Honduras: Derecho a la resistencia y al frente con el Frente

11.Sep.11    Análisis y Noticias

11-09-2011

Milson Salgado
Rebelión

El derecho a la resistencia tiene un amparo en la doctrina y en el derecho positivo. El filosofo Ingles John Locke además de ser el precursor de la división de poderes en un Estado democrático, fue el que abordó magistralmente el derecho de resistencia.
La doctrina política de Locke está expuesta en su libro Dos Tratados del Gobierno Civil. El segundo tratado funda la legitimidad en el hecho de que el gobierno debe ejercitarse con el consentimiento de los gobernados. El gobierno es obra del pueblo y el pueblo lo mantendrá para asegurar su bien común. “El Ensayo sobre el Gobierno Civil (…) refleja de manera completa su planteamiento político, desde el origen de la sociedad, que se da, según Locke, a partir del estado de naturaleza, para pasar al estado de sociedad a través del consentimiento originario; hasta la estructura que rige la vida social por medio de los poderes legislativo, ejecutivo y federativo; de tal suerte que cuando es afectada tal estructura la sociedad queda disuelta y, nuevamente, los hombres quedan en posibilidad de formar una nueva sociedad”.

El derecho de resistencia en tal caso busca como fin primordial mantener vigente la forma de gobierno democrático, los procedimientos para acceder al poder y que no se vulnere el imperio de la ley en el que se fundó el pacto societario. Contra lo que pudiera especularse, el derecho a la resistencia pretende sobre todo la obligatoriedad del derecho y de las normas generales que propicien los bienes de la vida, la igualdad y la libertad. El titular del derecho de resistencia es el pueblo, porque fue el pueblo el que otorgó mediante su decisión (En este caso el sufragio universal) la confianza de gobierno a las autoridades, en tal sentido si le otorgó la autoridad a un gobierno legítimo ¿Por qué no le puede quitar la autoridad a un gobierno ilegitimo?

La sociedad política existe por el acuerdo del pueblo que ha decidido nombrar autoridades. Si estas autoridades son relevadas de sus funciones mediante actos de fuerza, se violenta el acuerdo social y el pueblo tiene derecho incluso a la insurrección. Para Locke la fuerza sin derecho es preciso enfrentarla con otra fuerza para lograr la recuperación del cauce de la ley.

La resistencia es propiamente una revolución, porque propugna una nueva comunidad política en el caso que sea imposible la recuperación del respeto de la ley. Locke con suma claridad postula que quién resiste a un agresor injusto tiene sobre éste una ventaja, que si triunfa, tiene derecho a castigar al culpable por haber roto la paz y todos los males que han seguido a esa ruptura. (John Locke. Ensayo sobre el Gobierno Civil. Ediciones Orbis S.A. Aguilar editor. 1983 Nº 87)

El filosofo Alemán Emmanuel Kant inscrito históricamente dentro de los imaginarios jurídicos de las sociedades modernas, que le otorgan un fundamento preeminente a la razón y a la diferenciación del Estado y de la sociedad, dota de gran significación al pacto social originado por un supuesto “estado de naturaleza”.

Este estado de la naturaleza para Kant no tiene un asidero histórico, sino que se funda en las ideas a priori, pero su historicidad se manifiesta en la exteriorización del derecho civil de apropiación y cristalización de las instituciones. De todas maneras, hay que tener presente que el contrato originario de Kant no puede comprenderse como un mero pacto de asociación, en tanto la idea fundadora no es la de un pueblo pactando con su gobernante. Kant trata de excluir las nociones de deberes y obligaciones que supone toda lógica contractual, pues percibe que el incumplimiento de alguna de las partes contractuales podría legitimar un estado de rebelión o resistencia al poder supremo.

“El origen del poder supremo es inescrutable, bajo el punto de vista práctico, para el pueblo que está sometido a él; es decir, que el súbdito no debe discutir prácticamente sobre este origen como sobre un derecho controvertido con respecto a la obediencia que le debe” (Kant, 1994, p.149).

