Con leyes o sin leyes, los pueblos, naciones y tribus, las comunidades locales, refuerzan el control autónomo de sus territorios, proponen autogobiernos y democracia directa con el fin de resistir las enormes invasiones y explotaciones corporativas.
Más y más comunidades buscan un auténtico bienestar o prosperidad que saben sólo puede surgir de autogobiernos, de proyectos autogestionarios, de que las decisiones se tomen donde son pertinentes —y las tomen quienes ejercen su propia vida y destino con otros y otras por igual.
Hay una alianza, autónoma en actitud, que vincula a los movimientos indígenas y campesinos con segmentos del movimiento ecologista y de la sociedad civil que impulsa que más gente, en campo y ciudad, pueda ejercer la vital estrategia de sembrar alimentos propios abriendo un breve y luminoso espacio desde donde se pueda emprender la búsqueda de la transformación radical del mundo.
Hoy, América latina es un laboratorio de espacios de reflexión derivados del intercambio de muchas experiencias que comienzan a narrarse desde muchos rincones.