A pesar del brutal ataque contra los guaraní-kaiowá de Iguatemi, Mato Grosso do Sul, el grupo regresó al lugar y afirma que sólo dejará el área después que sus tierras tradicionales sean demarcadas.
JOANA MONCAU
Mato Grosso do Sul, Brasil. Los disparos venían en su dirección. Irguió los brazos hacia el cielo con la maraca en una de sus manos y rezó. Una bala de goma le dio en la espalda. Aún herido, el chamán guaraní-kaiowá, de más de 60 años, no paró de cantar. “Donde caí recé para que no muriera nadie”, cuenta. Su canto estaba opacado por los sonidos de disparos. Y así amaneció. No hubo ningún muerto en aquella madrugada de agosto. Del campamento que el grupo de casi 30 indígenas guaraní-kaiowá mantenía a la orilla de la carretera en el municipio de Iguatemi no quedó nada. Tiendas de plástico, pertenencias y comida, a todo le prendieron fuego. Al menos cuatro indígenas fueron heridos por las balas de goma y recibieron palizas. Acampaban al lado de la hacienda Santa Rita, que pertenece al alcalde de ese municipio; ahí está el territorio indígena tradicional conocido como Pyelito Kue – Mbarakay, que reivindican desde hace muchos años.
El más reciente intento de recuperar el área inició en el pasado día 9 de agosto. El grupo guaraní-kaiowá ocupó parte de la hacienda Santa Rita. No pasaron ni cuatro días antes de que sufriesen violentos ataques por parte de pistoleros encapuchados y armados; tuvieron que salir huyendo del lugar y esconderse en el bosque para protegerse. Pretendían quedarse ahí y resistir. Sin embargo, según lo que un indígena del grupo informó el 17 de agosto, la situación ya no era sostenible. Después de dos días en que los niños, hombres y mujeres estuvieron sin comer nada y apenas bebiendo agua, una parte del grupo decidió salir del bosque. “En ese momento se encontraron con los hombres de la hacienda armados y los indígenas pidieron que no les matasen ni pegasen a los niños. Los pistoleros dijeron que les dejarían salir vivos esa vez, pero que no saldrían con vida en caso de que regresaran”.
Amenazados, dejaron la hacienda para levantar el campamento a la orilla de la carretera que colinda con la misma y seguir con su lucha. Fueran atacados en ese campamento el pasado día 23. Aunque las amenazas no han cesado, la determinación de los indígenas se ha fortalecido. “Regresamos al mismo sitio. Donde habían quemado nuestras tiendas, levantamos otras en su lugar”, cuenta un miembro del grupo. Sus integrantes afirman: “Vamos ser enterrados aquí, de aquí no saldremos. Vivos o muertos, estaremos aquí”.
El ataque está siendo investigado por el Ministerio Público Federal y por la Policía Federal y, según el procurador de la República, Marcos Antônio Delfino, se abrirá una indagatoria por genocidio para investigar el caso, que tuvo repercusión internacional. Mientras tanto, el grupo sigue recibiendo amenazas de que pistoleros regresarán para sacarlos del lugar, y la gente que les apoya sufre intimidaciones.
Sobre la otras recuperaciones
En julio del 2003 el mismo grupo guaraní-kaiowá intentó recuperar la tierra indígena tradicional de Pyelito Kue – Mbarakay. La ocupación no duró ni dos días: fueron expulsados por pistoleros de las haciendas de la región que invadieron el campamento de los indígenas y torturaron y fracturaron las piernas y brazos de mujeres, niños y ancianos.
En diciembre de 2009 el grupo regresó a la región y recibió una golpiza y amenazas con armas de fuego; además, fueron vendados y tirados a la orilla del camino, todo ello en medio de una desocupación extrajudicial hecha por un grupo de pistoleros contratados por el hacendado de la región. En esa ocasión más de 50 personas, incluyendo gente mayor de edad, recibieron una paliza y un joven desapareció.
El grupo indígena más grande de Brasil
Los guaraní-kaiowá forman el mayor grupo indígena de Brasil, con 45 mil personas que viven en el estado de Mato Grosso do Sul. En ese estado, que abriga la segunda mayor población indígena del país, este grupo sufre por la constante violencia y los prejuicios. Los guaraní-kaiowá viven en pequeñas “islas” de tierra que, sumadas, alcanzan poco más de 42 mil hectáreas – casi nada si se compara con los 1.7 millones de hectáreas de la tierra indígena Raposa Serra do Sol, donde viven 20 mil personas-. Acosados por los hacendados y rodeados por pastos para ganado y plantaciones de soya y caña, sin tierra ni bosque – no queda más que un 2% del bosque original -, luchan con mucho empeño para sobrevivir.
En 2008 la Funai (órgano indigenista del gobierno) lanzó un programa que instaura grupos de identificación de tierras indígenas en el estado; está previsto el reconocimiento y la demarcación de tierras indígenas en 26 municipios de la región sur de Mato Grosso do Sul, entre ellas Pyelito Kue – Mbarakay. Las ocupaciones de las tierras reivindicadas por los indígenas se hacen con el objetivo de presionar para que se concluyan esos procesos de demarcación a cargo de la Funai.
*Con información del antropólogo kaiowá Tonico Benites, del consejo de la Aty-Guasu.