Argentina: LECCIONES APRENDIDAS, diciembre 2001-julio 2003 (segunda parte). NPH

19.Jul.03    Análisis y Noticias

por NUEVO PROYECTO HISTORICO • Saturday July 19, 2003 at 12:53 AM
nuevproyhist@hotmail.com Indymedia Argentina

Cuando nos referimos a ORGANIZAR, estamos aludiendo a combinar, entrelazar y conjugar contrapoderes singulares. Colectivos que poseen sus propias especificidades pero que también comparten características comunes. Reorganizando la identidad del asalariado social de la era posfordista que intenta, permanentemente, ser disociada por el capital.

nph lecciones aprendidas segunda parte

Colectivo: Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
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Lecciones aprendidas
Diciembre 2001- julio 2003
(segunda parte)

Nota: Este trabajo es publicado como primicia para Indymedia. Y constará de cuatro entregas.

A la memoria de todos los compañeros asesinados por el
capital-parlamentario desde el 19 y 20 de diciembre de 2001.
Por la vida insumisa del presente.
A un año del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío
Santillán. Luchadores del MTD Aníbal Verón.
A los hombres libres del futuro.

1.- Contrapoder
2.- Estado
3.- Representación
4.- Elecciones
5.- Revolución
6.- Vanguardia
7.- Trabajo
8.- Multitud
9.- Psicología
10.- Capitalismo
11.- Anticapitalismo

