20 mil comuneros se apoderan del pueblo de Cherán, en Michoacán

02.Jun.11    Autonomía comunitaria

Cherán entre barricadas

En un cerco autoimpuesto, rodeados de barricadas y fogatas, sin que nadie entre ni salga sin la autorización de la comunidad, cerca de 20 mil comuneros se organizan contra los tala montes que son apoyados por bandas del crimen organizado, con la complicidad y/o indiferencia de los tres niveles de gobierno.
GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

Cherán, Michoacán. Con barricadas con costales de arena, troncos y piedras en todos los accesos a la cabecera municipal y 179 fogatas permanentes en los cuatro barrios, cerca de 20 mil comuneros tomaron en sus manos la seguridad de su pueblo y se dispusieron a organizar la vida comunitaria sin las autoridades del lugar.

El pasado 15 de abril la población organizada se armó con palos, piedras, machetes, azadones, palas y todo lo que pudo para enfrentar a quienes “desde hace tres años están devastando los bosques de la comunidad, con la protección de grupos armados y hasta del gobierno, que no ha hecho nada para pararlos”, señala uno de los miles de indígenas que se mantienen en guardia en la barricada que cubre el camino a Paracho.

Lejos de su cotidianidad, los hombres, mujeres, niños y ancianos de este poblado de la meseta purhépecha viven en tensión permanente alrededor de las barricadas, cuidando los accesos para que no entre ningún desconocido. Una madrugada llega el aviso de que una decena de camionetas con hombres armados se estaban preparando en Paracho. La alerta resulta falsa, pero los rondines se refuerzan “por si acaso”. A las dos de la mañana uno de los vigilantes asegura: “aunque no dormimos no perdemos la fuerza. El gobierno tiene que atender nuestras exigencias: seguridad y justicia, fin de la devastación y castigo a los culpables para que vivamos en paz”.

La respuesta gubernamental no ha llegado, mientras el hostigamiento y las amenazas se han recrudecido. El pasado 22 de mayo “fue levantado” el comunero Miguel Ángel Gembe y subido encañonado a un vehículo en Paracho. Tres días después pudo escapar “de milagro” y regresó a la comunidad visiblemente golpeado. Se confirmó entonces la sospecha de que su secuestro se debió a su participación en las actuales movilizaciones, pues relató que sus captores lo interrogaron sobre los nombres de quienes encabezan el movimiento, advirtiéndole que “todos están en la lista”. Ante esto, los comuneros responsabilizaron hoy a los gobiernos estatal y federal de lo que pueda ocurrirle a Miguel Ángel y al resto de la población.

El pasado 15 de abril un hecho colmó su paciencia: “Los tala montes se metieron en el ojo de agua de La Cofradía, que abastece a toda la comunidad. Un grupo de comuneros los enfrentamos y los sacamos y desde entonces exigimos justicia”, señala otro de los indígenas de Cherán. Ninguno dice su nombre ni muestra su rostro, como medida de seguridad ante las amenazas permanentes.

En este poblado, dice otro de los entrevistados, “se juntan todas las injusticias, la impunidad, la complicidad del crimen organizado con los gobiernos, la indiferencia y la burla de las autoridades, la ambición de los poderosos…Y también la organización del pueblo que ya está fastidiado, la defensa del territorio, la unión de las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos, todos juntos para detener la tala de nuestros montes, los secuestros, los asesinatos y las desapariciones. Aquí también estamos hasta la madre y ya nos pusimos en acción para defendernos solos y hacer lo que el gobierno no quiere”.

A una de las fogatas del barrio de abajo (ketzikua), se acerca un grupo de mujeres de la comunidad vecina de Cheranastico. En purhépecha se comunica con las mujeres que hacen guardia y preparan enormes cazuelas de café, frijoles y papas con huevo. Hablan entre ellas y después una traduce: “Ella dice que en su pueblo también están sufriendo, que también les están cortando los bosques, que tienen mucho miedo. Ella dice –continúa la traductora- que en su comunidad ya no pueden ir a la siembra ni sacar a sus animalitos porque se los roban. Dice que no son libres”.

