Somos multitud

15.Jun.11    Análisis y Noticias

15-06-2011

Somos multitud

Juan Manuel Aragüés
El periódico de Aragón

La primera asamblea que realizó la acampada de la Plaza del Pilar de Zaragoza se cerró con la lectura de un manifiesto que venía encabezado por un título: Somos multitud. Al escuchar el título no pude dejar de sentir, a un tiempo, estupor y satisfacción. Estupor por constatar que un movimiento tan interesante como el que se está produciendo desde hace casi un mes por nuestras plazas utilizaba un concepto tan significativo en la filosofía política contemporánea como el de “multitud”, satisfacción porque ése es un concepto clave para el desarrollo de una política realmente democrática.

SORPRENDE que el movimiento 15-M se haya apropiado de un concepto elaborado en el siglo XVII por uno de los más grandes filósofos de la historia, Baruch Spinoza, y reelaborado en este siglo por la pluma de Antonio Negri y Michael Hardt. Sorprende porque habla o bien de un grato azar o de un alto nivel de conciencia político-filosófica. Porque precisamente la filosofía de Spinoza inaugura la reivindicación de una democracia radical construida desde la confluencia de los individuos en un proyecto común. A diferencia de lo que van a ser las teorías liberales de la democracia, que parten de la idea de que los seres humanos somos iguales y por lo tanto tenemos iguales aspiraciones, Spinoza parte, como buen materialista, de la constatación de que los seres humanos somos diferentes, matizadamente diferentes, y que la acción política debe construirse en la búsqueda de lo que nos une.

Para él, la multitud, frente a la muchedumbre desorganizada, es ese colectivo que se sabe unido por un anhelo, por un programa, por una reivindicación. Es un colectivo que, consciente de las diferencias y de las desigualdades, trabaja por una igualdad política respetuosa con las diferencias. Porque, como dice Sousa Santos, otro de los autores de referencia de una propuesta política alternativa, tenemos derecho a ser iguales cuando la diferencia nos discrimina y tenemos derecho a ser diferentes cuando la diferencia nos enriquece.

ES UNA EVIDENCIA que los seres humanos somos diferentes. No solo por nuestras peculiaridades individuales, sino porque la sociedad nos hace diferentes. Diferentes en retribuciones, en influencia, en poder, diferentes desde el momento mismo del nacimiento en función del lugar, la familia, el país donde hayamos nacido. En un país aberrantemente monárquico, como el nuestro, la desigualdad es, incluso, ley. La teoría liberal de la igualdad no es sino fruto de una absoluta abstracción. La cuestión, por tanto, es cómo gestionar y abordar esa diferencia, cómo, respetando la diferencia, acabamos con la injusta desigualdad a la que nos condena el capitalismo liberal. Eso es lo que se dilucida en nuestras plazas.

Somos multitud. ¿Qué nos unifica? La indignación ante un estado de cosas. Pero la indignación no es un programa político, una tabla reivindicativa que permita dar al movimiento una dimensión propositiva. Ciertamente, esa multitud que se expresa en las calles es variopinta, muy diversa, expresa malestares varios. Pero, desde una extrema generosidad, en un profundo trabajo unitario, debe buscar elementos mínimos de propuesta que permitan visualizar el nuevo mundo que pretendemos habitar. No basta con decir que no nos gusta este mundo, eso ya ha quedado muy claro, se trata de ir perfilando el que queremos.

Los debates que se producen en las asambleas advierten de un peligro. Conscientes de la heterogeneidad del movimiento hay quienes, con buenísima voluntad, pretenden que toda decisión se tome por unanimidad, a lo que llaman consenso. Esa pretensión de defensa a ultranza de las minorías olvida que nuestra propia pluralidad impide que veamos todo de la misma manera y, sin ser conscientes de ello, recae en el tópico liberal de que todos somos iguales y que, por tanto, debemos llegar a acuerdos en todo.

A MI MODO de ver, de lo que se trata es de debatir a fondo, desde posturas muy generosas, para detectar qué posiciones son, en un determinado momento, las que representan a la globalidad compleja del movimiento, sin pretender que una posición personal sea recogida en su integridad. El consenso no es la unanimidad, sino la estrategia de producción de una propuesta de amplísima base, una propuesta de convergencia. En esa dinámica, mayorías y minorías no estarán cristalizadas, sino que serán fluidas y mutantes. Y con el consenso como instrumento y sin miedo a esa democracia real que reivindicamos es como debe construirse una propuesta que exprese lo que el movimiento representa. Indignados, sí, esperanzados, también. Y con un proyecto de futuro.

A los que nos dicen que no hay alternativas, que no hay otros modelos, debemos responderles por la vía de los hechos, mostrando que, sin modelos, somos capaces de construir alternativas.

Como dice el poeta argentino Roberto Juarroz: “Ni siquiera tenemos un reino/y lo poco que tenemos/ no es de este mundo./ Pero tampoco es del otro./ Huérfanos de ambos mundos,/con lo poco que tenemos/tan sólo nos queda/hacer otro mundo”.

Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=679640