2.- Estado
No se gobierna para todos, los que prometen eso, terminan gobernando para las minorías.
Si el estado capital-parlamentario tiene salidas marginales reformistas, ante un embate total contra él, estará dispuesto a realizar temporarias concesiones. Esos resultan momentos para no dejar tomar oxígeno al oponente. Entendiendo que el poder siempre afila su cuchillo. Ya sea amenazando y domesticando a sus adversarios mas radicales. Ya sea que espere un momento desfavorable en el consenso que despierta el movimiento antagonista y entonces degollarlo.
En toda situación prerrevolucionaria siempre que el estado acepta reformas es porque teme una revolución. Y no pudo efectuar, o no tiene seguridad para realizarla en un solo paso, una contrarrevolución. Las reformas para el capitalismo son la contrarrevolución en cuotas. Y para el movimiento son conquistas que precisan ser permanentemente ampliadas poniendo en entredicho todo el sistema. Entendiendo que ninguna continuidad acumulativa reformista reemplaza la ruptura o revolución. En la crisis orgánica, mientras que ningún oponente logre disciplinar al otro, reforma, continuidad y ruptura conviven contradictoriamente, dialécticamente. Pero para que exista la victoria de los comunes, los productores, la multitud se precisa un quiebre definitivo de todo el sistema. No existe síntesis dialéctica posible entre reforma y revolución. Las reformas (arrancadas al capital) y la revolución (que termine con el capital) componen, en definitiva, elementos irresolubles, irreductibles y antagónicos.
Las reformas o conquistas extraídas al capital debilitan al estado. Pero también evitan su colapso y da tregua a los antagónicos oponentes. Solamente un cambio antisistémico de conjunto, una revolución social, impide que se produzca con el tiempo un restabilización capital-parlamentaria.
Si en los momentos de descalabro económico no irrumpe la ruptura del orden capitalista, el estado termina por estabilizarse y profundiza la salida de la bancarrota con una nueva variante de dominación. Si además se produce una mejoría en las condiciones materiales de los ocupados y desocupados se aplaza la resolución antisistémica de la crisis. Caso contrario, sin el aplastamiento físico de los insubordinados y perpetuándose el malestar económico, la crisis permanece en estado latente.
No hay que subestimar al adversario encarnado en el estado y sus instituciones. Cuanto más difusa y pacífica es la dominación más sólido está el orden burgués. Cuanto más reprima el estado, más débil está su consenso.
El aparato policíaco y de seguridad, las bandas paramilitares de los caciques políticos, los pequeños ejércitos de seguridad privada, los escuadrones empresarios de la muerte, conforman los perros guardianes del capital-parlamentario. Mientras que los militares resultan los últimos carceleros que custodian la expropiación y el dispendio de la energía humana, transformada en trabajo asalariado, desocupación y capital, propiedad privada y empresas estatales. Luego de su intervención, o triunfan y se produce la estabilización del sistema. O gana el anticapitalismo y se termina con la sociedad capitalista.
Son ellos, los apropiadores de la energía ajena que deviene poder. O nosotros, los productores, (asalariados o des-asalariados) y autoexplotados, creadores de la riqueza y del contrapoder.
Entre la democracia representativa y la república asamblearia, habrá formas híbridas de democracia. Desrepresentaciones revolucionarias. Redes de autogestión al interior del sistema capitalista dominante y asambleísmo local de biopoder.
Mientras tanto, en el mejor de los casos, el antiguo soberano de la modernidad: el pueblo, continuará dirigido por representantes que refetichizarán el concepto del trabajo. Haciéndolo digno rehén del capital y su salario. Fortaleciendo la identidad burguesa de la nación “independiente”. Contraponiendo el ALCA usurario del norte con el capitalismo productivista del Mercosur. Mientras que ambos, mas allá de sus contradicciones, en definitiva conforman un todo y tienden a su convergencia. Los dos son circuitos ampliados del trabajo, devenido propiedad privada y capital en sus diversas formas. Sean estados, fábricas, tierras, comercios y finanzas. La división antagónica en el capitalismo, entre finanzas y producción, es tan falaz como la engañosa dependencia del trabajo con relación al salario y el capital.
En todo modelo político subyace la economía que anhela desarrollar. Y toda economía conlleva una forma política que la garantice. Por eso el estado capital-parlamentario responde a la fase posfordista del capital. Y el biopoder, o disolución de lo político desde lo social, es la forma económica concreta del contrapoder local. Que garantiza, que una futura república asamblearia no se constituya en un dispositivo político, o lo que es lo mismo, aparato externo de dominación sobre la vida de los integrantes de cada contrapoder local y futuras comunas.
Contrapoder como reaseguro del poder hacer, distribuir y consumir de los productores. A esto la autonomía le llama política. Al ejercicio de decidir la propia comuna su destino desde el propio biopoder. Un contrapoder integrado por una red productora, que al haber reunificado la decisión, el hacer y lo hecho, concluye con la vieja dicotomía de ubicar las definiciones mayúsculas de la política en el estado. Evitando que la autonomía, y la energía liberada del hacer, sea confinada en los espacios de cada unidad productiva aislada. Impidiendo, desde los orígenes de la propia materialidad de una subjetividad liberada, depositar lo hecho en una esfera diferente. Rehusando delegar en los otros, los gobernantes y no en nosotros, los productores la administración de lo hecho. Oponiéndose a recrear, en su trayecto, una institución expropiadora de la creatividad del hacer. Un organismo parasitario o estatal. Lo que deriva en la acumulación de lo hecho -o capital- y en la constitución de los administradores como burocracia política del estado. Una nueva clase, pero ahora, la de los gobernantes revolucionarios.
El no romper con esta concepción del poder político, como mando o gobierno de un aparato separado de los productores, resulta un ejercicio previsible y lamentablemente verificable en todas las revoluciones frustradas. Es por esto, que el biopoder y la asamblea comunal, constituyen una dimensión tan diferente del concepto tradicional del poder que resulta apropiado entenderlo como el antipoder de la multitud.

