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La pregunta por el sentido del ser


Raúl Prada Alcoreza :: 27.10.18

No hay promesa que pueda cumplirse, puesto que las promesas emergen de la ilusión, sobre todo de la ilusión de que la historia tiene sentido, la astucia de la razón, que se cumple dialécticamente. La civilización moderna, incluso más que las civilizaciones atrapadas en el mito y la religión, es la civilización de la promesa; es decir, de la promesa que se cumple en la Tierra, no en el cielo. Las sociedades modernas han apostado o han entregado su energía a estas promesas, de todo tinte ideológico; empero, después de haberlo hecho, se han encontrado con que la promesa no se cumple. Gran parte de la infelicidad humana en la contemporaneidad tiene que ver con la frustración social por estos incumplimientos de las promesas.
La cuestión social, es decir, la reproducción diferencial de las clases sociales, no se resuelve políticamente, tampoco como otros han creído, económicamente; la estructura diferencial de clases corresponde a la arqueología de las civilizaciones que optaron por el dominio sobre la naturaleza, el cuerpo y, por tanto, la vida. Basar la estructuración social, si se quiere, la arquitectura social, en los dispositivos de la dominación, que convierten lo que se domina en objeto, en mera cosa, es iniciar precisamente las genealogías del poder, que han caracterizado a las sociedades humanas, involucradas en la historia civilizatoria como distinción del hombre respecto de la naturaleza.


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