27-05-2011
¿Que hace un huerto en Plaza Catalunya? ¿Que tendrá que ver con lograr una democracia real?
Arnau Montserrat
Rebelión
Me gusta que un huerto corone allí en la plaza sus hermosas abstracciones asamblearias. Y no solamente, también me gustan las placas solares, la atención médica, los talleres de danza, el espacio de niños, la casa de bioconstrucción, las fotos en copyleft, la cocina vegetariana. Me gusta, en fin, que la gente intente vivir la plaza des de la organización, la creatividad, la limpieza y una mínima comodidad. Y me gusta porque me parece coherente que un movimiento que rechaza con tanto enfásis la representación de la clase política apueste por la auto-representación, es decir, por ser capaces de autogestionar algo de todo aquello que exigimos.
No creo que estas deban ser las tareas principales de la acampada, y mucho menos la quiero convertida en una micro-sociedad aislada, pero si me emociono sintiendo la plaza como una ventana de aire fresco en medio del asfalto, un espacio coherente des del que intentamos reducir la distancia entre nuestras ideas y nuestros actos. Así como todos estamos de acuerdo en que sin cambios personales no se puede cambiar el mundo, es probable que también nos pongamos de acuerdo en que no podemos pretender que nos lo hagan todo los mismos políticos a los que denunciamos.
Además, mostrar a curiosos, simpatizantes o turistas que hay otras formas de vivir y que son posibles ahora y aquí, me parece mas inspirador que mil textos o proclamas de cualquier tendencia. El huerto, por ejemplo, es un símbolo de una agricultura ecológica, local, de temporada y en manos de los productores. También es un gesto que abre otra ciudad, una ciudad con mas huertos y menos bancos, con mas tiendas y menos supermercados, con mas espacios comunes y menos especulación privatizante. Se puede debatir sobre todos estos puntos. Se puede estar mas o menos a favor de los transgénicos. Se le pueden ver mas ventajas o mas inconvenientes a los grandes centros comerciales y su control sobre la distribución alimentaria. Pero en cualquier caso, el huerto es una invitación simbólica a estos debates y a buscar la información que nos permita tenerlos des del conocimiento y no des de lo que hayamos leído en el titular de un periódico.
¿Que tienen que ver los tomates con la reforma de la ley electoral? Pues en mi opinión, igual que no puede existir democracia real si el control de la economía está en manos de la banca, tampoco puede existir democracia real si el control de nuestros alimentos está en manos de las multinacionales. No hace falta ser de izquierdas para apreciar que el poder reconcentrado es un peligro para la democracia.
Tal vez nuestra sociedad ha virado hacía el individualismo competitivo no solamente por la abundancia de bienes de consumo y la fragmentación del mundo laboral, sino también por una inteligente labor de manipulación mediática que lleva varias décadas ganando nuestros corazones y nuestras mentes. Des de allí no podremos cruzar los límites ni asumir los conflictos que conlleva cualquier cambio social, por limitado que este sea. Mirad sino lo que han tenido que luchar los autobuseros de Barcelona para lograr… dos simples días de descanso semanal! No, la revuelta no puede ser cívica, hay que asumir el conflicto, y nada de esto es incompatible con buscar amplios consensos, con disfrutar la diversidad y con escuchar a los que no piensan igual que nosotras.
Tal vez, lo que nos está diciendo este huerto es que una democracia real, factible, operativa… es inseparable de una mayor justicia social y ambiental.