EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
Raul Zibechi
La política abajo y desde abajo ha registrado grandes avances desde co-
mienzos de los años 90, que han propiciado una nueva coyuntura en Amé-
rica Latina, de la que forman parte los nuevos gobiernos que se proclaman
progresistas y de izquierda. A grandes rasgos, estos gobiernos son una
consecuencia indirecta de las luchas de los movimientos que han
deslegitimado el modelo neoliberal, abriendo grietas en las formas de do-
minación. Con ellos están naciendo nuevas formas de gobernar, como
resultado de la potencia de los movimientos sociales, pero también como
un intento de las élites de reconducir la crisis del modelo de dominación.
Comprender estas «nuevas gobernabilidades» es un imperativo para se-
guir impulsado las luchas sociales y políticas en una situación ciertamente
más compleja que la anterior.
De entrada, me gustaría considerar que las nuevas gobernabilidades
no son la respuesta a los movimientos, sino algo un poco más complejo:
son el punto de intersección entre los movimientos (no como instituciones
sino como capacidad de mover-se) y los Estados, y a partir de ese «en-
cuentro», en el proceso de encontrar-se, van naciendo las nuevas formas
de dirigir estados y poblaciones. Más que punto o puntos de encuentro,
quiero dar la idea de algo móvil y en construcción re-construcción perma-
nentes. O sea, que las nuevas gobernabilidades no son ni una construcción
unilateral ni un lugar fijo, sino una construcción colectiva y en movimiento,
como espero mostrar más adelante.
Pero hablar de nuevas gobernabilidades supone que las viejas formas
de gobernar entraron en crisis o fueron superadas o desbordadas por la
actividad de las poblaciones organizadas. Por eso que llamamos movimien-
tos sociales, que me parece un término cada vez más inadecuado porque no
alcanza para dar cuenta de lo que en realidad sucede. Hablaré entonces, y
de modo provisional, de «sociedades en movimiento», porque me parece
que este término (aún siendo vago y por la misma ventaja de su vaguedad)
no remite a instituciones sino que pone en primer lugar la idea de que algo se
mueve, y ese algo son sociedades otras, diferentes a las dominantes.
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
El punto de partida para abordar las nuevas gobernabilidades podría
ser una frase de Eduardo Duhalde, el presidente argentino que sucedió a
la insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001: «Con asambleas no se
puede gobernar». Eso era cierto, pero mostraba más bien las limitaciones
del propio Duhalde, que era capaz de visualizar el problema pero quería
resolverlo al viejo estilo: sacar a la gente de la calle de la manera tradicio-
nal, ya sea por la represión o la disuasión. Y lo que estaba haciendo falta –
desde el punto de vista de los grupos dominantes– era otra cosa, otro
modo de encarar el «problema», que requiere no una sino un conjunto
amplio de medidas, que van desde la economía política hasta lo que llama-
ré el «arte de gobernar los movimientos» o si quiere las «sociedades en
movimiento». Ese conjunto de técnicas o de modos de dirigir no suprime a
los anteriores, los modos disciplinarios por ejemplo, sino que adoptan otros
que se superponen a aquellos que no se archivan sino que apenas pasan,
digamos, a un segundo plano.
Las formas que vienen adoptando lo que resta de los Estados naciona-
les para gobernar los movimientos no son homogéneas. En líneas genera-
les, desde hace algunos años se vienen practicando dos formas diferentes
para intervenir en los movimientos: en el área andina, en particular en
Ecuador y en Bolivia, la cooperación para el desarrollo; en otros países,
muy en particular en Argentina y Uruguay (tal vez en Brasil), sobre la
base de las políticas focalizadas hacia la pobreza aparecen nuevas formas
de intervención en los territorios de los oprimidos. Sin embargo, ambas
formas no son excluyentes y en general aparecen las dos en casi todos los
países; tienen en común la necesidad de ir más allá de disciplinar los cuer-
pos en espacios cerrados, y se abocan a algo tan complejo como gobernar
la población76. Con la particularidad de que ahora esas poblaciones se
mueven, se movilizan y, en muchos casos, forman amplios movimientos.
El problema que enfrenta el arte de gobernar es que en las últimas déca-
das y en América Latina, las poblaciones se levantan, se insurreccionan, y
desde el Caracazo de 1989 lo hacen de modo regular y constante, casi
permanente.
Las nuevas formas de control para enfrentar este desafío de las so-
ciedades en movimiento, a diferencia de las anteriores centradas en la
disciplina que representa un pensamiento negativo, normalizador y
reglamentador, buscan apoyarse en los fenómenos existentes, «no intentar
76
252
Al respecto, el curso de Michel Foucault: Seguridad , territorio, población, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2006, inspira buena parte de este trabajo.
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
impedirlos, sino, por el contrario, poner en juego otros elementos de lo real,
a fin de que el fenómeno, en cierto modo, se anulara a sí mismo» (Foucault,
2006: 79). En vez de reprimir y prohibir, se trata de regular la realidad
haciendo que unos elementos actúen sobre los otros, anulándolos. Este
tipo de control es tanto más necesario cuando los oprimidos han venido
desbordando las formas disciplinarias, cuando lo que se mueve no son ya
sectores sociales sino porciones enteras de sociedades, que no son ni con-
trolables ni eliminables por la represión. ¿Cómo imponerle leyes imperati-
vas, negativas, a esas sociedades otras, capaces de desbaratar y neutrali-
zar golpes de Estado, estados de excepción y las formas tradicionales de
represión?
En esta nueva realidad el panóptico se ha vuelto arcaico (aunque si-
gue funcionando, no es desde hace tiempo el medio fundamental de con-
trol). Lo que se requiere para gobernar grandes poblaciones son formas
de control a distancia, más sutiles, formas que buscan la «anulación pro-
gresiva de los fenómenos por obra de los fenómenos mismos», lo que
requiere un tipo de acción menos transparente que la del soberano para
dar paso una acción «calculadora, meditada, analítica, calculada» (Foucault,
2006: 95). Las clases dominantes deben actuar ahora sobre una multitud
de factores, pero ya no en relación de exterioridad –como el príncipe de
Maquiavelo– sino en relación de inmanencia respecto de los movimientos
que intentan domesticar o, mejor, reconducir hacia modos que beneficien
a los grupos dominantes. Si para el soberano se trataba de evitar que sus
súbditos se movilizaran, ya que el hecho mismo de hacerlo ponía en cues-
tión su condición, ahora el arte de gobernar incluye, como una más de sus
técnicas, la movilización social callejera. A la movilización no se apela,
como antaño, para apoyar a gobiernos populares jaqueados por las oligar-
quías –como sucedió en múltiples ocasiones a lo largo del siglo XX– sino
para impulsar «causas justas», como los derechos humanos en Argentina
o contra la violencia doméstica en Uruguay77. Estas son, entre otras, algu-
nas de las diferencias entre las viejas y las nuevas gobernabilidades que
más confunden a los activistas sociales, ya que introducen dosis de ambi-
güedad y confusión que persiguen esa deseada anulación de los fenóme-
nos por los fenómenos mismos. ¿Quién mejor para actuar en relación de
interioridad respecto a los oprimidos, que los gobiernos surgidos de las
entrañas de los movimientos de los de abajo, ya que están en mejores
7 7 El municipio de Montevideo, gobernado por la izquierda, convocó a fines de 2006 una
movilización social contra la violencia doméstica.
