Movilización social, derechos humanos, legalidad y contrapoder


Con la lectura de este texto usted está entrando en los misterios de lo jurídico.
Mientras más simbólico y codificado, menos comprensión popular. De modo que haremos un ejercicio interpretativo para sacar este tema del Olimpo y ponerlo en medio de las actuales dinámicas de contestación, con el objetivo de constribuir al debate necesario y a las búsquedas de maneras concretas de instalar la democracia directa en barrios y municipios.

El Derecho lo pone el sistema en clave, como el saber secreto de los sacerdotes egipcios, o de Babilonia, donde Hammurabi no escribió código ninguno, sino que mandó a tallar en una columna de piedra las normas jurídicas elaboradas por la práctica del dominio de los señores sobre la población en los territorios patriarcales donde se estableció el imperio. Para qué hacer reglas nuevas, si ya funcionaban bien las existentes para la cohesión del conglomerado social.

Vamos a adentrarnos en estas letras como en un calidoscopio para atravesar el arcano del derecho, desmenuzar su sistema simbólico, saltar los muros de sus laberintos, enfrentarnos a sus cerradas barreras racional-formalistas como si fuesen para nosotros molinos de viento o marañas de maleza para cortar a punta de machete. Los árboles no dejan ver el bosque: He ahí la fórmula alquímica aplicada por el poder en el campo jurídico a lo largo de su efímera vida -segundos en la infinitud de la existencia de lo humano-, llenar el espacio-tiempo de palabras codificadas y rituales, fórmulas y procedimientos que hagan imposible que el vulgo pueda asir con sus propias manos la red de órdenes y comandos disciplinarios que debe acatar, so pena de ir a parar a la hoguera (previa tortura, obviamente, no faltaba más).

En la puerta del acceso al árbol del saber no sólo se instalan los guardias armados con sus espadas de fuego, sino que se traen traductores, intérpretes y maestros de ceremonia que impedirán que alguien pueda reclamar su derecho cara a cara. No. Eso está prohibido, que hable otro en su nombre, como en el Ágora los señores contrataban a los sofistas para tejer la lógica argumentativa y procedimental de la convención llamada democrática. Hoy un ejército de funcionarios, burócratas, representantes, abogados, procuradores, jueces, fiscales, partidos, diputados, campanilleros, correveidiles, lamebotas, etc. dan forma a la sociedad del espectáculo donde nunca podemos verle la cara al rey.

Para facilitar el funcionamiento de un mecanismo tan absurdo como ése, no es posible contar con personas inteligentes, ya que podrían descubrir el pastel, de modo que la idea es que el jurista sea lo más tonto posible o le guste el pastel. A los que les guste, que vayan por su pedazo, pero habrá que empujarse los unos a los otros, aceptar coimas, negociar a espaldas de los clientes, en fin, cosillas como esas.

Nos indigna ver como las facultades de derecho forman técnicos jurídicos. Hay que salir del positivismo, de la descripción kelseniana, para abordar la ciencia del derecho hasta la médula, penetrar el fenómeno jurídico y no andarnos por las ramas del simple procedimiento, fechas, plazos, retórica, etc. Queremos un ingeniero jurídico, no sólo un técnico que le opera la ley al político que la elabora. Queremos un jurista creador, inventivo, que pueda entregarle elementos y argumentos al juez para que su vocación hermenéutica se vea reforzada por el alto vuelo y la profundidad de la exploración en las cavernas de los hechos sociales por parte de los abogados. Queremos abogados que escuchen a sus clientes, que sean camaradas en la acción y elaboren con ellos nuevas maneras de entender y proceder con respecto a la ley. No queremos más abogados que se utilizan de la ley para esquilmar a la población ni juristas que sólo cumplen la misión de meter a la gente en la camisa de fuerza del sistema auxiliando al disciplinamiento normativo. Queremos una sociedad organizada que sea capaz de elaborar sus propias normas en la democracia vivida cuerpo a cuerpo, que no descanse solamente en la representación que se otorga a los electos, que, dicho sea de paso, cada vez representan menos a la sociedad, en la misma medida que aumenta enormemente la crítica a los partidos, sean del color que sean

Hay un descrédito generalizado hacia las instituciones, la gente hace otras. No hay que mejorar las instituciones para hacerlas más atractivas, sino reordenar la democracia desde las personas, ya no más desde el mercado ni desde los nidos de corrupción, sino desde los municipios y el mundo de la vida.

