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El plano de la ideología


Raúl Prada Alcoreza :: 11.11.18

La ideología no es efectiva en los espesores de la realidad, salvo en lo imaginario. La ideología no incide preponderantemente en la realidad efectiva; solo lo hace como formaciones discursivas y enunciativas legitimadoras; legitima el poder, pero no forma parte de su materialidad ni de las dinámicas del poder. El ejercicio del poder, como ya lo dijo Michel Foucault, no pasa por la ideología, a pesar de que la utiliza. El poder se ejerce mediante la captura de fuerzas y su utilización para la dominación y la reproducción misma del poder.
Si bien el poder es la heurística de las dominaciones, la característica preponderante de las dominaciones en la modernidad tardía parece ser la de convertir al pueblo en público. Se trata de una dominación mediática o que usa los medios de comunicación como instrumentos de poder, produciendo el público. En consecuencia, la política se convierte en un espectáculo grandilocuente y el pueblo en el público espectador.
El migrante de la modernidad tardía es un producto histórico-político perverso de los diagramas de poder y de las cartografías políticas contemporáneas, es como el “costo colateral” de las estrategias de dominación desencadenadas. Es el producto perverso de las máquinas de guerra en la modernidad tardía.
Parecería que los diagramas de poder de la modernidad tardía se movieran en el intervalo de dos contenidos, el del público y el del desterrado. Interpretando, es como decir que, si no aceptas ser público del espectáculo de la simulación, entonces, se te condena al destierro. Estos contenidos derivan del moldeamiento de los cuerpos sociales, a partir de las máquinas de control, las máquinas de guerra y las máquinas mediáticas. Sin embargo, no acaba aquí todo lo que respecta a la concurrencia de las fuerzas sociales, pues hay también resistencias. Las resistencias corresponden a las actividades y prácticas sociales que no aceptan convertirse en público, que buscan ser actores de los entramados sociales y las tramas políticas. Cuando ocurre esto, los espacio-tiempo sociales se convierten en las zonas rojas, de peligro, para la mirada panóptica y de control de los diagramas de poder.
Hay variados contenidos de estas resistencias, se den de manera abierta y, si se quiere, consciente, o de manera espontánea y, si se quiere, inconsciente. Uno de estos contenidos corresponde al relativo a los pueblos indígenas, que juegan un papel protagónico en las resistencias ecológicas y culturales. Otro de estos contenidos de las resistencias corresponde a la figura de los movimientos sociales autonomistas, de autogestión y de autogobierno. En lo que corresponde a las resistencias espontaneas, que no generan movilizaciones sociales, sino que están asociadas a prácticas singulares de cohesión social, aparecen contendidos difusos y ambivalentes, como, por ejemplo, las tribus urbanas. No se trata de hacer, ahora, una larga lista, que de por sí habla de que las sociedades alterativas desbordan a las sociedades institucionalizadas.
estos contenidos o semi-contenidos de resistencias no son parte de las narrativas ideológicas, salvo para estigmatizarlos, si no es, en algunos casos, hacer apologías, que también es una manera de ignorarlos. En este sentido, se puede decir que las ideologías son anacrónicas; no responden a las dinámicas de los espesores del presente, sino que se hallan ancladas, rumiando, una memoria rezagada, de un recorte del pasado o más bien, una representación esquemática del pasado.


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