253
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
condiciones para aplicar tácticas complejas que representan un verdadero
arte de gobernar? ¿Quién mejor para aplicar estas tácticas que un tipo de
personal forjado en la militancia, con experiencia en la relación con los
movimientos de los oprimidos?
Podemos decir, con Foucault, que los «nuevos» Estados que dirigen
Lula, Kirchner y Tabaré Vázquez, por poner los ejemplos más obvios pero
no los únicos, son hijos del arte de gobernar. Nuevos, porque ya no esta-
mos ante los estados benefactores o ante los estados neoliberales
prescindentes, sino ante algo inédito, que sobre la base de la fragilidad
heredada del modelo neoliberal busca desarrollar nuevas artes para man-
tenerlos en pie, dotarlos de mayor legitimidad y asegurar así su supervi-
vencia siempre amenazada. Son estas artes de gobernar, y en particular
las destinadas a gobernar los movimientos de los de abajo, las que les
están permitiendo alargarle la vida a los Estados nacionales decrépitos.
Con la convicción de que el Estado no es una cosa sino un conjunto de
relaciones sociales congeladas, en suma que «el Estado es una práctica»
(Foucault, 2006) que se opone al movimiento, intentaré abordar las dos
formas como se vienen intentando «gobernar los movimientos» para anu-
lar sus efectos antisistémicos. En el primer caso, el andino, me basaré en
bibliografía que analiza experiencias bien delimitadas, en tanto en el caso
del Cono Sur, lo abordaré desde una experiencia concreta y puntual con la
que mantengo una relación militante desde hace algunos años. La segun-
da consideración previa es que mientras en el mundo andino la coopera-
ción al desarrollo se viene implementando desde hace más de una década,
en el Cono Sur los gobiernos progresistas están recién empezando a
implementar sus planes sociales, de ahí el carácter provisorio de las consi-
deraciones que expongo.
I. La experiencia andina: el «fortalecimiento de las organizaciones»
Hace ya 20 años la antropóloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui y un
equipo del Taller de Historia Oral Andina (THOA) denunciaron el papel
de los proyectos de desarrollo y de las Organizaciones No Gubernamenta-
les (ONG) en el norte de Potosí (Bolivia), como desestructuradores de las
comunidades indias. La investigación da cuenta de lo que considera «un
gigantesco malentendido social y cultural que, en nombre del desarrollo,
llevó a las ONG de la región a tratar de reformar la ‘arcaica’ estructura
organizativa de los ayllus norpotosinos, con la intención de acelerar el trán-
sito hacia la racionalidad económica mercantil y con ella, al menos así se
254
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
creía, hacia un anhelado pero esquivo bienestar económico» (Rivera
Cusicanqui, 1992:7).
Las ONG, según el trabajo, nunca comprendieron –o nunca quisieron
comprender– que la circulación de dinero en las comunidades no altera los
modos como funciona su economía, a la que denomina como «economía
étnica»78. Más aún: «El dinero circula en el interior de la economía étnica
como valor de uso, cuyo itinerario y normas de intercambio están regidos
por los principios de la cultura y del parentesco» (Harris, 1987: 154). Esta
realidad es incomprensible en la lógica del desarrollo, que donde hay dine-
ro ve mercado y apuesta a la ampliación del componente mercantil de la
economía comunitaria para resolver los que considera como «limitacio-
nes» intrínsecas del mundo indio. Peor aún, como los programas no suelen
llegar a todas las familias, introducen divisiones en el seno de las comuni-
dades que, junto a la mercantilización, aceleran su descomposición.
Entre las conclusiones de la citada investigación, se señalan seis pro-
blemas que los proyectos de desarrollo provocaron en el norte de Potosí:
erosión de las comunidades y por lo tanto de sus «espacios autónomos de
reproducción de los modos de organización social y productiva
endógenos»; la mercantilización de las comunidades-ayllus las lleva a
depender de las relaciones comerciales con el exterior, perdiendo su
autonomía; implantación de modelos organizativos asociativos que pro-
vocan conflictos generacionales, divisiones y confusión, desconociendo
la democracia comunitaria; erosión de las capacidades autogestionarias,
al punto que «ahora los ayullus están en peores condiciones que antes
para enfrentar una sequía u otro desastre similar»; despersonalización
cultural y, finalmente, los ayllus se vuelven vulnerables «a la cooptación
política y a la manipulación clientelista de sus necesidades, lo cual amplía
la penetración civilizatoria de la sociedad criolla dominante en los ayllus»
(Harris, 1987: 191-2).
Si esto sucedía en los 80, en la década siguiente el problema se agravó
considerablemente. En Bolivia, se pasó de un centenar de ONG a princi-
pios de los 80 a unas 530 al comenzar los 90. En Ecuador, el proceso fue
similar: a mediados de los 90 existían 519 ONG, de las que el 73% se
formaron entre 1981 y 1994, es decir, «a la par de la puesta en marcha de
las diferentes políticas de ajuste ensayadas a partir de 1982» (Bretón
7 8 El concepto proviene de un trabajo de: Olivia Harris, «Economía étnica», Hisbol, La
Paz, 1987, en el que asegura que la circulación de productos y de dinero se efectúa por
fuera del mercado.
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
2001:240). Con los años, los financiadores y planificadores externos fue-
ron a más, y buscaron que la proliferación de ONG les proporcionara
apenas una base para un trabajo más amplio. Ese paso lo comenzaron a
dar en Ecuador, en un momento clave, a mediados de la década de los 90,
a través del debate con las organizaciones indígenas de una nueva moda-
lidad de cooperación que daría origen, ya en 1998, al Proyecto de Desa-
rrollo de los Pueblos Indios y Negros del Ecuador (PRODEPINE). «La
discusión sobre la conveniencia de una institución como PRODEPINE
arranca, así, un año después de que el levantamiento indígena de 1994
hubiera hecho oscilar por segunda vez los pilares del Estado ecuatoriano y
de que, muy al norte, en las lejanas tierras mayas, un ejército formado por
indios chiapanecos reaccionara con las armas en la mano contra la exclu-
sión económica, política, social y cultural a que los condenaba el flamante
México neoliberal (…), en ese momento preciso los planificadores del
desarrollo voltearon sus caras hacia el fortalecimiento organizativo como
estrategia contra la exclusión y, de paso, como vía indirecta para cooptar y
limitar el alcance de los nuevos movimientos sociales emergentes» (Bretón,
2001: 234-235).
