La clave se halla, a mi entender, en un freno de mano que nos permita detenernos a pensar el sentido de la productividad, que nos habilite a poner en cuestión el brutal expolio de la naturaleza en/de la cual vivimos, que desnaturalice el caráter individual de las posibles soluciones, que desprivatice el cuidado y la reproducción de la vida, que nos instigue a dudar de los beneficios de la virtualidad.
Nosotros pensamos que siguen siendo fórmulas genéricas, más de construcción ideológica que práctico-concretas, por lo tanto al profundizar aterrizando conceptos nos encontramos con la necesidad de democratizar los espacios de vida cotidiana como distribuir las tareas domésticas o acrecentar la relación con los vecinos para aprender juntos a administrar el barrio o población entre todos. Si no salimos del deseo o la comprensión para tejer realidades con nuestros cuerpos, quedamos como aprendices de intelectuales y caldo de cultivo para los encantadores de serpientes.