La irreverencia como auxiliar de la resistencia

13.Jul.03    Análisis y Noticias

La lucha de la resistencia contra el capital, siendo una dinámica de reagrupamiento desde abajo, autonomía y reconstrucción del ser social comunitario en rebeldía contra el sistema, puede perfectamente ser acompañada de la multiplicación de la irreverencia individual en los más diversos planos, pues su generalización auxilia el proceso de desligitimación y debilitamiento de las estructuras dominantes y su reproducción, así como legitima las salidas alternativas y la convocatoria de los grupos sociales en lucha, a donde estos irreverentes, después de su ruptura o procesos de autoconcientización, pueden confluir con su espíritu libertario y sumarse a otros con los cuales emprender las tareas de ocupar tierras, locales, etc, o levantar barricadas y desarrollar la autodefensa popular, junto a la autogestión y al asambleismo donde las libertades individuales confluyen en un rico entrecruzamiento que permite proyectar al sujeto social.

Algunos grupos de izquierda hacen de la reverencia un papel importante: el respeto a las estructuras partidarias, a los sindicatos, al líder, a la vanguardia, a los autores, a las banderas, a las consignas, en fin, nuevos objetos de culto, nuevos dioses, que mantienen la ‘unidad’ en la medida que se identifican con aquel faro y no con el otro sujeto que tienen al lado. El quiebre de dichas dependencias es vital para cambiar la mirada hacia la horizontalidad comunitaria y reconstruir lazos de solidaridad y afecto que se hagan indestructibles en la misma medida que se enfrentan a la dominación y construyen la nueva sociedad.

El sistema, obviamente hace de la reverencia y el respeto sus principales banderas, ya que así mantiene la dependencia del sujeto separado hacia las estructuras desde las cuales se ejerce la verticalidad y el autoritarismo, así cuando la inocente criatura viene al mundo, en vez de entrar a un universo de libertad donde crecer y proyectarse como sujeto pleno, es introducido en la estructura de la familia, donde la figura del ‘pater’ es la máxima autoridad, siguiéndole en jerarquía la ‘mater’ y los hermanos mayores, entra ocupando un espacio preestablecido donde entroniza (adquiere e introduce) las ‘normas’ de funcionamiento, la disciplina de la conducta, los límites de la libertad, las sanciones y castigos correspondientes, en fin que no es de extrañar que miles de niños y jóvenes escapen de los ‘hogares’ para vivir en la calle o junto a otros de su edad. El estado, las iglesias y las ONGs tienen la función de capturar a esos fugitivos y recolocarlos en el seno del núcleo familiar o enseñarles algún oficio para que ‘luchen’ por incorporarse a la máquina. No es por otro motivo que la estructura familiar sea tan valorizada por estas entidades de la dominación. Y así siguen con la escuela y demás instituciones.

Una de las formas principales que se usan para domesticar e infundir el respeto y la veneración como modelos de conducta, es el respeto a los adultos, de los que se hace una generalización oportunista y muchas veces inconciente. Los ancianos son de mayor respeto, pero su influencia es apartada por los propios adultos que los ponen en asilos o en la condición de abuelitos tiernos y medio desviados, a los que no hay que hacerles mucho caso. Muchos ancianos alcanzan a percibir toda esta maquinación y algunos se refugian en una especie de fuga internista a falta de posibilidades de revertir la situación por estar debidamente arrinconados, lo que aprovechan las iglesias para domesticarlos aún más con la idea de que van al encuentro del ‘señor’, o sea, una aspirina para que se queden quietos.

Muchos ancianos pasan por el proceso llamado de ‘vuelta a la infancia’, que se disfraza de problema mental, poniéndolos junto a la categoría de los ‘locos’, que en disímiles ocasiones son más ‘cuerdos’ que el resto. Es notorio que los ancianos y los niños desarrollan niveles de afecto mútuo muy elevado, hay una especie de identificación por fuera del tinglado y muchas veces los adultos deben estar vivo el ojo para evitar ‘conflictos’. La comunicación y la confianza mútua es notable entre estas dos categorías sociales, aunque muchos sólo pasan a los nietos lo que orientan los adultos, aunque se mueran de ganas de abrir ojos hacia otras direcciones, en especial la imaginación y la creatividad, con lo que evaden las rígidas reglas y se hacen los bobos cuando el adulto les dice ‘ya estás contando esas historias al niño, o a la niña’, en una evidente represión para que la víctima no se les escape.

