Autonomías y emancipaciones. La Otra Campaña o la política desde abajo II

20.Dic.10    Autonomía comunitaria

LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO II
Raul Zibechi

II. La Otra o la política plebeya

Uno de los aspectos más notables del zapatismo se relaciona con la con-
cepción de la autonomía como guión que inspira todo su accionar. La au-
tonomía no es sólo ni principalmente una cuestión vinculada a la forma
de relacionarse con el Estado mexicano o con los demás movimientos
del mundo. Ella está presente y atraviesa toda la vida del zapatismo,
desde la más pequeña comunidad hasta las regiones, inspira el más pe-
queño emprendimiento local y modela una campaña de la envergadura
de la Otra Campaña. La autonomía es una forma de concebir la vida y,
entre otras tantas cosas, la política. Pero la autonomía impone límites a
los espacios autónomos que no logran expandirse y tienden a permanecer
aislados.
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona en su segundo apar-
tado («De dónde estamos ahora») aborda de modo frontal y nítido el pro-
blema de los límites: «Según nuestro pensamiento y lo que vemos en nues-
tro corazón, hemos llegado a un punto en que no podemos ir más allá y,
además, es posible que perdamos todo lo que tenemos si nos quedamos
como estamos y no hacemos nada por avanzar» (EZLN, 2005). Líneas
más abajo añade que tal vez la unidad de acción con otros sectores que
tienen las mismas carencias que los zapatistas les permitirá conseguir lo
que necesitan y merecen. De ahí que proponga que un nuevo paso en la
lucha «sólo es posible si el indígena se junta con obreros, campesinos,
estudiantes, maestros, empleados…». O sea, que se unan la lucha del
campo y de la ciudad.
Años atrás ya habían planteado que su objetivo no era quedarse en su
«isla» chiapaneca sino establecer lazos con los que resisten en todas par-
tes del mundo. En el texto «El mundo: siete pensamiento en mayo de
2003», el subcomandante insurgente Marcos enfatizaba una vez más que
no tienen la menor vocación de hacer política en las instituciones estatales
en vista de la inexorable debilidad de los Estados nacionales y su subordi-
nación a los poderes globales, y establecía la necesidad de que los de
abajo consigan unir sus luchas:
Acudir a la clase política tradicional como «aliada» en la lu-
cha de resistencia es un buen ejercicio… de nostalgia. Acu-
dir a los neo-políticos es un síntoma de esquizofrenia. Allá
arriba no hay nada que hacer, como no sea jugar a que tal
vez se puede hacer algo.
Hay quien se dedica a imaginar que el timón existe y
disputar su posesión. Hay quien busca el timón, seguro de
que quedó en alguna parte. Y hay quien hace de una isla no
un refugio para la autosatisfacción, sino una barca para en-
contrarse con otra isla y con otra y con otra… (Subcoman-
dante Marcos, 2003a:10).
En el análisis del EZLN la clase política era la conductora de los esta-
dos nacionales, se apoyaba en los poderes económicos existentes pero
mantenía cierta autonomía de ellos. Con la globalización se ha instalado en
lo más alto la «sociedad del poder», un «colectivo de dirección que ha des-
plazado a la clase política de la toma de decisiones fundamentales» que ya
no pasan por las instituciones del Estado nacional (Subcomandante Marcos,
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LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
2003a: 6). Por este motivo es que no tiene el menor sentido empeñarse en
pelear por tomar un «timón» que o bien no existe o es puro adorno.
