México: La estructura del poder por arriba y las articulaciones sociales por abajo

02.Jul.11    Análisis y Noticias

Editorial de la Revista Rebeldía

Si entendemos lo que ha sido el proceso de conformación del Estado-Nación
en México y lo que de ahí se desprende: la relación entre la sociedad y el
poder político y económico, podemos decir que existió por muchos años
una comunidad ilusoria que permitía que amplios sectores de la población
se identificaran con los aspectos sociales de ese Estado y lo entendieran
como emanado de la revolución mexicana.
Así se construyó un tipo de dominación política, con un partido de
Estado y con un sistema corporativo que se construyó, muchas veces, con
el consenso social. Esto permitió un tipo de relaciones sociales muy
peculiares que no se expresaban igual en otros regímenes políticos
de América Latina.
Esta comunidad ilusoria fue barrida por dos procesos, uno
que vino de arriba y otro que vino de abajo.
Arriba, fue el resultado de un proceso de
modernización-reorganización productiva que trajo como
consecuencia el surgimiento del neoliberalismo que, en
su sed de ganancias, no sólo venía por la cabeza de los
trabajadores y campesinos mexicanos sino también de
sus intermediarios, burócratas y caciques. Más aún, que
exigía la rendición del viejo régimen político y de todas
sus instituciones. Una modernización-reorganización
excluyente, como otras que hubo en la historia de
nuestro país y que permitieron el surgimiento de
grandes rebeliones. La peculiaridad es que este proceso
que vino de arriba fue mucho más radical y perverso que
los que se hicieron antes.
Abajo, fue la insurrección zapatista la que enterró la
vieja forma de dominación, abriendo una grieta que se
fue convirtiendo en una falla que ha provocado todas las
fisuras con las que ha terminado ese viejo Estado, para
dar paso a algo diferente, lo cual no quiere decir que no
cuente con elementos de continuidad.2
Rebeldía. Año 9, número 77, 2011.
Director: Sergio Rodríguez Lascano.
Consejo Editorial: Raúl Jardón (fundador), Fernando Yáñez Muñoz.
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Arriba, significó el proceso de autonomización del capital financiero, tanto nacional
como internacional, que ha decidido que la vieja clase política solamente le es útil si
sirve de pararrayos del descontento social. Mientras que en las grandes finanzas, 29
poderosos oligopolios nacionales y cien internacionales hacen el negocio de su vida, al
no tener ningún tipo de regulación estatal que los limite. Por eso, incluso ahora, estamos
viendo cómo comienzan a ajustar sus cuentas entre ellos, y el único que no aparece en
las confrontaciones del capital es el Estado.
Abajo, significó otro proceso de autonomización, por medio del proceso soberano
y constituyente de creación de las Juntas de Buen Gobierno y la existencia de una
parte del territorio nacional donde ese capital financiero no ha arrasado. La autonomía
zapatista se enfrenta en ese sentido no a tal o cual fracción de la clase política, sino
al capital financiero como tal. Resulta que hay un jirón del territorio nacional donde
el pueblo manda y el gobierno obedece y, además, abiertamente declara que está por
la reconstrucción de la nación con una perspectiva anticapitalista, en tanto ha sabido
leer el significado profundo de ese capital financiero y sabe que esta perspectiva es
la única realista, porque es imposible volver la rueda de la historia a las épocas de la
libre empresa. Luchar contra los monopolios reviviendo la libre empresa no tan sólo es
reaccionario, sino que es absurdo.
Arriba, el proceso de crisis de todos los elementos del viejo Estado nacional está
permitiendo una especie de desgarre que permite que hoy desde arriba se vea a la sociedad
en su conjunto como enemigo. Y se utiliza toda la fuerza militar y policíaca del Estado
para hacer aún más definitivo el deterioro de la relación con la sociedad. El problema es
que ese desgarramiento se expresa con 35 mil asesinados, miles de detenidos y miles de
desaparecidos.
Abajo, partiendo de la experiencia de las Juntas de Buen Gobierno se buscan crear
las articulaciones sociales que, por lo pronto, digan ‘NO’ a esta política de tierra arrasada
que desde el poder se está llevando a cabo. Articulaciones que no buscan otra cosa que
generar una energía social capaz de construir los obstáculos indispensables para evitar la
masacre que se está llevando a cabo.
Ésa es la disyuntiva que hoy se vive en México. Los escenarios no son algo que se
van a construir sino que ya existen y que ya se ven cara a cara. La mirada que viene del
sureste mexicano nos recuerda que este país se llama México y que el pueblo de manera
soberana debe iniciar el camino de la construcción de algo verdaderamente nuevo y
magnífico.
Pero, igualmente, que para llegar a eso, primero es indispensable que toda la ira, el
coraje y la rabia se materialicen en formas nuevas de organización y combate