Diferente es la relación entre estas tres categorías en las comunidades originarias o nacionales, donde las costumbres identitarias hacen un marco común de cohesión interna y cabe a los ancianos un papel mucho más relevante y los adultos disfrutan del hecho de que los niños sigan las lecciones de los más viejos.

Así en la sociedad de control la irreverencia, o sea, la ruptura de la disciplina y de las normas para practicar otras conductas, se hace una necesidad, tanto en la familia como en la escuela y demás lugares sociales. Ya comentamos en un texto anterior sobre el grupo musical Mamonas Asesinas de Brasil, cuya música, letras y actividades, sean saltos, bailes y caretas, se referían a la irreverencia, criticando y burlándose de los valores tradicionalistas que se inculcan a la menoridad. Tanto fue el éxito de sus actividades que cuando aparecían en la televisión, parecía mundial de futbol, pues millones de niños y jóvenes los seguían cantando sus letras e imitando sus saltos, riéndose de la disciplina y la rigidez de los valores y comportamientos establecidos llevando eso a la escuela donde se repetían las letras y se reforzaban unos a otros en una práctica que asustó al régimen, de manera que tenía que ocurrir un accidente de avión y así al grupo acabó. Poco a poco la sociedad recuperó a esos niños, pero aún hay bastantes personas que no han podido ser ‘recuperadas’ y la semilla ha quedado.

Eso demostró que el sistema está atento a esas manifestaciones. Y no vacila en cortarlas de raíz cuando necesario. Precisamente los cantantes más influyentes en el plano de la crítica y la irreverencia, Elis Regina y Raul Seixas, murieron casualmente de overdosis, lo que muchos no creen.

En Bolivia, en una oportunidad fuimos invitados a participar en actividades autónomas de estudiantes y profesores, donde estos últimos llegaron con sus esposas e hijos, el grupo no bajaba de 30 personas y fueron varias sesiones. En la primera actividad colocamos la idea del no respeto a los adultos y se montó una discusión enorme, pues una de las madres, que era profesora de escuela, se negaba rotundamente, de manera que hubo ocasión de explayar la argumentación. Los niños y jóvenes entendían perfectamente y ponían sus opiniones. Uno de los ejemplos que se pusieron era que si hay que respetar a todos los adultos, también habría que hacerlo con los dictadores, como Meza y Pinochet, con lo que llegamos a que hay adultos y adultos y que entre ellos se diferencian por sus actitudes hacia las otras personas y por el respeto que tienen hacia los menores.

La diferenciación se debe hacer desde un plano crítico general y no desde la subordinación, pero asumir este punto de vista por parte de los jóvenes implica una actividad ‘intelectual’ que no les es permitida. O sea, en vez de pregonar el respeto a los adultos como un todo y desde allí criticar a los que se ‘desvían’, debe ser al contrario, difundir el no respeto a los adultos estableciendo lazos con los que se nieguen a ser autoritarios y lleguen junto a los jóvenes a luchar contra toda jerarquía y autoritarismo.

La irreverencia debe ser difundida también hacia los símbolos y estructuras del poder en todos los planos, las banderas, los himnos patrióticos, las iglesias, etc. Lo primero para los grupos que discuten el asunto es definir cuáles son esos elementos, hacer un listado y analizarlos para observar la influencia que ejercen en la reproducción de valores y prácticas subordinadas. Contando con eso, se puede hacer una batalla constante al interior y al exterior del grupo para no realizar o no ejecutar dichas actividades distorsionadoras que llevan al cordero a la disciplina de corral. Eliminarlas progresivamente y levantar actividades paralelas con otras formas y contenidos, en especial asambleas horizontales en las escuelas, barrios y centros de trabajo, donde se discuta la influencia de esas prácticas y no se las trate como cosas secundarias y sin importancia, pues de esa manera estamos permitiendo y aún siendo cómplices de la reproducción de comportamientos subordinados.