El PRODEPINE es considerado por el Banco Mundial –quien lo ins-
pira y financia– como uno de los proyectos más exitosos de los que mane-
ja. Supone un paso adelante respecto a planes diseñados anteriormente,
como el PRONASOL mexicano. A diferencia de este plan, el
PRODEPINE no se articula a través de las instituciones estatales sino
que va directamente al universo de las organizaciones indígenas para tra-
bajar a favor de su «fortalecimiento organizativo» que busca el
«empoderamiento de los excluidos» (Bretón 2001: 232). Veamos en deta-
lle algunas características y sus resultados.
«Nunca antes se había experimentado una iniciativa tan descentrali-
zada, tan participativa y tan celosa de que las Organizaciones de Segundo
Grado (OSG) orienten y gestionen el devenir de sus organizaciones filia-
les», sostiene el antropólogo español Víctor Bretón (2001: 233). El
PRODEPINE no sustituye a las organizaciones sociales sino que las colo-
ca en el centro. Son ellas las que hacen el «autodiagnóstico», en tanto el
PRODEPINE «sólo coloca los fondos en una cuenta de la organización, le
provee metodología, le da seguimiento, las pautas, y la organización con-
trata sus técnicos propios o de afuera», según una evaluación de su Direc-
tor Ejecutivo (2001: 233). Luego la propia Organización de Segundo Gra-
do ejecuta el proyecto. De ese modo, son las organizaciones las que diri-
gen directamente las intervenciones a realizar en el territorio que contro-
256
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
lan. Ellas son las que «aprenden» a fijar las prioridades, contratar técnicos
y ejecutan el plan, «porque el PRODEPINE no ejecuta; facilita, acompa-
ña, capacita, asesora y fiscaliza, resuelve conflictos, pero quien ejecuta
son las OSG» (2001: 233-34).
Como puede verse, la metodología de trabajo cambió radicalmente. El
PRODEPINE estableció siete oficinas en Ecuador y son las organizacio-
nes las que se ponen en contacto con el proyecto, al revés de lo que
sucedía antes. Eso sí, el Proyecto realiza un censo de organizaciones para
establecer la «calidad» de las mismas, identifica las que están en condicio-
nes de hacerse cargo de un proyecto, y con las que no lo están «procede-
mos a darles un período más largo de fortalecimiento organizativo» (Bretón,
2001: 234).
Véase que el Banco Mundial pasó de promover la «participación co-
munitaria» –que siempre jugaba un papel secundario– a ponerla en el cen-
tro de sus preocupaciones. De esa forma, conseguía superar el anquilosa-
miento o debilidad de las instituciones estatales para ir directo al grano, a
las bases sociales organizadas, como se deducía del fracaso de la expe-
riencia mexicana. En las evaluaciones, los problemas de proyectos inspi-
rados en el PRONASOL tiene que ver con «burocratización, centraliza-
ción de la información en los aparatos técnicos, y sobreimposición de és-
tos en desmedro de los liderazgos naturales dentro de las organizaciones»
(Díaz Polanco, 1997:120). En efecto, según el mencionado autor «el fra-
caso o la poca eficacia de los programas para provocar resultados sustan-
ciales y durables, se relaciona con la débil organización económica de las
comunidades y pueblos, especialmente a escala regional (…) la común
carencia de esas organizaciones sólidas es un handicap para que los pro-
gramas puedan encontrar (supuesto que realmente se esté buscando) un
sujeto social –representativo, con legitimidad y fuerza moral entre las
comunidades– que los haga funcionar» (Díaz Polanco, 1997: 124)79.
Esto explica el nacimiento de las políticas de «fortalecimiento organizativo»
que se concretan en la proliferación de Organizaciones de Segundo Gra-
do, que en la visión del Banco Mundial pasaron a ser la clave que «hace
funcionar» los programas sociales estatales.
Además de buscar resolver las insuficiencias institucionales, las políti-
cas de «fortalecimiento organizativo» vienen a abordar los problemas de
la gobernabilidad cuando los desbordes desde abajo ya son un hecho con-
sumado, e intentan influir en ellos. Aquí aparecen dos procesos. Por un
7 9 El énfasis es mío.
257
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
lado, las ONG vivieron cambios sustanciales en los 90. Resumiendo, pasa-
ron de jugar un papel contestatario a convertirse en colaboradores de los
estados y gobiernos, especializándose en la concertación, la intermediación
en los procesos sociales y en gestionar o impulsar la participación popular
a escala local, pero sin cuestionar las políticas macroeconómicas del ajus-
te estructural. El segundo, está directamente vinculado a la proliferación
de Organizaciones de Segundo Grado que son fomentadas por las ONG
como instrumentos para canalizar la «cooperación» al desarrollo.
Víctor Bretón estudia el caso del cantón Guamote, en el sur de
Chimborazo, una provincia con alta concentración de población indígena
que jugó un papel relevante en los dos primeros levantamientos indios
(1990 y 1994). La necesidad de los agentes de desarrollo (ONG) de con-
tar con interlocutores, promovió la creación de numerosas OSGs. Con
apenas 28 mil habitantes, el cantón tiene 158 OPG (Organizaciones de
Primer Grado) y 12 OSG a finales de los 90, «en connivencia con la suce-
sión y la superposición de diferentes intervenciones externas, tanto públi-
cas como privadas» (Bretón, 2001: 173). Aunque Guamote es el municipio
que tiene el mayor índice de densidad organizativa de los Andes ecuatoria-
nos y está entre los seis primeros en lo que se refiere a concentración de
intervenciones de las ONG, la pobreza sigue siendo enorme (89% de los
hogares), tiene la tasa de mortalidad infantil más alta del país (122,6 por
mil) y uno de los porcentajes de desnutrición crónica de menores de cinco
años más elevados. Esto muestra la escasa eficiencia de la cooperación al
desarrollo.
Sin embargo, el éxito del PRODEPINE hay que buscarlo en otros
resultados. Bretón establece seis tesis sobre la incidencia del modelo so-
bre los movimientos indígenas (2001: 246-48). Las OSG se formaron como
consecuencia de la acción de agentes externos y no son, en absoluto, «una
emanación de un supuesto espíritu comunitario andino». En segundo lugar,
establece una relación directa «entre la mayor presencia de instituciones
de desarrollo y la mayor densidad organizativa del mundo indígena», pero
constata que se producen escisiones en las organizaciones para captar y
canalizar los recursos externos. La tercera, es que cada OSG compite con
otras OSG para «asegurar, mantener e incrementar su ‘clientela’». En
cada OSG se constituyen élites de líderes y dirigentes que cada vez se
distancian más de sus bases. El resultado es una relación de hostilidad
entre organizaciones y entre activistas: «Del mismo modo que las ONG
han de competir darwinianamente por la cooptación de OSG –en tanto
que sujetos de desarrollo que legitiman su propio quehacer institucional– y
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EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
por la captación de los recursos –escasos por definición– de la coopera-
ción internacional, asimismo las OSG compiten entre sí por convertirse en
beneficiarios de la actuación de las ONG».
