El pueblo ayoreo resiste

14.Nov.11    Autonomía comunitaria

La pesadilla del pueblo Ayoreo
Laura Daudén*

Lunes 14 de noviembre de 2011, por Revista Pueblos

Ganaderos brasileños ponen en riesgo la supervivencia del último grupo indígena no contactado al sur de la Amazonia

“Son bestias con piel metálica”, dicen los que ya se han enfrentado a los buldócers que abren el camino para la ganadería en el noroccidente paraguayo. Esas máquinas están dejando cicatrices incurables en una extensa zona del Gran Chaco, una región de 240 mil kilómetros cuadrados en la cual vive el 3 por ciento de la población del país, cerca de 150 mil personas. Están al servicio de empresas extranjeras, en particular de Brasil, que hacen uso de una condición histórica y económica para apropiarse de esa parte marginada del territorio de Paraguay –el territorio del pueblo Ayoreo, el último grupo indígena que permanece en aislamiento voluntario al sur de la floresta amazónica–.

La Unión de Nativos Ayoreo de Paraguay estima que 2.600 ayoreos viven en el país y que apenas cien no han tenido contacto con la sociedad no-indígena y no han cambiado su modo de vida tradicional, basado en la silvicultura, en la caza y en la recolección. Hoy, los que han tenido que abandonar su Eani, o su tierra ancestral, viven en dieciocho asentamientos más o menos “integrados”, aunque siempre marginados: “Hoy, la situación de los Ayoreo refleja los resultados de un acelerado proceso de pauperización y muestra una creciente pérdida de autonomía y una creciente dependencia del sistema de vida de la sociedad envolvente”, dice el cuarto informe del Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA).

Para entender la gravedad y la profundidad de la situación de los ayoreos es necesario recuperar parte de la historia reciente de Paraguay y la forma en cómo se configuró su territorio y su economía. Es fundamental entender que, a lo largo de los tiempos, diferentes intentos de poblar el Chaco terminaron por entregarles a los grupos misioneros y a las empresas extranjeras (especialmente argentinas y brasileñas) la responsabilidad sobre el desarrollo de la región. La economía, centrada en los polos de la zona oriental, convirtió el Chaco en una gran periferia, situación que se refleja en la falta de estructuras de comunicación y transporte. No por otro motivo, algunos geógrafos se refieren a la región oriental como el “Paraguay verdadero” o el “Paraguay útil”.

La lucha por el ángulo muerto

Fabricio Vázquez, investigador en geoeconomía de la facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Asunción, explica cómo se orientó ese proceso: después de la criminal guerra genocida perpetrada por la Triple Alianza (1865-1870) compuesta por Brasil, Uruguay y Argentina contra Paraguay, el gobierno paraguayo empezó a consolidar una frontera nacional y a colonizar el Gran Chaco –una política que claramente atendía a los intereses de la coalición vencedora y de sus patrocinadores, véase Inglaterra y Estados Unidos–. Para ello, decidió vender gigantescas extensiones de tierra a bajo coste a empresas brasileñas, argentinas, inglesas y francesas que invertirían, sobre todo en ese primer momento, en el quebracho y en el tanino. Los nuevos dueños de las tierras tenían todo el apoyo del gobierno: estaban libres de impuestos y no encontraban ningún problema en superponer sus propiedades a las de los indígenas que vivían allí. No dudaron tampoco en utilizarles como mano de obra gratuita. Sin tierras y sin dinero, en ese momento empezó la pesadilla de los pueblos que habitaban el ángulo muerto de la nación paraguaya.

Pero hubo una guerra más en el destino del Chaco, y fue la de los hidrocarburos, entre 1932 y 1935. Con la amenaza exterior, el gobierno por fin decidió invertir masivamente en la colonización de la zona y para ello contó con la ayuda de los grupos misioneros, en particular los menonitas. Con incentivos públicos y aprovechándose de la economía de la guerra (que va desde el abastecimiento de las tropas hasta el reaprovechamiento del material bélico), los menonitas de origen estadounidense se instalaron en la región y rápidamente consolidaron su control económico.

Así fue a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, con sus consecuencias siempre profundizadas por la situación política del país. Los menonitas fueron responsables de la esterilización del Chaco –un movimiento que claramente facilitaría, en seguida, la penetración de los grandes terratenientes ganaderos–. Mientras el Chaco se hacía ajeno a Paraguay y a los intereses de los pueblos indígenas a quien esas tierras pertenecían, en el este del país se consolidaba la idea de un desarrollo centrado en la porosidad de la frontera brasileña. “La política estatal del gobierno paraguayo, conocida como ‘marcha al Este’ se reveló más tarde como una política brasileña de ‘marcha al Oeste’, con la llegada de colonos de ese país a la región Oriental.” [1] Las claves de ese proceso se llaman Itaipú, soja y, un poco más tarde, ganado.