Como se puede observar, el mismo Kant que no reconoce de forma directa el derecho a la resistencia, en una lectura opuesta lo reconoce, porque la idea del pacto y del contrato social, desde ninguna lectura interpretativa o semiológica puede sustraerse de la existencia de los derechos y obligaciones que contraen las partes en el contrato, al firmarlo. El incumplimiento que en la generalidad de los casos se produce por el gobierno delegado, hace nacer el derecho a la insurrección. El derecho de resistencia está incorporado en la mayoría de las legislaciones del mundo, y en Honduras tiene su vigencia positiva en el artículo 3 de la Constitución de la República.

El derecho a la resistencia en cualquier caso no es un fenómeno social espontáneo, es un movimiento activo de los sujetos que como vigilantes del órgano delegado, acumulan contenidos conciencia, presentan proyecciones alternativas que se pueden mover o no en la lógica del sistema imperante. La resistencia no es un asunto de coyuntura política o de encargo social como lo aseveraba Georgy Luckass cuando el compromiso histórico requería respuestas sociales, es la acción constante del obrero por conquistar condiciones de trabajo mas equitativas, del campesino excluido por un sistema que criminaliza su legítima aspiración a la tierra, fue y sigue siendo el ejercicio de los pueblos originarios por no dejarse asimilar por los patrones culturales de la civilización occidental. La resistencia ha tenido efervescencia en los procesos revolucionarios cubano y nicaragüense. Caminó a la par de las revueltas en París en mayo 68, en Estados Unidos con el movimiento Hippie y las panteras Negras, y en México con Tlatelolco. Fue Gloriosa en la Nicaragua de Sandino, en la Comuna de parís, en los movimientos de descolonización en África y en el Vietnam de Ho Chi Min. Por más que se quieran asignar proyectos políticos con métodos interpretativos diferentes a los contendidos de los gobiernos democráticos, la resistencia es un impulso creativo que trasciende los dogmas y las cláusulas teóricas con los que el régimen de verdad imperante trata de aprisionar la realidad y socializarla.

Llámese lucha de clases, pugnas ideológicas, o contradicciones sociales, el derecho a la resistencia crea un espacio activo y permanente de confrontación entre los gobernantes y los gobernados. Las mediaciones de clases adquieren el ropaje burocrático de los que gobiernan salvaguardando los intereses de clases de la oligarquía. Esto supone la existencia de una delegación que es defraudada desde las mismas estructuras de acceso al poder. La misión de este movimiento de resistencia consistirá pues, en democratizar esas estructuras o en todo caso eliminarlas y dotar a los procesos de elección de democracia participativa auténtica.

El Frente Nacional de Resistencia es un ejemplo mundial para la resistencia latente de los pueblos del mundo. Esta resistencia que despertó de forma muy espontanea repudiando el golpe de Estado en Honduras, alcanzó niveles profundos de reflexión para trascender la agenda manida de un régimen dominante que vejó a sus propias reglas. Esto hizo nacer la necesidad de dotar al Frente de una estructuración organizativa popular sobre la base del ejercicio de la democracia en la elección de los representantes asamblearios. Obtenerlo fue algo inédito en el mundo, porque la realidad de esta institución no solo tiene legitimidad popular sino que también comporta una aceptación explicita en el plano de lo jurídico. Las victorias en el ámbito jurídico en los diferentes foros (La ONU, OEA, Unión Europea, ALBA, UNASUR, SICA, Países no Alineados) mundiales son una muestra de ello.