Las tesis cuarta y quinta son las que más nos interesan. Gracias al
trabajo de las ONG, en las OSG se está produciendo la sustitución de una
dirigencia muy militante por una más tecnocrática, interesada en la enver-
gadura de los proyectos. Los dirigentes de las OSG, que en su opinión se
están convirtiendo en «verdaderos cacicazgos de nuevo cuño», se con-
vierten en administradores que tienen la potestad de distribuir regalías que
emanan de las agencias de desarrollo bajo la forma de recursos o proyec-
tos, lo que favorece lógicas clientelares. Ahora el prestigio de los dirigen-
tes no descansa en que sean buenos luchadores, combativos y entregados
a la causa, sino en su habilidad para captar recursos. «Su propia reproduc-
ción como tales dirigentes depende, a la vez, del éxito en esta gestión y de
la habilidad para administrarlo consolidando con las filiales un entramado
más o menos complejo de favores prestados a cambio de apoyos futuros»
(Breton, 2001: 248).
Por último, los líderes formados en el seno de las OSG suelen «colisio-
nar con las autoridades consuetudinarias», generando divisiones intensas
en el seno del movimiento. El resultado, en el caso ecuatoriano, fue la
cooptación de dirigentes y la división de la CONAIE. En agosto de 2001 el
gobierno nombró al ex dirigente de la CONAIE, Luis Maldonado, como
ministro de Bienestar Social. La CONAIE y Ecuarunari (organización
quichua de la sierra) se opusieron, pero alcaldes y otras autoridades indias
electas se mostraron favorables a esa designación «que podía abrirles
algunas puertas para la transferencia de fondos que tan crónicamente
hacen falta a los municipios» (Guerrero y Ospina, 2003: 252). Con el tiem-
po, el costo político de estos programas fue quedando claro y hoy pocos
dudan de sus objetivos: «Los esfuerzos explícitos de la administración gu-
bernamental de gestionar obras y programas a cambio de evitar levanta-
mientos» (Guerrero y Ospina, 2003: 253).
Ya bajo el gobierno de Lucio Gutiérrez, que llegó a palacio con el
apoyo del movimiento indígena, la situación empeoró considerablemente.
El gobierno llevó adelante la más ambiciosa política para neutralizar a los
movimientos indígenas, mediante un triple juego de división, represión y
cooptación. Mientras la CONAIE se mantuvo dentro del gobierno, abun-
daron las donaciones de forma directa a las comunidades sin pasar por sus
organizaciones, muy en particular en la Amazonia y la Costa, para aislar a
la organización de la Sierra (Ecuarunari), la más combativa y mejor
259
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
estructurada. Pero cuando la CONAIE rompió con el gobierno de Gutiérrez,
acusándolo de haber traicionado el mandato popular, la respuesta del Es-
tado fue nombrar a un destacado dirigente, Antonio Vargas, como ministro
de Bienestar Social.
Con este paso, Gutiérrez intentó cooptar al movimiento pero, sobre
todo, dividirlo, ya que Vargas pertenecía a la organización amazónica, don-
de el Estado ecuatoriano y las ONG al servicio de las políticas imperiales,
vienen implementado formas de cooperación-subordinación para separar-
la del movimiento nacional. El nombramiento de Vargas fue un duro golpe
para la CONAIE, ya que había sido el máximo dirigente de la organización
y mantenía elevado prestigio. Su intervención en una asamblea de la con-
federación amazónica, CONFENIAE, revela el tipo de actitudes del mi-
nistro: «No estoy en este puesto para dividir al movimiento indígena, estoy
porque el gobierno desea fortalecer a los pueblos indígenas (…) por eso
tengo listo los cheques por un total de 300 mil dólares (…) 118 mil dólares
por cada nacionalidad»80. En consecuencia los dirigentes de la organiza-
ción se dividieron y toda la estructura se vio afectada por la cooptación.
La CONAIE tocó fondo en junio de 2004, cuando convocó un levan-
tamiento contra el gobierno neoliberal, que fue desatendido por la inmensa
mayoría de las comunidades. La brecha entre bases y dirigentes nunca
había sido tan grande. Pero el tamaño del fracaso fue un toque de aten-
ción, que llevó a la organización a convocar su II Congreso –en diciembre
de 2004– para ver el modo de encontrar nuevamente el rumbo. La opinión
mayoritaria dentro de la organización era que se imponía un cambio de
dirigentes y, en particular, el retorno de los fundadores, entre ellos Luis
Macas, que fue elegido al frente de la CONAIE para devolverle su vulne-
rado poder de movilización social81. La división, no obstante, estuvo a pun-
to de triunfar, ya que varios dirigentes cooptados por el gobierno amenaza-
ron con retirarse y «refundar la Conaie».
El Congreso definió el perfil de los candidatos a ocupar el cargo de
presidente. Las condiciones representan una clara evaluación de las razo-
nes de la crisis: tener aval de las bases, renunciar a cargos en ONG y
fundaciones, no haber participado en el gobierno luego de la ruptura de la
alianza, no estar acusado de atentar contra la organización82. De esa for-
80
81
82
260
Mónica Chuji Gualinga, «Asamblea extraordinaria de la CONFENIAE», 3 de setiembre
de 2004, www.alainet.org
Raúl Zibechi, «Los límites del neoliberalismo» en: La Jornada, 3 de enero de 2005.
«Perfil de los candidatos (as) al Consejo de Gobierno de la CONAIE«, www.ecuarunari.org
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
ma, la CONAIE apostaba a recuperar la autonomía y que las bases vuel-
van a controlar a sus dirigentes. A la hora de los análisis, la nueva dirigencia
se vio abocada a comprender lo sucedido. Por un lado, se estableció que
«el movimiento indígena no ha construido una teoría política propia»83.
En segundo lugar, se comenzó a poner en duda la utilidad de la participa-
ción en las instituciones estatales, ya que durante el gobierno de Gutiérrez
«se inició un proceso de participación institucional desafortunada que ha
puesto en evidencia una estrategia de división del movimiento indígena»
(Cauja 2004). La misma existencia de un movimiento como Pachakutik,
creado por la CONAIE en 1996 para participar en las elecciones, fue
puesta en duda.