Por eso la única forma de hacer política para cambiar el mundo es
hacerlo abajo, no abajo para llegar arriba sino abajo para relacionarse con
otros de abajo. Eso es la Sexta. «En México lo que queremos hacer es un
acuerdo con personas y organizaciones mero de izquierda. Y no es que
vamos a decirles qué deben hacer o sea darles orden» (EZLN, 2005). Eso
sería tanto como reproducir los modos de hacer de la clase política. Desde
que nació a la luz pública, el zapatismo se propone una nueva forma de
hacer política. Pero esa nueva forma no está ya definida, sino que está
«ya andando en pocos o en muchos de los fragmentos de las sociedades
en todo el mundo» (Marcos, 2003a: 13). Este punto es realmente impor-
tante porque supone dos cuestiones fundamentales: el zapatismo no es
«la» nueva forma de hacer política sino apenas una contribución más (en
mi opinión la más coherente y explícita); por otro lado, si hay diversas
formas nuevas de hacer política desde abajo, en múltiples movimientos y
espacios en resistencia, se trata de crear los puentes para ponerlas en
contacto. Eso es la Otra Campaña.
Tampoco les vamos a decir que hagan igual que nosotros y
que se levanten en armas.
Lo que vamos a hacer es preguntarles cómo es su vida,
su lucha, su pensamiento de cómo está nuestro país y de
cómo hacemos para que no nos derroten.
Lo que vamos a hacer es tomar su pensamiento de la
gente sencilla y humilde y tal vez encontramos en ella el mis-
mo amor que sentimos nosotros por nuestra patria.
Y tal vez encontramos un acuerdo entre los que somos
sencillos y humildes y, juntos, nos organizamos en todo el país
y ponemos de acuerdo nuestras luchas que ahorita están so-
las, apartadas unas de otras, y encontramos algo así como un
programa que tenga lo que queremos todos, y un plan de
cómo vamos a conseguir ese programa, que se llama «pro-
grama nacional de lucha», se cumpla (EZLN, 2005).
Luego de las reuniones con partidos y grupos que suscribieron la Sex-
ta, el 1 de enero de 2006 Marcos se puso a recorrer el país con el objetivo
de escuchar y «construir desde abajo y por abajo una alternativa a la
destrucción neoliberal, una alternativa de izquierda para México». Esta es
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
la verdadera novedad de la Otra Campaña, que elude aparatos y va di-
recto a contactar con gente como ellos, como los indígenas chiapanecos.
Marcos tuvo en los tres primeros meses reuniones con indígenas de otros
estados, obreros, mujeres, estudiantes, sexoservidores, amas de casa, jó-
venes y ancianos, actos de varios miles de personas y reuniones con me-
dia decena de adherentes a la Sexta. «Saben a dónde quieren dirigirse,
pero el mapa de ruta lo irán haciendo junto con otros en el camino», escri-
bió Adolfo Gilly44.
A juzgar por lo que dicen quienes se vienen integrando a la Otra Cam-
paña, el zapatismo está jugando un papel importante en la configuración
de un espacio de comunicación de las rebeldías, similar al que jugó hace
diez años cuando su aparición pública fortaleció las rebeldías ya existentes
y contribuyó a expandirlas. Una buena síntesis es el mensaje leído por
representantes de los pueblos mixe, zapoteco y chinanteco de la sierra de
Oaxaca con motivo de la visita de Marcos o «delegado Zero». Recuerda
que los de arriba, políticos de derecha o de izquierda, nunca los tuvieron en
cuenta, nunca los escucharon ni los vieron, pero «ustedes, hombres y mu-
jeres del EZLN nos enseñaron a revalorar nuestras raíces y a fortalecer
nuestro sentido del futuro». Consideran que la Otra Campaña es la opor-
tunidad «de refrescar nuestra memoria e historia colectiva, y de renovar
nuestros sueños y esperanzas»; es la oportunidad de «construir un nuevo
pacto social que transforme de manera radical la actual estructura jurídi-
ca, política, económica, social y cultural de este país»45. Joel Aquino, de la
Asamblea de Autoridades Zapotecas y Chontales de la Sierra Norte de
Oaxaca aseguró que el levantamiento zapatista «fue como una candela
que sirve para iluminar nuestro camino», y Ruperto Ko Wo, un anciano
maya de Campeche, aseguró que «estamos dispuestos a una política de
alianzas que alivie la pobreza de nuestra región» y se mostró partidario de
participar en un «diálogo nacional»46.