Derecho al aislamiento

Las imágenes de satélite no nos engañan: la acción predatoria de las empresas ganaderas crece cada año. Aunque no sean las únicas fuentes de destrucción en el Chaco, ya que cada zona tiene sus propias fragilidades, sí es cierto que por lo menos en la extensa región al oeste de Río Paraguay, son ellas las responsables de la destrucción de por lo menos 70 mil hectáreas de mata en 2009. Y estamos hablando apenas de dos grupos ganaderos, ambos brasileños: la Yguaraté Porã S.A y la River Plate S.A. El área que reivindican como suyo se superpone al área de 500 mil hectáreas reclamado por los Ayoreo desde 1993 en lo que sería el “Patrimonio Natural y Cultural Ayoreo Totobiegosode”. Apenas 100 mil hectáreas están tituladas y aseguradas a los indígenas. Todas las demás corren serio riesgo de desaparecer antes de que se imponga la ley.

Y la ley no se impone por un motivo sencillo: “La razón de este estancamiento está clara. El poder en Paraguay reside en las manos de los dueños de la tierra, extranjeros por lo general. La élite y el Estado han sido incapaces –o les faltó voluntad– de asumir la responsabilidad de la situación”, explica Rebecca Spooner, del departamento de campañas de la organización Survival International. “Algunas empresas que trabajan en el Chaco recusaron ceder o vender sus tierras al Estado para el uso de los ayoreos. Algunas parcelas de tierra han sido recuperadas y entregadas a los indígenas, pero hay un largo camino por delante antes de que el pueblo Ayoreo tenga el territorio que reivindica”, completa.

El modelo de actuación desafortunadamente se repite en otros puntos del mapa. Si vamos un poco más hacia el oeste, dentro de la llamada zona Atocomodie, vemos que el contacto involuntario es casi inminente. La brasileña Umbu S.A, que ocupa 40 mil hectáreas de una zona particularmente sensible del Chaco semi-árido (justamente sobre la más importante fuente de recursos hídricos de la región), ha estado ocultando al gobierno y a las autoridades representativas de los Ayoreos las evidencias de la presencia de indígenas no contactados en su propiedad. Por lo menos 26 señales de actuación de ayoreos aislados fueron vistas dentro y alrededor del territorio que está bajo la empresa Umbu. Mientras tanto, la empresa ya se encargó de de usurpar más de 8 mil hectáreas de floresta. Aunque ahí también haya una reivindicación de propiedad indígena, la empresa tiene autorización gubernamental para derrumbar más de 16 mil hectáreas.

Esa situación de fragilidad delante del avance de los buldócers pone en serio riesgo el modo de vida de ese pueblo, que normalmente circula y se establece en diferentes puntos del monte cuando se hace necesario. Además, va en contra de la propia Constitución Nacional de Paraguay y de los sucesivos acuerdos firmados en el ámbito internacional, como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

El gobierno de Fernando Lugo no ha hecho, hasta ahora, ningún pronunciamiento público sobre la situación de los Ayoreos. Parece confirmar la posición que ha imperado a lo largo del siglo XX, que es la de mantener la marginación del Occidente paraguayo en detrimento de los lazos que se construyen hacia el este y hacia el sur. La existencia del acuerdo económico regional del Mercosur apenas profundiza en ese movimiento. Brasil, a su vez, parece no vacilar para consolidarse en la posición de potencia subimperialista, con control económico y político sobre sus vecinos -lo que ya se ha visto en repetidas ocasiones, como en el caso de los hidrocarburos bolivianos, por poner un ejemplo-.

La pesadilla del pueblo Ayoreo es la pesadilla compartida con los pueblos de Perú, expuestos por las prospecciones de petróleo, y es también la pesadilla de los pueblos de la Amazonia brasileña, arrinconados por las grandes presas. Cuando los buldócers devastan la tierra del Chaco, su herida nos expone a todos nosotros.

* Laura Daudén es colaboradora de Pueblos, revista de Información y Debate

Notas
[1] VÁZQUEZ, Fabricio. “Las reconfiguraciones territoriales del Chaco paraguayo: entre espacio nacional y espacio mundial”. Revista Población y Desarrollo, número 28. Universidad Nacional de Asunción: Paraguay, 2005.