Mientras izquierdistas luchan por adentrarse al estado sembrando aún durante años, derechistas ponen fin a las migajas electorales y procedimentales que han concedido graciosamente a lo que queda de democracia. Evangélicos han descubierto que para influir en la política de anquilamiento de la democracia hay que trabajar en los barrios con sus discursos irracionalistas y falsos exorcismos que dan sentido a la irracionalidad abstencionista de las masas frustradas en sus espectativas y esperanzas. Mientras izquierdistas pierden el tiempo al dar respiración boca a boca a la racionalidad del poder y de la diciplina con vacíos discuros de la utopía, de la democracia y los derechos humanos, además nos hacen perder nuestro tiempo, nos envuelven en bellos discursos unitarios que son pura paja mientras los evangélicos le comen el coco a la frustración y la desesperanza. Hoy día hay que concentrarse en sembrar para la autonomía, las formas de vida compartida y los autogobiernos locales.