Pero, ¿por qué Marcos y los zapatistas recorren México en vez de invi-
tar a los colectivos y personas a visitar Chiapas como hicieron en ocasiones
anteriores? ¿No son demasiado elevados los riesgos? ¿Tiene sentido reco-
44
45
46
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Adolfo Gilly, «Navegar es necesario» en: La Jornada, México, 7 de julio de 2005.
Hermann Bellinghausen, «Los zapatistas nos enseñaron a revalorar nuestro sentido del
futuro» en: La Jornada, México, 11 de febrero de 2006. Para un seguimiento diario de
La Otra Campaña véase la pagina web de La Jornada: www.jornada.unam.mx/laotra
Hermann Bellinghausen, «Los procesos de autonomía nos mantienen en pie» en: La
Jornada, 9 de febrero de 2006 y «Llama Marcos a juntar las luchas dispersas, para
transformar el país» en: La Jornada, 25 de enero de 2006.
LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
rrer miles y miles de kilómetros para llegar a un pueblo o un barrio y reunirse
con cinco, diez personas? La política de abajo se desarrolla en otros espa-
cios que la política de arriba. Son espacios lejos de los grandes centros de
decisión, espacios en los que de los de abajo se sienten seguros porque los
controlan ellos mismos47. Los zapatistas como miembros del abajo lo saben
y decidieron en esta etapa hacer política en esos espacios, que sólo se los
puede conocer directamente, sin intermediarios. Esos espacios no brillan,
están fuera del mundo mediático, son, como dice Marcos, «el lugar de cada
quien donde vive y lucha: su casa, su fábrica, su colonia, su pueblo (…) su
vecindad, su como se llame la realidad donde vive y trabaja, es decir, donde
construye su propia historia» (Subcomandante Marcos, 2005a).
Vemos pues que para los de abajo no hay escenarios especiales –bien
iluminados, bien arreglados, con micrófonos y cámaras de tevé– esperán-
dolos para hacer política, sino que se trata de los mismos escenarios en los
que transcurre su vida cotidiana. El problema es que esa vida cotidiana no
es visible ni para el arriba ni para los que hacen política mirando el arriba.
Este es un aspecto central de la política plebeya o de la forma de hacer
política de los de abajo:
Según nosotros –y podemos estar equivocados– es ahí donde los de
abajo toman las grandes decisiones, donde nace el Ya Basta de cada quien,
donde crece la indignación y la rebeldía, aunque luego sea en las grandes
movilizaciones o acciones donde se hace visible y se convierte en fuerza
colectiva y transformadora. La Sexta y la Otra Campaña no buscan un
lugar para la palabra, sino un lugar para el oído, ahí donde ustedes y otros
han realizado su trabajo político, y su organización. Por eso la Sexta y la
Otra Campaña no llaman a la realización de grandes encuentros, conven-
ciones, frentes, asociaciones, coaliciones y etcéteras que correspondan.
Iremos, sí, a los encuentros y grandes reuniones que nos inviten y poda-
mos ir. Iremos con ustedes porque confiamos en escuchar a quienes son
como ustedes. En este sentido ninguno de los encuentros, promotoras,
frentes, diálogos, programas, etc., tiene porqué temer que les disputemos
espacios, nombres, convocatorias, firmas al calce, cantidad de convoca-
dos o poder de persuasión. Pero en caso de tener que optar, optaremos
por ir a una colonia o una fábrica, a un mercado, a un salón de clases en
lugar de ir a un gran encuentro. Se dirá entonces que el EZLN está per-
diendo la oportunidad de que su palabra sea escuchada por miles, millo-
nes. Y es ahí donde está el problema, porque el EZLN no busca ahora que
4 7 Al respecto véase: James Scott, Los dominados y el arte de la resistencia.
