Recaredo Gálvez: Carta desde Cárcel El Manzano
Escrito por Recaredo Gálvez
Lunes, 25 de Julio de 2011
Sobra el tiempo tras las rejas, por lo menos tras las del modulo 10, donde estamos los “primerizos”, los nuevos, aquellos que esperamos una investigación que se puede prolongar por años.
Aquí, la hora sólo sirve para saber cuándo levantarnos o a qué hora se cortará la luz. Aquí nadie se preocupa de llegar tarde hacia algún lado. Sólo nos importa llegar a tiempo a la fila de formación, cuando nos llama el vigilante.
El tiempo infinito se ocupa para pensar, por eso muchos no quieren estar en el dormitorio, muchos no pueden dormir. Para ellos sí que el tiempo da lo mismo, llevan meses en investigación y llevarán mucho mas tras las rejas, quizá las de otro modulo.
Somos más de 50 y solo hay 2 baños, 3 lavaderos y un enorme tarro de basura.
Los hongos en el suelo y las paredes, los chinches de las palomas, las baratas, arañas y el mal olor, nos acompañan y nos recuerdan que este basurero en el que estamos metidos, no es para rehabilitarnos, esta basura es una escuela donde aprendemos lo dura que es la vida. Donde nos encierran para recordarnos que hay alguien que vela por el “orden y la patria”. Como si no fuéramos chilenos.
Un par de compañeros que saben de mi caso, me pidieron disculpas. Reconocieron haber votado por el que pretende ser el Presidente de nuestro país. Ahora se sienten decepcionados. Cuando salgan, aseguran no votar por nadie.
En este modulo, en el piso 1, la gente es amable, hay de todas las causas. Todos sabemos que solo nos tenemos a nosotros acá adentro.
A medida que pasan las horas infinitas, pasa mi dolor de cabeza, baja la inflamación, desaparece un poco el dolor de los golpes, de aquellas botas negras y guantes verdes. A medida de esto, recuerdo solo mis cuentos, y cada vez comprendo mejor porque estoy acá.
Recuerdo despertar sentado en la “micro de Fuerzas Especiales”. Recuerdo sentir los dedos helados de uno de los carabineros que me tocaba el cuello. Recuerdo que dijo: “Si respira este hueón, si tiene pulso”. Las esposas en mis manos apretaban mis muñecas, tanto como sus dedos apretaban mi cuello, ambos con el mismo objetivo: Que no me escapara.
Las esposas no querían que fuera del bus y sus dedos buscaban que no me fuese del mundo.
En el hospital medio aturdido, la gente me observaba. El doctor que me atendió increpo a carabineros frente a mí: escuche claramente cuando mencionó que el golpe que tenía, podría ser mortal. Luego de eso, el sub-teniente intentaba justificarse conmigo. Me decía: “tú estás claro que dejamos así porque te resististe, porque nos golpeaste. Estas claro que no nos quedó otra. Todos piensan en como quedaste, pero yo también tengo carabineros heridos”. Yo le respondí desafiante: “a verlos. Trae a tus hombres, a los más de 10 que me golpearon y dile a todos acá, como un estudiante los violentó, como sólo yo fui capaz de asustarlos tanto para que me golpearan hasta dejarme inconsciente”. Vi su rencor en la cara, su nerviosismo. Es un tipo joven, seguramente recién comprueba que la realidad es mucho más dura que su escuela que prepara para reprimir.
Ahora que la cabeza y los golpes no me duelen tanto, entiendo él por qué estoy acá. Proteste, claro que sí. Pero jamás lancé una Molotov a ningún “oficial”. Jamás lancé una Molotov esa tarde. No lo haría, menos sabiendo que los que “todo lo ven”, buscarían razones para acusarme, buscarían razones de acusar a cualquiera de nosotros.