En el escoutismo, por ejemplo, la gran mayoría de los grupos sólo trabajan la militarización y disciplinamiento de la juventud, y gran cantidad de jefes son policías o bomberos y aún miembros activos del ejército. Algunos grupos intentan practicar otras modalidades, pero dentro de los rígidos esquemas, pues hacen jurar por Dios y por la Patria. Para nuestras actividades hemos debido también trabajar dentro del escoutismo y la oportunidad en que se nos tomó el juramento nos negamos a hacerlo por esos motivos y lanzamos la discusión de hacerlo por la Justicia y por la Humanidad. En esa oportunidad habían varios grupos y se reunieron los jefes con el jefe mayor y nosotros. La discusión fue larga, pero conseguimos la aceptación y la ceremonia fue así, lo que originó otra serie de discusiones después en las ‘tropas’. Simultaneamente con ello, cuidando la mayor distancia para no mezclar, constituíamos el Movimiento de los Pioneros por el Socialismo en campamentos de sin techo (eso fue en Brasil, cuando viví casi medio año en una ocupación), donde decenas de adolescentes se reunían para actividades de juegos de niños, bailes y discusión de los problemas del colectivo. Recuerdo que uno de los referentes eran justamente los Mamonas Asesinas (mamona es un tipo de gusanillo) y su irreverencia. Un trabajo que escribí en esa época hace una comparación entre ambos movimientos de jóvenes y sus implicancias para el desarrollo de la irreverencia.

Es saludable en las escuelas que grupos de jóvenes discutan sobre eso y puedan envolver algún profesor que comparta las ideas para que las difunda en su categoría, que debe ser auxiliar del proceso de crecimiento de la irreverencia y el consiguiente proceso de rebeldía entre la juventud.

En la región periférica de Sao Paulo participamos también en los primeros brotes de la que se llamó Juventud Democrática Autónoma, con jóvenes de varias escuelas, que al cabo de un tiempo conmenzaron a elaborar un programa de la juventud, donde la irreverencia formaba parte esencial. También en mi condición de asesor de Consejos Tutelares pudimos trabajar en barrios con consejeros que defendían los derechos de niños y adolescentes convocando reuniones y actividades con jóvenes donde la despolitización era total, lo que favorecía el inicio de los diálogos para discutir entre ellos lo que es la juventud, lo que les gusta, lo que rechazan, etc. y allí la aceptación de los criterios de la irreverencia era muy fuerte. Lo mismo en los barrios de Mozambique donde trabajamos casi medio año.

En fin que no se trata de una idea, sino de una experiencia, donde se ha visto que la actitud del joven siempre es mayoritariamente una tendencia a descubrir formas de quebrar la subordinación. Y lo más importante es que ellos mismos descubran caminos de realización, para establecerse como categoría social autónoma que piensa y actúa como joven, sin entregarles orientación ninguna de hacia donde pueden dirigir esos esfuerzos. En barrios de Mozambique hicimos una investigación de conocimiento de la juventud, pero esa investigación era hecha por ellos mismos, o sea, ellos discutían lo que iban a preguntar a los otros, en lo que llamamos proceso de auto-conocimiento de la juventud, donde ella misma descubre y establece su papel en el mundo. Era muy interesante ver como los jóvenes se asumían a sí mismos como tales y como esa actividad entraba en choque con la dinámica de ‘formación’ establecida por el sistema.

Quizás en las asambleas o grupos autónomos del campo y periferias de las ciudades pudiese abrirse ese espacio para que los jóvenes se agrupen y descubran sus propias maneras de participar e influir en los procesos de reconstrucción del ser social y de la lucha de la resistencia. Su participación activa en las tareas colectivas debe impregnarse de la más profunda irreverencia hacia todas las formas de dominación, y con ello estaremos educando de otra manera a las futuras generaciones en el camino de construcción de una nueva sociedad. Será más bien una auto-educación activa y participativa, transformadora y constructiva. Y así ellos estarán en mejores condiciones de trasladar esas formas de ser hacia las escuelas y jóvenes de otros barrios.

Profesor J
Clajadep
http://clajadep.lahaine.org