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
muchos escuchen su palabra, por el contrario, busca escuchar a muchos,
no a todos, sino a los de abajo que resisten y luchan. Quien no entienda
que esto es lo que busca el EZLN, entonces no ha entendido nada, y una
y otra vez dirán que faltan declaraciones, entrevistas, comunicados donde
se explique más (Subcomandante Marcos, 2005a).
Vemos cómo el zapatismo busca hacer política: construyendo en esos
espacios invisibles para los poderosos, pero invisibles también para los
partidos, para el saber de la academia, para los intelectuales del poder. A
partir de la creación de espacios para la escucha los zapatistas esperan
poder crear nuevos espacios para las palabras nuevas, que serán las pala-
bras de todos los de abajo que luchan. Y aquí nace a su vez otra de las
grandes creaciones-descubrimientos del zapatismo: que no va a existir
una palabra sino multiplicidad de palabras, que se expresan mejor que
nada en la idea del arco iris que en la tradicional bandera de un solo color
(sea rojo o rojinegro o el que sea).
Por más que se creen espacios para el intercambio entre diferentes,
esas diferencias no podrán ser «sintetizadas» en una única palabra, en un
único discurso. Sólo será posible abrir espacios para que esas diferencias
se expresen, y eso es hacer anticapitalismo, porque la lógica del capital no
puede ser otra –desde que el capital existe– que la uniformización de las
diferencias a través de la dictadura a secas o de la dictadura «blanda» del
mercado. Esa es la lógica de la producción de mercancías y del consumo de
mercancías: el concepto de mercancía, en el mundo actual globalizado, su-
pone la producción de millones de productos iguales entre sí para poder ser
consumidos por personas que de ese modo se convierten en idénticas ante
el mercado perdiendo sus rasgos diferentes. En la política, lo que unifica es
el mercado electoral que opera la síntesis de las políticas diferentes:
Antes de irse, Ramona me dio este bordado que hizo ella
cuando estuvo en la ciudad de México, curándose. Se lo dio
a alguien de la sociedad civil, que nos lo regresó en una de
estas reuniones preparatorias. Yo se lo entregué, ella me lo
regresa y me dice: «esto es lo que queremos de la Otra Cam-
paña». Estos colores, ni uno más, pero ni uno menos.
Tal vez lo que tenemos que hacer es entender la unidad
como este bordado de Ramona, donde cada color y cada
forma tiene su lugar; no hay homogeneidad, ni hegemonía.
Finalmente, entender la unidad como el acuerdo en el
camino.(Subcomandante Marcos 2005b)
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LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
Ese tipo de unidad, desde y abajo, al revés que la que nos ofrece la
central sindical o el partido tradicional, se basa no en el poder del dirigente
o del caudillo sino, como dijo Marcos en la misma intervención, en la leal-
tad con el compañero. Sobre esa base, podremos caminar juntos, cada
uno a su paso en una «multiplicidad de pies y modos de caminar en Otra
Campaña».
Este caminar va ganando fuerza en todo México. Durante su recorri-
do la Otra Campaña tiene poca influencia en la parte del abajo que
apuesta a Andrés Manuel López Obrador (del Partido de la Revolución
Democrática) como el camino para resolver sus demandas. Pero tiene
gran influencia en la otra parte, la que resiste y se moviliza. Las reuniones
en las que participa esa porción del abajo «no son mítines de presión
ante las autoridades gubernamentales» ni «actos electorales» en los que
los candidatos hacen las mismas promesas de todas las campañas; son
«un espacio para hacer público el memorial de agravios padecido, el
terreno para dialogar con los propios sobre padecimientos y aspiracio-
nes compartidas»48.