La «apertura» de las instituciones estatales a la participación indígena
forma parte de la misma estrategia que la cooperación al desarrollo. O,
mejor, ambas políticas se complementaron desde el momento que busca-
ron crear una dirigencia separada de las bases, especializada en gestionar
parcelas del aparato estatal. No son pocos los que, luego de la experiencia
de fines de los 90 y comienzos del nuevo siglo, sostienen «la existencia de
una estrategia deliberada de ‘apertura con gancho’, destinada a anular el
potencial transformador de un movimiento que cuestionaba desde sus ini-
cios los cimientos de la dominación y la exclusión» (Guerrero y Ospina
2003: 252). Aunque la CONAIE fue capaz de revertir, parcialmente, su
debilidad con el levantamiento de marzo de 2006 contra el TLC, aún en-
frenta enormes dificultades. Para recuperarse como organización, a lo
largo de 2005 la dirección de la CONAIE retornó a las bases comunita-
rias. Se realizaron más de 200 talleres de discusión sobre el TLC; Macas
asistió por lo menos a 150 talleres y la Conaie despareció del escenario
político ecuatoriano porque toda la dirección había retornado a las bases.
Esa desaparición mediática le permitió reconstruirse por abajo84.
Mi impresión, es que la cooperación al desarrollo fue el elemento cla-
ve para «gobernar» los movimientos, al crear una camada de dirigentes-
funcionarios (profesores, funcionarios estatales y técnicos de proyectos
de desarrollo) que están reconfigurando los movimientos. Ellos son los que
abrieron las puertas tanto a las nuevas formas de cooptación como a la
inclusión de los movimientos en las instituciones estatales, por la vía de la
sobredimensión de los procesos electorales en la práctica política.
8 3 «Entre los remordimientos y el análisis del levantamiento del 7 de junio de 2004»,
editorial de la revista ARY-Rimay, No 63, junio de 2004, en http//:icci.nativeweb.org
8 4 Raúl Zibechi, «Dilemas electorales de la CONAIE», La Jornada, 14 de abril de 2006.
261
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
II. Una experiencia en el Cono Sur: incidir en el territorio
Volvamos a la frase del ex presidente argentino Eduardo Duhalde: «No se
puede gobernar con asambleas». Una vez que la población desarticuló el
estado de sitio implantado la noche del 19 de diciembre de 2001, ocupando
masivamente las calles, parece evidente que la estrategia de impedir las
asambleas resulta inútil. Las asambleas están allí y, en adelante, el arte de
gobernar, la razón de Estado, dirá que hay que gobernar las asambleas o,
en todo caso, operar de modo que unos factores anulen los otros. O sea, si
se reprime, las asambleas se fortalecen. ¿Qué hacer? Hay varios niveles
de actuación. Por un lado, se busca una gestión prolija de la economía, lo
que sería un «buen gobierno» económico, para que la gente no se vea tan
necesitada de salir a la calle, de tomar iniciativas de supervivencia que
luego pueden adquirir, adquieren, cierta autonomía y a veces hasta se vuel-
ven formas de resistencia.
En paralelo, el Estado empieza a asumir algunas de las iniciativas que
nacieron abajo y las refuncionaliza, las orienta en otra dirección. Y apare-
cen las iniciativas municipales que empiezan a hacer las mismas cosas
que hacen las asambleas (guarderías, comedores, merenderos) y alguna
gente empieza a dejar de ir a las asambleas porque observan que el muni-
cipio o las ONG lo que hacen mejor y con más recursos que el propio
movimiento. Nada de esto es totalmente nuevo. Pero existen ahora otras
iniciativas que pertenecen a la misma lógica del «fortalecimiento de las
organizaciones» pero de la mano de gobiernos que se proclaman progre-
sistas o de izquierda como el uruguayo.
Voy a tomar un ejemplo muy concreto: un barrio de la periferia de
Montevideo que se llama Barros Blancos. Es una suerte de «ciudad li-
neal» a lo largo de una carretera de salida hacia el noreste de la ciudad,
que ocupa desde el kilómetro 22 hasta el 29, y donde viven unas 35 mil
personas. En ese barrio hay unos 30 asentamientos. Es una de las zonas
más pobres del país, de poblamiento muy reciente y aluvional. Muchas de
las familias que llegaron al barrio fueron expulsadas de la zona central de
Montevideo por la desocupación y el cierre de fábricas.
El nuevo gobierno frenteamplista decidió implementar el Plan de Emer-
gencia (Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social-PANES), diri-
gido a la pobreza extrema, denominada «indigencia»: 320 mil personas
(86.000 hogares), o sea el 10% de la población del país, que tiene un total
de 800 mil pobres. El Plan implementó subsidios que reciben 76.000 hoga-
res (se denominan «ingreso ciudadano» y reciben unos 50 dólares por
262
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
familia). Además hay planes más focalizados: Trabajo por Uruguay (em-
pleo temporal para 7.000 personas en obras de la comunidad) y Rutas de
Salida (algo similar que incluye 7.500 hogares y «formación» en talleres y
grupos a cargo de funcionarios de ONG o universitarios). Para todo esto
crearon el MIDES (Ministerio de Desarrollo Social), que lo dirige Marina
Arismendi, secretaria general del Partido Comunista (PCU). Tienen va-
rias áreas, todas a cargo de notorios intelectuales de izquierda, incluyendo
unos cuantos ex compañeros de militancia.
Además de estos planes genéricos, el MIDES realiza un novedoso
trabajo «territorial». Para ello implementaron los SOCAT (Servicios de
Orientación, Consulta y Articulación Territorial), que hasta hace pocos
meses se denominaban SOCAF (Familiar). Este es un cambio notable,
hecho por el gobierno progresista. ¿Porqué territorial? En todo el país se
han creado 75 SOCAT en las zonas de pobreza, donde el MIDES atiende
de diversas formas a unas 617 mil personas. O sea, tenemos un SOCAT
cada 9.000 personas. En Barros Blancos hay tres SOCAT. Cada uno llega
a unas 10.000 personas, pero como atienden sólo a familias muy pobres,
en realidad hay uno cada 4-5.000 habitantes. Un trabajo bien micro.
– El análisis «teórico»
La propia ministra de Desarrollo Social explicó las razones por las cuales se
pasó de lo familiar a lo territorial: «Los SOCAT son tejedores en el territorio
y articuladores de los distintos servicios. Su labor es tejer y coordinar en
todo el territorio donde están los problemas y las necesidades (…) es decir,
reunir y construir esa red de protección social dentro del territorio». El con-
cepto de «tejer» consiste en «promover la participación organizada de la
gente, generando espacios denominados Mesas de Coordinación Zonal in-
tegradas por vecinos, escuelas, policlínicas, etc., que construyen un progra-
ma y después Infamilia (un programa del ministerio para infancia y adoles-
cencia) se encarga de proveerles recursos para que se aplique el mismo»85.
En la misma intervención, la ministra dijo que en el territorio se regis-
tra la confluencia del Estado (municipios, ministerios) y la «sociedad orga-
nizada de la cual ustedes son parte y son a la vez –fíjense qué interesante
que es esto, que proceso tan interesante– son parte también de la
institucionalidad del Estado». Y explica el cambio de nombre de Fami-
8 5 Discurso de Marina Arismendi, «Trabajar políticas sociales sobre un mismo plan», 16 de
agosto de 2006, en: www.presidencia.gub.uy. Énfasis míos.