Las mujeres, como en todas las luchas populares, toman un lugar preponderante. Son fuertes y, aunque se confiesan cansadas, hacen guardias, comida, organizan la limpieza, el abastecimiento y las tareas cotidianas. De pelo blanco, rebozo azul y manos curtidas, una de ellas responde a sus angustiadas vecinas que no deben tener miedo, que se organicen como en Cherán, que sólo así se acaba la injusticia.

“Aquí están unidos”, responde la señora de edad de avanzada de Cheranastico, “pero mi pueblo no ha tenido valor porque es un pueblo chiquito y ellos, los malos, son hartos y están armados”.

Aquí, dice otra mujer en una de las fogatas del Barrio Paricutín, “lo que queremos es paz y libertad. Si no defendemos nuestros bosques ni una leña les vamos a dejar a nuestros hijitos, nada les va a quedar”.

La resistencia contra la tala clandestina, aunque dispersa, inició en 2008, cuando se acrecentó la devastación en el cerro Pacuacaracua. Hasta el momento, denuncian, se ha destruido totalmente más del 80 por ciento del bosque (más de 15 mil hectáreas) en acciones acompañadas con la siembra del miedo, pues los taladores procedentes de Capa­cuaro, Tanaco, Rancho Casimiro, San Lorenzo, Huecato, Rancho Morelos y Rancho Seco, asolan la comunidad con armas de alto calibre.

Antes del levantamiento, aseguran, se tocaron todas las puertas institucionales: “Fuimos a Profepa, a la Semarnat, a todos lados y nadie nos hizo caso. También hicimos las denuncias de secuestros, extorsiones y amenazas y tampoco investigaron nada. Por eso nos colmaron la paciencia. Nos cansamos de agachar la cabeza, pues nomás veíamos pasar los cientos de camiones cargados de nuestros árboles y no decíamos nada por puro miedo. Pero ya no”.

Cherán cuenta con 27 mil hectá­reas de territorio comunal y, dentro de ellas, 20 mil hectáreas boscosas, de las cuales han sido incendiadas y taladas (totalmente destruidas) más del 80 por ciento, y el otro 20 por ciento también ha sido talado, pero aún no ha sido incendiado.

Un recorrido por el cerro San Miguel permite ver la zona devastada. Cientos de troncos yacen en los caminos. “Es que los tala montes sólo se llevan el grueso de abajo, lo demás lo dejan aquí tirado”, explica uno de los integrantes de la ronda tradicional, que en este momento se encarga de la vigilancia.

La actividad económica de los comuneros se ha visto afectada por la tala, debido a que muchos de ellos se dedicaban a la extracción de recina, con métodos artesanales para no acabar con los árboles. “Ya ni eso nos dejaron”, comenta un joven de la comunidad. También acabaron con las plantas medicinales y los hongos que abundaban en el bosque. Ni que decir de la fauna que habitaba el lugar. Ya no hay zorros, ardillas, venados ni conejos. “Todo un desastre ecológico”, insiste el comunero.

En estos días los accesos a los bosques también se mantienen bajo resguardo. Troncos y costales de arena impiden el paso a los camiones, aunque, dicen, “siguen entrando por otros lados porque no quieren dejar este negocio que les deja mucho dinero”. ¿Cuánto?: “Pues nada más haga cuentas. La delincuencia organizada le cobra a cada camión mil pesos por protección. Salían como 180 camiones diarios cargados de madera, lo que les generaba 180 mil pesos tan sólo por protección”.