Pero, ¿qué puede producir este espacio de intercambio entre los de
abajo que luchan? Justamente aquello que nos está faltando: muchas
veces se habla de la dispersión de las organizaciones, de la fragmenta-
ción de las luchas, de la imposibilidad de encontrar puntos en común
entre luchadores de diferentes generaciones, pertenecientes a diversos
ámbitos de trabajo, con demandas y problemas distintos. En esos espa-
cios controlados por los de abajo, gracias a la Otra Campaña «se está
creando un lenguaje común entre aquellos que hasta hace poco no po-
dían consultarse entre sí»49. Esto puede parecer poco, o insuficiente como
para generar una amplia rebelión. Sin embargo, podemos asegurar que
en esos espacios seguros los de abajo –una vez que encuentran un len-
guaje común, cuando recuperan su dignidad al poder decir sus verdades
en voz alta– ensayan los actos temerarios que un día, cualquier día, pro-
vocarán una rebelión. El zapatismo sabe que «sólo cuando el discurso
oculto se declara abiertamente, los subordinados pueden reconocer en
qué medida sus reclamos, sus sueños, su cólera son compartidos por
otros subordinados con los que no han estado en contacto directo» (Scott,
2001: 262).
4 8 Luis Hernández Navarro, «El romper de la ola», en: La Jornada, 14 de febrero de 2006.
4 9 Ídem.
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AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
III. Los nuevos desafíos para la autonomía
El zapatismo no inventó la autonomía ni las formas plebeyas de hacer
política desde abajo. Ambas tienen una larga tradición en América Latina.
Los zapatistas se han empeñado en impulsarlas y mejorarlas, y han creado
las condiciones para que se expandan, crezcan y se difundan en los espa-
cios de los oprimidos.
Sin embargo, la Sexta y la Otra Campaña nacen en un momento muy
especial de la vida política mexicana y latinoamericana: cuando la lucha
social ha desgastado las formas más salvajes y los modos más radicales de
aplicar el modelo neoliberal, y cuando los viejos y cansados partidos de la
derecha empiezan a crujir y dan paso a fuerzas progresistas y de izquierda.
No es este un problema nuevo para los movimientos, pero se viene agravan-
do en las últimas décadas a medida que en unos cuantos países la resisten-
cia popular ha llevado a la izquierda a ocupar parcelas del aparato estatal.
Según Marcos hay que situar el comienzo de la Otra Campaña en el
año 2001, cuando los partidos políticos –el PRI, el PAN y también el PRD–
rechazaron la ley de Derechos y Cultura Indígena. Esta ley había sido
considerada por el parlamento a raíz de la masiva movilización provocada
por la Marcha del Color de la Tierra, en la que se movilizaron millones de
personas en todo el país –ante el paso de los zapatistas– en apoyo de la
ley. La marcha duró 37 días, desde el 24 de febrero al 2 de abril de 2001,
recorrió seis mil kilómetros, atravesó 13 estados en los que realizaron 77
actos públicos y culminó en un gran acto en el Zócalo del Distrito Federal
y luego el EZLN intervino en el Congreso. Pero derecha e izquierda se
unieron para rechazar la ley.
«Ahí nosotros valoramos que el camino de diálogo con la clase política
mexicana estaba agotado y teníamos que buscar otro camino», señala
Marcos (Bogado, 2006). Sin embargo ese otro camino entraña un peligro
que los zapatistas evaluaron cuidadosamente, que consiste en la posibili-
dad de un ataque quirúrgico contra la dirección en una coyuntura pautada
por el aislamiento respecto a la clase política. Los zapatistas previeron que
buena parte de la gente que hasta ese momento apoyaba su lucha podía
retirarles el apoyo «a la hora que tomáramos distancia de los políticos,
especialmente de la llamada ‘izquierda institucional’, el PRD» (Bogado,
2006). Eso fue, exactamente, lo que sucedió. Añade que escogieron el
período electoral para iniciar la Otra Campaña para «que quedara claro
que nosotros queríamos hacer otra cosa» y que contrastara «con la políti-
ca de arriba» (Bogado, 2006).