263
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
lia a Territorio, por «cómo atamos, articulamos y trabajamos todos juntos
(…) sobre el territorio que es donde en realidad existe la vida, y por lo
tanto si la vida está allí, es allí donde todos nosotros tenemos que
actuar»86.
A su vez, el director de Infamilia, Julio Bango (sociólogo, miembro del
Partido Socialista y del Frente Amplio), ex director de una ONG juvenil,
dijo: «Los SOCAT son la voz del territorio, son los zurcidores de los
servicios de infancia y adolescencia en el territorio y son los promotres de
la participación ciudadana». En un trabajo anterior, Bango sostiene que la
crisis del Estado benefactor supone establecer nuevas bases de
relacionamiento entre Estado y sociedad civil (2000). Sostiene que las
políticas compensatorias han fracasado por la falta de participación de los
beneficiarios y que para que sean útiles no se debe partir de las preocupa-
ciones del Estado sino «de las expectativas existentes en las cabezas de
los jóvenes». Dice: «Pensar la política desde los sujetos antes que desde
los servicios que se disponen o se pueden disponer». Apuesta a conseguir-
lo gracias a «técnicas diagnósticas participativas, interactivas, de carácter
cualitativo como son los grupos motivacionales».
En consonancia, critica a los tecnócratas, defiende las culturas juveni-
les como punto de partida, y lo local como ámbito ideal para «renovar el
llamado tejido asociativo» y promover los intereses de los jóvenes que
apuestan a lo colectivo. Va más lejos e introduce el concepto de diferen-
cia: «La riqueza de la conjunción de esfuerzos entre organismos de juven-
tud estatales y organizaciones juveniles en la implementación de políticas,
radica justamente en que ambas partes construyan consensos a partir
del reconocimiento de la diferencia, de la afirmación de identidades
distintas, de la representación de intereses también distintos» (2000)87.
Por ello, no deben limitarse a prestar servicios, sino «incluir la promoción
de la participación de los jóvenes en la definición del servicio, de modo que
este último se engarce y adecue a su proyecto vital». Para ello el diseño
debe incluir «los valores, motivaciones, tradiciones culturales, sensibilida-
des distintas, que redefinen el contenido mismo del servicio, le otorgan
especificidad y le permiten ser más eficaz». Esta es la forma que define
para integrar a los jóvenes, a través de una política «dialógica» (inspirada
en Habermas) y democrática (reconocimiento de la diversidad) para cons-
truir un proyecto de sociedad.
86
87
264
Ídem. Énfasis míos.
Énfasis míos.
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
Bango enarbola un análisis nada economicista ni funcionalista clásico.
Señala que «los cambios en la estructura social uruguaya y la creciente
diversidad social han desbordado las capacidades de las institucio-
nes que tenían a su cargo viabilizar los procesos de integración social»
(1999)88. Entiende, por lo tanto, los fenómenos de la pobreza como algo
complejo, económico, social, cultural. Quiere trabajar sobre el «problema»
de la estigmatización de las conductas de los diferentes. Por eso dice que
sólo con los aportes de la sociedad civil se puede superar la exclusión. Y
para ello es imprescindible el «protagonismo de los jóvenes», que son en
su mayoría los pobres. ¿Cómo? A través de la «generación de espacios de
interacción de servicios y beneficiarios, y desde el conocimiento y recono-
cimiento de las distintas realidades y situaciones de los jóvenes».
– Las formas de trabajo
Los SOCAT se financian por un acuerdo con el BID (40 millones de dóla-
res) mientras el gobierno nacional aporta 5 millones. Pero lo más intere-
sante es cómo trabajan.
En cada zona asignada los SOCAT crean una Mesa Coordinadora
Zonal. Allí participan vecinos, instituciones públicas y privadas. Un ejem-
plo: en una típica Mesa acuden las escuelas de la zona, las iglesias, los
CAIF (centros de asistencia a la familia y la infancia), grupos de mujeres,
comisiones de vecinos, comisiones de fomento, cooperativas de vivienda,
grupos culturales y deportivos, asociación de jubilados. En un barrio del
que existen datos fiables, de 20 colectivos que participan en el SOCAT,
unos 11 forman parte de lo que podemos llamar legítimamente movimien-
tos sociales. El resto son iglesias, escuelas, policlínicas. Pero también van
vecinos a título individual.
En segundo lugar, funcionan de modo democrático. Cada SOCAT es
gestionado por una ONG. En Barros Blancos hay dos: Vida y Educación y
Juntos Somos Más, que tiene la particularidad que surgió desde «abajo»
luego de un prolongado trabajo territorial y está integrada mayoritariamente
por mujeres pobres del barrio. Cada SOCAT tiene un presupuesto asigna-
do por el MIDES y que gestionan las ONG de 3.000 dólares cada tres
meses, denominado Fondos de Inversiones Territoriales (FIT). No es mu-
cho, pero hablamos de pequeños barrios de unos 4.000 habitantes. En la
Mesa Coordinadora, a mano alzada y luego de debatir largamente, deci-
8 8 Énfasis míos.
265
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
den en qué los «invierten». Algunos SOCAT se ponen nombres: uno de
ellos eligió uno muy signficativo: «Somos una zona en movimiento».
Un aspecto a resaltar es que los SOCAT «construyen un diagnóstico
participativo» que identifica las necesidades del barrio. En Barros Blancos
hicieron un trabajo impresionante, calle por calle, anotando todo lo que
necesitaban, lo que los activistas del barrio dicen o creen que necesitan.
Un tercer aspecto son los funcionarios, la mayoría funcionarias de las
ONG. Responden a un perfil relativamente homogéneo: son jóvenes (más
o menos de 30 años), de formación universitaria completa o media, y so-
bre todo con amplia experiencia en el trabajo en zonas de pobreza, ya sea
como funcionarias de ONG o como militantes sociales, o ambas a la vez.
En general dominan las técnicas de la educación popular. Porque los
SOCAT funcionan sobre la base de plenarios y talleres, utilizan papelógrafos
y técnicas de participación grupal.
Me gustaría, a partir de estas descripciones, hacer varias consi-
deraciones:
1) Las Mesas son verdaderas «coordinadoras», similares o mejor dicho
casi idénticas a las coordinadoras intersociales que funcionan en barrios o
pueblos para luchar por demandas concretas (luz, agua, trabajo, calles,
saneamiento). Más bien, la idea ha sido tomada de allí. Son las llamadas
«fuerzas vivas» son lo que realmente se mueve en el territorio, y tengan
por seguro que los que las integran son gente de izquierda, gente progre-
sista, que vienen trabajando desde hace muchos años en los barrios más
pobres.
