Polochic: despojo y resistencia
Se puede defender con la fuerza de las armas.
Miguel Ángel albizures
A raíz del desalojo violento de más de 800 familias q’eqchíe’s, vuelve al tapete el tema de la propiedad privada, pero no se plantea el tema de la propiedad mal habida ni todas las dudas que saltan cuando la persona que podría aclararlas en la interpelación que le hicieran el Congreso sobre si los Widman tenían títulos legales, respondió “No lo puedo garantizar” Y ciertamente no se puede garantizar nada si retrocedemos varios años, cuando Óscar Berger, cuñado de Carlos Widman inauguró su gobierno con el despojo violento de tierras en el Valle del Polochic para que, la familia Widman pudiera acceder a las 13 fincas y asentar el ingenio Chabil Utzaj, que antes funcionó en la Costa Sur con el nombre de Ingenio Guadalupe y su representante legal era Juan Widmann Roque. Berger, no solo empezó los desalojos sino también les facilitó el préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo para el funcionamiento del ingenio, hoy fracasado.
Según las informaciones, se han producido más de 1,400 conflictos de tierra, cientos de ellos en Alta Verapaz, lo cual indica que se trata de un problema nacional, que no se resolverá con el uso de la fuerza, pues mientras existen grandes extensiones de tierra no cultivada y los despojos continúen, la resistencia, que también es un derecho constitucional, se extenderá del Polochic, a otras regiones del país en donde el hambre apremia y la tierra sigue acaparada en pocas manos, pero no en manos de quienes son capaces de hacerla producir granos básicos, tal el caso de quienes están sufriendo la destrucción de sus casas, su milpa, su frijol o su chile, que es lo único que tienen para ellos y sus hijos.
Mientras esto sucede, el Gobierno ha sido incapaz de implementar el Plan de Desarrollo Rural Integral, que podría, en mínima parte, empezar a resolver la conflictividad agraria. No se le puede pedir a quienes siempre han sido engañados en las mesas de negociaciones, que se calmen, que sigan aguantando hambre, mientras descaradamente se protege a quienes no les importan los afectos desastrosos para los seres humanos, siempre y cuando puedan extender su dominio y producir para la exportación, aunque alrededor de ellos, los niños desnutridos sigan muriendo. Se puede seguir defendiendo con la fuerza de las armas, la propiedad privada y hasta la tenencia de la tierra mal habida en aras del financiamiento para la campaña electoral, pero no se podrán frenar los brotes de resistencia que surgen por la negación de los derechos más elementales y por la existencia de un Estado excluyente al servicio de las grandes transnacionales y de quienes se consideran los dueños del país.