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LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
Muchos que en México apoyaban al EZLN y que luego tomaron dis-
tancias porque apostaron a la vía electoral y a la candidatura de Andrés
Manuel López Obrador, creen que ambos caminos deberían ser comple-
mentarios o bien que el zapatismo está poniendo en dificultades el triunfo
electoral del candidato del PRD. Más aún desde el momento en que el
EZLN ha deslindando ambas campañas y pidió a quienes quieran partici-
par en las elecciones que se abstengan de hacerlo en la Otra Campaña.
Las críticas de sectarismo, de «hacerle el juego a la derecha» y muchas
otras, son constantes. De ahí que parezca necesario preguntarse: ¿puede
el triunfo electoral de la izquierda provocar daños al movimiento zapatista
y al conjunto del movimiento social? No se trata de una respuesta de
carácter ideológico ni de principios sino de observar la realidad, pero ob-
servarla desde abajo.
En México se produjo un corte político muy claro en 1997 cuando el
PRD ganó las elecciones en el Distrito Federal y accedió a la principal
gobernación del país. «Esto cambia las relaciones de los partidos con los
movimientos y de muchos militantes con los movimientos. Muchos se vuel-
ven funcionarios y se subordinan a la lógica del gobierno», reflexiona Je-
sús Ramírez (2005: 301). Desde ese momento un sector importante de la
izquierda mexicana se incrustó en las instituciones y los principales diri-
gentes pasaron a ocupar espacios rentados en el aparato estatal, a tal
punto que puede concluirse que «la derrota de muchos de los movimientos
tiene que ver con el papel de sus dirigentes» (2005: 301). Pero este es sólo
un primer paso, como sucedió en los casos de Brasil y Uruguay, cuando la
izquierda aún antes de acceder al gobierno nacional fue ganando los go-
biernos municipales de grandes ciudades como Porto Alegre, Sao Paulo y
Montevideo.
El segundo paso sobreviene cuando la izquierda asume la política de la
derecha. Esto es lo que sucedió en México en el año 2001, cuando todos
los partidos se unieron para rechazar la ley indígena. A partir de ese
momento se intensifica «la escisión del zapatismo y de otras luchas so-
ciales» (2005: 302). O sea, la izquierda asume la administración de par-
celas del aparato estatal y en ese proceso vira hacia la derecha, dejando
a los movimientos sin referencias, ya que llegó a ocupar esos espacios
con la promesa de resolver las demandas populares. Al desarme ideoló-
gico y político que esto produce se suma una crisis organizativa ya que
los encargados de llevar adelante en las instituciones la política de la
derecha, en nombre de la izquierda, son precisamente los dirigentes de
esos movimientos.
151
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
Esta triple desarticulación de los movimientos (ideológica, política y
organizativa) asume la forma de un descabezamiento de la lucha popular
que sienta las bases para la cooptación de lo que queda de los movimien-
tos. Dicho de otro modo, la política de los partidos de izquierda se traduce
en los mismos objetivos que la represión no pudo conseguir: una derrota
histórica, sin represión masiva pero con un poder de destrucción muy simi-
lar al que en otros momentos tenía la acción autoritaria del Estado.
Algo de esto es lo que estamos viendo en países como Argentina,
Ecuador, Uruguay y Brasil, con diferentes grados de intensidad. Los mo-
vimientos, que fueron los que crearon las condiciones para el ascenso al
gobierno de Néstor Kirchner, Lucio Gutiérrez, Tabaré Vázquez y Lula,
se encuentran aislados, divididos y a la defensiva. Una parte de los diri-
gentes (piqueteros en Argentina, indígenas en Ecuador, sindicales en
Uruguay y Brasil) han pasado a defender las políticas oficialistas aun
dando la espalda a sectores importantes del movimiento social. La divi-
sión y la dificultad de movilizarse por objetivos comunes, aumenta los
márgenes de autonomía de los gobiernos para seguir adelante con sus
políticas neoliberales. Sólo que ahora el neoliberalismo es más sutil, me-
nos directamente depredador que en el período en que se llevaron adelan-
te las privatizaciones salvajes y los primeros ajustes estructurales. Sin
embargo, la intensidad y profundidad del neoliberalismo no ha cambiado
en lo más mínimo según los análisis con que contamos. Veamos dos casos
que pueden ser paradigmáticos, los de Brasil y Argentina, ambos aborda-
dos por personas que en su momento fueron favorables a los gobiernos de
Lula y Kirchner.