2) El modo de hacer, la forma de decidir, es muy similar a la que practican
los movimientos en las reuniones de coordinación. Todo está en discusión,
se habla incluso de horizontalidad. Hay, por supuesto, gente que orienta
(las funcionarias de las ONG), pero también líderes barriales o militantes,
no se impone, se debate hasta llegar a consensos. Una vez que la asam-
blea decide en qué se utilizará el dinero, sólo queda que los técnicos del
MIDES lo aprueban, cosa que suelen hacer. Si se observan fotos de re-
uniones, no sólo de los SOCAT en el territorio sino los encuentros en los
ministerios, son reuniones en ronda, y uno no sabe bien si se trata de un
movimiento social o de una reunión de ONG o, ahora también, de una
sección de un ministerio.
En general, utilizan metodologías de la educación popular (EP). Sobre
esto parece necesario profundizar. En Uruguay, la EP nació como en toda
266
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
la región hacia el final de las dictaduras, hacia fines de los 70-comienzos
de los 80. No había partidos legales, pero además la forma vertical de
hacer estaba en crisis. Las ONG llenaron un vacío, y lo hicieron sobre la
base de una forma «participativa», democrática, innovando los modos de
hacer. La mayor parte de las ONG que trabajan en la pobreza, que nacen
como hongos al final de las dictaduras, están impulsadas y modeladas por
la EP. Ahí se formaron camadas de activistas territoriales, porque no sólo
no había partidos sino que no había sindicatos y el territorio era un lugar
menos controlado para poder trabajar. En ellas se forman por primera vez
una gran cantidad de activistas por fuera de los partidos, por fuera de las
iglesias, pero en sintonía con ellos. Empiezan a trabajar con la pobreza, y
ante la retirada de los estados lo hacen muy bien, con gran eficiencia, y
luego se cruzan con los municipios y los gobiernos y ahora con los gobier-
nos progresistas. No tengo tiempo de demostrarlo, pero las ONG son usinas
de estos gobiernos, a la vez que contribuyeron a traerlos y a sostenerlos.
Quiero destacar que las ONG, o por lo menos una parte significativa de
ellas, forman parte de algún modo del movimiento social, por lo menos de
su porción institucionalizada. Hay aquí un nivel de confusión/ambigüedad
muy importante.
3) Los funcionarios/as del SOCAT, de las ONG y del MIDES son, como
he dicho, jóvenes, con un espíritu militante, con buena formación, conocen
la educación popular y estimulan la organización social de base para abor-
dar temas locales, nunca nacionales ya que no ponen en cuestión las polí-
ticas generales sino que se abocan sólo a resolver cuestiones muy locales.
El trabajo de los SOCAT se coordina desde el MIDES en cada espacio
territorial. O sea hay control desde arriba, pero no un control tradicional,
sino al estilo EP, de carácter «participativo».
Varias compañeras de los SOCAT/ONG de Barros Blancos son tam-
bién militantes sociales que impulsan la Asamblea Permanente de Vecinos
y Organizaciones Sociales que funciona en la zona. La Asamblea Perma-
nente es un espacio militante territorial que reúne a todos los barrios. Las
funcionarias de las ONG participan en la Asamblea, y a todos les parece
bien aunque los más formados tienen claro que es una contradicción, pero
no ven la forma de abordarlo porque están muy comprometidas con el
trabajo y dedican horas extra no remuneradas a esa labor. O sea, ellas son
a la vez funcionarias y activistas, impulsan las reuniones y la participación
de los vecinos. Vean que aquí hay también un nivel de confusión/ambigüe-
dad importante.
267
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
Espero que haya quedado más o menos claro que esta intervención
territorial anuda el Estado y los movimientos, pero al anudarlos los regula,
los controla a distancia, controla el movimiento de modo indirecto, usando
las mismas tecnologías de la EP y los estilos de la militancia.
– Los saberes
Todos los SOCAT cuentan con un mapa y un estudio detallado de carácter
cuantitativo aportado por el Estado. Población, edades, pobres, estudios,
nacimientos; luego analizan la realidad de los niños y jóvenes: repetición,
abandono escolar, discapacidades, además de las llamadas «vulnerabilida-
des»: la vivienda, la familia, la educación y la salud. Todo eso forma parte
de un mapeo muy detallado, incluyendo cómo evolucionan algunas varia-
bles a lo largo de la última década. Esto es la estadística, una «ciencia»
estatal por naturaleza que permite un conocimiento detallado de la pobla-
ción a la que se gobierna.
Pero hay otras aproximaciones cualitativas, que no dependen de la
estadística y que son construidas de modo participativo a través de técni-
cas de la EP. Cuatro asistentes sociales que trabajan en Barros Blancos
hicieron un estudio cualitativo dirigido a jóvenes sobre culturas juveniles,
comunicación y educación (Gradin, 2005) . En ese trabajo se proponen
«descubrir y conocer los espacios de encuentro que transitan los jóve-
nes»; los «códigos de comunicación, prácticas determinadas, tipos de ves-
timenta, formas de relacionamiento endo y exo-grupales»; el objetivo es
«generar puentes de comunicación» entre las instituciones y los jóvenes.
Utilizan toda la gama de técnicas de la EP, para «promover el desarrollo
de los jóvenes buscando fomentar su creatividad y la gestación de proyec-
tos concretos» y buscan «promover la reflexión y discusión crítica en el
grupo sobre temas de su interés».
Uno de los resultados fue que algunas decenas de jóvenes se for-
maron en comunicación. Asistieron los más proclives a participar en
reuniones, o sea aquellos que no están en las «esquinas», o los que van
al Secundario, no los más pobres sino una suerte de élite de la pobreza
que son las personas con las que trabajan las ONG. Aprendieron a
analizar artículos de prensa, a realizar un periódico, a hacer un video y
a investigar las culturas juveniles del barrio. Esto es muy importante
porque en los hechos se formaron como dirigentes territoriales, pero
lo hicieron en espacios exógenos, creados por ONG y financiados por
el Estado.
268
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
En este punto quiero decir algo sobre mi experiencia en la EP. Más
allá de algunas metodologías interesantes, porque fomentan la participa-
ción de personas que en general les cuesta participar, nunca se propuso
superar la relación sujeto-objeto. Más aún, de forma «blanda» pero con-
sistente, consolida esa división. De ahí saco dos conclusiones provisorias,
porque siento que está pendiente una evaluación de la EP en América
Latina. La primera es que al mantener y consolidar la división sujeto-
objeto, la EP es funcional al Estado y a los partidos, y ahora a las nuevas
gobernabilidades. De ahí que haya sido adoptada sin más por los nuevos
gobiernos y por todo el entramado institucional. La segunda, es que se
dirige a la formación de nuevas camadas de cuadros y dirigentes de los
movimientos, gente especializada en dirigir a la «masa».
