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La metamorfosis institucional perversa


Raul Prada Alcoreza :: 25.09.18

No todo lo que pasa se conoce, no todo lo que se conoce se nombra; cuando se lee lo que se nombra se termina creyendo que lo que se nombra es el mundo efectivo; solo es parte del mundo de las representaciones. Lo más reductivo resultan ser los nombramientos políticos, así como los nombramientos ideológicos, pues se trata de nombres demasiado circunscritos, muy cercanos de los prejuicios y de los esquematismos. Peor aún, cuando se trata de nombres jurídicos, es decir, de nombres que juzgan; mucho peor de nombres que condenan. Entonces, estamos ante un mundo de las representaciones demasiado fijos, anclados en el nombramiento de la pena y del castigo. El problema es que son estos nombres los que se usan para decidir sobre la vida o la muerte, sobre la libertad o la condena. Otro problema, es el que los que emiten el discurso de la condena sean jueces que creen que el acto de juzgar es meramente un acto de poder, de ejercer poder. La justicia queda como vaho discursivo inalcanzable; lo que se aplica es el pragmatismo más cínico, el oportunismo más desenvuelvo, el descomedido interés en preservar la estructura de poder consolidada.


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