No es suficiente la protesta social ni la adscripción a programas mejores que los otros. Es necesario el crecimiento y generalización del protagonismo ciudadano. Hablamos de una democracia que reconozca el pluralismo jurídico. Hablamos de una justicia donde el juez identifique la contradicción real entre la voluntad política de los militantes de partidos instalados en el parlamento y la dinámica social concreta acorde con los nuevos tiempos. No queremos un juez que diga que la ley es ciega. Queremos jueces con los ojos y la sensibilidad muy abiertos. Queremos jueces que no nos digan que deben conducirse bajo el imperativo del formalismo y la obsecuencia al mandato de la política, sino que estén dispuestos a escuchar las voces provenientes de la sociedad. Queremos jueces que les digan a los abogados que escuchen a sus clientes, que vayan y traigan de ellos pensamiento y sensibilidad, ideas para el mejoramiento de las relaciones humanas y sociales. Queremos jueces que nos ayuden a sacarnos de encima el peso de las relaciones mercantiles, que auxilien a un nuevo tejido de relaciones humanas y sociales que pueda establecerse como predominante, relaciones basadas en la solidaridad, en el afecto, la cooperación, la vecindad y el apoyo mutuo. Queremos jueces y abogados que nos ayuden a cambiar la idea y el concepto del derecho, salir de la aplicación de una norma, muchas veces demasiado restrictiva, para acrecentar las posibilidades hermenéuticas buscando nuevas fuentes interpretativas en la realidad social, en la racionalidad de una democracia vivida por los ciudadanos en consejos participativos municipales, en la lógica convencional elaborada por el encuentro y el asambleísmo, en cabildos barriales que expresen las necesidades encontradas en el camino del uso de las fuerzas y capacidades propias de la población. Queremos abogados que no sólo tengan sensibilidad social, sino que escuchen la voz de la asamblea de trabajadores, de vecinos, de afectados por el envenenamiento de las aguas, por la depredación de la pesca industrial, que respeten la ocupación de tierras ancestrales de las comunidades originarias, que entiendan que los relaves mineros son altamente perjudiciales, que las hidroeléctricas están asesinando el ambiente, que las antenas celulares urbanas son nocivas, etc.

No queremos más abogados que se encierren en cuatro paredes a planificar pasos técnicos con los dirigentes a espaldas de la gente. Queremos transparencia, no subordinación. Queremos que las asambleas sociales expresen la vida y las ganas de vivir en el diálogo con los juristas, que los abogados se tomen los minutos necesarios para aprender junto a la gente como modificar y cambiar las relaciones sociales y las prácticas cotidianas de la democracia. Que traduzcan esos anhelos en lenguajes y conceptos de nuevo tipo para alimentar los procedimientos y metodologías de la interpretación judicial. Que lean, estudien y participen en las dinámicas sociales para elaborar nuevos elementos doctrinarios de un derecho social y comunitario.

Queremos discutir el concepto del derecho, que no es una norma o conjunto de normas, sino el sistema de las relaciones jurídicas, los deberes y derechos de las relaciones humanas y sociales en la vida misma, no sólo aquellos impuestos por la predominancia de una corriente política o económica efímera en el parlamento –también efímero- No nos contentamos con los juegos y malabares de la retórica de los sofistas modernos.

Queremos que el derecho sea una ciencia, que no sea descriptiva, sino analítica y creadora, que no sea sólo un conjunto de normas portadoras de valores preconcebidos, sino una mirada y abordaje del fenómeno jurídico per se, una manera de entrar en el alma de las relaciones jurídicas, que no necesite que venga la filosofía a explicarnos de qué se trata, ni la sociología, la antropología u otras disciplinas, aunque siempre serán bienvenidas sus miradas, sino que el jurista sea un cientista jurídico, con sus propios instrumentos interpretativos y analíticos mediante una mirada directa al mundo de las relaciones de deberes y derechos, donde se aprenda que el reordenamiento de las conductas sociales viene de la vida y no de la voluntad de los electos, que sólo pueden serlo en la medida que adscriben a paradigmas e ideologías. No queremos más un sistema de relaciones jurídicas o sociales como simple caja de resonancia de las ideas apriorísticas, sino la innovación del mundo de la vida a partir de las relaciones interpersonales de la democracia vivida en lo cotidiano, es de allí que provienen las normas democráticas, directamente de la soberanía popular.

Queremos otra hermenéutica en los tribunales, una que reconozca la ontología del ser social en la forma de creador y reproductor vital de las conductas, en forma de ordenador de los comportamientos sociales mediante las relaciones de la vida entre las personas y no sólo por medio de su vinculación a las relaciones mercantiles o administrativas. Queremos una sociedad más humana y más ética, pero también queremos que exista un reconocimiento del asentamiento de dichos valores en el campo de la ontología de lo social y de las relaciones de hecho entre los deberes y los derechos, queremos prestar más atención al ser que al deber ser, queremos verificar que el ser determina el deber y no al contrario.