La EP se dirige, junto con los SOCAT y las ONG, sólo a un pequeño
sector de los jóvenes, a esos «privilegiados» que tienen acceso al Secun-
dario, o sea los que no están en las «esquinas» que son visualizados
como «problemáticos» y son sistemáticamente estigmatizados por los
otros jóvenes que participan en los espacios creados por las ONG89. Es
entre ellos que se hace el trabajo de formación, un trabajo restringido a
los que están llamados a ser los interlocutores de las ONG y los que
gestionan las nuevas gobernabilidades abajo, en los territorios de la po-
breza. Un ejemplo: cuando hacen un diagnóstico participativo del barrio,
cuando hacen un listado de las necesidades del barrio y se lo entregan a
las ONG y éstas al ministerio, los que lo realizan están adquiriendo unos
saberes de los que carecen el barrio y sus integrantes, saberes exclusi-
vos y atesorados por esos nuevos militantes. Luego son usados como
forma de dirigir al conjunto.
– Cómo se gobiernan los movimientos
El Ministerio de Desarrollo Social uruguayo busca construir movimientos.
Pero no cualquier tipo de movimientos sino aquellos que permitan al Esta-
do y a las instituciones moldearlos desde adentro, en una relación de inma-
nencia. A través de los SOCAT y las ONG, el Estado actúa en los movi-
mientos, los reconfigura, y de esa forma los gobierna. En la práctica coti-
8 9 Según el trabajo de Gradin, entre los jóvenes pobres se ha instalado una división entre
«chetos» y «planchas». Los segundos son visualizados por los primeros como pobres, no
van a liceo, se «drogan», van las esquinas y «roban». Los «chetos» dicen de sí mismos
que quieren «educarse y ser alguien en la vida», van al liceo, asisten a reuniones con las
ONG y manejan Internet.
269
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
diana de las Mesas Coordinadoras, participativas y hasta horizontales pero
creadas desde arriba, y por lo tanto sin autonomía, se está «desarrollando
el Estado en el seno de esa práctica consciente de los hombres» (Foucault,
2006: 290).
A modo de síntesis, propongo seis consideraciones sobre el trabajo
territorial del Estado y su influencia en los movimientos:
1) A través de este mecanismo que son los SOCAT se consigue un punto
de interacción entre el Estado y parte de la sociedad en movimiento.
Ese espacio, que no es propiamente un espacio social pero tampoco el
espacio estatal clásico, permite anudar Estado y movimientos a través
de una práctica colectiva estable y permanente. A esa práctica la po-
demos llamar nueva gobernabilidad.
2) Esta práctica adjudica recursos, construye saberes, administra cosas
que van a afectar a la población. Me interesa destacar que no es una
gubernamentalidad construida por el Estado que es adoptada pasiva-
mente por los movimientos, sino que se busca, y se consigue en alguna
medida, una construcción conjunta en espacio-tiempos compartidos.
Para poder hacer esta operación, no es necesario cooptar individual-
mente –incluso sería contraproducente hacerlo– sino construir con-
juntamente. Por eso el papel más destacado lo juegan las asistentes de
las ONG, en espacios en los que confluyen las militancias reales como
prácticas estrechamente vinculadas a la EP.
3) En realidad lo que funciona es un doble reconocimiento. El Estado
reconoce el papel del territorio y de los movimientos territoriales, y los
movimientos reconocen el nuevo papel del Estado. Y juntos, a partir
de ese reconocimiento, crean algo nuevo, crean las nuevas formas de
gobierno. Es en este sentido que lo microscópico y lo macro no se
oponen ni hay corte entre ellos, y comprender lo que sucede a escala
micro nos ayuda a comprender de qué están tejidas las nuevas
gobernabilidades.
4) Las prácticas que se realizan en los SOCAT suponen que el «Estado
funciona como principio de inteligibilidad de la realidad» (Foucault,
2006: 328). Construir un diagnóstico del barrio, por más que sea un
diagnóstico participativo, es un tipo de acción que consiste en apre-
hender el barrio desde una mirada estatal, sobre la base de lo que los
técnicos denominan «carencias». Por eso el Estado se apropia de esos
datos, como se quejan algunos vecinos organizados. Adoptan la razón
de Estado, porque la conservación del Estado es el objetivo principal.
Dicho de otro modo, el objetivo de toda esta acción es adelantarse a lo
270
EL ARTE DE GOBERNAR LOS MOVIMIENTOS
que pueda suceder, en suma, «evitar la revolución». Son prácticas que
hacen Estado y lo conservan.
Los SOCAT ensayan una nueva «manera de gobernar». Y quién me-
jor para hacerlo que la sociedad civil actuando como Estado. Cuando
la Mesa Coordinadora debate y decide en qué gastar los 3.000 dólares
trimestrales, está haciendo una lectura de las prioridades, de lo que se
debe hacer para mejorar el barrio. Actúan sobre la base de la estadís-
tica (elaborada por el Estado), de los estudios cualitativos (elaborados
por las asistentes sociales) y del diagnóstico participativo (elaborado
por los propios movimientos y vecinos), y sobre la base de ese conoci-
miento integral y completo del barrio, deciden las prioridades, calcu-
lan, analizan, o sea desarrollan una práctica de gobierno.
5) Los pobres están aprendiendo a gobernarse en sus propios espacios y
territorios. ¿No es eso a lo que aspiraban? ¿No es eso hacer que unos
factores anulen a los otros? Los movimientos en los hechos están
abordando los problemas fundamentales para la nueva gobernabilidad:
salud, educación, regir la coexistencia, en suma ocupándose de la so-
ciedad, pero sobre todo ocupándose de aquellos espacios en los que
pueden surgir problemas, movimientos, rupturas. Este Estado, produc-
to de las nuevas gobernabilidades, tiene una enorme legitimidad. Es
ahora un Estado capilar, porque gracias al arte de gobernar ha
permeado los territorios de la pobreza con mucha mayor eficiencia
que los caudillos clientelares del período neoliberal. Esos caudillos
actuaban de modo vertical y autoritario, y por lo tanto siempre podían
ser desbordados y, más aún, estaban destinados a ser desbordados.
6) Por último, puede observarse que los SOCAT reúnen las cuatro condi-
ciones sobre la nueva gubernamentalidad: gobernar la naturalidad de
la sociedad; asumir el conocimiento científico para asegurar un buen
gobierno; hacerse cargo de la población como conjunto de fenómenos
naturales; manejar y no reglamentar. O sea, «el objetivo esencial de esa
gestión no será tanto impedir las cosas como procurar que las regulacio-
nes necesarias y naturales actúen, e incluso establecer regulaciones
que faciliten las regulaciones naturales» (Foucault, 2006: 403-404). Se
prioriza una «actuación positiva» como son las iniciativas del Ministe-
rio de Desarrollo Social y los SOCAT, y se deja la actuación negativa
a la policía, que recaerá sobre los jóvenes de las «esquinas» siempre
que se mantengan refractarios. El Estado como «manera de hacer,
como manera de pensar», está ingresando en las zonas que hasta aho-
ra se mostraban reacias a adoptar esas maneras.