Ahora entiendo por qué me acusaron de “homicidio frustrado”. Fue lo primero y más fuerte que pudieron montar para ocultar los golpes que sufrí de los medios. Fue lo primero que se les vino a la mente, porque fue lo que me hicieron a mí: fue su crimen y yo soy la evidencia. La evidencia de ellos no existe. Mi mochila está limpia. Solo portaba una lata de spray verde, nuevo, sin uso. Me declaro culpable de llevar material para que las telas y las paredes de Concepción griten nuestra lucha. Mi mochila, es imposible que tenga restos de combustible, al igual que mis manos o ropa. Espero el video, al menos deberían tener uno en el que se muestre cometiendo el delito. Claro que ese video no existe, por que jamás lo hice. Yo tampoco tengo un video, pero si un pergamino de heridas en mi cuerpo, heridas que luego serán cicatrices que narraran la historia de cuando me golpearon y me vine al manzano a hacer escuela.
Acá, en el espacio designado para quienes no le son útiles a la clase dominante, me he sentido con la responsabilidad de comunicar nuestra lucha.
En cada espacio he mencionado lo importante de organizarnos. He visto como hace eco en sus ojos cuando menciono la realidad de la distribución económica en el país, cuando hablamos acerca del aplastado movimiento popular de los 70, o cuando comento como el sistema educacional está al servicio de la clase dominante, que la educación es su herramienta de domesticación y reproducción. Así, me doy cuenta en la praxis, que se puede ser rebelde donde sea, que ni los barrotes ni las botas negras pueden apagar la llama rebelde, o evitar que la de otros se encienda.
Se, que afuera las cosas siguen duras, que el cansancio se acumula y que los múltiples días de lucha nos llevan a mas respuestas sordas de un gobierno incapaz. Pero les recuerdo: cualquier gobierno será incapaz de alimentar el hambre del Pueblo. Los gobiernos y el Estado no están diseñados para todos. Están hechos para que los “cerdos capitalistas” se alimenten.
Esta tarde, hablando con unos compañeros de piso, me decían: “Piñera no va a terminar su periodo, caerá antes”. Yo le respondí: ¿y entonces qué?, de que nos sirve que cambien al payaso si sigue el mismo circo.
Siempre he hablado de la constitución del Pueblo para la lucha por la verdadera libertad, pero más que nunca, me he dado cuenta del significado de aquello. Un Pueblo constituido, sabrá cómo luchar, sabrá hasta donde llegar y sobre todo, sabrá qué hacer cuando la preciada libertad sea alcanzada. El Pueblo que se está organizando, tiene el deber moral de ser un ejemplo práctico y teórico de esta sociedad nueva que buscamos. El Pueblo organizado debe dar la lucha cotidiana contra la opresión de los dominantes.
En este momento debemos romper el silencio y el miedo. Debemos ir a la población, a los sindicatos, a los centros de estudio secundario y superior. Debemos ir para aprender y enseñar lo que hemos aprendido. Debemos discutir acerca de aquello que ha sido ocultado en los colegios, debemos preguntar y preguntarnos, porque vivimos para sobrevivir, y no para otra cosa.
Debemos construir, y es responsabilidad de los organizados y los conscientes, hacer esa construcción, mediante la instrucción de si mismos, mediante la educación popular, la lectura, mediante el dialogo, el frio, el hambre, y todo lo que sea posible para que sea uno o diez más, los que continúen construyendo este proyecto de sociedad nueva.
Se me han acercado a presentarme a Dios, yo he respondido que tengo Fe y creo en una fuerza que es superior a mí. Esa Fe es en nosotros, en el colectivo, la organización, y no me refiero a esto o a alguno en particular, sino a lo que los conceptos involucran. Creo en la fuerza de muchos unidos, creo que esa fuerza es indestructible, y esa fuerza de ustedes, que yo comparto, me hace fuerte acá, me mantiene firme de mente y corazón.
Termino mi carta con la convicción de que la lucha sigue y con mi mente un poco más liberada y clara, y con mi corazón más fuerte. Esta sociedad para la que soy un peligro, nos enseño que NO debemos hacer, pero no nos guío para ser libres y jamás lo hará. En mi mente no deja de resonar la consigna de este tiempo, la más clara para mi….
Trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores y estudiantes: Uníos.