El Frente Nacional de Resistencia como expresión de las legítimas aspiraciones del pueblo, busca la toma del poder para subvertir su eterno papel de súbdito y poder que delega y convertirse en el mismo poder delegado, el encargado de la administración del Estado. Esta aspiración supone crear un órgano o brazo político con características electorales (Frente Amplio) para que dentro del ámbito del espacio de alternativas que crea la democracia liberal, se pueda alcanzar el gobierno del país. Es lógico advertir que la asunción al gobierno no es garantía de la toma del poder, el que tiene sus pilares en las tradicionales relaciones de producción, en la existencia de fuerzas vigilantes de los intereses de la oligarquía y en los patrones culturales que uniforman una visión monolítica en el modo, la forma y las estructura convencionalmente delimitadas en la ley para gobernar. Pero en nuestra actual coyuntura histórica el acceso al poder solamente tiene este camino, lo cual no niega la existencia de otros, los que con el paso del tiempo, con el reacomodo geopolítico, con la ascensión de los movimientos sociales, con el cinismo exacerbado de las clases dominantes, con las coyunturas sociales límites se pueden volver a legitimar.

En una lógica elemental, el padre debe acompañar e ir a la par de su hijo para conducirlo por la mejor senda. El Frente Nacional de Resistencia se vuelve la vanguardia, el rostro ético pero sobre todo político del Frente Amplio. Entrando en el espectro de las categorías conceptuales utilizadas, el Frente Nacional de Resistencia se convierte en un órgano que delega y el Frente Amplio en un ente delegado. El frente Nacional de Resistencia se convierte en el depositario de los contenidos revolucionarios de un proceso de resistencia que tiene raíces históricas milenarias y que encontró estructura organizativa después del golpe de Estado. El Frente Nacional de Resistencia ha aglutinado a una diversidad de fuerzas políticas para hacer frente al golpe de Estado pero también a su consolidación que se materializa al despojar al pueblo de las conquistas sociales. El Frente Amplio aglutina estas mismas fuerzas para obtener el poder político. Los objetivos en todo caso se vuelven diferentes, pues el Frente Nacional de Resistencia recobró -aunque se trate de negar- el orden constitucional del país, es decir, que su misión fue recobrar lo perdido. El Frente Amplio y sus aspiraciones de poder tratarán de construir sobre la base de un sistema recobrado que se precia de sólido y se pregona como Estado de derecho.

Todo esto supone que el Frente Nacional es permanente y el Frente Amplio solamente es coyuntural, que se erige como un proyecto que pueda tener éxito o no. Las fuerzas políticas que pretendan crear coaliciones o mecanismos de alianza lo harán por interpretaciones favorables de coyunturas ventajosas, esto nos explica que las motivaciones de su adherencia pueden estar precedidas de aceptación o no del espíritu revolucionario del proceso emprendido.

La relación padre-hijo se torna simbiótica y no es aceptable el asesinato del padre por un hijo autosuficiente. Si el hijo mata a su propio padre queda en la orfandad, en las garras de un sistema que ha creado el juego de las elecciones para defraudar, que conoce la lógica de los números que se apocan o se sobredimensionan en las computadoras, y en las proyecciones de quienes aritméticamente tienen medidos los pasos de la estafa electoral. Sin la vanguardia las guerras se pierden, y el movimiento revolucionario renuncia al espectro de posibilidades de acceso al poder. Paradójicamente Honduras, un país educado para agachar la cabeza, para admirar la cultura estadounidense como la veneran los incautos muchachitas y muchachitos europeos, cuenta con una fuerza social contracultural que en este caso se adhiere a una posibilidad electoral como un acto de disciplina de adherencia a las decisiones de las mayorías, pero no renuncia a su agenda de conflictividad permanente.

La existencia del Frente Nacional de Resistencia es el tributo que debemos de dar a los caídos. Claudicar es traicionar, disolver es reacomodar, porque la lucha se libró para recuperar a un ser humano (Manuel Zelaya Rosales) vilipendiado por un sistema que no soportó sus ejecutorias oficiales, pero sobre todo fue el nacimiento de la conciencia de un pueblo que encontró en ello la forma de vindicar las milenarias expresiones ininterrumpidas de opresión y de subyugación de un poder inicuo.

El perfil de la militancia debe de pesar para garantizar la representatividad legitima, al menos para mantener la estructura revolucionaria y garantizar la incorporación progresiva de las coaliciones que se convierten apéndices indispensable en la lógica de las elecciones y que indefectiblemente deberán asociarse al proyecto revolucionario sin ninguna clase de reticencia.