3.- Representación
Representar es llevar adelante la actuación de los deseos, ideas e intereses de una o varias clases sociales.
La crisis de confianza del poder ejecutivo es producto de la autonomización de la política y una no-correspondencia del gobierno, con relación a las clases que dice re-presentar.
Los funcionarios, de mando o gobierno, conducen el estado en forma de co-mando. Un poder constituido o capital-parlamentario. El estado mas el capital. Los políticos transformados en una especie de nueva clase. La clase de los que manejan la función político-estatal.
La crisis de representantes es un alejamiento y posterior traición de los intereses, objetivos y valores de ciertas clases. Y de los cuales sus dirigentes fueron actores y depositarios del poder delegado por la sociedad.
La crisis de la representación es mucho mas que la traición de los representantes. Es el cuestionamiento del sistema capital-parlamentario en su conjunto. Y no de tal o cual partido. Es la reapropiación de la energía del hacer que fuera delegada y expropiada por el poder constituido. Es el recupero del poder constituyente de la comunidad en su búsqueda de una sociedad organizada desde otras bases materiales y subjetivas.
De las dirigencias políticas capitalistas no hay que esperar nada. A lo sumo llantos sensibleros ante la miseria y asistencialismo clientelar. Los más progresistas creen que el problema es moral y aspiran a resucitar un capitalismo industrial de masas que ha sido muerto y enterrado por los propios capitalistas.
La nueva acumulación originaria que precisa la Argentina para recomponer un nuevo ciclo capitalista depara necesariamente: la resignación de su pueblo o su represión. El camino intermedio es consensuar su domesticación. Sea por intermedio de una nueva representación progresista. Sea por intermedio de una representación reaccionaria.
Porque la sociedad es capitalista elige representantes. Así se presenten como socialistas. Ya que estos últimos entienden este paradigma como la proletarización completa de la sociedad sobre la base del trabajo asalariado, que constituye, la contracara del capital. Sea capital-parlamentario o la dictadura obrera del capitalismo de Estado.
¿Acaso podemos llamar anticapitalistas a los trabajadores que reclaman el yugo salarial? ¿O antisistémicos a los desocupados que ansían volver a la condena de un empleo por una paga? ¿Son revolucionarios los militantes partidarios, intelectuales, piqueteros y obreros clasistas que pregonan trabajo digno, como si en el capitalismo algún tipo de empleo pudiera tener esta característica? ¿Se puede terminar con el capitalismo reclamando trabajo genuino? Demanda, que de ser satisfecha, constituye el camino más corto para recrear las condiciones de expropiación de la energía obrera y la dependencia al patrón.
Estamos ante desafíos más complejos que un problema de representación, factor subjetivo o conducción política. Si fuera así, no se entiende como cambiando las ofertas electorales, o las direcciones en el estado, la sociedad siga apoyando al PJ en cualquiera de sus versiones: Menem, Rodríguez Saá o Kirchner.
La sociedad mayoritariamente respaldó al capitalismo en las últimas elecciones presidenciales. Sea con variantes ultraliberales o progresistas. Este comportamiento sistémico es lo que explica que la segunda y tercera fuerza, Recrear de Ricardo López Murphy y el ARI de Elisa Carrió, compuestas por los retazos de la Alianza, tengan respaldo popular. Alianza que fuera derrocada con la colaboración de los porteños que apoyaron a De la Rúa y Chacho Alvarez, mientras que hoy votan por sus antiguos socios. De la UCR a Recrear. Del Frepaso al ARI sin solución de continuidad. No solo por parte de los mismos dirigentes que integraron la Alianza (UCR-Frepaso) sino por la mayoría de las mismas clases que los votó, lo derrocó y los volvió a votar.
