Es como el golpe de estado en Chile, donde los militares acabaron con la autoorganización social y consiguieron que los partidos de la Unidad Popular se aliaran con los golpistas de la Democracia Cristiana para reordenar al pueblo detrás del neoliberalismo. En Brasil entró Bolsonaro que está dejando una sociedad caótica y como vienen nuevas elecciones basta soltar a Mandrake el Mago para que traiga otra vez ordenadamente a los sindicatos izquierdistas y a los campesinos más rebeldes para que administren el gran capital que requiere orden y disciplina en el trabajo sin importar que sean gobernados por el fascismo, por la derecha o por la izquierda que ha virado estruendosamente hacia la socialdemocracia como lo demuestra López Obrador en México, Fernández en Argentina, Arce en Bolivia, la Concerta y Boric en Chile, ademnás de las dictaduras de Venezuela y Nicaragua. Ahora el sistema mezcla la baraja y saca la carta Lula que luego sustituirá por otra y así hasta que la gente se canse de seguir a los líderes de cartón y se decida por los autogobiernos.