuraduría Agraria les hace en relación con los terrenos en disputa en Mesa del Tirador, propuesta en que les ofrece la mitad de la tierra en litigio y dinero para proyectos productivos, cuando que para los huicholes lo que está en juego es la integridad de su territorio. Cuando que saben que aceptar un recorte así fortalecerá la beligerancia de los invasores, que se sentirán apoyados, es decir más impunes. Un estado que pretende negarle el derecho a Bancos de San Hipólito a pertenecer a la comunidad que más le corresponde emotiva, política, agraria, religiosa y espiritualmente (tan sólo por los intereses de Durango y Jalisco, y por no sentar precedentes de justicia). Un estado que afirma, en boca de algún funcionario de Jalisco, que en cosas de indios es mejor que no entren a juicios porque se recrudecen las situaciones y que siempre será mejor la negociación. Un estado, en fin, que se remite a sus usos y costumbres, viciados y amañados, para negar la posibilidad de aplicar la ley que tanto pregona, mientras apela a la ley para negar las tradiciones de impartición de justicia en las comunidades por no estar codificadas y ser ambiguas.
Ese entredicho de los huicholes con quienes dicen gobernar y con los buenos vecinos que les tocaron es uno de sus enfrentamientos más contundentes con la modernidad. Escuchen, sean valientes, acaten la justicia, dicen a los funcionarios. En esa frase encarna lo humano.
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1 Según el recuento que realizaron Carlos Chávez y Ángeles Arcos en “El equilibrio de los kawiteros”, Ojarasca, n. 12, septiembre de 1992, el territorio huichol está amenazado con el despojo de unas 85 mil hectáreas de terreno. “En algunos casos esto se ha consumado.” El problema de San Sebastián implica 32 447 hectáreas que se encuentran invadidas por ganaderos de Puente de Camotlán y Huajimic. Santa Catarina tiene que lidiar con unos pequeños propietarios que se adueñaron de unas 7 mil hectáreas. En el caso de San Andrés Cohamiata, la cosa se complica porque desde 1960, año en que se tendió a legalizar la situación agraria de los huicholes, se crearon comunidades y ejidos en San Juan Peyotán, Santa Rosa y La Purísima a costa de su territorio. Se les anunció entonces que de las 250 mil hectáreas que reconocen como suyas desde tiempos remotos se les reconocerían 129 mil, que al final se convirtieron, en los hechos, en 74 940, recortadas todavía más porque en las mediciones los ingenieros rebanaron otras 8 mil quedando en 67 mil. Uno de los casos individuales con más repercusiones es sin duda el caso de Bancos de San Hipólito, al que de las 10 720 hectáreas que les correspondían hoy le quedan menos de 100 hectáreas, pese a las reiteradas solicitudes y exigencias jurídico-administrativas que han emprendido. Además la jurisdicción de Bancos de San Hipólito depende del municipio de Mezquital, Durango, y no de su comunidad original, San Andrés Cohamiata, en Jalisco. Por eso han emprendido, al igual que El Saucito, acciones legales, incluso apelando a la OIT, para hacerse oír. Estos dos últimos casos, por ser paradigmáticos de la situación de ilegalidad en la que se mueven los invasores y los gobiernos que los solapan, darán mucho que hablar en los próximos meses.
2 “Aun cuando los estudios legales realizados por la misma Reforma Agraria acreditan totalmente la razón legal a los huicholes, es un acuerdo generalizado que la única razón real puede llegar por la vía de la concertación. Sin embargo a fines del año pasado [1991] cuando por órdenes presidenciales se formó una comisión de alto nivel para este fin, el resultado fue desastroso, dado que ésta pretendió entregar 80 por ciento de las tierras en conflicto a los ganaderos nayaritas y sólo 20 por ciento a sus verdaderos dueños, los huicholes.” Véase Carlos Chávez y Ángeles Arcos, art. cit.
3 Véase “Una flor del pueblo wixárika”, La hora de los pueblos indios, perfil de La Jornada, diciembre de 1996, p. 10.
4 AJAGI, Informe y cronología detallada sobre el conflicto entre huicholes y franciscanos.