Porque la sociedad es capitalista apoya al PJ y no porque apoya al PJ se transforma en capitalista.
El PJ y todo el abanico de partidos sistémicos, incluyendo a la mayoría de la izquierda partidaria, en 20 años de democracia y, lo que es más grave aún para la izquierda, desde el 19 y 20 diciembre de 2001, nunca proyectaron desde su práctica un imaginario antisalarial. La izquierda alega que cuando se está ante un ascenso en las luchas hay que atemperar el programa para interpelar a las mas amplias masas. Y cuando se produce el reflujo también hay que moderarse, producto del impasse que se interpreta como derrota. Lo que conlleva suavizar las posturas revolucionarias en ambos casos: en alzas y en bajas. Para la mayoría de la izquierda partidaria la lucha anticapitalista por la abolición del estado y la supresión del trabajo asalariado no figura en los piquetes, las asambleas, las fábricas tomadas, ni en sus intervenciones mediáticas.
El problema medular no es la crisis de dirección. Con productores posfordistas, o asalariados sociales, autodeterminados y en estado constituyente las direcciones de todo tipo se tornan, no-solo, irrepresentativas sino que innecesarias. Desde su propia subjetividad el común toma conciencia que el problema está en la cumbre. Lo que fuera tan claramente expresado como “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Mientras que la solución está en el llano, la autoorganización asamblearia en todas sus variantes: fabril, piquetera y barrial.
Un llano revolucionado deviene en multitud auto-gobernada. La reunificación del hacer con la administración de lo hecho. La economía autogestionada sin comando político externo o delegado, de su propia práctica. Entrelazando ambas actividades en una conjuntiva fuerza biopolítica alternativa. Los deseos, el intelecto colectivo y los afectos puestos a producir autónomamente. O dicho de otro modo, una inherente correspondencia entre sujeto social, económico y político. Los orígenes y primeros pasos de una república comunal y asamblearia.
Sin la anticipación de una sociedad que funcione por dentro del capitalismo pero con potencialidad anticapitalista, no se podrá instituir el imaginario antisistémico que recorre miles de cabezas y prácticas aisladas. Por más endebles que sean en sus comienzos, no habrá un cambio completo de la sociedad sin previas y verificables sociabilidades autónomas. Permitiendo, de este modo, colaborar con la ruptura de los que sostienen, por necesidad pero también con su imaginario, al salario como única forma de compensación a su trabajo y al empleo atado exclusivamente a una lógica patronal. Sin un contrapoder que tome en sus manos las definiciones que afectan los diferentes aspectos de la vida, o biopolítica, contrastando en la práctica la política del poder, resultará harto complejo concluir con el imaginario de gran parte de la sociedad. Que entiende a la política como una actividad separada de su hacer y específica de los especialistas. Delegando su poder en los funcionarios del estado para que le gestionen la vida.
Sin una presentificación y personificación, aquí y ahora, de una red de redes que materialice los orígenes de una nueva sociedad, que extienda y profundice las fallas que deja el sistema o la matrix, ninguna ideología revolucionaria, ninguna elaboración del imaginario comunal, por si sola, colapsará al capitalismo. Porque los que se están resistiendo a una ruptura son su contracara: la mayoría los trabajadores, sean ocupados o desocupados.
Pero tampoco ninguna insurrección de masas, por si sola, sin formas organizativas previas de contrapoder, dotado de un imaginario radical, su propio universo simbólico y su real materialidad, sepultará a la sociedad capitalista.