El Frente Nacional de Resistencia ha sido de un entre creador contracultural y ha expresado en sus procesos de creación histórico sociales las formas de manejar la dialéctica de la lucha, la organización novedosa de líderes sin jerarquías, obedientes a la decisión de sus bases. Este dato que podría pasar inadvertido es un ejemplo de una nueva forma de fundar los liderazgos en el servicio y en la consecución de los objetivos de las bases. Las decisiones unilaterales son propias de las instituciones antidemocráticas. Estas prácticas son inveteradas y subvertirlas no es un trabajo de días, meses o años, pero el comienzo de la experiencia ha marcado la ruta hacia la supresión de jerarquías en los sistemas organizativos de decisión.

No enfrentamos a un régimen eminentemente procedimental, que antepone el trámite, el rito formal del paso burocrático, al peso humano de los contenidos y de las finalidades antropológicas, por ello es que las instancias generadoras de reflexiones, de autocritica, de debates, de discusiones dialécticas son necesarias, puesto que comportan espacios tangibles de enjuiciamiento y autoevaluación de propuestas y acciones, en la que todos tenemos las obligación de dar cuenta y razón de nuestros actos y de nuestras afirmaciones. También es un medio de control para evitar la entronización de las jerarquías y la mayor instancia para propiciar la apertura en la indagación del discurso dominante y del régimen hegemónico.

La existencia del Frente Nacional de Resistencia causa dolor de cabeza a la oligarquía, de la misma forma que al indecente le causan resquemor las acciones del íntegro. Porque la mística del ejercicio democrático más tarde que temprano tiende a reproducirse, y reviste un grave peligro para los que nunca renunciarán a sus mañas inveteradas. Sería muy reduccionista limitar el inconformismo al plano nacional, porque la interrelación del mundo y la cercanía que ha creado el mundo de las comunicaciones, nos pone en contacto con otros pueblos que ineludiblemente crearán formas organizadas de resistencia y que pondrán en peligro los planes hegemónicos del imperio.

El discurso dominante del imperio es la productividad. La lógica del capitalismo son las fabricas, y estas persuaden sin pronunciar ni una sola palabra e imponen razones sin elaborar sistematizaciones teóricas. Mientras el hombre duerme, reflexiona, se recrea, come, las fábricas siguen produciendo y los hombres y las mujeres que las hacen funcionar son eslabones, engranajes con códigos y con números para ordenar sus entradas y sus salidas. Frente a ello, la indagación y la disidencia son los males sociales, que enjuician no solo con las categorías criticas permitidas por el sistema como la necesidad del incremento de salarios, sino con otras categorías interpretativas como la plusvalía, el plusvalor y el proceso de deshumanización que causa la lógica de las utilidades. Estas son las indagaciones que se pueden propagar, y el permitir la diseminación del enjuiciamiento es la causa de las preocupaciones de los que miden geométricamente la expansión de la utopía histórica.

Ser depositaria de este instrumento contracultural es la misión del Frente Nacional de Resistencia. Este frente ocupa el espacio del “Ágora”, en donde se suscitan debates dentro y fuera de la lógica del sistema como los contenidos y significados de los conceptos de soberanía, ciudadanía, civilización, desarrollo, estado- nación y otras categorías semánticas creadas con propósitos de dominación, pero que pueden encontrar en ese espacio una resignificaciòn mas humana. En el “Ágora” se pueden programar las acciones de la búsqueda de la Isla Utopía del Frente Amplio, que desde que entra a formar parte del engranaje electoral ocupa el lugar público-político de la eclesial.

El Frente se nutre de la savia del pueblo y nace del propio seno del pueblo. Al Frente no podemos dejarlo de lado, porque el Frente siempre estuvo de frente ante la realidad de un golpe de Estado traducido en una conspiración política, y estará de frente ante ésta cada vez más cambiante realidad nacional.