El gran negocio, explican, “lo encabeza un señor conocido como El Güero. Es un doble negocio, pues él mismo envía trabajadores para que talen árboles y se los lleven a sus aserraderos. Pero cuando quieren entrar otros tala montes, pues les vende protección para que puedan sacar la madera. Y nosotros pues sólo veíamos, agachaditos, que todo esto pasara”.

La organización comunitaria

En estas seis semanas la vida de la comunidad ha cambiado por completo: El presidente municipal ya no despacha en el palacio de gobierno y las instalaciones están prácticamente en manos de los comuneros. No hay clases en las primarias y secundarias, ni en el Colegio de Bachilleres y la Universidad Pedagógica. Se instaló la ley seca y no pueden ingerir ni vender bebidas alcohólicas; el tránsito vehicular termina a las ocho de la noche y las 24 horas se mantiene la vigilancia en toda la cabecera municipal.

Y, al mismo tiempo, cierta “normalidad” se va organizando. Los jóvenes han tomado la batuta en los quehaceres de limpieza y han organizado una comisión “de buena imagen”, que en estos días está pintando las calles con pintura donada por los comerciantes. También se organizan brigadas de limpieza general en las que participa toda la población, mientras los maestros de la comunidad han organizado las clases en las calles, patios o bajo un techo de plástico.

En Cherán habitan 600 maestros que dan clases en la comunidad y en otros municipios, como en Zapopan, Chilchota, Tarecuato, Tanaco y Rancho Morelos, entre otros. En estos días ningunos está acudiendo a sus planteles, pero han organizado las clases aún en las condiciones del cerco.

En uno de los salones improvisados, Arly, de siete años, dice: “las fogatas son para que no entren los malos que se están llevando nuestros árboles. Sin árboles no vamos a tener agua y por eso están las fogatas, para que ya no se lleven el bosque”. Y también, agrega Karen, de 11 años, “nos organizamos para que no vengan a matarnos. Ahorita ellos tienen su coraje porque ya no entran, entonces están más enojados y por eso hay que cuidarnos”.

Un modesto consultorio se ha organizado dentro del palacio de gobierno municipal. Un doctor que en este momento se presenta sólo como comunero, se ofreció a dar sus servicios gratuitos y se organizó un pequeño dispensario con lo más elemental. “Pero faltan muchas cosas”, señala el joven galeno. Antibióticos, antiinflamatorios, antialérgicos y medicinas para pacientes de control (hipertensión y diabetes), son algunos de los medicamentos que requiere la comunidad, pues el Hospital Integral no está funcionando a toda su capacidad, y las unidades médicas rurales cerraron durante dos semanas.

“Este movimiento me ha unido más a mi comunidad”, señala el médico. “Antes había la división que traen los partidos políticos y hasta algunas familias que no se hablaban. Ahora está el fin común de la protección del bosque y todos le estamos entrando”.

Hasta el momento se han organizado por barrio comisiones de seguridad, limpieza, buena imagen, salud, educación, acopio de víveres, de producción agrícola y prensa. Con todo esto, explica un comunero, “se está ejerciendo en los hechos la organización tradicional del pueblo”.

La respuesta del gobierno no llega. Han acudido al estatal y al federal. En la Secretaría de Gobernación, señalan, “nos piden que primero nos desmovilicemos, que se desactive nuestra organización. Y no dan respuestas. Pensamos que no tienen capacidad para enfrentar al verdadero crimen organizado. Nosotros ya les dimos nombres y lugares donde se encuentran, pero hasta el momento no hacen nada”.

Los comuneros de Cherán, por lo pronto, hacen un llamado a la sociedad civil nacional e internacional a estar atentos con lo que pueda pasar: “Que no dejen de vernos, que no nos dejen solos y que si pueden nos envíen medicamentos y víveres como arroz, frijol, agua, café, azúcar, sal, alimentos enlatados, para sostener las fogatas y las barricadas., porque de aquí no nos vamos a mover hasta que nos resuelvan”.

*Versión ampliada de un reportaje publicado por la autora en el diario La Jornada