4.- Elecciones
No hay reestructuración consensual de la ley del valor sin salvar el sistema un hombre un voto que re-legitime al capital-parlamentario.
Elecciones o tiranía, ese es el menú del poder.
¿Para que sirven las votaciones en el capitalismo? Para comprobar si las masas desertan del llamado electoral o votan mayoritariamente representantes anticapitalistas.
Las elecciones resultan un buen termómetro para medir las crisis de hegemonía, las crisis orgánicas y las situaciones prerrevolucionarias. Cuando los que votan elijan opciones revolucionarias o, los que se abstienen de votar, impugnan o sufragan en blanco, lo hagan con criterios anticapitalistas, entonces, cuando unos u otros, o ambos a la vez, constituyan la mayoría, estaremos maduros para una ruptura con el capital-parlamentario.
¿Si no eligen representantes antagonistas significa que la multitud es reaccionaria? No. Siempre y cuando si se abstienen, sufragan en blanco o anulan su voto, no es para deslegitimar el sistema representativo a la espera de un tirano.
¿Y qué pasa si no votan masivamente a la izquierda, no deserta colectivamente de la contienda electoral, construyen desorganizadamente desde la autonomía y todavía no poseen una dualidad de poder generalizada para fundar la república asamblearia? Entonces, todavía, no estamos ante una ruptura sistémica. Es un momento de espera, un tiempo híbrido. Una situación que depara para el capital-parlamentario relegitimar desesperadamente su nuevo gobierno. Continúa sin resolverse claramente la crisis. Millones han votado y cientos de miles no lo han hecho. El consenso del poder es débil. La multitud que votó al nuevo gobierno se mantiene esperanzada pero expectante. Y la porción autonomista y antagónica de la multitud que no votó continúa lúcida y alerta. Manteniendo su éxodo del capital y su auto-organización política.
Aún en una situación de crisis orgánica hay una porción importante del pueblo dispuesto a sostener el orden capitalista. Esto explica el voto a Menen, Kirchner, López Murphy o Elisa Carrió.
También ante situaciones revolucionarias habrá millones que defiendan el sistema. No es que se disuelvan las contradicciones al interior de las propias clases subalternas. Muy por el contrario. Habrá asalariados, ocupados y desocupados, que tomen partido por el capital. Habrá un sector de los oprimidos que resistirá con todas sus fuerzas un cambio radical. Pero la diferencia con los momentos de consenso masivo del capitalismo radica en que las contradicciones, que existen de manera permanente, en las situaciones revolucionarias se tornan antagónicamente organizadas y, por lo tanto, conscientes. ¡Justamente por eso son situaciones revolucionarias! Se tenciona la sociedad y se potencian sus enfrentamientos. Se licúa el centro político. Se parten las aguas. Se tornan irreductibles los campos capitalistas vs. anticapitalistas. Si el capital-parlamentarismo percibe que aún puede gobernar pacíficamente habrá elecciones, sino, estados policiales. Del movimiento antagonista, en su conjunto, dependerá cerrarle el paso a la restauración sistémica y alumbrar una nueva sociedad.
¿Por qué Menem, u otras variantes en el futuro, llaman a que el voto no sea obligatorio? Porque saben del repudio que provocan sus políticas en buena parte de la sociedad. Y sólo les interesa el respaldo de los que creen en una democracia blindada que garantice la perdurabilidad del capitalismo.
Para resistir los embates del poder precisamos profundizar y expandir una nueva sociabilidad. Para poder vencer afrontamos la necesidad de organizar masivamente el contrapoder. Hay que oponerse a participar en las elecciones cuando la multitud haya ORGANIZADO masivamente su contrapoder. Habiendo superado, los diferentes sectores, sus primeras formas de vinculación. Piqueteros, obreros reapropiadores y asambleas barriales que entendieron a la COORDINACIÓN como una primera instancia plural de abordar los diferentes reclamos. Por ejemplo: la demanda por los planes de empleo, la exigencia de la expropiación de las fábricas recuperadas y la protesta para evitar el aumento de las tarifas. Pero también se necesita transponer las fronteras de otra de las formas embrionarias de organización, vale decir, la exclusiva ARTICULACIÓN entre experiencias con identidades similares. Por ejemplo: la mesa general de los MTD’s, el movimiento de fábricas recuperadas y la asamblea, de asambleas autónomas.