No queremos más jueces subordinados a la norma, sino al sentido de la justicia. Queremos que ese sentido de justicia sea proveniente de la gente y sus prácticas relacionales y no de las burocracias administrativas de los espacios restringidos del poder.

Queremos que se reconozca el derecho indígena, el derecho de las comunidades rurales, barriales y otras a elaborar sus propias normas según sus necesidades, características, historia local, cultura e idiosincrasia. Normas derivadas del ejercicio de la democracia concreta y no sólo la democracia formal de una sociedad que fomenta la separación y la competencia entre las personas.

En fin, queremos soñar, hacer de sueños realidades y de realidades sueños. Queremos verificar que las normas de la vida provienen de la vida misma y no de las mentes iluminadas de los que disputan el poder.

Estamos concientes de que no salimos de la nada. Somos continuadores de otros que han sembrado la semilla que habían recogido de más atrás. En Chile ya ha habido experiencia jurídica alternativa, como las de Eduardo Novoa Monreal y sus resquicios legales o las investigaciones y análisis del instituto Quercum, así como las vastas experiencias de los defensores de los derechos humanos, como Fabiola Letelier, Iram Villagra, Alberto Espinoza, y muchos más, de los defensores de las comunidades mapuche y otras. Sabemos que allí hay una fuente muy rica de alimentación para nuestras inquietudes y mucho hemos aprendido de ellos, pero lo más importante es que sabemos que en diferentes partes se elaboran o se buscan nuevas normas para la vida, pues la insatisfacción es manifiesta. Queremos contribuir para rescatar de esas experiencias los elementos necesarios para enriquecer el debate actual y discutir en las facultades para una nueva teoría y doctrina del derecho basada en nuestra realidad histórica y local.

Algunos debates apuntan a que el derecho es política concentrada, esto es, la política sintetizada en normas de comportamiento obligatorio sustentadas por el poder. Esa afirmación podría ser confirmada con el hecho de que las reglas oficiales llamadas leyes y ordenadas en códigos son usualmente elaboradas en un parlamento constituido por militantes de partidos políticos.

También se dice que la política es economía concentrada, o sea, cada proyecto político representaría por su vez un proyecto o interés económico. En ese sentido la derecha política se identifica con el conservadurismo económico –mantener las cosas como están, lo que se denomina status quo, y que no es extraño dado que son los delegados del poder y la riqueza- y la izquierda por su lado representaría el cambio social, el mejoramiento de la situación de las clases subalternas.

La idea de estas notas es que puedan ser comprendidas y debatidas, tanto a favor como en contra, por un jurista, un estudiante de primer año de derecho y especialmente por personas y colectivos que sin conocer nada de la ciencia jurídica necesitan una mayor información y están en condiciones no sólo de sacar provecho concreto de notas como éstas, sino de contribuir a una mayor reflexión y transformaciones en esta área poco trabajada en el ámbito social, zona oscura, misteriosa y sobrecogedora que ha permanecido por siglos mantenida en el riguroso secreto de reducidos círculos iniciáticos de profesionales escogidos. Los abogados y jueces vestidos ritualmente de toga negra como señores de la Edad Media y sentados en sillas de respaldo alto, talladas delicadamente en madera fina y acolchadas, de preferencia en color rojo fuerte, producen muchas veces a la gente común la impresión de estar en una ceremonia de culto satánico o en la antesala de las hogueras de la Inquisición.

Si la sociedad vota o no vota por los representantes que darán forma al derecho estatal, en ambos casos cada persona está manifestando una opción política, pero su papel queda restringido cada cuatro años o cada cierto tiempo según las normas electorales de cada país o territorio, sin existir los espacios ni los canales para un mayor debate sobre los derechos sociales. Así la ciencia y el funcionamiento del derecho en general permanecen en una zona desconocida para la gente, con un lenguaje críptico solamente conocido y manejado por los abogados, jueces, fiscales, funcionarios del estado y dirigentes políticos. Los plazos, medidas, procesos, apelaciones, trámites y demás componentes del laberinto legalista son patrimonio exclusivo de una casta de profesionales que se comunican mediante códigos secretos entre ellos mismos y con los jueces que atenderán los conflictos. Una enormidad de detalles de vida, pasiones, necesidades, dificultades, sueños, problemas, injusticias y esperanzas de millones de desamparados son reducidos y minimizados en el cuello de botella de la legalidad y de la retórica judicial.

