La historia de una afectada por la hidroeléctrica de Estreito, en Brasil

01.Sep.11    Análisis y Noticias

“Hicieron con nosotros como se hace con un puerco”

La casa donde Maria José vivió su vida entera y crió a sus cinco hijos, fue la primera en ser derrumbada para la construcción de la Hidroeléctrica de Estreito en el municipio de Barra do Ouro.

TESTIMONIO RECOGIDO POR DÉBORA PRADO, DE LA REVISTA CAROS AMIGOS, EN TOCANTINS, BRASIL.

La casa donde Maria José vivió su vida entera, a la orilla del Río Tocantins, donde crió a sus cinco hijos y donde sembró maíz, algodón y babasú fue la primera en ser derrumbada para la construcción de la Usina Hidroeléctrica de Estreito en el municipio de Barra do Ouro, Tocantins. Ésta es la primera hidroeléctrica financiada por el gobierno federal de Brasil mediante el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC).

A pesar de haber sido desalojada para la construcción de la Usina (la cual ya está en funcionamiento) la nueva casa de Maria José no tiene energía eléctrica. Maria José tampoco fue contemplada por el Ceste -consorcio de empresas que se benefician de la concesión pública del río, y son responsables de la construcción de la hidroeléctrica- para recibir una indemnización.

Para la coordinadora nacional del Movimiento de Afectados por las Represas (MAB, por sus siglas en portugués), Judite da Rocha, una referencia entre los habitantes de la región, el caso de Maria José sirvió de ejemplo para asustar a los demás habitantes, acelerando la aceptación de las bajas indemnizaciones ofrecidas por el consorcio para desocupar el área.

A continuación el testimonio de Maria José, madre de cinco hijos y abuela de muchos otros.

Fue a principios del 2010. Ellos llegaron aquí sin avisar y derrumbaron la casa, tiraron todo que había ahí. No es fácil, viví allí toda mi vida, crié a mis hijos, tenía todo sembrado. Los primeritos en ser desplazados aquí fuimos nosotros, los vecinos salieron después. El mero día mi hija me dijo: “Mejor que la señora se esconda”. Yo me escondí en el mato para no verlos derrumbar la casa, porque una se queda nerviosa, ¿o no? ¿A quién le gustaría ver eso?

Sacaron todas nuestras cosas y las tiraron en el mato. Yo y mis niños, todos sufriendo. Los pobres suelen tener sólo unas pocas cosas viejas, pero para nosotros son importantes. Mi hijo dijo que no iba salir, pero le dijeron que derrumbarían la casa con él adentro y ni modo, entonces salió y derrumbaron la casa. Vinieron con el tractor, derrumbaron, hicieron un gran hoyo y la enterraron.

Cuando llegué, me llevé las manos a los pelos y me quedé llorando. ¡Me quedé con mucho coraje! Había un montón de gente mirando, todo el mundo mirando, y derrumbaron mi casa. Mi nuera grabó todo para mostrarlo en televisión, pero no mostraron nada, creo que la empresa dio un pago a las televisoras.

Aquel día fue muy miserable, hicieron con nosotros como se hace con un puerco. Dormimos dos semanas bajo un árbol de mango y después hicimos una palapa, y nos quedamos un año bajo la manta de plástico. Después de esto yo me enfermé y nunca más volví a estar sana.

El doctor me dijo que regresara en 15 días. Tendré que pasar dos años yendo a consulta para ver si hay manera de que mejore un poco. Tengo depresión. Ya no duermo por la noche, ni tengo ganas de comer desde el día en que derrumbaron la casa. Tomando medicina apenas logro dormir. Por eso, el doctor mandó que yo tomara por dos años más la medicina, a ver si mejoro un poco.

Ya nunca me quedo sola. Antes estaba bien en cualquier lugar, no le tenía miedo a nada, pero después que derrumbaron mi casa, ya no me quedo sola. Y cuando miro a la gente del Ceste siento algo malo, no me gusta ni mirar sus coches.

Hubo quienes recibieron indemnización. Yo me pregunto, ¿por qué a nosotros no nos tocó? Aunque fuera poco, pero sería de nosotros. ¿Por qué no pagaron? La oficial de justicia fue a donde estaba la casa y llevó unos policías para sacarnos. Nuestro nombre no estaba en ningún papel, pero aún así derrumbaron mi casa y la de mi nuera.

Hace un mes que conseguimos construir la casa aquí, juntando la jubilación de mi marido. No tenemos energía y el agua del río que usamos ahora nos da comezón. Cuando nos bañamos pica demasiado. Y es también el agua que tomamos, nos duele la panza, pero no hay otra agua para tomar. El agua está estancada, no tiene para donde correr, y los zancudos son demasiados.