Cuando nos referimos a ORGANIZAR, estamos aludiendo a combinar, entrelazar y conjugar contrapoderes singulares. Colectivos que poseen sus propias especificidades pero que también comparten características comunes. Reorganizando la identidad del asalariado social de la era posfordista que intenta, permanentemente, ser disociada por el capital. Identidad que ha tomado visibilidad por la práctica piquetera, la reapropiación fabril y la desrepresentación asamblearia. Reiteramos, ORGANIZAR es instituir, al mismo tiempo, organismos territoriales de economía, afectos y política del común. Esto es biopoder, poder popular, contrapoder o biopolítica alternativa. La abolición del intercambio dinerario de las mercancías por el uso sin valor monetario de todo lo producido. Un área de autonomismo efectivo y no meramente ideológico. Un circuito comunal que reunifique a la multitud desde la propia reproducción material de la especie. Un territorio social, material y subjetivo liberado de los tiempos del trabajo asalariado. Una red de los productores libremente asociados y no espacios autistas que, si bien conforman islas antagónicas al capital, continúan desvinculadas y criminalmente desorganizadas.
No alcanza con coordinar y articular las experiencias autónomas del capital. La coordinación es una forma primaria de relacionar la autoorganización fragmentada e inconexa.
La articulación está a mitad de camino, entre la coordinación y la organización del movimiento de los sujetos que intentan liberarse del capital. Pero no constituye una red antisistémica, o lo que es lo mismo, una efectiva organización social alternativa. Empresas recuperadas, piqueteros y asambleas precisan crear una Red de Redes Antisalarial. Que desde su práctica autónoma instaure su propio imaginario anticapitalista y lo proyecte al conjunto de los productores que no integran la red.
Hasta que esté en movimiento la insurrección de masas con perspectivas anticapitalistas, hay que dar el combate contra el actual sistema político también por dentro del sistema político. No porque se crea que algún tribuno o conjunto de parlamentarios revolucionarios puedan, por si solos, realizar la revolución. No porque se crea que una larga marcha por las instituciones nos libere de acometer la abolición del capital-parlamentario. Sino, porque, hay que desmitificar el parlamento y los poderes ejecutivos. Hay que socavar por dentro y por fuera a las instituciones capitalistas. Por dentro, desfetichisando la representación. Por fuera, creando comunas o redes autovalorativas.
En el parlamento no se participa para convencer a los convencidos del anticapitalismo. Se interviene para interpelar a los vacilantes de las clases antagónicas al capital. Los sufragantes del voto-bronca, del voto útil o del voto cínico. Mandatarios que funcionan por dentro de la democracia delegativa, jaqueando el sentido común de la representación capitalista. Desrepresentantes que operarán de contrafuerza y denuncia ante un sistema demo liberal dispuesto a combatir, con leyes y represión, a los insumisos. Mientras que, estos últimos, continúan desarrollando nuevos vínculos materiales y políticos a partir de su éxodo del sistema económico y político dominante. Construyendo, en su travesía, una sociabilidad no capitalista y organizándose de manera antagónica a la lógica capital-parlamentaria.
De participar el autonomismo en las elecciones ejecutivas nacionales, provinciales o municipales y mas aún, si llega al gobierno, lo que se precisa son co-gobernantes. Es decir, autoridades estatales que manden obedeciendo. Que no entorpezcan ni sustituyan la gestión obrera, la autoorganización asamblearia y la autonomía piquetera.
Restituyendo a los asalariados y desocupados las mayores cuotas posibles de plusvalía que le fuera extraída por el capital. Transformada por el actual estado en plusvalor social o capital-parlamentario. Plusvalor que debe ser devuelto, por el gobierno, por intermedio de los recursos monetarios que permitan el sostenimiento y desarrollo de todos los movimientos extra-parlamentarios. Unicos garantes para terminar de forma definitiva con toda plusvalía. Organismos que utilizarán temporariamente esos dineros mientras expanden, generalizan -y por lo tanto fortalecen-, una economía que vaya mas allá del salario, la compraventa y la moneda. Instaurando, en su trayecto, una red de redes de todas las prácticas comprometidas con abolir la expoliación y el desempleo. Un movimiento antisistémico que una vez que se haya suprimido la actual economía hegemónica del capital, no necesitará nunca más ningún organismo como el estado. Porque no olvidemos, compañeros, que el comando estatal es una forma mas de las que toma el capital. Que separa el momento de lo político de lo social. Atribuyéndose la potestad de concentrar y distribuir los recursos expropiados a los trabajadores. Mientras que ubica a lo social, como una potencia colectiva que precisa ser vigilada y reconducida por el estado. Combatiendo la autonomía social del hacer-se-para-sí. Desmembrando, cooptando o reprimiendo el ejercicio de las capacidades de los trabajadores de gobernarse por-sí-mismo o autogobernarse. O lo que es los mismo, el ejercicio de su propia política. El hacer que determina sobre lo hecho. Cuándo, cómo y para qué se produce y de que forma se distribuye y consume lo producido.
