Como debe ser una buena (y un buen) ecologista


Una buena y un buen ecologista no deben ser militantes de partidos, menos de un partido ecologista (un absurdo), ya que los partidos y demás instituciones están dirigidas hacia el extractivismo para acrecentar las ganancias. Vea el ejemplo de Evo Morales en Bolivia, formó un partido y se lo comió la modernidad de la extracción petrolera y destrucción de la naturaleza, lo que hoy día tiene a miles de indígenas marchando en defensa del territorio. Muy “socialista” se define Morales, pero igual mandó una feroz represión contra los marchistas, lo que ha concitado el repudio mundial.

Un buen ecologista entiende que no hay un lazo entre él o ella y la naturaleza, ya que el único vínculo posible es mediante la comunidad, o sea, las formas de vida comunitaria son las formagbs naturales del ser y de su interacción con la madre tierra. Eso lleva a que antes de su mirada hacia el entorno está la mirada hacia los otros, en especial los que están cerca, los vecinos, con quienes puede vivir acciones y dinámicas de cotidianeidad. Vea las comunidades originarias, como han construído una subjetividad -la cosmovisión- en su profunda vinculación con lo natural. Así la primera acción natural de una o un ecologista es la vida en común con otros, sean o no ecologistas, que ya aprenderán a serlo con la práctica.

Una buena ecologista (y un ecologista debería hacerlo también) entiende que los niños y niñas aprenden más del mundo de la vida, la familia, el barrio y el entorno, que en la escuela, donde les enseñan a ser individualistas y competitivos. Por eso los buenos y buenas ecologistas procuran que el entorno sea pedagógico para los hijos propios y los hijos de los vecinos, la escuela de la vida, en especial interactuando con el medio ambiente, haciendo una huerta, rechazando los alimentos transgénicos, utilizando medicina natural y etcétera. Vea el ejemplo del “ecologista” que llena a sus hijos de remedios químico-farmacéuticos.

Un buen ecologista (y ella con mayor razón) se preocupa de la salud de su familia y de los vecinos, se reúne con una o dos personas más y visitan las casas del barrio anotando quienes están en cama, las embarazadas, ancianos, recién nacidos, discapacitados, enfermos crónicos, etc. Entiende que mientras más comunicación e interacción entre vecinos, mayor equilibrio y armonía de los flujos energéticos, el newén, las influencias sicológicas y el desarrollo de la personalidad que sabe compartir, al contrario de la personalidad que sólo compite tratando de pisotear a los demás. Visitar a los que lo necesitan es una manera de afirmar la identidad y pertenencia al común, además de catastrar necesidades específicas para buscar soluciones entre varios.

Los buenos y buenas ecologistas no se pasean con el bolso de compras, menos con las bolsas de los malls y supermercados, como quien muestra el consumismo o capacidad adquisitiva a los demás, sino que proponen adquirir de conjunto con otros vecinos alimentos y productos necesarios, ofreciéndose para ir a buscarlos y estimulando la rotatividad participativa. Estos comités de Comprando Juntos permiten comprar al por mayor contactando productores que aseguren calidad y bajo precio. de allí a llegar a una producción conjunta de alimentos o artículos de uso doméstico, hay un solo paso.

El buen ecologista y la buena ecologista organizan la colecta de la basura del barrio, retirándola de los negociados municipales y empresariales, solicitando a cada familia que separen la basura orgánica de la no orgánica. La orgánica sirve para compostaje y biogás, en tanto el resto es materia prima para elaboración de artesanías, juguetes y muchos más. Es hora de pasar de las propuestas a la acción concreta, que los niños y niñas vean el hormiguero del barrio aunque sea comenzando con tres o cuatro familias, pero que poco a poco tocan las otras puertas e invitan otros niños y adultos a la huerta o demás actividades, que deben ser sistemáticas, no una sola cada dos o tres semanas, lo que no rasguña la fuerza operacional de la reproducción cultural proveniente de los valores individualistas y competitivos, de la TV, el chat, el celular y el modem.

Los buenos y buenas ecologistas promueven la energía alternativa organizando talleres vecinales y fabricando juntos bicletas que producen electricidad que puede guardarse en baterías, además de promover la salud mediante ejercicios diarios, consiguen planos y diseños para hacer un biodigestor, que extrae gas de la basura y construyen una hélice elevada para producción de energía eléctrica a partir de la energía eólica, del viento.

Los ecologistas consecuentes promueven acciones de minga por la limpieza, aseo, higiene y ornato del barrio haciendo primeramente una especie de murga con tambores y pitos con escobas al hombro, como guerreros de la salud, invitando con antecedencia al día de la minga de limpieza, cuyos resultados se depositan en un lugar donde puede separarse en dos o tres bloques, lo natural (hojas, ramas, etc) y lo reciclable (botellas, latas, tetrapack, otros). Ese mismo día puede hacerse un almuerzo común o una once.

El buen ecologista y la buena ecologista realizan cada dos fines de semana actividades con niños vinculadas a lo natural, por ejemplo cuadros artísticos en cartón donde se pegan diferentes expresiones de la naturaleza, tales como semillas, flores, hojas, ramitas, etc. Otro ejemplo es el paper maché o aún la confección de papel reciclado, en fin, hay muchos ejemplos que permitirán quebrar la contuinuidad del encierro en las casas promoviendo así las aproximaciones constantes.

