Lección de Fukushima con efectos en Garoña
Editorial
GARA
El escenario que todo el mundo temía ya es una realidad. El primer ministro japonés, Naoto Kan, habló de un «desastre sin precedentes» y preparó a la población para hacer frente a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. A su vez, tras la explosión ocurrida en la dañada planta nuclear de Fukushima, y la creciente amenaza de que otras puedan producirse, Kan confirmó la fuga radioactiva de isótopos de cesio y encendió las alarmas sobre la posibilidad de una nueva catástrofe nuclear. El hecho de que Japón haya sido el único país del mundo víctima de un ataque atómico, y el peso psicológico que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki aún tienen, añade un particular sentimiento de terror en el pueblo japonés. Y a nivel mundial, puso nuevamente en actualidad el largo debate nuclear, con la posibilidad de que un mismo tipo de accidente pueda producirse en las vulnerables plantas nucleares de cualquier otro país. Sin ir más lejos, en la muga de Araba con Burgos, en la central de Garoña. Una central similar de la de Fukushima y construida por la misma compañía.
Fukushima deja lecciones que no pueden ser desatendidas: los accidentes nucleares no son parámetros teóricos sino posibilidades reales y concretas con riesgos inimaginables para la humanidad. Y no se puede continuar pensando que la expansión de la energía nuclear es el único camino correcto. No se puede jugar permanentemente con fuego. El mito debe caer: en ningún lugar del planeta existe la energía nuclear segura.
La Agencia Internacional de la Energía Atómica está promoviendo la construcción de centrales nucleares en todo el mundo, incluso en regiones en guerra. El lobby nuclear no conoce descanso y está imponiendo su agenda al prolongar la vida operativa de las centrales más allá de los plazos para las que fueron concebidas. Pero no son dueños de la naturaleza. Fukushima debe servir de lección y, sobre todo, debe tener consecuencias políticas. A nivel mundial, una reevaluación de las políticas energéticas encaminada al abandono de la energía atómica. Y aquí, con urgencia, el cierre definitivo de la obsoleta y extremadamente peligrosa central nuclear de Garoña.