Por lo tanto, no se apela a un estado popular que reemplace a la multitud. No se entiende a esta maquinaria burocrática, docilizante o represora, regeneradora de relaciones sociales antagónicas como un artefacto que, operado por los trabajadores, se torna reivindicable. El estado capital-parlamentario debe ser abolido. Mientras tanto, todo arribo a su gobierno solo colabora con la liberación social del yugo salarial, siempre y cuando, termine con todo tipo de gestión que reemplaza la autonomía de las masas. Necesitando pasar del mero ejercicio del gobierno ejecutivo capital-parlamentario, a un efectivo cogobierno o cogestión comunal.
Gobierno que manda obedeciendo. Gobierno como mandato imperativo de los productores. No su reemplazo. No su sustituto. No su fetiche. Sino la configuración de un cogobierno multitudinario de hecho. Favoreciendo en su devenir, la transferencia de las funciones políticas del estado a la sociedad. Entendiendo, por funciones políticas, la reapropiación y reapoderamiento de la comunidad de todas las capacidades que esta posee para conducir su vida. Un poder social, como potencia del hacer, que todos los gobiernos expropian y que transforman en la esfera específica de su dominio, o lo que es igual, en poder político.
En definitiva, compañeros, pasar del gobierno al cogobierno y al autogobierno. Autogobierno como contrapoder o biopoder. Circuito comunal o red de autovalorización de la sociedad. Contrapoder no como contracara del poder, sino, como su radical contrapuesto. Gobierno-cogobierno-autogobierno, no como instancias transicionales o etapistas, sino como movimiento constituyente permanente, que desconfía, producto de las experiencias históricas frustradas, de todo tipo de poder constituido.
La política de los productores resulta un ejercicio colectivo y no una función especializada de los gobernantes. Política de la multitud que, para efectivamente realizarse, debe restablecer la unidad de los trabajadores con su propio trabajo, fuente de todo poder. Caso contrario, las mayorías condenadas al trabajo por una paga, quedan separadas por sus patrones y carecen de los territorios comunes para “hacer política”. Espacios, de una actividad, que quedan reservados a los despachos y palacios de los políticos. La condena de la reproducción de la fuerza de trabajo asalariada, torna a la política colectiva, una práctica donde el productor solo puede desarrollarla en su tiempo libre. Transformando la política en una actividad separada de la economía. Facilitando y forzando de esta forma a depositar, en el mejor de los casos, en los representantes revolucionarios de tiempo completo, o profesionales de la política, las tareas insustituibles de su liberación social del capital. Pasando los trabajadores de soberanos de sus vidas a súbditos o víctimas de la estadolatría de turno.
No aludimos como política colectiva a la independencia de clase sindical. Ni a las innumerables escaramuzas que los trabajadores dan cotidianamente contra el capital. Sino que nos estamos refiriendo al contrapoder. Vínculo inherente y masivo entre economía y política. Biopoder que retome toda la potencia y los deseos de la vida, del bios. Liberando al trabajo de su condición de mercancía transable. Ganancia que conlleva la acumulación y al estado como director de la distribución del plusvalor social. La unidad entre autogestión y asamblea, o lo que es lo mismo, la economía y la política, evita la recreación del estado como dispositivo específico de la política, y por lo tanto garante, de la extracción y circulación generalizada de ganancia. Por esto el trabajo desarrolla una antagonía irreductible al capital-parlamentario. Una lucha permanente entre el hacer y la colonización mercantil del bios o la vida en su conjunto.
Para qué, para quién y cuánto se produce, son los interrogantes que recorren a los movimientos de los sujetos autodeterminados. Y que solo plasmará una respuesta satisfactoria en caso de reunificar la economía comunal con una política asamblearia. Instituyéndose, conjuntamente, en un contrapoder expansivo y colectivo. Material y subjetivo. Que supere el tiempo (desocupado y libre) y disuelva el espacio (sindical y estatal) pautado por el poder para hacer política.

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
17 de julio de 2003

Próxima entrega: Revolución. Vanguardia. Trabajo.

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