Sin embargo hoy día esos millones que viven con sed de justicia en nuestro continente se organizan en muchas partes para conquistar sus derechos negados. Insatisfechos con la institucionalidad se restan a las elecciones aumentando las cifras reales y los porcentajes de la abstención electoral y aún de los registros correspondientes o levantan candidaturas por fuera de los partidos, lo que viene siendo un interesante fenómeno de emergencia social que además de disputar la calle y los barrios, entra también a disputar los espacios institucionales inmediatos, como son los municipios, que en muchos lugares son ocupados por la comunidad y transformados en herramientas dirigidas por ellos mismos mediante el mandar obedeciendo. Se extiende el descrédito hacia los partidos en la misma proporción que aumenta la inestabilidad y la precariedad laboral, el desempleo y la economía informal que apenas alcanza para sobrevivir malamente, al tiempo que crecen los indicadores sociales negativos.

Los organismos internacionales divulgan diagnósticos y cifras pesimistas de la economía del continente, nuevos gobiernos populares asumen la conducción de algunos estados sobre los hombros de la insatisfacción generalizada, pero al poco andar son envueltos por el capitalismo extractivista ante la falta de respeto al protagonismo social. Nuevos movimientos sociales buscan por caminos autónomos construir formas de vida que les permitan enfrentar las dificultades y resolver las necesidades con sus propias manos en sus territorios. Las comunidades originarias se levantan reivindicando derechos históricos. La depredación del medio ambiente convoca cientos y miles de personas en defensa de las aguas, la naturaleza y la vida.

Otros aires recorren el continente, pero el derecho sigue siendo un obstáculo para el cambio social, como lo había señalado el insigne jurista Eduardo Novoa Monreal. De allí la importancia de actualizar y ampliar la discusión de algunas de las principales corrientes y conceptos del derecho desde un punto de vista crítico-práctico.

En Chile decenas de profesionales y estudiantes de derecho se orientan hacia las experiencias jurídicas sociales y ambientales en procura de contribuir al mejoramiento y soluciones de una sociedad que poco a poco se recupera del trauma y la represión de la dictadura y cuya más clara expresión ha sido últimamente el surgimiento de una conciencia crítica en los estudiantes que asombraron al país con sus exigencias de participación, protagonismo, autonomía y cambios profundos en el sistema educativo, superando la conducción de los partidos tradicionales y dejando atrás a la izquierda integrada al sistema.

El Derecho Alternativo, el otro derecho, tuvo su auge, fulgor y muerte en un período que no excede de los ocho años, desde la segunda mitad de la década de los 80 hasta mediados de los años 90, acorde con las necesidades del capital que requería de un sistema de atención judicial que diera cuenta de la mayor libertad del mercado respecto del legalismo dirigista e intervencionista estatal de la época keynesiana del estado de bienestar y del capitalismo de estado. La magistratura democrática post guerra había quedado reducida a luchas partidarias en Italia y España, disminuyendo su influencia hasta llegar casi a cero Para el poder, ante tanta inesperada modificación acelerada de las situaciones y procesos económicos y sociales, había que estudiar las “reglas” propias de la sociedad (como empresarios cerrando fábricas, despidiendo trabajadores e instalando la precariedad del trabajo) para administrarla según las nuevas •necesidades” de la acunmulación y la ganancia. Sólo que rápidamente fue entendido también como una modalidad popular de exigir a los jueces una mayor atención a los problemas sociales, ya que si se desplegaba una cierta concesión y reconocimiento a las nuevas reglas mercantiles de la globalización haciendo la vista gorda respecto de las normas estatales que iban quedando obsoletas (Capelletti: “¿Jueces legisladores?”), no había nada entonces que impidiera al juez prestar también la debida preocupación y atender las nuevas demandas sociales, indígenas, ambientales y otras que se extendían por diferentes regiones del planeta estimuladas por las batallas antiglobalización que tuvieron fuerte expresión en las luchas de Seattle, Praga y Chiapas, entre otras. Las universidades y las agrupaciones de jueces que habían tenido la necesidad de abrirle paso a la Sociología Jurídica y al Derecho Alternativo, cuando vieron que algunos teóricos y organizaciones sociales comenzaban a tomarlos en sus manos para sus propios objetivos emancipatorios, no vacilaron en acabar con esta nueva manera de entender el fenómeno jurídico, cerrando cursos libres que se habían levantado en diferentes países, clausurando institutos y publicaciones que brotaban como hongos después de la lluvia y priorizando por el “uso alternativo” del derecho oficial.