Los y las ecologistas que desean serlo de forma práctica, rechazan la leche en caja o bolsas plásticas, así como el yogurt, leche condensada o evaporada, leches cultivadas y los postres o gelatinas de las empresas químico-alimenticias, sustituyéndolos por suministro de leche pura de vaca y talleres de promoción del alimento natural donde se enseña a hacer yogurt casero con los gusanitos. Puede hacerse un colectivo de dos o tres familias que confeccionen esos productos o algunos para el resto del barrio, como manera de paliar el desempleo y suministrar a los vecinos a bajo costo o mediante trueque, así como para los Comprando Juntos o cooperativas de consumo de otros barrios. Lo mismo puede hacerse con mayonesa y salsa de tomates, ya que la casi totalidad de los que venden en el mercado son hechos con almidón “modificado”. Deben tomarse todas las precauciones sanitarias mediante talleres de formación, por ejemplo lavar muy bien los huevos por la salmonela. Las empresas químico-alimenticias levantan campañas contra los productos caseros por el temor de que bajen sus ventas.

Los y las ecologistas concientes deberían criar gallinas y pollos en su patio, tanto para tener una cazuela y huevos, como participar en el trueque. No darles “alimentos para pollos”, sino restos de comida, cáscaras y aislarlos de perros y gatos intentando que no sean prisioneros.

Los buenos ecologistas organizan una vez al mes una feria barrial del trueque con intercambio de queques, pan amasado, pan integral, dulces, mermeladas, servilletas, croché, artesanías, tejidos, pinturas, productos de la huerta, huevos, mayonesa y mil cosas que se pueden confeccionar generando formas de ocupar el tiempo de forma productiva y solidaria apagando la tele. Los grupos artísticos del barrio deberían estar presentes en esa oportunidad.

Para los buenos y buenas ecologistas, cada vez que los niños pidan papas fritas de fábrica en bolsas plásticas, hacerles papas fritas en casa, para ir acostumbrando el gusto y rechazando los productos de las empresas químico-alimenticias. Por otra parte hay que aprender a diferenciar los aceites naturales de aquellos elaborados con transgénicos, que son la mayoría, y una vez detectados, informar a la población.

Los buenos ecologistas y ellas también, no permiten antenas celulares en su barrio, desarrollando una campaña de concientización entre vecinos y funando a quienes ya lo han hecho. Hay que distribuir folletos explicativos y mandar mails a las empresas para que coloquen sus antenas más potentes si quieren en lugares distantes.

La buena ecologista y él también no cambian modelo de auto cada año y lo utilizan lo menos posible, si lo tienen, tanto por el consumo de petróleo, como el cuidado del medio ambiente, la educación de los hijos y el ejemplo a los vecinos, lo mismo la moto. Usan constantemente la bicicleta y promueven paseos y actividades conjuntas con los vecinos y sus hijos todos en la bici hacia un parque o, mejor aún, al campo para un día de picnic. Es importante contar con un taller de bicicletas en las proximidades y, si no lo hay, hacerlo entre algunos desempleados. Quienes salen a trabajar en su auto, anotar vecinos que van en esa dirección para llevarlos, lo que representa un ahorro para todos, ya que pueden colaborar. Y si son varios autos, puede hacerse rotación acorde con los días que no pueden circular.

El buen ecologista y aún ella, que deben ir de todos modos al mercado, no hacerlo ni en auto ni a pie, aunque esté cerca, sino en la bicicleta, a la que puede instalarse una canasta, para enseñar a la población, que verá un número considerables de bicis estacionadas, y a la empresa, que tendrá que ampliar las condiciones para estacionarlas, así como el metro. En el fondo, la idea es hacer campaña permanente y en todos lugares, del uso de la bicicleta, sin discursos, sino con el aumento de la práctica y de quienes lo hacen. Los buenos y buenas ecologistas consiguen que del barrio salgan caravanas de bicicletas a diferentes lugares para distintas actividades, por ejemplo, encuentro de ciclistas de dos barrios en una plaza intermedia, con unas papas fritas, jugos naturales y grupos musicales para amenizar. En algunos casos podrían sumarse personas en patines y en skate, lo que resultaría en un bello espectáculo pedagógico para los observadores, más aún si van niños en sus triciclos o monopatines. En esos casos hay que tomarse las calles simplemente, imponiendo de facto el predominio de la columna ciclista.

Un buen ecologista y una buena ecologista, aprovechan los fines de semana una o dos veces al mes por la noche para pasar una película en la plaza o un lugar ad hoc a cielo abierto, bastando un telón, un proyector y un tomacorriente. Ahí mismo se forma un cineclub que organiza lo mismo para otros días y otros horarios. Para la película de fin de semana se recomienda una aventura para todas las edades, para el cineclub ya películas artísticas, ecológicas, culturales y sociales o como quieran ellos mismos. Alguien puede hacer palomitas de maíz, jugos naturales, nada de uva o cebada, y los asistentes pueden colaborar con alguna moneda.

El buen y la buena ecologista no fuma, y si lo hace, no se lo permite a si mismo en actividades con otras personas, en especial cuando hay niños y niñas, ya que la expansión del tabaco se hace mediante el ejemplo. Por eso también, al pasar una película, hay que asegurarse que no tenga un personaje fumando ni practicando otro vicio.

Necesitamos ampliar esta lista, de modo que le solicitamos que nos haga llegar otras recomendaciones. Gracias de antemano.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Red de Economía Popular y Ecología Social
redecosocial@gmail.com
http://clajadep.lahaine.org