En Brasil, la Conferencia Nacional de Obispos –aliada histórica de
Lula– sostiene por boca de su secretario general, Odilio Scherer, que con
el actual gobierno Brasil «se transformó en un paraíso financiero». El ar-
zobispo de Sao Paulo, Claudio Hummes, amigo de Lula, se mostró tam-
bién decepcionado con su gestión. El obispo de Salvador, Geraldo Majella
Agnelo, fue lapidario: «nunca hubo un gobierno tan sumiso a los banque-
ros»50. Las tres opiniones fueron recogidas a comienzos de marzo de 2006,
cuando comenzaba la campaña electoral para la reelección de Lula, a
quien la Conferencia de Obispos viene apoyando de modo directo o indi-
recto desde hace varias décadas. Diversos analistas consideran que las
relaciones entre el gobierno y la iglesia son malas pero estiman que pue-
den empeorar. Frei Betto, amigo personal de Lula que estuvo casi dos
50
152
O Estado de Sao Paulo, suplemento Aliás, 5 de marzo de 2006.
LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
años como coordinador del Plan Hambre Cero, renunció entre otras cosas
porque el gobierno le dio la espalda a los movimientos. En el caso concreto
de la frustrada demanda de reforma agraria, los obispos estiman que Lula
apostó a la «modernización» del campo por la vía del agronegocio para
fortalecer las exportaciones y poder afrontar así las exigencias del sector
financiero. Como resultado de esta opción, lejos de una reforma agraria se
está produciendo una mayor concentración de la propiedad rural, a la vez
que en Brasil la concentración de la renta no deja de crecer.
En el caso de Argentina podemos cederle la palabra a un economista
que fue electo diputado por una lista afín a Kirchner. Claudio Lozano,
economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), no es un
radical pero sostiene que «estamos peor que en los 90», los años de Menem.
Asegura que bajo Kirchner no se alteró el régimen de alta concentración,
ni el patrón regresivo de distribución de ingresos, ni el papel del Estado, ni
siquiera la inserción internacional del país. Por el contrario, se registra
«mayor explotación de la fuerza de trabajo y mayor empobrecimiento de
la sociedad»51. Pese al importante crecimiento económico que se registra
en los tres últimos años, «en 2004 y 2005 se agudizó la desigualdad».
Asegura que el de Kirchner es un modelo hacia afuera, «de colocación de
naturaleza barata en el mercado mundial», pero además es «un modelo
hacia arriba, en el sentido de atender las demandas de los sectores más
acomodados de la población. El modelo se sostiene orgánicamente en una
distribución más regresiva»52.
En ambos casos al continuismo neoliberal se le suman políticas
focalizadas para atender la pobreza extrema, que no implican políticas de
derechos universales sino apenas la atención a ciertos sectores que el
Estado define como prioritarios sobre la base de sus propios criterios. Esto
es así porque «la universalidad pone en cuestión a buena aparte del siste-
ma político» que funciona sobre la base del clientelismo, como señala Lo-
zano. La popularidad de que gozan Lula y Kirchner se debe a este factor
decisivo que es el que les permite seguir ganando elecciones. En paralelo,
ambos consiguieron debilitar a los movimientos, aislarlos, a través de
políticas explícitas destinadas a crear movimientos «razonables» –con
los que se puede negociar y pactar– y otros «radicales» que se los con-
sidera desestabilizadores y deben ser reprimidos. En Argentina esto es
muy claro en relación con el movimiento piquetero; en Brasil se están
5 1 «Estamos peor que en los 90», entrevista a Claudio Lozano, en: www.lavaca.org
5 2 Ídem.