La visión jurídica crítica y alternativa rompe con el dogmatismo y la ortodoxia que caracterizan al derecho formal, pero ya no más como en la década pasada encerrados en la academia y en los laberintos institucionales junto a los teóricos y doctrinarios del mercado y del capital, sino que ahora en esta nueva época hacerlo junto a la sociedad organizada y movilizada que, al construir su propio sistema de relaciones internas y sus propias normas de conducta, contribuye desde la autonomía y el protagonismo social a perfilar un nuevo significado de justicia para un mundo mejor: un mundo donde quepan muchos mundos.

El material compilado y analizado en el presente texto y capítulos siguientes no aspira a traer soluciones ni respuestas jurídicas, sino simplemente contribuir al rescate de algunas experiencias positivas y en especial a la profundización de un debate que se vislumbra cada vez más como un antagonismo entre la práctica legalista y formal del derecho oficial por una parte, con el aumento de las demandas sociales, necesidades de cambios y, sobre todo, de justicia, por la otra. Para los juristas, investigadores, cientistas sociales y estudiantes queremos traer la inquietud de profundizar estimulándolos a incorporar estas y otras reflexiones a sus propios análisis por medio de la serie de citas, bibliografía, autores y referencias que hemos incorporado. Para el público en general queremos entregar algunas nociones básicas de la maraña legalista, para que la conozcan, la entiendan y puedan descubrir maneras de evadirla para el cambio social desde abajo utilizando o criticando cuando sea necesario algunos resquicios legales del derecho oficial, pero, por sobre todo, para discutir y elaborar las propias formas de vida y relaciones internas de una nueva sociedad.

El actual estado de las movilizaciones sociales en Chile puede culminar con nuevas adecuaciones y readecuaciones del sistema de dominación de la partidocracia, pero no va a terminar con una hegemonía popular, ya que los partidos de izquierda institucional canalizan sus esfuerzos para su ingreso al status quo y el reparto de la torta. Será tarea de los de abajo, los vecinos y grupos alternativos, ecológicos, juveniles, culturales y tantos que aparecen por todas partes, elaborar en la reflexión, y especialmente en la práctica, nuevas modalidades de democracia barrial que cambien el origen y sentido del entramado del poder en base a un contrapoder autónomo que exprese las formas de vida e intereses de los habitantes de una y otra localidad, haciéndose cargo de los municipios transformándolos en herramientas de una nueva juridicidad alternativa proveniente del desarrollo de las asambleas vecinales y las formas productivas autosustentables con las cuales la población pueda encontrar, mediante la autogestión y desarrollo de formas propias de educación, salud y energía alternativa, las salidas negadas por el modelo económico.

Bienvenidos pues a este ciclo de textos que puede solicitar vía mail o también puede incorporarse al Círculo de Estudios del Otro Derecho de la Universidad Libre que comenzará con los primeros tres inscritos de forma presencial. Los interesados en recibir los textos de una vez sin participar en el Círculo de Estudios, pueden venir a copiarlos con su pendrive mediante una colaboración voluntaria en nuestra sede en la comuna de Tiltil.

Esos textos, que son 17 capítulos de 5 a 10 paginas cada uno aproximadamente, con un total de 150 páginas, podrán ser enviados por correo electrónico progresivamente a los interesados en el mismo orden que aparecen presentados a continuación, a cambio de que puedan hacernos un comentario o varios comentarios al que ya recibieron, además de ayudarnos a compilar algunas informaciones de su zona y hacernos algún contacto con estudiantes de derecho o abogados, dirigentes sociales autónomos o interesados en general, son:

Conceptos del derecho.
Derecho, poder y contrapoder
Derecho, estado y estado de derecho
¿Es el Derecho una ciencia o una técnica?
Surgimiento del Derecho oficial y del Otro Derecho
El Derecho esclavista y las formas de resistencia organizada
El derecho Feudal y las expresiones jurídicas alternativas
El Derecho burgués y el Derecho Alternativo
Función judicial, interpretación y papel de los jueces
Comunidad y sujeto individual
Derecho alternativo. El otro Derecho
Uso alternativo del derecho oficial
Derecho indígena
Pluralismo jurídico
Experiencias
Consultorios jurídicos populares y derechos humanos
Elementos para una nueva democracia y un nuevo derecho

Esperamos sus noticias.
Reciban el saludo fraterno de

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Abogado, graduado en Derecho en Cuba.
Profesor de Derecho en varias universidades del continente.
Ex presidente de la Junta de Vecinos Cerro Yungay de Valparaíso.
Coordinador de la Universidad Libre.
unlibre@gmail.com
municipiosindependientes@yahoo.cl