Las izquierdas partidarias y burocráticas del continente empujan la potencia social colombiana hacia negociaciones y elecciones para capturar el poder ejecutivo del aparato del estado expropiando el potencial desplegado por el protagonismo social como hizo Evo Morales en Bolivia, el kirchnerismo argentino que aniquiló las asambleas vecinales para someterlas al estado, el autoritarismo orteguista en Nicaragua que traicionó el espíritu de la revolución nicaragüense, los partidos chilenos que traicionaron el legado de Allende, en fin la partidocracia que comparte el poder para usufructuar del capitalismo necesario para alimentar los servicios clientelares del estado. No creemos en la transición a un gobierno democráticos que mantendrá el poder militar y empresarial, sino en la capacidad de autoorganización y autogobierno que están demostrando las comunidades indígenas, afros, campesinas y barrios periféricos de las ciudades, que de seguir desarrollándose harán que sea innecesario el aparataje del poder centralizado en el estado.