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Los amores de Rosa


Hernán Ouviña :: 16.10.20

Rosa Luxemburgo fue una persona extremadamente amorosa. Su particular sensibilidad, así como el ejercicio de la libertad que desplegó a lo largo de su vida en términos sexo-afectivos, llaman la atención aún hoy en día, porque desentonan ante lo que en su época tendió a ser pura pacatería, tradicionalismo burgués, respeto denodado por la familia nuclear, frío calculo estratégico o mera racionalidad instrumental. Jamás hizo lugar a estos mandatos, por lo que muchos fueron quienes se ensañaron con su actitud de tremenda osadía frente a la hegemonía patriarcal. Rosa nunca se casó ni tuvo hijos. Tampoco convivió con pareja alguna. Su única compañera hogareña fue Mimi, una gata a la que amó como a nadie y con la que sentía la mayor de las afinidades, casi hasta la mímesis. La autonomía era un bien demasiado preciado para ella, ya sea en las calles y plazas como en la cama. Y si bien no se declaró de manera abierta feminista, hoy podríamos caracterizarla como una precursora de esta lucha


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