La apuesta de las Cooperativas. Redes, democracia interna y autogestión


SEMILLAS DE UNA NUEVA ECONOMÍA
La apuesta de las cooperativas
Este modelo de asociación ha demostrado, en sus 150 años de historia, ser propicio para el desarrollo personal y comunitario.

F. SABIN Y NURIA DEL RÍO / F.S. ES SOCIO DE LA COOPERATIVA ANDARIA; N.D.R. ES SOCIA DE PROEMPLEO. AMBOS SOCIOS DE REAS
MIÉRCOLES 26 DE OCTUBRE DE 2011. NÚMERO 159
El cooperativismo nace como práctica formalizada al compás que marca el emergente movimiento obrero del siglo XIX. Eran tiempos de fuerte expansión industrializadora y durísimas condiciones de vida. Cubrir necesidades tan básicas como la alimentación, la vivienda o la compra de ropa se iba dificultando al ritmo al que iba creciendo la incorporación de mano de obra a las fábricas procedente del campo. La creación de los sindicatos y mutualidades como medio de autodefensa fue acompañada de las primeras experiencias de cooperativas para mejorar el acceso a productos de primera necesidad.

Nacen así las cooperativas de consumidores y con ellas la base de lo que sería la expansión de una forma de entender la economía, la empresa y las relaciones sociales. Una filosofía que propone la cooperación como actitud y valor para tener unas relaciones económicas justas y equitativas, donde las personas y sus intereses estén en el centro de las decisiones. Tal y como se recoge en la definición actual de cooperativa, es una agrupación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales, mediante la creación de una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática.

Escuela de autoorganización

Si primero fueron las cooperativas de consumidores, al poco tiempo se empezaron a crear las de trabajo, vivienda, agrarias o educación. Fue la cuna de la industrialización, Inglaterra, el primer país en ver nacer este tipo de organizaciones obreras, pero a mediados del siglo XX ya eran una realidad significativa en diferentes ámbitos y se habían extendido por el mundo de forma notable.

El cooperativismo es, por tanto, una formula empresarial que, con algo más de 150 años de antigüedad, ha sabido reinventarse a lo largo del tiempo, convirtiéndose en la principal referencia de estructuras participativas y democráticas, especialmente en elmundo del trabajo. Los valores que han impulsado la puesta en marcha de experiencias cooperativas (ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad o solidaridad) han ido asociados históricamente a una forma especial de entender el mundo, visión completada en los últimos decenios con las aportaciones del feminismo o el ecologismo y con el valor de la intercooperación.

Hoy las cifras globales nos hablan demás de 800millones de personas que son socias de algún tipo de cooperativa. El “éxito” llegó a ser tal que, en algunos países incluido éste, se adoptó como una fórmula que fomentar desde los poderes públicos, olvidando en ocasiones que para que los valores cooperativos se vivan y se practiquen, hace falta un proceso. Digamos que de forma implícita el cooperativismo es al mismo tiempo una forma jurídica y una escuela de autoorganización y participación social. Cuando la elección de esta forma jurídica viene excesivamente dictada por las ventajas fiscales u otras se desvirtúa su espíritu.

Por otro lado, existen multitud de experiencias de cooperación económica que no optan por constituirse como cooperativas para desarrollar su actividad. La opción de consolidar jurídicamente este tipo de apuestas puede verse influida por múltiples factores. No siempre será deseable y habrá ocasiones en que será necesario. Por ejemplo, en los últimos años se está produciendo un incremento notable de asociacionesmás o menos formales de consumidores o de experiencias de nueva empresarialidad cooperativa vinculadas a proyectos con fuerte implicación social. En muchos de estos casos lo determinante está en la horizontalidad para la toma de decisiones, la propiedad colectiva o en su adaptabilidad a la diversidad de intereses y necesidades, participando así del espíritu cooperativo, sin adoptar la forma jurídica.

Con la crisis financiera actual, estamos ante un escenario en el que la cooperación y la búsqueda de mayores niveles de autogestión se convierte en una oportunidad consciente y coherente de construir alternativamente desde la base.

Parte del camino está recorrido, contamos con experiencias reales y referentes importantes en muchos ámbitos: las cooperativas de trabajo asociado (una de las fórmulas más importantes de emprendimiento y autoempleo colectivo), las finanzas y los seguros éticos con Coop57 y la cooperativa Arç, los modelos de cooperativas de uso de viviendas, o las cooperativas de servicios y consumidores vinculadas a apuestas incipientes de desarrollo del mercado social o la Cooperativa Integral.

La propiedad colectiva y la incorporación de la democracia a la gestión de las empresas son un camino inevitable si queremos empezar a imaginar más allá de los límites de lo posible. Las cooperativas han demostrado en sus 150 años de historia que son estructuras propicias para el desarrollo personal, profesional, social y comunitario. En cualquier caso, todo esto no será suficiente si no ponemos en el centro de la discusión la necesaria redistribución de la riqueza y del trabajo, renta básica mediante.