153
AUTONOMÍAS Y EMANCIPACIONES. AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
estableciendo puentes privilegiados con movimientos rurales menos
combativos que los sin tierra (MST), con los cuales se tienden a estable-
cer lazos más fluidos.
Ante esta situación reacciona el zapatismo pronunciando un nuevo Ya
Basta. Por eso Marcos compara la situación actual con la de 1994. Por-
que ahora hay un grave peligro ante el EZLN, que se relaciona con el
«progresismo». Cuando Marcos aseguró que con López Obrador los
zapatistas lo pasarían muy mal, estaba diciendo lo mismo que podría decir
hoy buena parte del movimiento piquetero, sin tierra e indígena de Ecua-
dor. Debe entenderse que no se trata de una cuestión de maldad intrínseca
del proyecto de la izquierda, ni de alguna especial animadversión de sus
dirigentes hacia el movimiento popular. Los gobiernos progresistas y de
izquierda son los que están mejor situados para promover las políticas del
desarrollo y del combate a la pobreza promovidas por los organismos fi-
nancieros internacionales. Estas políticas han destruido buena parte de los
movimientos allí donde han podido implementarse sin obstáculos, como
sucedió en regiones de Ecuador, por ejemplo.
De la mano de la cooperación internacional e instrumentada por orga-
nizaciones no gubernamentales (ONG), se vienen promoviendo políticas
que –con la excusa de procurar el fortalecimiento de las organizaciones
sociales– promueven su burocratización, su vinculación con el Estado, la
creación de dirigencias especializadas y separadas de las bases que, final-
mente, facilitan la cooptación de los movimientos53. Con el tiempo, las
camadas de dirigentes van modificando su perfil hasta asumir uno de ca-
rácter tecnocrático, especializado en las relaciones con agencias
financiadoras externas y en trámites en la administración pública.
El divorcio entre la izquierda electoral y los movimientos no tiene solu-
ción. En la primera hay demasiados intereses materiales y complicidades
con el aparato estatal para pensar que puede producirse un viraje, salvo
que el abajo cobre la fuerza suficiente como para que el arriba no pueda
ignorarlo. La izquierda electoral no es la enemiga de los movimientos, pero
su acceso al poder estatal puede hacerles un daño irreparable si los movi-
mientos no tienen ganada la suficiente autonomía material y política. Du-
rante su recorrido por México el subcomandante insurgente Marcos vol-
vió varias veces sobre el tema:
53
154
Sobre este tema puede consultarse: Víctor Bretón Solo de Zaldívar, «Capital social,
etnicidad y desarrollo: algunas consideraciones críticas desde los Andes ecuatorianos»,
revista Yachaikuna No 2, ICCI, Quito, diciembre de 2001.
LA OTRA CAMPAÑA O LA POLÍTICA DESDE ABAJO
La historia futura de América Latina, no sólo de México, sino
en toda América Latina, se va a construir abajo, que lo de-
más en todo caso son pasos, tal vez en falso, tal vez firmes,
falta verlo. Pero fundamentalmente va a ser la gente de
abajo la que la va poder conquistar organizándose de otra
forma. Que las viejas recetas, y los viejos parámetros sir-
ven, si como un referente de lo que se hizo, pero no como
una cosa que haya que readecuar para volver a hacerla de
nuevo (Bogado, 2006).
En esta coyuntura tan esperanzadora pero tan difícil para los movi-
mientos, el EZLN nos lanza el desafío de la Otra Campaña, con su volun-
tad de construir espacios de inter-comunicación entre los de abajo, mos-
trando que se pueden crear otras formas de hacer política, por fuera de las
instituciones. El éxito de esta campaña puede ser un aliento necesario
para todos los que, en este continente, seguimos luchando sin mirar hacia
arriba sino sabiendo que la construcción de una autonomía ligada a la
emancipación –una construcción que nunca llegará a su fin– sólo pueden
hacerla los de abajo, con otros de abajo, en los espacios propios creados
por los de abajo.