Cada caso no es sólo un acto paternalista y benéfico, sino un componente de tejido social y afectivo.
La solución no es la solución, sino la certeza de que una mano lava la otra y muchas manos hacen una ronda y que la vida es una ronda y vale más la reciprocidad y el equilibrio que el comercio.
El trueque comunitario es como el tejido de las abejas que van de flor en flor llevando y trayendo el polen, que las cosas y servicios circulan en la misma medida que circula la energía, los afectos, el instinto y el común.
Se van dejando de lado los tejidos racionalistas de organización, estructura y máquina, para valorizar y recuperar la fraternidad cotidiana, los flujos y circulación del amor.